Barty Crouch Jr.

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Echó a correr con todas las fuerzas que tenía hacia el castillo, no se dio cuenta de que McGonagall, Snape, Dumbledore  la siguieron. Corrió sin descansar hasta llegar al despacho de Moody.

Apuntó su mano.

-¡Collapses! – Dijo y la puerta cayó.

Al entrar vio a Moody acorralando a Harry que tenía cara de susto. El profesor la vio y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-El Fénix- Murmuró

-¡APÁRTATE DE ÉL! – Le gritó- ¡immobilitat! –

El cuerpo de Moody se pegó a la pared como si sogas invisibles retuvieran sus cuatro extremidades. Los profesores entraron por la puerta.

-¿Qué pasa aquí? – Preguntó Severus.

-El no es Alastor Moody- Les dijo Chloe.

Todos vieron al hombre contra la pared, Harry corrió junto a Chloe, a como pudo porque parece que Moody lo volvió a lesionar de la pierna.
Dumbledore desmayó al falso Moody quien cayó al suelo.

En aquel momento, Chloe comprendió por vez primera por qué la gente decía que Dumbledore era el único mago al que Voldemort temía. La expresión de su rostro al observar el cuerpo inerte de Ojoloco Moody era más temible de lo que alguien hubiera podido imaginar. No había ni rastro de su benévola sonrisa, ni del guiño amable de sus ojos tras los cristales de las gafas. Sólo había fría cólera en cada arruga de la cara. Irradiaba una fuerza similar a la de una hoguera.

Entró en el despacho, puso un pie debajo del cuerpo caído de Moody, y le dio la vuelta para verle la cara. Snape lo seguía, mirando el reflector de enemigos, en el que todavía resultaba visible su propia cara. Dirigió una mirada feroz al despacho.

La profesora McGonagall fue directamente hasta Harry.

—Vamos, Potter, Di Lessio —susurró. Tenía crispada la fina línea de los labios como si estuviera a punto de llorar—. Vengan conmigo, a la enfermería…-

—No —dijo Dumbledore bruscamente.

—Tendrían que ir, Dumbledore. Míralos. Ya han pasado bastante por esta noche…-

-Yo no iré- Anunció Chloe.

—Quiero que se queden, Minerva, porque tienen que comprender. La comprensión es el primer paso para la aceptación, y sólo aceptando pueden recuperarse. Tienen que saber quién los ha lanzado a la terrible experiencia que han padecido esta noche, y por qué lo ha hecho.-

—Moody… —dijo Harry. Seguía sin poder creerlo—. ¿Cómo puede haber sido Moody?-

—Éste no es Alastor Moody — explicó Dumbledore en voz baja—. Tú no has visto nunca a Alastor Moody. El verdadero Moody no te habría apartado de mi vista después de lo ocurrido esta noche. Jamás te habría preferido cuidar a ti que a Chloe, jamás haría esto ¿Así te diste cuenta no? – Preguntó Dumbledore a Chloe y ella negó.

-El tío Reg dijo que Alastor Moody me tendría que cuidar a mi, que yo sabría el porqué más adelante, pero no lo hizo y ahí supe que era el espía. Solo alguien que hubiese estado la noche que asesinaron a mi tía Alessa sabría que yo sobreviví a la maldición asesina- Explicó.

Severus la vio sorprendido desde las palabras “Tío Reg” mientras que Dumbledore le dirigió una mirada de aprobación.

-Tiene razón el señor Black- Murmuró.

Dumbledore se inclinó sobre el cuerpo desmayado de Moody y metió una mano en la túnica. Sacó la petaca y un llavero. Entonces se volvió hacia Snape y la profesora McGonagall.

—Severus, por favor, ve a buscar la poción de la verdad más fuerte que tengas, y luego baja a las cocinas y trae a una elfina doméstica que se llama Winky. Minerva, sé tan amable de ir a la cabaña de Hagrid, donde encontrarás un perro grande y negro sentado en la huerta de las calabazas. Lleva el perro a mi despacho, dile que no tardaré en ir y luego vuelve aquí.- Pidió Dumbledore.

Si Snape o McGonagall encontraron extrañas aquellas instrucciones, lo disimularon, porque tanto uno como otra se volvieron de inmediato, y salieron del despacho.

Dumbledore fue hasta el baúl de las siete cerraduras, metió la primera llave en la cerradura correspondiente, y lo abrió. Contenía una gran cantidad de libros de encantamientos. Dumbledore cerró el baúl, introdujo la segunda llave en la segunda cerradura, y volvió a abrirlo: los libros habían desaparecido, y lo que contenía el baúl era un gran surtido de chivatoscopios rotos, algunos pergaminos y plumas, y lo que parecía una capa invisible que en aquel momento era de color plateado.

Ambos  observaron , pasmados, cómo Dumbledore metía la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta llaves en sus respectivas cerraduras, y volvía a abrir el baúl para revelar en cada ocasión diferentes contenidos. Luego introdujo la séptima llave, levantó la tapa, y Harry soltó un grito de sorpresa mientras que Chloe se acercó de inmediato.

Había una especie de pozo, una cámara subterránea en cuyo suelo, a unos tres metros de profundidad, se hallaba el verdadero Ojoloco Moody, según parecía profundamente dormido, flaco y desnutrido. Le faltaba la pata de palo, la cuenca que albergaba su ojo mágico estaba vacía bajo el párpado, y en su pelo entrecano había muchas zonas ralas, estaba abrazado a una foto en un retrato. Chloe alcanzó a ver a una niña rubia sonriendo en la foto junto a un joven Alastor Moody.

Dumbledore se metió en el baúl, se descolgó y cayó suavemente junto al Moody dormido. Se inclinó sobre él.

—Está desmayado… controlado por la maldición imperius… y se encuentra muy débil —dijo—. Naturalmente, necesitaba conservarlo vivo. Harry, échame la capa del impostor: Alastor está helado. Tendrá que verlo la señora Pomfrey, pero creo que no se halla en peligro inminente. -

Harry hizo lo que le pedía.

Dumbledore cubrió a Moody con la capa, asegurándose de que lo tapaba bien, y volvió a salir del baúl.

Chloe se acercó al baúl ante la atenta mirada de Dumbledore y Harry, ella con juró una pequeña llama y la envió junto al desmayado y verdadero profesor.

Algo dentro de ella le decía que era su deber cuidar de este pobre hombre que se veía había sufrido mucho, no sólo en este último curso, sino durante años.

-Eso lo va a calentar- Explicó.

-Lo sé- Le respondió Dumbledore

Luego cogió la petaca que estaba sobre el escritorio, desenroscó el tapón y la puso boca abajo. Un líquido espeso y pegajoso salpicó al caer al suelo.

—Poción multijugos, chicos — explicó Dumbledore—. Ya ven qué simple y brillante. Porque Moody jamás bebe si no es de la petaca, todo el mundo lo sabe. Por supuesto, el impostor necesitaba tener a mano al verdadero Moody para poder seguir elaborando la poción. Miren el pelo… — Dumbledore observó al Moody del baúl —. El impostor se lo ha estado cortando todo el año. ¿Ven dónde le falta? Pero me imagino que con la emoción de la noche nuestro falso Moody podría haberse olvidado de tomarla con la frecuencia necesaria: a la hora, cada hora… ya veremos.-

Dumbledore apartó la silla del escritorio y se sentó en ella, con los ojos fijos en el Moody inconsciente tendido en el suelo. Harry también lo miraba y Chloe tenía una horrible sensación.

Ahora se imaginaba diferentes escenarios donde asesinaba a ese hombre de distintas maneras.

-Esa es bastante creativa- Alagó Regulus en su cabeza- Ya me tengo que ir estrellita- Dijo y luego su cabeza quedó en total silencio.

Pasaron en silencio unos minutos…

Luego, ante los propios ojos de los dos Gryffindor, la cara del hombre del suelo comenzó a cambiar: se borraron las cicatrices, la piel se le alisó, la nariz quedó completa y se achicó; la larga mata de pelo entrecano pareció hundirse en el cuero cabelludo y volverse de color paja; de pronto, con un golpe sordo, se desprendió la pata de palo por el crecimiento de una pierna de carne; al segundo siguiente, el ojo mágico saltó de la cara reemplazado por un ojo natural, y rodó por el suelo, girando en todas direcciones.

Chloe vio tendido ante ella a un hombre de piel clara, algo pecoso, con una mata de pelo rubio. Supo quién era: lo había visto en la mente de Harry aquella vez en el pasillo, intentando convencer de su inocencia al señor Crouch mientras se lo llevaba una escolta de dementores… pero ya tenía arrugas en el contorno de los ojos y parecía mucho mayor…-

Se oyeron pasos apresurados en el corredor. Snape volvía llevando a Winky. La profesora McGonagall iba justo detrás.

—¡Crouch! —exclamó Snape, deteniéndose en seco en el hueco de la puerta—. ¡Barty Crouch!-

—¡Cielo santo! —dijo la profesora McGonagall, parándose y observando al hombre que yacía en el suelo.

A los pies de Snape, sucia, desaliñada, Winky también lo miraba. Abrió completamente la boca para dejar escapar un grito que les horadó los oídos:

—Amo Barty, amo Barty, ¿qué está haciendo aquí? —Se lanzó al pecho del joven—. ¡Usted lo ha matado! ¡Usted lo ha matado! ¡Ha matado al hijo del amo!-

—Sólo está desmayado, Winky — explicó Dumbledore—. Hazte a un lado, por favor. ¿Has traído la poción, Severus?-

Snape le entregó a Dumbledore un frasquito de cristal que contenía un líquido totalmente incoloro: el suero de la verdad con el que había amenazado en clase a Harry y que le había enseñado a preparar a Chloe.

El hombre se acercó a la ahora rubio/ castaña y colocó una mano en sj hombro.

Dumbledore se levantó, se inclinó sobre Crouch y lo colocó sentado contra la pared, justo debajo del reflector de enemigos en el que seguían viéndose con claridad las imágenes de Dumbledore, Snape, Chloe y McGonagall. Winky seguía de rodillas, temblando, con las manos en la cara así que Chloe se acercó y la atrajo con cuidado cerca de ella.

Dumbledore le abrió al hombre la boca y echó dentro tres gotas. Luego le apuntó al pecho con la varita y ordenó:

—¡Rennervate!-

El hijo de Crouch abrió los ojos. Tenía la cara laxa y la mirada perdida. Dumbledore se arrodilló ante él, de forma que sus rostros quedaron a la misma altura.

—¿Me oye? —le preguntó Dumbledore en voz baja.

El hombre parpadeó.

—Sí —respondió.

—Me gustaría que nos explicara — dijo Dumbledore con suavidad— cómo ha llegado usted aquí. ¿Cómo se escapó de Azkaban?

Crouch tomó aliento y comenzó a hablar con una voz apagada y carente de expresión:

—Mi madre me salvó. Sabía que se estaba muriendo, y persuadió a mi padre para que me liberara como último favor hacia ella. Él la quería como nunca me quiso a mí, así que accedió. Fueron a visitarme. Me dieron un bebedizo de poción multijugos que contenía un cabello de mi madre, y ella tomó la misma poción con un cabello mío. Cada uno adquirió la apariencia del otro.-

Winky movía hacia los lados la cabeza, temblorosa.

—No diga más, amo Barty, no diga más, ¡o meterá a su padre en un lío!-

Pero Crouch volvió a tomar aliento y prosiguió en el mismo tono de voz:

—Los dementores son ciegos: sólo percibieron que habían entrado en Azkaban una persona sana y otra moribunda, y luego que una moribunda y otra sana salían. Mi padre me sacó con la apariencia de mi madre por si había prisioneros mirando por las rejas.-

»Mi madre murió en Azkaban poco después. Hasta el final tuvo cuidado de seguir bebiendo poción multijugos. Fue enterrada con mi nombre y mi apariencia. Todos creyeron que era yo.<<

Parpadeó.

—¿Y qué hizo su padre con usted cuando lo tuvo en casa?-

—Representó la muerte de mi madre. Fue un funeral sencillo, privado. La tumba está vacía. Nuestra elfina doméstica me cuidó hasta que sané. Luego mi padre tuvo que ocultarme y controlarme. Usó una buena cantidad de encantamientos para mantenerme sometido. Cuando recobré las fuerzas, sólo pensé en encontrar otra vez a mi señor… y volver a su servicio.-

—¿Qué hizo su padre para someterlo? —quiso saber Dumbledore.

—Utilizó la maldición imperius. Estuve bajo su control. Me obligó a llevar día y noche una capa invisible. Nuestra elfina doméstica siempre estaba conmigo. Era mi guardiana y protectora. Me compadecía. Persuadió a mi padre para que me hiciera de vez en cuando algún regalo: premios por mi buen comportamiento.-

—Amo Barty, amo Barty —dijo Winky por entre las manos, sollozando —. No debería decir más, o tendremos problemas…-

—¿No descubrió nadie que usted seguía vivo? —preguntó Dumbledore—. ¿No lo supo nadie aparte de su padre y la elfina?-

—Sí. Una bruja del departamento de mi padre, Bertha Jorkins, llegó a casa con unos papeles para que mi padre los firmara. Mi padre no estaba en aquel momento, así que Winky la hizo pasar y volvió a la cocina, donde me encontraba yo. Pero Bertha Jorkins nos oyó hablar, y escuchó a escondidas. Entendió lo suficiente para comprender quién se escondía bajo la capa invisible. Cuando mi padre volvió a casa, ella se le enfrentó. Para que olvidara lo que había averiguado, le tuvo que echar un encantamiento desmemorizante muy fuerte. Demasiado fuerte: según mi padre, le dañó la memoria para siempre.-

—¿Quién le mandó meter las narices en los asuntos de mi amo? —sollozó Winky—. ¿Por qué no nos dejó en paz?-

Chloe miró a Winky con compasión, era tan leal.

—Hábleme de los Mundiales de quidditch —pidió Dumbledore.

—Winky convenció a mi padre de que me llevara. Necesitó meses para persuadirlo. Hacía años que yo no salía de casa. Había sido un forofo del quidditch. «¡Déjelo ir!», le rogaba ella. «Puede ir con su capa invisible. Podrá ver el partido y le dará el aire por una vez.» Le dijo que era lo que hubiera querido mi madre. Le dijo que ella había muerto para darme la libertad, que no me había salvado para darme una vida de preso. Al final accedió.-

»Fue cuidadosamente planeado: mi padre nos condujo a Winky y a mí a la tribuna principal bastante temprano. Winky diría que le estaba guardando un asiento a mi padre. Yo me sentaría en él, invisible. Tendríamos que salir cuando todo el mundo hubiera abandonado la tribuna principal. Todo el mundo creería que Winky se encontraba sola. <<

»Pero Winky no sabía que yo recuperaba fuerzas. Empezaba a luchar contra la maldición imperius de mi padre. Había momentos en que me liberaba de ella casi por completo. Aquél fue uno de esos momentos. Era como si despertara de un profundo sueño. Me encontré rodeado de gente, en medio del partido, y vi delante de mí una varita mágica que sobresalía del bolsillo de un muchacho. No me habían dejado tocar una varita desde antes de Azkaban. La robé. Winky no se enteró: tiene terror a las alturas, y se había tapado la cara.<<

—¡Amo Barty, es usted muy malo! —le reprochó Winky. Las lágrimas se le escurrían entre los dedos.

—O sea que usted cogió la varita — dijo Dumbledore—. ¿Qué hizo con ella?-

—Volvimos a la tienda. Luego los oímos, oímos a los mortífagos, los que no habían estado nunca en Azkaban, los que nunca habían sufrido por mi señor, los que le dieron la espalda, los que no fueron esclavizados como yo, los que estaban libres para buscarlo pero no lo hacían, los que se conformaban con divertirse a costa de los muggles. Me despertaron sus voces. Hacía años que no tenía la mente tan despejada como en aquel momento, y me sentía furioso. Con la varita en mi poder, quise castigarlos por su deslealtad. Mi padre había salido de la tienda para ir a defender a los muggles, y a Winky le daba miedo verme tan furioso, así que ella usó sus propias dotes mágicas para atarme a ella. Me sacó de la tienda y me llevó al bosque, lejos de los mortífagos. Traté de hacerla volver, porque quería regresar al campamento. Quería enseñarles a los mortífagos lo que significaba la lealtad al Señor Tenebroso, y castigarlos por no haberla observado. Con la varita que había robado proyecté en el aire la Marca Tenebrosa, pero entonces esa estúpida llama de fuego voló por nuestra cabezas-

»Llegaron los magos del Ministerio, lanzando por todas partes sus encantamientos aturdidores. Uno de esos encantamientos se coló por entre los árboles hasta donde nos encontrábamos
Winky y yo. Quedamos los dos desmayados y con las ataduras rotas por el rayo del encantamiento.<<

»Cuando descubrieron a Winky, mi padre comprendió que yo tenía que estar cerca. Me buscó entre los arbustos donde la habían encontrado a ella y me halló echado en el suelo. Esperó a que se fueran los demás funcionarios, me volvió a lanzar la maldición imperius, y me llevó de vuelta a casa. A Winky la despidió porque no había impedido que yo robara la varita y casi me deja también escapar.<<

Winky exhaló un lamento de desesperación.

—Quedamos solos en la casa mi padre y yo. Y entonces… entonces… — la cabeza de Crouch dio un giro, y una mueca demente apareció en su rostro— mi señor vino a buscarme.-

»Llegó a casa una noche, bastante tarde, en brazos de su vasallo Colagusano. Había averiguado que yo seguía vivo. Había apresado en Albania a Bertha Jorkins, la había torturado y le había extraído mucha información: ella le habló del Torneo de los tres magos y de que Moody, el viejo auror, iba a impartir clase en Hogwarts; luego la torturó hasta romper el encantamiento desmemorizante que mi padre le había echado, y ella le contó que yo me había escapado de Azkaban y que mi padre me tenía preso para impedir que fuera a buscar a mi señor. Y de esa forma supo que yo seguía siéndole fiel… quizá más fiel que ningún otro. Mi señor trazó un plan basado en la información que Bertha le había pasado. Me necesitaba. Llegó a casa cerca de medianoche. Mi padre abrió la puerta.<<

Una sonrisa se extendió por el rostro de Crouch, como si recordara el momento más agradable de su vida.

A través de los dedos de Winky podían verse sus ojos desorbitados. Estaba demasiado asustada para hablar.

—Fue muy rápido: mi señor le echó a mi padre la maldición imperius. A partir de ese momento fue mi padre el preso, el controlado. Mi señor lo obligó a ir al trabajo como de costumbre y a seguir actuando como si nada hubiera ocurrido. Y yo quedé liberado. Desperté. Volvía a ser yo mismo, vivo como no lo había estado desde hacía años.-

—¿Qué fue lo que lord Voldemort le pidió que hiciera?-

—Me preguntó si estaba listo para arriesgarlo todo por él. Lo estaba. Ése era mi sueño, mi suprema ambición: servirle, probarme ante él. Me dijo que necesitaba situar en Hogwarts a un vasallo leal, un vasallo que hiciera pasar a Harry Potter todas las pruebas del Torneo de los tres magos sin que se notara, un vasallo que no lo perdiera de vista, que se asegurara de que conseguía la Copa, que convirtiera aquella copa en un traslador y capaz de llevar ante él a la primera persona que lo tocara. Pero antes…-

—Necesitaba a Alastor Moody — dijo Albus Dumbledore. Le resplandecían los ojos azules, aunque la voz seguía impasible.

—Lo hicimos entre Colagusano y yo. De antemano habíamos preparado la poción multijugos. Fuimos a la casa, Moody se resistió, provocó un verdadero tumulto. Justo a tiempo conseguimos reducirlo, así que lo metimos en un compartimiento de su propio baúl mágico, le arrancamos unos pelos y los echamos a la poción. Al beberla me convertí en su doble, le cogí la pata de palo y el ojo, y ya estaba listo para vérmelas con Arthur Weasley, que llegó para arreglarlo todo con los muggles que habían oído el altercado.-

>>Cambié de sitio los contenedores de la basura y le dije a Weasley que había oído intrusos en el patio, andando entre los contenedores. Luego guardé la ropa y los detectores de tenebrismo de Moody, los metí con él en el baúl y me vine a Hogwarts. Lo mantuve vivo y bajo la maldición imperius porque quería poder hacerle preguntas para averiguar cosas de su pasado y aprender sus costumbres, con la intención de engañar incluso a Dumbledore. Además, necesitaba su pelo para la poción multijugos. Los demás ingredientes eran fáciles. La piel de serpiente arbórea africana la robé de las mazmorras.<<

>>Cuando el profesor de Pociones me encontró en su despacho, dije que tenía órdenes de registrarlo.<<

—¿Y qué hizo Colagusano después de que atacaron ustedes a Moody? — preguntó Dumbledore.

—Se volvió para seguir cuidando a mi señor en mi casa y vigilando a mi padre.-

—Pero su padre escapó —observó Dumbledore.

—Sí. Después de algún tiempo empezó a resistirse a la maldición imperius tal como había hecho yo. Había momentos en los que se daba cuenta de lo que ocurría. Mi señor pensó que ya no era seguro dejar que mi padre saliera de casa, así que lo obligó a enviar cartas diciendo que estaba enfermo. Sin embargo, Colagusano fue un poco negligente, y no lo vigiló bien. De forma que mi padre pudo escapar. Mi señor adivinó que se dirigiría a Hogwarts. Efectivamente, el propósito de mi padre era contárselo todo a Dumbledore, confesar. Venía dispuesto a admitir que me había sacado de Azkaban.-

»Mi señor me envió noticia de la fuga de mi padre. Me dijo que lo detuviera costara lo que costara. Yo esperé, atento: utilicé el mapa que le había pedido a Harry Potter. El mapa que había estado a punto de echarlo todo a perder.<<

—¿Mapa? —preguntó rápidamente Dumbledore—, ¿qué mapa es ése?-

—El mapa de Hogwarts de Potter. Potter me vio en él, una noche, robando ingredientes para la poción multijugos del despacho de Snape. Como tengo el mismo nombre que mi padre, pensó que se trataba de él. Le dije que mi padre odiaba a los magos tenebrosos, y Potter creyó que iba tras Snape. Esa noche le pedí a Potter su mapa.-

»Durante una semana esperé a que mi padre llegara a Hogwarts. Al fin, una noche, el mapa me lo mostró entrando en los terrenos del castillo. Me puse la capa invisible y bajé a su encuentro. Iba por el borde del bosque. Entonces llegaron Potter y Krum. Aguardé. No podía hacerle daño a Potter porque mi señor lo necesitaba, pero cuando fue a buscar a Dumbledore aproveché para aturdir a Krum. Y maté a mi padre.<<

—¡Nooooo! —gimió Winky—. ¡Amo Barty, amo Barty!, ¿qué está diciendo?-

—Usted mató a su padre —dijo Dumbledore, en el mismo tono suave—. ¿Qué hizo con el cuerpo?-

—Lo llevé al bosque y lo cubrí con la capa invisible. Llevaba conmigo el mapa: vi en él a Potter entrar corriendo en el castillo y tropezarse con Snape, y luego a Dumbledore con ellos. Entonces Potter sacó del castillo a Dumbledore. Yo volví a salir del bosque, di un rodeo y fui a su encuentro como si llegara del castillo. Le dije a Dumbledore que Snape me había indicado adónde iban.-

»Dumbledore me pidió que fuera en busca de mi padre, así que volví junto a su cadáver, miré el mapa y, cuando todo el mundo se hubo ido, lo transformé en un hueso… y lo enterré cubierto con la capa invisible en el trozo de tierra recién cavada delante de la cabaña de Hagrid.<<

Entonces se hizo un silencio total salvo por los continuados sollozos de Winky.

Luego dijo Dumbledore:

—Y esta noche…-
—Me ofrecí a llevar la Copa del torneo al laberinto antes de la cena — musitó Barty Crouch—. La transformé en un traslador. El plan de mi señor ha funcionado: ha recobrado sus antiguos poderes y me cubrirá de más honores de los que pueda soñar un mago.-

La sonrisa demente volvió a transformar sus rasgos, y la cabeza cayó inerte sobre un hombro mientras Winky sollozaba y se lamentaba a su lado.

Dumbledore se levantó y miró un momento a Barty Crouch con

Desagrado. Luego alzó otra vez la varita e hizo salir de ella unas cuerdas que lo dejaron firmemente atado. Se dirigió entonces a la profesora McGonagall.

-¿Porqué meter a Chloe en esto? - Preguntó de pronto Severus cómo un padre enojado.

El prisionero lo vio con cara de asco.

-Venganza, esa asquerosa traidora de la sangre asesinó a muchos de los nuestros y tú, traidor, no deberías protegerla- Respondió.

Chloe lo vio con asco, pero no dijo nada al tiempo que detenía a Snape para que no comenzará a lanzar maldiciones a Crouch.

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