Capítulo 39: Decir adiós también es un acto de amor

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ni siquiera el chocolate caliente logró menguar el frío que nos recibió cuando abandonamos el hospital. En la plazoleta se repartían pequeños grupos, esperando noticias de sus familias. No pude evitar sentir pena por ellos, habiendo vivido su angustia. No hay peor agonía que no saber qué sucederá con las personas que amas.

—Capturaron a Silverio —comenzó, despertándome. Interesada mi atención volvió a sus ojos, con un leve asentimiento me lo confirmó. Lo había deseado durante muchas semanas, oírlo hecho una realidad me desbalanceó—. Parece que esta vez sí van a poder proceder contra él. Don Julio lo denunciará por el robo a su negocio. Aunque el cargo definitivo es el que Andy presente. Cuando se recupere dile que tiene que presentarse para levantar la denuncia —me aconsejó sensato.

—Estoy segura que lo hará —afirmé.

Tenía que pagar casi lo matara, pensé con la mirada al frente perdida entre las personas que salían a la clínica. Silverio en la cárcel, no terminaba de procesar que así acabara mi pesadilla. Es tan raro como el miedo se instala en tu sistema y cuando te liberas de él te has olvidado cómo era vivir en su ausencia. Pero lo recordaría, era momento de dejar el temor atrás, era hora de que nadie viviera sometido por la incertidumbre, acepté con una débil sonrisa.

—Recuerdo la primera vez que te vi —comentó de pronto Nael, que seguía con su mirada fija en mí, regresándome a la realidad. No entendí el sentido de su comentario.

—Cuando un automóvil casi me dejó como tortilla —atiné a decir robándole una risa.

El sonido me llevó a esa noche, apenas podía reconocernos.

—Exacto —me dio la razón con una brillante sonrisa que se esfumó a causa de un suspiro—. Me enamoré de ti desde la primera vez que te vi —soltó, golpeándome directo en el corazón.

Dejé de respirar a la par mi cuerpo se tensó como una cuerda a punto de romperse. 

—Nael...

—Fue tan raro —reconoció para sí. Oye, ¿cómo así? Fruncí las cejas, arrebatándole una media sonrisa—. No por ti, Dulce, no solo eres preciosa, lo cual ya era suficiente para volverme loco, sino que además tenías todo para cambiar mi vida, incluso cuando me resistía —se sinceró. Y por la forma en que sentí estaba abriéndose ante mí preferí morderme la lengua. A veces el silencio es mejor—. Después de la muerte de mi madre me propuse que nada me haría apartar los ojos de mi meta —murmuró—. Estaba tan enfocado por convertirme en quien deseaba ser que me olvidé del presente, tú me lo recordaste. Dejé de pensar solo en el mañana y comencé ansiar el hoy porque estabas en él. Lamento haber permitido mis sueños me absorbieran y me robara tantas oportunidades de demostrártelo...

—Nael, no tenía nada de malo que tu prioridad fueran tus sueños, sobre todo cuando son tan nobles —corté su culpa injustificada—. Debes estar realmente orgulloso de tu convicción, no tenías que sacrificarlos para demostrarme nada —expliqué. Jamás se lo hubiera reclamado.

—Lo sé, pero es que entendí que no debo sacrificar uno por otro. No quiero ser un profesional con un título colgado en la pared, pero el corazón vacío —expuso, tomándome por sorpresa de la mano. Mis ojos no se apartaron de ese punto, sin saber qué hacer. Buscó mi mirada—. El éxito profesional no está peleado con el personal, sé que puedo lograr un equilibrio si me esfuerzo.

—Nael...

—Escucha, ambos hemos buscando lo mismo por mucho tiempo —mencionó cuando quise apartarme, sin adelantar a dónde se dirigía—: un hogar. Tú lo dijiste, aunque las cosas mejoren con tu padre jamás será lo mismo, tampoco yo podría confiar de nuevo en el mío por más que me esfuerce. Son relaciones quebradas, no pertenecemos ahí —argumentó—, pero no los necesitamos, Dulce, podemos formar el nuestro...

—Wow, wow, wow... ¿Qué? —cuestioné antes de pegar un salto, planteando distancia nerviosa, estiré mi brazo como si estuviera ante un peligro inminente—. ¿Hablas de casarnos? —pregunté incrédula, dejando caer mi mandíbula. Eso era ir demasiado rápido, no estábamos en el siglo XV.

—No, no —aclaró riéndose por mi rápida imaginación. Mi corazón retomó la marcha. Dios mío, respiré de alivio—. En la universidad me dieron la oportunidad de realizar mis prácticas en una ciudad cercana, es en un buen hospital y no puedo perder esta oportunidad así que un grupo de compañeros y yo hemos decidido rentar una casa para hospedarnos durante esos meses. Es por una temporada corta, pero compartiremos gastos, tareas. Estuve pensando que dijiste que en casa de tu tía no te sentías como en un hogar, yo quería preguntarte si quisieras venir conmigo —propuso dejándome con la mente en blanco. Me costó ordenar las ideas ante su inesperada invitación—. Claro que tú dormirías en tu propia habitación —aclaró—, tendrías tus cosas, tu espacio, trabajo. Sería un nuevo inicio, Dulce.

Parpadeé, analizándolo. Si Nael me hubiera hecho esa propuesta hace un mes le hubiera dicho que sí sin pensarlo, deseosa de hallar un poco de paz en mi tempestad, de empezar lejos de un hogar roto, de mis problemas, sonaba maravilloso, la llave a la libertad que ansié, pero... Las cosas habían cambiado. Yo lo había hecho.

—No puedo... —murmuré para mí, antes de alzar el rostro y encontrarme con sus ojos llenos de ilusión. Tuve que hacer un mayor esfuerzo para reunir el valor para repetírselo, rompiéndolo—. Lo siento, Nael, pero no puedo —dije echando abajo su esperanza. Me sentí terrible al presenciar perdieron su luz, y aunque me quebró no me eché para atrás. No lo engañaría—. Es cierto que la relación con mi padre jamás será la misma, pero quiero intentar mejorarla por el bien de los dos —afirmé. Ambos nos hicimos esa promesa, necesitaba darme una oportunidad para sanar.

Él evadió mi mirada sin poder identificarse. Nael abandonó su hogar sin mirar atrás, se forjó con las dificultades que la vida le presentó en solitario. Era el gran hombre que era por lo que consiguió en base a su esfuerzo.

—Además, no quiero alejarme de mi tía y Jade justo ahora que estamos reconciliándonos —añadí otro punto, sin poder dejarlas fuera—. Ellas son mi familia.

Tal vez no era el hogar que creí cuando era una niña, pero era mío, y ahora era capaz de ver lo afortunada que era por tener una nueva oportunidad. No quería huirme buscando en otro lado lo que estaba frente a mí.

Nael guardó silencio estudiando la transparencia de mis ojos azules, y aunque no me comprendió, no me juzgó, aceptó mi decisión sin hacer preguntas.

—Te entiendo —susurró con un leve asentamiento. Me tomó con cuidado de los hombros para verme directo a los ojos—. Pero al menos permíteme seguirte visitando —me pidió. Mi corazón se encogió ante la sinceridad de su petición—, puedo viajar todos mis días libres, llamarnos por teléfono —dio posibles soluciones, determinado a no rendirse. Apreté los labios para no llorar—. Sé que sería complicado, sin embargo, me esforzaría, me esforzaría de verdad porque funcione. Solo serán unos meses, luego puedo buscar un empleo aquí mismo —planteó optimista—. Si este es tu sitio, Dulce, puedo hacerlo también el mío...

Contemplando su mirada me reencontré con el chico que intercedió por aquella chica torpe en medio del camino, el mismo al que me aferré para darle impulso a mi vida. Sonreí admirándolo, sin importar lo mucho que dolió di un paso atrás, liberándonos a ambos. Las palabras sobraron, ese pequeño acto lo dejó claro.

—Nael, esto quizás es una de las cosas más difíciles que he dicho en toda mi vida —admití obligándome a ser sincera—. Cuando te vi por primera vez supe que eras el hombre de mis sueños —reconocí—. Todo lo que aspiraba encontrar, lo que deseaba. Y para mi sorpresa eras incluso más increíble de lo que imaginé esa noche que llegaste a la cafetería. Aún no termino de creer pudiera despertar en una persona con un corazón tan grande unos sentimientos tan puros —dudé sin entender a quién estafé en la otra vida para correr con tal suerte, que ahora parecía una maldición. Callé por culpa del nudo en mi garganta. Tú puedes—. Por eso me duele tanto no poder corresponderte —confesé sintiéndome un monstruo al ser testigo en primera fila de cómo rompía su esperanza.

La decepción oscureció ese rostro que siempre tenía una sonrisa en él.

Resistí de pie, contemplando el impacto de los trozos que cayeron en el terremoto. 

—Es por Andy —dedujo, equivocándose. Había dolor en su voz, pero no del que intenta culparte, sino del que es imposible mantener para uno mismo—. Estás enamorada de él —concluyó—. Fue imposible ocultarlo esta noche —murmuró, después de haber presenciado mi agonía. Negó sin quedarse quieto—. No, lo supe desde siempre, por la forma en que se miraban, incluso cuando no lo pretendías.

Supongo que aunque por mucho tiempo tomé de excusa el cariño que le tenía a Andy era fraternal, solo estaba engañándome para no aceptar tenía miedo de sentir algo tan grande. Cierto era que no fue amor a primera vista, pero sí que desde la primera vez que estuvimos juntos algo cambió dentro de mí. No volví a sentirme más libre, completa y en paz con nadie más que no fuera el chico detrás de esa barra. Se convirtió en mi punto de partida, en mi refugio, en el nido de sueños.

—No es solo por Andy —murmuré hablando para mí—. Nael, en mi mente el amor era diferente, como un incendio que quema todo a su paso, incluso a mí misma. Siempre creí que como en los cuentos un beso me sacaría del pozo en el que la vida me había lanzado, pero no era así. Yo no podía salir si no me encontraba conmigo misma, y para eso tenía que ir a los lugares que dolían, que me atormentaban... —conté con la mirada vagando en mis malas noches—. Tenía que abrir viejas heridas para curarlas. En medio del caos entendí que lo que vuelve a una historia mágica no es encontrar un cuarto lleno de rosas, ni canciones, sino sentarte al lado de alguien al que puedes mostrarle tus cicatrices y en lugar de destrozarlas, te ayude a amarlas, con la que puedas ser tú sin miedo. Amar es sentir que el mundo encuentra la paz al estar a su lado.

Andy y Dulce no protagonizaríamos un libro, pero lo que me ofrecía era verdadero, me hacía sentir real. Cuando estamos juntos no necesitaba una declaración digna de un premio Nobel, ni regalos que sirvieran de prueba de lo que sentía por mí. Le bastaba una sonrisa para tener la plena certeza que era ahí dónde pertenecía.

—Y eso no lo hallaste en mí —concluyó ocultando el dolor.

—Ni siquiera fui capaz de hallarlo en mí misma por mucho tiempo —revelé con una débil sonrisa—. Es solo que... La noche que fuimos a ese parque me sentí afortunada porque compartiste algo que significaba tanto para ti, pero no fui capaz de abrirme contigo del mismo modo. Y no fue porque hubiera algo malo en ti —aclaré—, sino por mí. Tenía tantas ganas de gustarte que me dio miedo que al mostrarme tal cual te alejaras —confesé, despojándome de cualquier disfraz—. Tuve miedo —repetí con una triste risa—. Intentaba que te enamoraras de una mujer que no existía. Y sé que eso sucede en todas las relaciones, mostramos lo mejor de nosotros y eso no significa que no vayan a aceptarnos cuando nos conozcan por completo —concedí—, pero un día descubrí que no necesitaba esforzarme por encajar, era completamente feliz porque tenía lo que siempre había soñado a mi lado sin darme cuenta.

No solo quería a Andy por lo que él era, sino por quien me ayudó a ser. Algunas personas atraviesan un proceso para descubrirse a sí mismas, yo en cambio necesité un poco de ayuda. Andy no soltó mi mano durante todo este camino, en el aprendí a perdonar, a abrazar el pasado, a quererme, a soñar con un mañana. Él me motivó a superarme, a sanar.

Nael relamió sus labios y acomodó su cabello solo para mantener las manos ocupadas, noté su lucha al sentirse fuera de lugar, como una pieza en un rompecabezas que no ha encajado. Dolió haberle hecho una herida cuando lo único que deseaba evitar era que sufriera, pero era hora de ser sincera conmigo misma. Él no merecía un corazón que ya le pertenecía a otro.

—Escucha, Nael, eres maravilloso —hablé para que me escuchara atento. Él intentó protestar, no se lo permití. Esto era importante—. Y no quiero repetirlo porque temo lo tomes como cuando tu mamá te dice que eres el mejor solo para que no le pidas te compre un chocolate. Pero lo eres, no te lo diría si no fuera cierto —insistí—. Tanta gente allá afuera daría todo por encontrar un hombre como tú, y estoy segura hallarás a una especial que no solo note lo increíble que eres, sino que te haga sentir que el camino valió la pena. Porque valió la pena, Nael, mira todo lo que superaste —remarqué mirándolo a los ojos—, tu madre estaría muy orgullosa de ti.

No se trataba de un simple consuelo. Si fuera mi hijo también lloraría al contemplar como la tormenta jamás logró sumergirlo al fondo. Tenía la fuerza de una roca que no se dobla ante el mar, pero la gentileza de un ave que guía a alma perdida a su hogar. En sus ojos oscuros noté algunas lágrimas que se resistieron a salir. Cuando perdimos a la persona que más amábamos nuestra vida perdió el sentido, nos vimos obligados a sobrevivir con un dolor que nunca cesaría del todo. 

—Ella te hubiera amado —me halagó, enterneciendo mi corazón.

—Estoy segura que yo a ella —pronostiqué con la voz entrecortada—. Tuvo que ser una gran mujer para criar a un chico como tú, que padeciendo un infierno,  en lugar de sucumbir a la oscuridad hizo todo lo que estaba en sus manos para iluminar a otros —destaqué, apreciando al niño que salió con vida del ojo del huracán, lleno de heridas, pero con el corazón intacto—. Te miro y no puedo evitar pensar que ha pasado una eternidad desde que nos cruzamos —admití. No fue hasta ese momento que describí estábamos llorando. Él limpió mi rostro con su pulgar, cariñoso, sin rencor—. Aunque no sea suficiente, te quiero y no hay algo que desee que seas feliz porque te lo mereces.

No todos los amores tienden a ser románticos, de hecho te sorprendería los pocos que lo hacen si reflexionamos todas las personas que marcaron nuestra vida. Nael había dejado huella en la mía la noche que me enseñó que tenemos la capacidad de transformar el dolor en luz, claro que no es sencillo, quién dijo que lo sería, pero la forma en que lo enfrentamos decide el curso de nuestro camino. Él salió de un hogar destruido, vagó en las calles, conoció de primera mano la soledad, aún así cuando se le presentó la oportunidad le dio la mano a otro, y no se conformó con eso, buscó la manera de ayudar a muchos más.

—Nunca te olvidaré, Dulce —dijo.

Enfrentándome a ella, recordé por qué odiaba las despedidas.

—Ni yo —acepté. Porque si lo hiciera, tendría que olvidarme de mí misma. De lo que crecí gracias a que tocó mi vida—. Vas a convertirme en un gran enfermero, la gente te amará y no solo por esa sonrisa de galán —bromeé arrebatándole una—, sino por lo que hagas con la cabeza, por lo que empuje tu corazón —le aseguré. Apostaría en él con los ojos cerrados.

Nael me regaló una dulce sonrisa al presenciar mi confianza en él.

—Que suerte tuvo Andy al encontrarte —habló sin saber lo que decía.

—No aclaraste si buena o mala, eh.

—Espero que sean felices —nos deseó sincero, sin egoísmo—. En unos años cuando estén celebrando su aniversario de plata podría regalarles un chequeo médico —optó divertido.

—Santificarán a Andy si logra soportarme más de un año.

No conocía ningún matrimonio feliz que me sirviera de ejemplo. Mamá y papá se querían, pero ella se había marchado cuando apenas entendía la complejidad del amor. El resto de gente que conocía estaba divorciada, incluso mi tía Leticia, que era la mujer más inteligente que conocía, terminó separándose del tío Genaro, que también era un tipazo. Aunque en el fondo me gustaba imaginar Andy y yo seríamos la excepción a la regla.

—Dulce, apuesto que te seguirá viendo como lo hace en diez —pronosticó optimista.

Oculté la sonrisa de solo imaginar me amara aún en contra del tiempo, como yo estaba segura lo querría.

—Eso lo veremos. De todos modos, te acepto el chequeo porque solo en tus manos podría nuestras vidas —mencioné. No por nada Andy seguía conmigo—. Pero no esperes a tener  una oleada de fans alrededor que no me deje ni acercarme, escríbeme cuando ese título cuelgue en la pared o mucho antes si necesites una amiga —le ofrecí sincera—. No es por presumir, pero siempre estará dispuesta a escucharte—le prometí.

Nael entendió que no necesitábamos una promesa para confiar en que el otro estaría ahí, incluso cuando no pudiéramos vernos. En un impulso me envolvió en un abrazo, fuerte, del que une trozos tambaleantes, firme como el que firma una sentencia. Era la forma de decirme adiós. Supe que por el bien de los dos no volveríamos a vernos. Sonreí sobre su hombro, respiré hondo pidiéndole a mi corazón fortaleza. Lo echaría de menos.

—Conviértete en el hombre que deseabas ser cuando saliste de esa casa —pedí al apartarnos—, y consigue un hogar como lo soñaste, lleno de amor, de libertad.

Uno que lo ayudara a olvidar su duro pasado.

—Igual para ti, Dulce.

—Nael, una cosa más —recordé cuando estuvo a punto de marcharse. Deslumbré su intriga—. Lamento tanto lo de tu motocicleta. Sé lo importante que era para ti, así que puedo ayudarte a pagarla. En Dulce Encanto podríamos organizar un sorteo o...

Nael negó con una sonrisa, frenando mi brillante idea.

—Le das más importancia de lo que tiene, Dulce —lo minimizó—. No voy a negarte que voy a extrañarla, me ayudó mucho, pero es algo material. Ahora soy más libre que nunca —celebró.

Los recuerdos son eso, lo que nos vuelve realmente dueños de nuestros destinos es lo que está dentro de nosotros, eso nadie nos lo puede arrebatar. Otra lección aprendida.

—Es que es un vehículo —destaqué—, uno de mis sueños frustrados. Creo que lo primero que haré cuando tenga un mejor trabajo será comprarme uno, así sea uno pequeño... —propuse, aunque haciendo las cuentas no parecía sencillo—. O conseguiré una amiga que me lleve a todas partes—consideré otra opción—. Yo escucharé sus líos de amor mientras ella tendrá que soportarme en el camino. Digamos que será un trueque.

Él rio por las historias que inventaba antes de darme un cariñoso beso en la frente. Sonreí cuando me dedicó una última mirada. 

—No cambies, Dulce. 

Contemplándolo marchar esperé lo mismo para él, que creciera, como confiaba lo haría, pero manteniendo la esencia en su corazón. Esa noche me despedí de Nael porque sabía era lo mejor. Tal vez si el destino lo quería volveríamos a encontrarnos, cuando el dolor hubiera cesado, y nos hubiéramos convertido en eso que ansiábamos. Mirando su figura perderse a lo lejos, luciendo su chaqueta de cuero y pasos largos, no me costó imaginarlo salvando vidas, entregándoles su tiempo y amor a los que más necesitaba. En cuanto a mí... Sonreí dándole un vistazo al hospital, era mucho más impredecible. Sin embargo, por primera vez en mi vida el futuro no me llenó miedo, sino que me inundó de esperanza, a fin de cuentas, tenía conmigo todo lo que había deseado, todo lo que necesitaba para ser feliz. 

Dos capítulos y nos vamos 😭🥺💖✨... Pregunta de la semana, ¿cuál es su profesión? ¿O a qué les gustaría dedicarse? 💖🥺 ¿Les gustó el capítulo? ¿Qué creen que suceda en este par de capítulos?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro