05. Cᴏʀʀᴀɴ.

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Astrid.

Eran las diez de la noche cuando me estaba vistiendo. Solo había tomado de mi armario ropa oscura como un short de licra y un abrigo, más bien parecía vestido ya que cubría el short.

—Me alegra de que ya tengas nuevas amigas—mi madre dijo alegremente—tienes que traerlas a casa para conocerlas.

Si mi madre supiera lo que vamos hacer no estaría tan feliz.

—Tampoco no llegues tan tarde—pidió.

Me senté en la cama para amarrar los cordones, primero el derecho y luego el izquierdo. Listo.
Me levanté de un salto y abracé a mi madre.

—Les diré, nos vemos luego. Tampoco llegaré tarde.

Mi madre no sospechó nada de mi vestimenta, ya que es muy normal que yo ande con shorts y abrigos en la casa.
Odio los jeans y ella lo sabe.

Mis nuevas amigas como dice mi madre estarían llegando justo ahora. Quedamos en que Madison nos recoja a todas, ya que es la única que maneja. Así no perderíamos tiempo.

En el momento que se estacionó al frente de mi casa, subí a los asientos traseros.

—¿Qué hacemos ahora? ¿Quién tiene la crema de afeitar?—preguntó Madison.

Agarré mi cabello en una cola, erizándome un poco al sentir el viento helado en mi nuca. La noche se podía sentir fría.

—Creo que nadie trajo nada de esas cosas—Solté.

—¡Ay!—se quejó—que ustedes son bien estúpidas, ¿con que pensaban que le vamos a rasurar las cejas? —Madison nos miró a todas desde su puesto, malhumorada—cerca de aquí hay alguna tienda, Astrid?.

Me encogí de hombros.

—Pues, no sé...apenas llevo dos días, no conozco mucho.

Madison parecía tener ganas de tirarnos del coche en pleno movimiento.

—Recuerdo que cerca de la casa de Alex hay una tienda de autoservicio, atienden toda la noche.

Madison giró en la siguiente calle mientras escuchaba atentamente la dirección que le dio Alisha.

Lluvia le subió el volumen al coche cuando salió su canción favorita. Y comenzó a cantarla, haciendo que la cantemos, aunque yo no sabía la letra, pero era una canción tan bonita y podía sentir su significado con el viento chocando en mi cara.

When you get older, plainer, saner
When you remember all the danger we came from
Burning like embers, falling, tender
Long before the days of no surrender
Years ago and well you know

Smoke 'em if you got 'em
'Cause it's going down
All I ever wanted was you
I'll never get to heaven
'Cause I don't know how

Llegamos a la tienda, encontrándonos con un chico atendiendo. Caminamos entre pasillos buscando crema de afeitar y una rasuradora. Me agarre del brazo de Lluvia.

—Ven, vamos al pasillo de dulces.

Lluvia tomó unos chocolates. Y yo estaba decidiendo si llevarme las gomitas de tiburones o las gomitas de ositos. Al final tomé las dos.

Llegamos a la caja y el chico que estaba atendiendo le hacía ojitos a Lluvia, él era simpático, pero Lluvia ni lo miró.

—Tus padres no son muy controladores.

—Solo vivo con mi madre y su pareja.

—Tenemos cosas en común—contestó Lluvia.

Pagamos los dulces y esperamos a Madison que venía con Alisha, riéndose.

—Lluvia, Madison le dio tu número al chico que estaba en la caja —Dijo Alisha roja de la risa— a cambio de eso el chico no nos cobró.

***

Estábamos al frente de la casa del novio de Alisha, esperando que las luces de su habitación se apaguen.

—Cuando apague las luces de su habitación, entramos. Las llaves de repuesto están debajo de esa maceta con la orquídea. Traten de no hacer mucho ruido.

Abrí mis gomitas de tiburón, haciendo ruido. Todas me miraron al instante.

—Lo siento —susurré y metí un tiburón en mi boca.

Pasaron ocho minutos hasta que las luces se apagaron por completo. Madison, que era la única que andaba vestida de un verde fosforescente, me entregó una linterna.

—Esperemos un rato más. Astrid, préstame tu celular—le di mi celular a Alisha, agregó un número que no conozco, abrió WhatsApp y le dio un toque al contacto al que agregó, se cargó la imagen, donde aparecía Alisha y su novio—Su última vez en WhatsApp es a las 11:40, ya han pasado 20 minutos. Es el momento, vamos a entrar.

Cruzamos la calle, todas. Claro, que en una mano cargaba mis gomitas de tiburón y en la otra la linterna. No podía abandonar mis gomitas.

—Apúrense, que me canso—dijo Lluvia, que llevaba las fundas.

—Ya empezaste a quejarte.

—Al menos yo llevo algo, no como otras.

Se refería a Madison que no llevaba absolutamente nada.

—Ups—interrumpió Alisha—lo siento, se me resbaló.

Hablaba de mi celular que fue a parar al césped, afortunadamente no le sucedió ni un raspón.

—Deberíamos callarnos—advertí.

Subimos los escalones del porche. Alisha caminó hasta el macetero y sacó una pequeña llave dorada, la metió en la cerradura de la puerta, abriendo la puerta lentamente.

—Fácil—susurró con una sonrisa triunfante.

Fui la última en entrar, pretendía hacerlo silenciosamente pero la funda de gomitas se me resbaló de la mano, que me estaban sudando sin parar. Susurré una disculpa, me agaché para recoger mis gomitas y continuamos a pesar de que todas me querían matar con la mirada.

Subimos las escaleras, Lluvia se tropezó con un escalón haciendo ruido, todas estábamos muy nerviosas y a la vez energéticas.

—Es que no veo nada—explicó Lluvia.

—Astrid, no te di la linterna por gusto—Madison gritó en susurros

Encendí la linterna. Y nosotras ya estábamos caminando en puntillas hasta la habitación del novio de Alisha. Fue ella la que entró primero, segundos después nos dio la señal para entrar, entró Madison, luego Lluvia y de última yo. Cubrí un poco la luz de la linterna, no lograba ver bien la habitación pero habían muchas cosas en el piso. El tipo era desordenado.

Lluvia sacó con mucho cuidado la crema de afeitar y la rasuradora. Era el deber de Alisha encargarse del resto, era ella a la que le fueron infiel y era ella la que tenía el honor o deshonor de encargarse del resto. Nosotras solo miraríamos.

Alisha rodeó la cama hasta llegar al chico, primero le puso la crema de afeitar y esperó unos segundos. Madison encendió su celular y empezó a grabar, lo que me causaba mucha gracia y muchas ganas de reírme pero me contuve. Alisha retomó su trabajo, y pasó la rasuradora por las cejas del chico.

El chico susurró algo, haciéndome tensar, pero luego solo se movió más a la orilla de la cama. Todas estábamos quietas, casi sin respirar.

—Que—Alisha susurró a medias.

Lluvia se acercó a la puerta y la abrió despacio, pasaron unos segundos más y Alisha terminó de rasurar las cejas del chico. Al finalizar su trabajo levantó su mano con el dedo pulgar. Comenzamos a evacuar la habitación, pero un golpe en el piso de madera nos hizo brincar.

—¡Mierda, corran! —Madison exclamó nerviosa.

Lluvia fue la primera en correr, pero se cayó en las escaleras, rodando, yo iba detrás de ella, la levanté y seguimos corriendo.

—¿Quién diablos anda, ahí?—preguntó la víctima, que nos perseguía a velocidad.

Llegamos a la puerta principal y la abrí.

—Me duele, me duele —Se quejaba Lluvia.

—No hables —susurré.

Corrimos sin detenernos.

Miré atrás, pero Madison estaba tumbada en la vereda, Alisha que tenía una funda cubriendo su rostro -al igual que Madison- tumbó al tipo que tenía a nuestra compañera del crimen en el suelo. Dejé a Lluvia y corrí por Madison. Llegué con el resto que luchaba en el césped dando vueltas. Le di una patada al tipo quitándoselo de encima de nuestra chica, escuché que se quejó pero ignoré eso, levanté a Madison y las tres salimos corriendo, dejando atrás al "sin cejas".

Corrimos tres callejones arriba, donde Madison dejó su coche. Todas estábamos temblorosas, nerviosas y sudadas.
Madison desbloqueo el coche y subimos, nos abrochamos los cinturones y nos fuimos. Como si nada mal hubiéramos hecho.

Después de minutos de silencio, solté la risa hasta doblarme de la risa.

—Pensé que nos habían atrapado—seguí riendo.

Todas empezamos a reír divertidas y cansadas, menos nuestra copiloto.

Levantó su dedo.

—Me duele mucho.

El dedo meñique de Lluvia estaba morado y descolocado.

Media hora más tarde, estaba sentada viendo la pared blanca insípida y sin gracia del hospital, donde esperábamos a que Lluvia salga con su dedo roto, ya no tan roto.
La escuché gritar de dolor y miré a la recepcionista en busca de respuestas pero ella solo hablaba por teléfono muy seria. Alisha había ido por unos cafés con Madison y me encontraba sola y preocupada.

—Muchas gracias—Lluvia agradeció al doctor.
Eran las dos de la mañana pero al menos salió con su meñique enyesado y con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, pero al menos no necesitaba cirugía.

—¿Dolió mucho? —Le pregunté.

Alisha y Madison llegaron con dos vasos en sus manos.

—No más que a Alex. Ya quiero verlo mañana. Nunca he estado tan emocionada por ir a la maldita escuela —dijo Madison

—¿Crees que si nos ven juntas va a sospechar?—preguntó Lluvia.

—Ese es nuestro as bajo la manga, somos muy diferentes en todos los sentidos, no hay vínculos, nadie va ni de cerca a imaginarlo —dijo Madison.

—Buen punto, pero en estos momentos mi mayor preocupación es que no querré levantarme para ir a clases —comente bostezando.

Cuando llegué a mi casa, todo estaba a oscuras, abrí la puerta de mi casa, tratando de no hacer mucho ruido. Casi me sentía victoriosa cuando subía los primeros escalones.

—¿Te das cuenta de la hora que es? Astrid, me diste un buen susto, no contestabas ni los mensajes que te dejé cuando me aseguraste que lo harías.

Mi madre seguía parada cerca del mueble en pijama y de cierta manera su rostro se relajó, pero aún así me daba esa mirada que lo dice de todo "estoy enojada, mucho".

—Lluvia tuvo un accidente, la llevamos al hospital, ella está bien—había que exagerar en ciertas cosas, para aliviar la tensión —si no me quedaba hasta que estuviera mejor, ¿qué tipo de persona sería, madre?

—Vete a dormir, luego no querrás levantarte por la mañana.

Subí a mi habitación, lo más rápido que pude, antes de que mi madre se arrepienta de darme la opción de salvar mi vida. Me saqué los zapatos y el abrigo, tirándome a la cama que era suave y fresca.

—Fue un buen día—susurré a la oscuridad.

Estaba feliz. Feliz de haber salido con las chicas, de cierta manera ya éramos amigas y me gustaba mucho sentirme integrada, después de tanto tiempo sin tener alguien con quien hablar o en esta ocasión hacer maldades.

Puse la alarma aunque seguramente no la escucharía, me acomode abrazando la almohada y ya estaba quedándome dormida, hasta que recordé lo que habíamos hecho. La terrible maldad que habíamos hecho. Ese chico estaría sufriendo o estaría enojado?. Espero que ninguna de las dos, aunque sabemos que eso es imposible y que más bien se sentiría de las dos maneras, sufriendo sin cejas y enojado con las culpables.

Ninguna de nosotras pensamos en las consecuencias de nuestros actos, aunque en las próximas horas nos arrepentiremos de lo que habíamos hecho. O casi todas.


Cada acción recibe su propia reacción y nosotras no estábamos libres de esa regla de la naturaleza

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