02. Pʀᴏʙʟᴇᴍᴀs.

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Lluvia Cueva

Camino entre los estantes inmensos llenos de increíbles libros. Amaba llegar aquí, oler las páginas de los libros... Aun así siempre que entraba a esta librería era porque huía de alguien, por decirlo así, la persona encargada de hacer de hoy un domingo espantoso es Harley, mi hermanastra. Si mi maligna hermanastra, ella era y ha sido siempre como un demonio y eso que tenemos la misma edad: diecisiete.

Mi mamá se casó con Flavio cuando tenía trece años, llevo aproximadamente cuatro años soportando a Harley, que siempre tenía a lado. En la escuela, ella es la reina Hiena, sus amigas son detestables, son la razón de porque las demás personas prefieren una escuela gratuita que pagada, en la casa nada cambia, siempre quiere ser la reina de todo. Admito que me he ganado un poco de su odio solo porque Flavio se preocupa mucho por mi y mis estudios, también porque suele decir que soy su orgullo mientras que Harley sólo es un dolor de cabeza que causa problemas en todos lados.

Harley sólo es una cara bonita, porque parece que cerebro no existe dentro de su dura y terca cabezota, sin embargo, siempre logra engañar a los demás con una dulce carita. Bueno, no puede engañar a todos y se sabe perfectamente que está enamorada de Eric Cooper, los motivos por los que se enamoró de él, ni yo los entiendo. Eric es un chico diferente a los demás, en todos los sentidos y ninguno de los dos se parecen o tiene algo en común. Es casi imposible que exista un amor entre esos dos.

En ciertos días cuando a Harley no le salen bien sus intentos de conquista con él, llega a mi habitación y tira mi libro de química al suelo y dice: «odio química, la odio, todos tienen química, menos Eric y yo, AAAAAAAH»

—Oye tú, ¿has visto a una chica de mi edad pero menos bonita que yo, por aquí?

Mis pensamientos se hundieron como el Titanic, sin previo aviso, escuché muy cerca la voz de Harley.

—Oh, mira ahí está. No me serviste de ayuda, largo.

Siguió hablando, pero el chico con el que estaba hablando era Diego, y no, no me refiero a Go, Diego, Go! Uno de mis programas favoritos, pero sin duda era Diego Baker, un chico lindo y sencillo, suele dormirse en clases, pero como dice Harley, entre él y yo no hay, ni habrá química.

—Oye tú, inservible, le voy a decir a mamá, que te desapareciste por un largo tiempo—amenazó— te va a regañar pero mejor ven ayúdame con las fundas.

Los domingos nuestros padres nos dan dinero, siempre y cuando salgamos juntas, y cuando me refería a juntas hablaba de Harley y yo, nadie más. Lo cierto es que casi siempre trato de huir de Harley, suele ser grosera con todos y suelo avergonzarme por sus acciones.

Lo cierto era que ahí seguía Diego, pero estaba tan nerviosa que al momento de ayudar a Harley con sus fundas, una resbaló e impactó contra el maravilloso piso.

—¿Era algo de vidrio?—pregunto, sabiendo que sí había algo de vidrio, porque sonó cuando se partió en mil pedazos en su misma funda.

Harley tenía toda la cara roja del enojo, estaba muy enojada para que se viera su cara roja a través de todo ese maquillaje. Si que lo estaba.

—Discúlpame, en serio. No, no quería romper sea lo que sea que rompí.

Harley me empujó y se fue, dejándome a cargo de las bolsas, las recogí del suelo e inmediatamente fui tras de ella.

Cuando salía, ahí seguía Diego, era obvio que había presenciado el show que montó Harley.

—D-Discúlpame, ella es m-muy temperamental—tartamudee.

Salí de la librería, en busca de Harley, que en estos momentos ya estaba en el aparcamiento, tal vez dejándome botada.

Fui al aparcamiento y efectivamente, me dejó botada con sus cosas y sin dinero en los bolsillos. Me saqué el zapato y tomé el dinero, siempre meto mi dinero en los zapatos, nunca en los bolsillos, así Harley nunca podía robarme mi efectivo.

Ya que solía revisar los bolsillos de mi ropa. varias veces se había llevado mi dinero y cuando yo se lo pedía se volvía loca a gritos, claro que no podía acusarla de quitarme mi dinero porque ella se defendería a cualquier costo y yo quedaría nada más que una mentirosa.

Cuando el taxi aparcó al frente de mi casa, mamá estaba ahí en la puerta, de brazos cruzados y con el ceño fruncido.

—Gracias. —Le pagué al taxista y bajé del vehículo.

Crucé la calle y caminé hasta llegar con mi madre, justo en la puerta.

—Que sea la última vez que le rompes algo a Harley, son hermanas y-

—No. No somos hermanas —interrumpí a mi madre, segundos después su mano estaba en mi cara, picando de dolor.

—Harley es tu hermana, deja de decir bobadas y estás castigada—extendió su mano—dame tu teléfono.

Le di mi teléfono, entré a la casa y fui a mi habitación, que por desgracia comparto con Harley.

Minutos después Harley entró, conversando por teléfono. Ya ni parecía afectada por lo ocurrido horas atrás.

—Sí, estaba en la librería, notó cuando entré...sí me dio mucha pena, por eso entré con la excusa de que andaba buscando a Lluvia... Lo mismo dije yo, al menos la inútil me sirvió de algo... Si, él es precioso... ese hombre va a ser mío aunque luego me aburra y lo deteste.

Me reí deliberadamente recordando e imaginando a Harley como la cruel Soraya Montenegro gritando y llorando: "Lo quiero a el, quiero dominarlo, hacerlo mío aunque luego me aburra y me estorbe y llegue a odiarlo"

—¿QUÉ? ¿DE QUE TE RIES? ¿QUÉ TE ES TAN GRACIOSO?

Negué, imaginando a Harley gritando igual que Soraya.

—De nada—me apresure a responder.

Una hora después y Harley recién terminaba de hablar por teléfono pero en cuanto mamá llamó para que bajemos a cenar, salió de primera.

—Espero y no me contradigas delante de papá, ¿entendiste?

Esperé a que se fuera y escondí su teléfono debajo de las sábanas, mientras escuchaba la atosigante voz mimada de Harley saludar a Flavio.

—Hola cariño, ¿qué hiciste hoy? —Flavio era un buen hombre, me agradaba más que mi propia mamá—. Toma.

Me entregó una caja, envuelta en papel de regalo.

—¡Feliz cumpleaños!—exclamó muy alegre.

Lo había olvidado, ¿qué tipo de persona se olvida de su cumpleaños? por andar con Harley se me pegaba la burrada.

—Y-yo—estaba sin palabras.

Abrí la caja, había una preciosa pulsera con pequeños detalles en ella. Era perfecta.

—La otra vez vi que te gustaba mucho, espero te siga gustando —dijo Flavio.

—Es hermosa, muchas gracias—mire a mi madre que lucía sorprendida— ¿te gusta?

Flavio miró a mi madre, también sorprendido.

—¿Olvidaste el cumpleaños de tu propia hija?

Y fue esa pregunta la que ocasionó una discusión por los siguientes diez minutos.

—Basta papá —Harley se entrometió —no es para tanto.

Flavio golpeó la mesa.

—¿Cómo que no es para tanto? te agradaría que olvidara tu cumpleaños?

Harley iba a responder, pero no pudo hacerlo.

—No discutan, no por mi causa... sé que mi madre no olvidaría mi cumpleaños por elección propia —eso pareció calmar a todos.

Después de la increíble cena silenciosa, lave los platos y ya sin celular andaba por mi casa como un zombie, sin celular y aburrida, más tarde cepille mis dientes y me tiré en la cama mientras veía el techo y contaba las ovejas en mi mente.

una oveja, dos ovejas... treinta cinco ovejas...

Cosas caían en mi cama.

—Lluvia tienes mi... Nada, ya lo encontré.

Bostecé aburrida viendo todo el desastre que era la habitación.

—No puede ser... dios porque me haces esto!—murmure mirando el techo.

Harley se detuvo y me observó de mala gana.

—¿Qué dijiste?

Me asusté pero lo maquillé con una sonrisa fingida.

—Te ves bien hoy. ¿Impresionarás a algún chico de la escuela?

Ella volteó sus ojos y ni siquiera le importó mi halago.

—No. Solo hay un chico al que quiero impresionar... pero es muy terco como para ver lo bonita que soy.

—Podrás ser la mujer más bella del mundo, pero si eres vacía como un pozo abandonado pues, entonces no habrá nada que te haga ser querida.

Harley se giró a mi. Enojada.

—¿Qué has dicho?

—Nada—me apresuré a decir.

Me caí de la cama intentando esquivar el objeto puntiagudo que Harley lanzó en mi dirección.

—¡Casi me das!

—Eso mismo quería hacer.

—No sirves ni para eso—murmuré pero creo que Harley lo escuchó perfectamente pero se detuvo cuando Flavio entró a la habitación.

—Mis chicas ya están listas para ir a la escuela? —sonreía alegremente.

—Lluvia recién se despierta—fui señalada en tono acusatorio.

Flavio abrió sus ojos, sorprendido. Harley esperaba alguna mala reacción pero Flavio solo sonreía.

—Se te pegaron las sábanas, pequeña—me ayudó a levantarme del piso— saldré en quince minutos, supongo que las veré en la noche.

Se marchó y me gané una mirada maligna de Harley.

—Puff—se quejó.

La última vez que alguien se levantó tarde había sido Harley, tras levantarse tarde se demoró mucho en maquillarse y arreglarse, ese día terminó discutiendo con Flavio, que suele odiar mucho la impuntualidad. Sabía que Harley quería decir algo más, pero también sabía que era demasiado orgullosa para atreverse a decirlo en voz alta y mucho menos decir en mi cara "eres la favorita".

—Lo siento—me escuché murmurar.

Después de vestirme, desayuné y lavé mis dientes. Agarré mis cosas y salí de mi casa.
Yo iba en taxi y Harley en el carro de mamá. El primer día de clases era así, Harley quiere llevar a sus amigas y Lluvia no tiene amigas, por eso Lluvia hace el sacrificio de ir aparte. Tampoco es que me guste ir con ella a clases, suficiente con tener que vivir en la misma casa.

—Ey, eres la chica de la librería—Diego habló alegremente en cuanto bajé del bus.

Deje de respirar. De verdad, dejé de respirar.

—No. Estás muy confundido.

Él me sonrió de una manera más que perfecta que me dejó boba por unos segundos.

—Tu acompañante era una rubia muy molesta?

Harley.

Resople, avergonzada y también triste.

—Noooo... eh, puede ser. Tal vez... depende de lo que recuerdes.

Me cubrí la cara, avergonzada. Seguramente él creía que yo era una boba. Definitivamente lo era.

—¿Puede ser?—él sonrió aún más, mostrándome sus dos dientes que estaban ligeramente separados— pues no recuerdo mucho más, aparte de una dulce chica avergonzada por las acciones de los demás... o para ser explícito de una rubia de mal carácter.

Era muy lindo para ser verdad. Me resigne y pregunte:

—¿Quieres que te de su número, cierto?

El arrugo sus cejas, claramente confundido.

—No—Aseguro

—Porque si es así, puedo dártelo sin problema alguno—me apresure a decir, disimulando mi desilusión.

—No quiero su numero. Porque lo querría?

Me detuve desconcertada.

—¿Porque todos quieren su número? no es eso lo que tu quieres?.

—No, pero estaría muy bien si me das tu número.

Estaría muriendo asfixiada por lo que me estaba pidiendo Diego, pero en mi visión apareció la viva imagen de la secretaría de la directora. Ella a la lejanía me señalaba su reloj y de mala gana apuntaba hacia la puerta.

—Lluvia, ven aquí. —pidió al borde del enojo.

—Rayos...—murmure.

¡Oh!

¿Cómo podía haberlo olvidado? Hoy llegaba una nueva estudiante, por eso la directora me encargó de hacer un mini tour con ella. Ella me lo pidió personalmente y no podía defraudarla.

—Lo siento, tengo que irme.

Deje atrás a Diego. Llegue con la secretaria malhumorada.

—La nueva está por salir. Vigila aquí.

—¿Espera a dónde vas?

La secretaria se giró a mi de mala gana.

—Ese es asunto mío.

—Tengo unas cosas pendientes—mire al chico que había dejado atrás, algo confundido.

Estaba perdiendo la oportunidad de tener el bendito WhatsApp de Diego Baker!!!

—Si y esas cosas pendientes saldrán por esa puerta en breve.

Esperé una hora para que salga la chica nueva. Una hora, una larga hora en la que me estuve matando la cabeza por no haberle dado mi número al preciosísimo Baker.

—Lluvia—hablaba conmigo —basta de pensamientos tontos. la oportunidad ya se fue y no volverá nunca más.

Escuché risas en la oficina de la directora.


¿Será alguien importante para que la directora se demore tanto con ella? ¿Era algún familiar? O amiga? Estuve preguntándome muchas cosas hasta que vi salir a la chica de la oficina de la directora, era una chica muy linda que emanaba ternura e inocencia, de cabello negro, ojos negros, tes blanca, delgada, era demasiado preciosa como para ser real, aunque seguramente ella ya lo sabía. Será comida nueva entre todos estos tiburones.

—Hola, Soy Lluvia Cueva, te-tenemos clases juntas, la directora Cooper me dijo que te llevara a clases para que no te perdieras en el camino.

Sonreí amistosamente.

Le enseñé lo esencial como los casilleros y cosas normales que había en todas las escuelas. Caminábamos por el pasillo a metros de distancia con nuestro salón.

—Tenemos Matemáticas, el señor Agapito suele ser gruñón cuando no prestas atención en su clase.

Nos detuvimos cerca de la puerta, pero no soportó y comenzó a reír por el nombre del profesor. Yo estaba divertida con la situación, de pronto Agapito estaba en la puerta con una regla en manos.

Santa María, apiádate de nosotras!

Después de una fría y calculadora mirada del profesor entramos, había asientos disponibles pero separados, no iba a sentarme con Eric, era muy lindo y me ponía nerviosa con tal belleza, tampoco con Gary que dormía encima de sus cosas y solía roncar y hacer burbujas con su propia saliva, mi única opción era Madison, una chica que parece odiar el mundo entero, bueno, no parecía, odiaba al mundo entero. Realmente lo hacía. Una vez se agarró del cabello con una de las amigas queridas de Harley solo porque se rieron cuando ella salía del baño, claro que se dieron la paliza del año. Diana terminó con la nariz rota y rasguñada por toda la cara, mientras madison solo estaba algo despeinada, fue la pelea del año y aunque se dio en los baños solo con cinco chicas dentro -incluida yo- todos se enteraron, fue el chisme mas grande de todos y hablaron de ello durante tres semanas. Todos lo sabíamos, menos la directora Cooper.

Las opciones no eran buenas, lo admito, pero lo positivo de esta situación era que conocía a la nueva y me caía bien. Ahora solo faltaba ver si yo le caía bien a ella.

—Señoritas, ¿van a quedarse ahí toda la mañana?.

La nueva dijo algo que no entendí.

—¿Tiene algo que decir, señorita Lee? —Minutos después y seguíamos paradas como estatuas, mirando donde sentarnos, algunos estaban atentos a nosotros y agradecidos por interrumpir la clase—. Bien, me harté, las dos señoritas están castigadas, después de clases las espero en la sala de castigados. Y tomen asiento de una vez.

Caminábamos por las filas para sentarnos, pero alguien me puso el pie y caí haciendo que la nueva caiga encima de mi.
La escuché quejarse.

—Coleman, ¡también estás castigada!—gritó Agapito que seguramente había visto todo.

La nueva, se movió, pero no se levantó, cuando la observé, vi un hilo de sangre que le corría por la nariz.

—Le partiste la nariz —Enfrenté a Coleman sin pensarlo.

—Ay, mira Lluvia... Solo fue una caída, no se va a morir porque le sangre un poquito.

El profesor llegó hasta nosotras y azotó la regla en la mesa.

—Ambas se sientan y a las tres las espero ver en el castigo. Ahora se callan que seguiré con mi clase.

Agapito se enojó, dejando muy en claro que una interrupción más y no se iba a contener.

Me senté con Madison Coleman. Y observé a la nueva, bueno, Astrid. Ella se levantó y se sentó junto a Eric, murmuraba algo y luego con una sonrisa de agradecimiento tomó un pañuelo que le ofreció Eric.

¡SANTA VIRGEN DE LOS ENAMORADOS!

Sonreí por los nuevos acontecimientos que pasaban fugazmente por mis ojos.

—La señorita que acaba de entrar con la señorita Cuevas, es su nueva compañera para el resto del año, su nombre es Astrid Lee—hablaba sin ganas—Veo que el señor Eric está muy pendiente de mi clase y por eso va a encargarse de que la señorita Astrid tenga el cuaderno de mi materia exacto y como quiero.

Faltaba una hora para el descanso y ya estaba castigada.

—Fantástico.

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