Capítulo 22

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Ya era lunes por la mañana. Cuando entraste en clase Chopper ya estaba allí. Todo el mundo estaba revolucionado, ya que hoy iban a entregar las notas. Os darían un boletín y las enviarían también por correo. Solo esperabas a ver sacado más de un ocho en todas las asignaturas. Chopper y tú estabais charlando cuando vuestros cuatro profesores entraron por la puerta. Todos os quedasteis en silencio. Llevaban los boletines en la mano.

—Bien. Iremos diciendo vuestros nombres y vendréis a recoger el sobre —explicó Marco. Te levantaste nerviosa cuando escuchaste tu nombre. Por favor, por favor—. Enhorabuena (TN), tu nota más baja ha sido un nueve. Tienes la mejor media de la clase.

—¿Qué? —se escuchó exclamar a Samanta. Te giraste hacia ella justo después de recoger su sobre. ¿Cómo que qué? ¿Acaso se esperaba que suspendieras?

De pronto, alguien llamó a la puerta. Todos dirigimos nuestra mirada en esa dirección. Entró un hombre bastante alto. Tenía el pelo rojo y una cicatriz en uno de sus ojos. Todo el mundo se quedó en silencio.

—Lamento la interrupción, pero tengo algo importante que comunicar. Soy uno de los directores de la universidad. Mi nombre es Shanks- empezó a decir. ¿Uno de los directores? Debía haber pasado algo grave—. Al parecer una de nuestras alumnas ha intentado alterar los resultados académicos de una compañera...

Todos los alumnos empezaron a cuchichear entre ellos. Nadie entendía quién podía ser capaz de hacer algo así. Chopper y tú os mirasteis y enseguida sospechasteis de la misma persona.

—Al parecer todo este altercado ha ocurrido porque la alumna en cuestión está obsesionada con uno de sus profesores. No es el primer altercado de este tipo que tenemos, pero no estamos dispuestos a tolerarlo de nuevo —comentó, serio—. Por lo tanto, informaros que las relaciones entre profesores y alumnos están completamente prohibidas a partir de hoy. Si tenemos alguna sospecha con las pruebas correspondientes... Ambos serán expulsados de la universidad.

—¡Pero eso no es justo! —exclamó Samanta, enfadada—. Somos mayores de edad.

—Señorita... No me haga hablar más de la cuenta. Los cuatro directores hemos decidido esta nueva norma y todas las clases de todas las especialidades han sido informadas —contestó Shanks—. Ahora me retiro. Buen día a todos.

Miraste a Law de reojo. Él también te estaba mirando. Cada vez aparecían más obstáculos para los dos... ¡No importaba! Seguro que encontrabais una solución. No podías desanimarte. Eras la mejor de la clase, tenías buenos amigos y el chico que te gustaba sentía lo mismo por ti. ¿Qué más querías?

Cuando acabaron el resto de clases que quedaban, antes de volver a casa, decidiste pasar por el despacho de Law. Necesitabas saber qué pensaba de todo esto... Puede que hubiera cambiado de opinión después de verse amenazado con un despido. De camino hacia allí te cruzaste con el director Shanks. ¿Vendría del despacho de Law? Aceleraste el paso y llamaste a la puerta.

—(TN)-ya... —susurró, mientras se levantaba. Cerraste la puerta detrás de ti—. Quería hablar contigo... No me gustaría que te retiraran la oportunidad de estudiar aquí en caso de que llegaran a descubrirnos.

—Yo... Yo quiero estar contigo —susurraste con desesperación, mientras tu ojos empezaban a ponerse llorosos—. No tienen por qué descubrir nada... Quiero arriesgarme.

—En ese caso... —murmuró, después de unos segundos en silencio, mientras te cogía de la cintura y te sentaba encima de su mesa.

Se abalanzó sobre tu boca mientras te iba recostando poco a poco en la mesa. Abriste las piernas para que se pusiera entre ellas y pudiera estar más cerca de ti. Dejaste que su lengua entrara en tu boca, ya que tú buscabas la suya con desesperación. Te levantó un poco el jersey y notaste sus dedos acariciando tu piel. Enredaste tus dedos en su pelo y comenzaste a mover tus caderas, casi involuntariamente, para poder restregarte contra él. No entendías por qué ese contacto te daba tanto placer. De pronto otra vez notaste algo duro. Eso te puso nerviosa. ¡Definitivamente necesitabas hablar con alguien de esto! O infórmate bien sobre el tema o algo... ¡No podías ponerte así cada vez que la cosa fuera a ir a más!

—¡Hay que parar! —exclamaste, mientras girabas la cara.

—(TN)-ya... —gruñó Law. Te sentiste todavía más rara al oírle decir tu nombre de esa forma. Te cogió de las caderas y te apretó contra él. Soltaste un pequeño gemido—. Tú haces que me pase esto...

—Perdón... —murmuraste. No sabías qué decir. Parecías idiota. ¡Malditas monjas del orfanato! Bueno, te caían bien, pero... Podrían haber hablado sobre estos temas apropiadamente. De hecho, fue en las primeras clases de anatomía de la universidad la primera vez que viste cosas de ese tipo.

—¿Perdón? —te repitió Law, mientras se le escapaba la risa. Estabas muriendo de vergüenza. Ibas a la universidad y no sabías nada. Maldición. Habías vivido en un mundo paralelo estos años—. No tienes que pedir perdón por eso. Igual que tú sientes como cosquillas aquí...

—Ahmm... —se te escapó un pequeño gemido mientras él pasaba el dedo por tu intimidad, por encima del pantalón—. A mí me pasa lo que has notado.

—Ya lo sé... Más o menos —dijiste, mientras te incorporabas un poco.

—No voy a hacer nada que tú no quieras... Pero no puedo evitar ponerme así cuando te tengo tan cerca —comentó Law, mientras te acariciaba la mejilla—. Te voy a dar un premio por cada uno de los sobresalientes. Ya te di el de mis dos dieces y ahora este. Faltan tres más y te los daré cuando quiera. Ahora ve a casa. Es tarde.

Te ayudó a bajar de la mesa. Estos premios eran una buena motivación extra para que siguieras estudiando. Te acompañó hasta la puerta y os despedisteis normalmente, sin llamar la atención.

Realmente, Law te hacía sentir a gusto. Te respetaba y te explicaba las cosas con paciencia. Aunque no querías preguntarle todo sobre ese tema, para eso estaban tus amigas. ¿Cómo podías hablarles sobre ello sin que se enteraran de que estabas con el profesor? Debías pensar.

(Narra Law...)

Ya habían pasado cinco días desde el lunes que anunciaron la nueva norma que prohibía las relaciones entre profesores y alumnos. A mí me importaba una mierda que me despidieran, odiaba estar allí, pero me supo mal por (TN). Ella se había esforzado mucho por entrar en la universidad.

Estuve pensando seriamente en dejarlo estar, pero... Entre que mis ganas de dejar de estar con ella eran nulas, y que ella enseguida vino a decirme que le daba igual, todo sigue adelante. Eso sí, ahora debíamos ser más cuidadosos que nunca.

Durante el resto de la semana solo nos habíamos visto durante las clases. No fui a visitarla a casa, ya que esa semana habíamos mandado bastante trabajo y no quería distraerle. Por suerte, había llegado el sábado y su grupo de amigos, los mugiwaras, habían propuesto salir de fiesta. No podía estar a solas con ella, pero le vería fuera de la universidad.

Ya estaba en el coche camino a la discoteca. Me había puesto unos vaqueros negros, una camisa blanca y una chaqueta del mismo color que los pantalones. Estaba realmente ansioso por llegar ya. Cuando bajé del coche y me acerqué a la puerta del bar, en el cual íbamos a tomar algo antes. (TN) ya estaba allí. Estaba con Robin, Nami, el pervertido y Luffy, el tipo que me sacaba de mis casillas.

—¡Eh, Torao! —exclamó, mientras sonreía y me saludaba a lo lejos. Idiota. ¿Cuándo pensaba aprenderse mi nombre?

—Hola a todos —saludé nada más llegar, intentando sonar lo menos serio posible. Poco después llegaron Franky, Brook, Chopper y el de la nariz larga.

—¿Zoro no está aquí? —preguntó Ussop—. Me ha dicho hace un rato que estaba viniendo.

—Solo él puede perderse viniendo al bar de siempre... —murmuró Nami, llevándose una mano a la cabeza. Ese tipo era un auténtico negado para las direcciones—. Bueno, vamos entrando. Ya llegará.

—¿Qué? ¡No! —intervino Luffy, cruzándose de brazos—. ¡Tenemos que estar todos!

—¡Por allí viene! —exclamó Sanji, apagando el cigarro—. ¡Tú, maldito marimo de mierda! ¡Haz el favor de darte prisa!

—¡Cállate ceja rizada! —exclamó el peliverde desde la distancia.

La discusión continuó cuando llegó, pero Nami le dio un golpe a cada uno y enseguida se quedaron en silencio. Salir con este grupo era una auténtica locura, pero me gustaba ver a (TN) sonreír divertida mientras les miraba.

Mientras estuvimos tomando unas cervezas, no pude evitar mirar a (TN) de vez en cuando. Ella se daba cuenta y sus mejillas se teñían levemente de rojo. Robin a veces nos miraba sonriendo. ¿Se habría dado cuenta de algo? Era muy perspicaz. No me preocupaba que ella sospechara algo, ya que no diría nada. De todas formas, solo serían sospechas.

Una vez dentro de la discoteca, otra vez Zoro y yo fuimos los únicos en quedarnos en la barra. Esta vez (TN) llevaba una camiseta corta y ajustada de color gris, con unos lacitos en los hombros. Le quedaba perfecta con esos pantalones negros ajustados. Después de un rato, en su tercer viaje a la barra, se acercó a hablarme. Ya tenía las mejillas rojas por el alcohol.

—¿No vienes a bailar? —preguntó, mientras dejaba la copa encima de la barra.

—Yo no bailo —contesté. Ni me gustaba ni sabía.

—¿Estás aburrido? —preguntó. Parecía algo preocupada.

—No. Estoy bien aquí, pero no quiero estar entre tanta gente. Con Zoro tengo compañía suficiente —dije. Los dos miramos al peliverde, que bebía sake sin parar y echaba a todas las chicas que se le acercaban—. Si no me gustara estar aquí me iría.

—Bien —dijo, sonriendo—. Bueno, voy al baño. Te lo digo por si preguntan Nami o Robin por mí.

Asentí, mientras le miraba fijamente. Me apetecía estar a solas con ella, aunque fuera solo un rato. Puede que fuera al baño a visitarle...

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