Capítulo 1

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En el manto de la oscuridad, en aquel clan lleno de maldad, hay un lugar al cual regresar. Ve ahí. La ayuda te brindaran, yo lo sé. Y aunque uno de ellos te trate mal, los otros dos te adoraran. Cuídate, hija. Por mucho que yo quiero ir, tu seguridad es lo único que me importa a mi. 

Corre si es necesario. Llora por mi si es lo que quieres. Maldice mi nombre si te hace sentir mejor. Pero olvídame.

No vuelvas. No me busques.

Jamás.

Sus ojos se abrieron de golpe ante ese recuerdo. Su respiración era errática y su cuerpo temblaba. Sentía una humedad poco común en sus mejillas. Llevó uno de sus manos a sus ojos y se limpió las lágrimas que bajaban sin su consentimiento. Al estar más tranquila, observó su alrededor. No tenía la más mínima idea del lugar en el que estaba y mucho menos de la razón por la cual estaba ahí.

Aunque ni siquiera recordaba su nombre, por lo que no debería de sentirse extrañada.

Se observó a sí misma; notando los vendajes de su cuerpo. Se levantó de la cama en la que, aparentemente, había estado descansando—o durmiendo, o en coma, ¿Quién sabe?—durante mucho tiempo; lo sabía por su cuerpo entumecido y la gran sequedad en su boca. Traía puesta una yukata morado oscuro, muy cómoda a decir verdad. 

Estaba en un cuarto casi vacío. Solo había una mesa, una silla, una ventana y la cama en la que se encontraba con anterioridad. Y claro, había una puerta, la cual poseía el estilo japonés tradicional. Se acercó a la puerta, pero decidió desviarse a la ventana; siguiendo su instinto. Aunque se decepcionó de inmediato, puesto que solo había una pared con un símbolo extraño que nunca en su vida había visto. 

—¡Oh, ya has despertado!

La joven se asustó ante la voz repentina de mujer. No había sentido venir a nadie. Su instinto le gritó que se alejara y sacara algo para defenderse, pero no tenía nada consigo. Retrocedió todo lo que pudo; pegándose a la pared. Ya ahí, observó con detenimiento a la mujer que había entrado, la cual traía una bandeja con trapos y un tazón de agua.

—Oh, ¿te asusté? Lo lamento mucho, de verdad.

La mujer depositó la bandeja en la mesita e intentó acercarse a la joven, pero esta le mandó una mirada de advertencia. Puede que no tuviera armas, pero podía luchar a puño limpio.

—De seguro estás confundida. Déjame decirte que no tienes que preocuparte. No soy tu enemiga ni nada similar. No te haré daño.

—¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy?

—Yo soy Mikoto Uchiha. En estos momentos estás en la casa del líder del clan, en Konoha.

—Konoha...

Le dio un leve dolor de cabeza ante ese nombre. Cerró sus ojos con un poco de dolor mientras, fugazmente, aparecía un hombre. Un hombre al cual no podía identificar, pero su voz era un tanto fuerte.

Como siempre, Konoha se está metiendo en todo lo que no le incumbe. ¿Qué sucede con tu aldea, ----?

—Sí, es la aldea principal del país del fuego. Es un lugar muy seguro, por lo que no tienes que preocuparte. Además-...

—¿Cómo llegué aquí? ¿Tú sabes quien soy?

La mujer pareció quedarse en blanco; alterada y horrorizada por lo último que dijo.

—¿No recuerdas nada?

La joven negó de inmediato, causando que Mikoto saliera corriendo del lugar. Ella se quedó confundida, pero no por mucho tiempo. Luego de un par de minutos, Mikoto volvió con una mujer de cabello rosado y un rombo en su frente. 

—Tenías razón. No recuerda nada. ¿Ahora qué hacemos?

A pesar de haber sido un susurro, la joven la escuchó a la perfección. La pelirrosa le respondió, pero este susurró sí que fue inentendible para la joven, quien se colocó más alerta al ver a la nueva acercarse.

—Hola, me llamo Sakura Uchiha. Yo soy doctora, por lo que no me temas. 

Sakura extendió su mano con un gesto amable, pero la joven no se lo aceptó, por lo menos no al instante. Tardó cerca de un minuto en estrechar su mano por igual. La de ojos verdes pareció muy feliz.

—Simplemente quiero examinarte, ¿sí? Si logro encontrar la razón de tu perdida de memoria, tal vez pueda ayudarte a mejorar y recordar. 

Recordar. Esa sola palabra la hizo asentir de inmediato. Deseaba recordar. ¡No! Ella necesitaba recordar. Sentía que estaba olvidando algo sumamente importante. Algo que debería ser inaudito no recordar. Su cerebro estaba siendo carcomido de a poco ante ese estrés. 

—Bien. Ahora, por favor siéntate en la cama. Será rápido, ¿sí? No sentirás dolor ni nada por el estilo.

La joven se sentó lentamente y, aunque se sobresaltó un poco, se quedó tensa cuando se acercó Sakura. Pero casi de inmediato se tranquilizó al sentir una gran calidez en su cabeza. Una calidez que la hacía sentir sumamente cómoda, al punto en que su cabeza dejó de doler; cosa que le provocó un gran alivio, puesto que no había dejado de palpitar en todo lo que llevaba despierta.

—Hmmm, no es nada más, solo el golpe de tu cabeza.

—¿Me golpee la cabeza?

—Sí. Al parecer el golpe fue muy duro, y fue lo que provocó tu perdida de memoria. Por el momento no te esfuerces, tus recuerdos llegarán de a poco. 

Las palabras de Sakura eran positivas, pero su cara era todo lo contrario. Estaba angustiada, y Mikoto parecía compartir ese mismo sentimiento.

—No estamos para esperar.

Una voz gruesa inundó el lugar. La joven se levantó de golpe y observó al recién llegado. Aunque no se mantuvo de pie mucho tiempo, de inmediato se quedó paralizada ante aquellos ojos rojizos de patrón inusual. Ella quedó paralizada; dejando su mente y recuerdos sellados a merced de aquel hombre imponente.

—¡Sasuke-kun! No seas tan brusco. Puedes lastimarla.— Lo regañó su esposa con el ceño fruncido.

—¡Sí! ¡Debiste de haber esperado por lo menos un día, Sasuke!— La apoyó Mikoto, puesto que su hijo había hecho algo muy arriesgado.

Fueron pocos segundos los que pasaron para que Sasuke terminara. Cuando desactivó su dojutsu, la joven cayó de inmediato al suelo inconsciente, aunque no lo tocó, puesto que Sakura la agarró. La depositó en la cama y le hizo una revisión para asegurarse de que no se hubiera dañado nada con la repentina y forzosa intromisión.

—¿Encontraste... algo?— Preguntó Sakura mientras terminaba de revisarla; aliviada de que todo estuviera bien.

—Sí. Muchas cosas, a decir verdad. Aunque varias las vi a la lejanía, pero me enteré de lo necesario. Iré de inmediato con Naruto.

El Uchiha se dio media vuelta y estaba dispuesto a irse, pero la voz de Sakura lo detuvo.

—¡Espera! ¿Lo viste?

Sasuke solo la observó de reojo.

—¿¡Lo viste!? ¿¡Sí o no!?— Preguntó alterada.

—Sí. Lo vi. 

—¿E-Estaba bien?

Sasuke devolvió su vista a la puerta, la abrió y, antes de irse, respondió.

—Más que bien, diría yo. Aunque actualmente no tengo la certeza de que siga así. Pero se le miraba... tranquilo junto a esa niña.

Sasuke dejó la sala.

Sakura soltó un gran suspiro lleno de tranquilidad; sus ojos llenándose ligeramente de agua debido a la emoción. Mikoto tenía una sonrisa dulce y tranquila. Ella sabía de quién hablaban. 

Era una persona a la que se le creyó perdida en la cuarta guerra. 

Una persona que, luego de ser secuestrado por el enemigo, nunca se supo si seguía viva.

Una persona a la que ni el mismo secuestrador pudo encontrar; aun a pesar de estar conectados por algo más que los lazos románticos.

Pero ya no había que preocuparse.

Kakashi Hatake estaba vivo y feliz.

—Deberías correr.

—¿Por qué lo dices?

—Porque nuestros padres ya no están, y yo no lo estaré por mucho tiempo. Él no me lo permitirá. De alguna manera me involucré. Bueno, mi padre siempre ha sido caritativo, pero nunca creí que sería tan caritativo jajaja. 

Su carcajada retumbó por todo el lugar; haciendo pedazos el área verde en la que se encontraban y dejando a ambas flotando.

—Corre antes de que te haga algo.

—Pareces muy tranquila como para que todo sea cierto.

Aquella joven de sonrisa amable pero cara borrosa solo soltó una ligera risa. Era una chica de su edad, más o menos. Aunque la contextura de aquella chica era más delgada y baja. Lo único que podía apreciar era esa brillante sonrisa blanca.

Y unos ojos rojos.

—Corre.

Todo se distorsionó. Ella comenzó a caer mientras todo se tornaba de un tono negro, al punto en que ni siquiera sabía si seguía cayendo. Todo su alrededor era oscuro pero, de la nada, se vio a sí misma. Un espejo de tamaño completo apareció en frente de ella. Su cara se llenó de confusión, puesto que estaba utilizando una ropa que nunca en su vida había visto, pero que sentía que era de ella. Dio un par de pasos y se observó fijamente en el espejo. Sin lugar a dudas era ella, pero había algo que la asustaba.

Ojos. Ojos rojos. Tanto en ella como detrás de sí. 

Se volteó de inmediato y solo observó esos ojos rojos con tomoes esparcirse en todo el lugar; mirándola fijamente y escudriñando su alma. Devolvió su vista al espejo y casi soltó un grito al ver sangre. 

Sangre bajando por su boca y sus ojos, los cuales habían adquirido un patrón extraño en forma de cruz.

Se tocó uno de sus ojos con miedo mientras sentía la sangre bajar con lentitud por sus mejillas. La sangre salía sin parar; como si no tuviese una cantidad limitada de sangre. Su líquido vital comenzó a llenar el lugar; amenazando con cubrirla por completo.

—Debiste correr cuando te dije.

Observó al cielo, en donde la miraba uno de los tantos ojos rojos. Se alteró mucho al ver que todos ellos adquirían un patrón en forma de equis y giraban como si de una ruleta se tratara. 

—Sí. Debiste correr, cariño.

Su vista se devolvió al espejo, en donde ya no se reflejaba ella. Ahora había un hombre muy similar a ella con las cuencas en negro. De sus cuencas y labio bajaba sangre, pero la observaba con una sonrisa. Y justo cuando retrocedió un paso, el espejo se hizo añicos junto con toda la sala oscura.

—¡¡AAAH!!

Sus ojos se abrieron de inmediato al despertar y tomar consciencia. Se levantó de la cama y, de un salto, se pegó a la pared con los puños apretados al percibir a dos personas con ella. No tenía la más mínima idea de lo que había sido ese sueño tan extraño. No sabía quien era la chica, ni por qué le decía todo eso. Pero lo que sí sabía es que ese hombre extraño le había hecho algo; algo que la hizo soñar con esa chica y ese hombre similar a ella.

O más bien, la hizo medio recordar.

Parpadeó un par de veces y observó a Mikoto junto con una niña a su lado. Parecía tener unos 10 años, y su mirada curiosa e inocente solo le confirmaba que se trataba de una infante. Aflojó un poco sus puños, pero no se relajó.

—Por favor tranquilízate y no nos ataques. Este de aquí es mi nieta.

—¡Soy Sarada Uchiha! ¡Es un placer conocerte!— La niña pareció tomar una actitud sumamente alegre de inmediato; elevando su mano a modo de saludo.

—Querida-...

—¡N-No me importa lo que me vayas a decir! ¿¡Qué demonios me hizo ese hombre!? ¡Respóndeme ahora mismo!

Mikoto solo rio nerviosamente.

—Yo... no sé como explicártelo. Veamos, uh... ¿yo soy tu abuela?

La joven se le quedó viendo incrédula y con una ceja alzada.

—¿Perdona? 

—Y-Yo sé que es algo muy repentino, pero debes creerme. Yo soy tu abuela. 

La chica se quedó callada.

—Yo sé tu nombre y el por qué estás aquí. ¿Me dejarás contarte?

—Dime mi nombre y el por qué dices ser mi abuela, y entonces lo aceptaré.

—Tu nombre... tu nombre es Kitana Uchiha, y eres la hija de mi hijo mayor.

Kitana.

"¡Kitana!"

Sí. Ese nombre sin duda era de ella.

Hijo mayor. 

¿Habrá sido ese hombre que vio? Era indudablemente similar a ella, por lo que tendría mucho sentido.

—Si es cierto eso último, ¿en dónde está tu supuesto hijo mayor y, por consecuente, mi padre? No me ha venido a ver en ningún momento, porque estoy más que segura de que ese hombre que entró antes no es mi padre.

Mikoto bajó su mirada y se mordió su labio inferior. La Uchiha volteó a ver a su nieta, quien solo la había acompañado a verla.

—Sarada, cariño, ¿Qué tal si vas con tu hermano y juegas a algo?

—¡Sí!

La niña salió corriendo con una sonrisa en su cara; dejándolas solas y en silencio.

—¿Qué tal si nos sentamos un momento?

Kitana la observó con desconfianza, pero se movió con lentitud hacia la cama y se sentó. Mikoto imitó su acción un poco lejos de ella; colocando sus manos en su regazo y observando a Kitana con delicadeza.

—¿En dónde se encuentra mi padre?

—Tu padre... tu padre no se encuentra aquí en este momento.

—¿Y qué hay de mi madre? Debería tener una madre, ¿no es así?

—Bueno, sí, sí que tienes un progenitor que te dio a luz, pero...

Kitana la observó con una ceja alzada, pero captó de inmediato lo que quería decirle.

—¿Me dio a luz un... ? Uh, ¿Cómo se llamaban?

—Doncel.— Dijo con una sonrisa dulce.

Kitana sí que tenía conocimiento acerca de lo que eran los donceles. Sabía que la sociedad se dividía en: hombres, mujeres y donceles. Ella verdaderamente no sabía como funcionaba alguien sin memoria, por lo que no quiso darle muchas vueltas al asunto y no cuestionar su saber. 

—Así que me dio a luz un doncel...

Su cara se tornó pensativa. Entonces, la posibilidad de que aquel hombre similar a ella sea su "madre" está ahí. Pero sea su madre o su padre, ella solo quería saber en donde estaba. De verdad se había sentido incómoda con aquel sueño. Tenía una muy mala espina sobre toda esa situación. Sobre su situación.

—¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me sucedió?

—Eso es algo que, por tu bien, no puedo decirte aún. No puedo decirte todo de golpe, ¿sí? Eso te podría dañar. Lo mejor es que tú misma vayas recordando por tu cuenta y de manera natural. Pero no te preocupes, cuando sea el momento yo te ayudaré mencionando una que otra cosa que te ayude, ¿sí?

Kitana solo bajó su cabeza. ¿Tendría que recordar por sí misma? 

Honestamente, no se veía en la capacidad de eso.  

—Y eso es todo lo que pude observar.

Naruto soltó un gran suspiro de cansancio; verdaderamente fatigado por toda la situación. Su vista azulada se elevó y observó a los cuatro Kages actuales. 

—¿Por qué si quiera seguimos haciendo algo con respecto a esta situación? Estamos hablando de Akatsuki, antiguos criminales de rango S. ¿No deberíamos dejar que simplemente los cacen y ya?— Dijo Darui mientras se cruzaba de brazos.

—Creí que ya habíamos hablado de esto, Raikage. Puede que hayan hecho un gran daño, pero terminaron siendo de gran ayuda en la guerra contra Madara.— Dijo Naruto mientras se recostaba en su asiento; escuchando el bufido de enojo de Shikamaru.

—Y por eso es que se les perdonó, pero estoy en total desacuerdo en apoyarlos en esto.— Dijo Chojuro.

—Estoy con el Mizukage. Fue incluso demasiado el perdonarlos y dejarlos andar libres por el mundo shinobi, como si no hubieran hecho atrocidades con anterioridad.— Hablo Kurotsuchi.

—Y aún así, de todas maneras, Obito Uchiha nos apoya en todo tipo de misiones a las cinco naciones.— Dijo Gaara, quien era el único que apoyaba a Naruto.

—¿Qué ellos no fueron los que iniciaron la guerra? ¡De no ser por ellos no hubiéramos perdido a miles de los nuestros!— Exclamó Darui con enojo.

—Pero de no ser por ellos, las cinco naciones seguirían en guerra, ¿o me equivoco? Aunque haya sido algo sumamente catastrófico, la guerra nos unió como aliados. Sean sinceros, ¿ustedes creen que estaríamos en paz, actualmente, de no haber ocurrido la guerra?

Ante las palabras de Gaara, los otros tres Kages se quedaron callados. Naruto sonrió aliviado al ser apoyado por su amigo.

—El verdadero causante de la guerra fue Madara al controlar a Obito Uchiha. Ni siquiera era consciente de lo que hacía y, debido a su sello, tampoco podía reconsiderar sus acciones. Akatsuki siempre fue una organización que buscaba la paz en el mundo. Y aunque sus métodos eran verdaderamente cuestionables, el objetivo seguía siendo el mismo. De no ser por el hecho de que buscaban a los Bijuus, ellos hubieran pasado desapercibidos para nosotros. No hubieran sido más que simples ninjas cumpliendo trabajos encomendados. Ellos no hacían asesinatos innecesarios, solo... solo mataron a quienes intentaba detenerlos de sus objetivos.

Sus palabras fueron duras, y Naruto odiaba decirlas, pero eran verdaderas. Los Akatsuki no hacían ataques solo por que se les daba la gana. Ellos solo cumplían con las misiones. Aunque, al ser renegados, se tomaban las misiones de manera más libre y utilizaban métodos más cuestionables—en especial Deidara y Hidan—. 

El Uzumaki sintió como Shikamaru se tensaba a su lado. Naruto sabía que él no estaba de acuerdo en ayudarlos. Odiaba profundamente a Hidan por lo que le hizo a su maestro. Por eso no quería que estuviera presente en la reunión, ya que Naruto debía utilizar todo tipo de argumentos para convencer a los Kages.

No podía dejar que los Akatsuki murieran. Ellos, no solo mantenían la tasa de criminalidad baja, sino que también algunos de ellos tenían contacto con Kakashi. Aunque todos los Akatsuki estaban dispersos por el mundo ninja y pareciera ser que escondían bien sus huellas, Naruto sabía que ellos se tenían contacto con Kakashi. Después de todo, el mismo Sasuke lo vio con ellos. 

Además, sería un desastre si personas como lo eran los Akatsuki caían en malas manos. Personas con genética indudablemente buena y habilidades excelentes. ¿Quién sabe lo que ese retorcido ser que los cazaba haría con ellos? No por nada había sido aliado de Orochimaru.

—No hay que necesariamente ayudarlos. Simplemente debemos encontrarlos antes que él lo haga. Además, ya no están solo ellos, hay niñas inocentes involucradas.

—Podríamos utilizarlos de carnada para él. Su intención es capturarlos a los nueve, por lo que si tenemos a uno vendría a nosotros tarde o temprano.— Dijo Darui mientras soltaba un suspiro de resignación.

—Creo que deberíamos buscar a los donceles primero. Serán los más fáciles de atrapar. Uchiha, ¿en dónde está la niña?— Preguntó Kurotsuchi.

—Se encuentra en mi casa en estos momentos. Aunque, como dije antes, ella no recuerda nada. Podría forzarla a recordar, pero no es conveniente hacerlo.

—De todas formas, hay que traerla para conocerla. Ella es un punto clave para encontrar a los Akatsuki.

Todos los Kages voltearon a ver a Sasuke, quien solo asintió en silencio y se fue.

Continuará...

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