CAPITULO 13

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Acosador

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Regresaba de correr, aproveché a pasar por la panadería

— Hola, ¡Buen día!

— Hola, joven, que bueno verte otra vez.

— Gracias, deme dos soles por favor— le entregué el dinero.

— Perfecto, dos soles en camino.

— Solo popular.

— Muy bien... aquí tienes— Dijo entregándome la bolsa

— Ok, muchas gracias.

— De nada, ve con cuidado, sin perderte esta vez.

— Vale—reí.

Saqué un pan y lo comí, el cielo estaba despejado, iba a ser un hermoso día. Caminé sin prisa, quería conocer las tiendas que había en el camino de regreso, a esa hora ya empezaban a abrir.

Miré la bolsa de pan, ya solo quedaban tres, había estado comiendo sin darme cuenta; crucé para bajar las escaleras, levanté la mirada y allí estaba Alyssa barriendo, regresó a verme y me regaló una sonrisa mientras me veía bajar las escaleras.

— Esta vez no te dormiste...

— ¿Qué te puedo decir?... soy un hombre responsable con sus rutinas.

— Jajá, uy si...

— Lo digo enserio ...

— Ajá... sí.

— No me creerás ¿verdad?

— Pues no, aprendí a esperar acciones, no palabras.

— Auch... pero, solo fue una vez que me dormí.

— Así se empieza. Sabes, yo de verdad te creería, pero por desgracia, tengo evidencia a mi favor y esas evidencias me dicen que no eres responsable con tus rutinas.

— Entonces, me tocará demostrar lo contrario, señora jueza.

— Es una buena idea, espero lo logres, acusado.

— Ya veremos— reí.

— ¿Fuiste a la panadería solo por tres panes?

— ¿Qué? Ehh no, de hecho, eran dos soles, pero en el camino me los comí.

— ¿Enserio?

— No me crees tampoco, ¿Verdad?

— Pues no.

— Ok, en este momento las circunstancias no están a mi favor, así que cualquier argumento que utilice será usado en mi contra, por ese motivo prefiero tomar mi derecho a guardar silencio.

— Muy buena decisión, ¿Aparte de la panadería que otra tienda conoces?

— Seguí mi camino y saqué las llaves para abrir mi puerta.

— Oye, no me dirás nada.

Moví la cabeza a ambos lados mientras abría la puerta.

— ¡Andrés!, ¿Es enserio?

Asentí y entré, le hice un guiño y cerré la puerta. Subí las escaleras y entré a mi piso.

Le dije que tomaría mi derecho a guardar silencio—dije riendo—, me asomé a la ventana de la cocina mientras tomaba un vaso de agua y la observé mientras barría; estaba sonriendo, no sé si yo había causado eso o talvez se acordó de algo que la hizo feliz, de alguna u otra forma, me agradaba verla feliz.

Me preparé un jugo especial y unos panqueques y luego fui a ducharme, me vestí y seguí avanzando con la edición de fotos, debía entregarlas hoy.

Editando me topé con una toma en la fiesta en la que aparecía la chica del vestido rojo con su pareja.

Quede mirándola, enserio era muy hermosa, sin embargo, hay sonrisas que esconden un mar de penas.

Ella se había arreglado aquella noche para él, y el solo la dejó de lado, es triste, esto me recuerda a la frase: "Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde". Sin embargo, aquella frase está mal escrita, uno si sabe lo que tiene, solo que piensa que nunca lo va a perder, para cuando te diste cuenta, ya es demasiado tarde, se fue y de ningún modo regresará a mirar atrás.

Me gustaría volver a verla; ¿Ella sentirá lo mismo? ¿También se habrá arrepentido de no pedirme el número? ¿Recordará a la galleta de la fortuna que le habló aquella noche?, talvez solo soy yo quien está gastando tiempo pensando cosas que no son.

Decidí duplicar aquella fotografía y guardarla en mis archivos personales.

Después de unas horas de edición, ya había terminado, ahora necesitaba imprimirlas.

Saqué el teléfono y marqué a Mario.

— Debe ser importante como para que me llames.

— Necesito que me prestes el auto.

— ¿A mi bebé?, no, ni lo sueñes.

— ¿Por qué?

— Por qué no se si sepas manejar, además, el hecho que tengas licencia, no significa que sepas. Muchos pagan para obtenerla, así que, no, ni lo sueñes, no quiero rayones en mi bebe.

— Hay que tener cara para decir eso, ¿Quién rayos crees que te trajo cuando te pasaste de tragos?

— Te aprovechaste de las circunstancias, yo no te hubiera dejado conducir.

— Debí haberte dejado allí.

— Pues sí, igual siempre llego a casa, y ¿Para qué quieres mi auto?

— Para comprar una impresora e ir a entregar las fotos. Entonces si no quieres prestármelo, vamos, llévame.

— No, no puedo, estoy en una partida.

— ¿Partida?

— Sí, estoy en una competencia en línea y estoy a punto de ganarme cinco mil puntos. Pero, está bien, ¿Prometes cuidarlo?

— Sí.

— ¿Amarlo?

— ¿Sí?

— ¿Bajo cualquier circunstancia?

— ¡Pero de que rayos hablas, Mario!

— ¡Responde!

— Esto debe ser una broma, si Mario, sí.

— Muy bien, entonces puedes coger el carro, recuerda ahora son uno, debes tratarlo como a ti mismo.

— ¿Algún día maduraras?

— Probablemente.

Colgué la llamada, guardé mi billetera y bajé a la cochera, cogí las llaves colgadas al lado de la puerta, estaba a punto de volver a llamar a Mario para que abra el portón, pero para cuando cogí el teléfono, el portón ya se estaba abriendo.

Mientras tanto un mensaje de Mario me llegó al teléfono diciendo: "Recuerda tú y el carro son uno solo, cuídalo como a ti mismo."

Usé el teléfono para ver mi ubicación y buscar una tienda cercana, había varias de hecho, así que busqué en cada una ellas indagando precios y calidades.

Llegué a una tienda y a la distancia divise la que parecía ser la silueta de Alyssa, estaba preguntando el precio de una licuadora, avancé un poco en un intento de ver su rostro para asegurarme que fuese ella.

Pude verla de perfil, era ella, me acerqué

— Creo haber visto la misma licuadora a menos precio en la otra tienda— le dije susurrando cerca de ella.

— Siento que me estas siguiendo.

— ¿Qué? No, de hecho, pienso lo mismo también, ¿Me estas siguiendo?

— ¿Por qué lo haría?, no tiene sentido.

— No lo sé, talvez quieras acosarme.

— Jajá, yo debería decir eso de ti.

— ¿Y por qué querría acosarte?

— No lo sé, los acosadores tienen ideas distintas, descubrir sus intenciones y motivaciones es todo un dilema.

— Pero, la mayoría lo hacen por placer.

— Sabes, yo también pensaba lo mismo, pero no, cada acosador tiene diferentes motivaciones e intenciones

— Te gusta ver series policiacas, ¿cierto?

— Las amo.

— Si eso explica mucho

— ¿Y qué haces aquí, aparte de acosarme?

— Jajá no te estoy acosando.

— Entonces, ¿Qué haces aquí?

— Pues vine por una impresora.

— ¿Comprarás una?

— No, veré si me la regalan.

— Jajá, ok me lo merezco, plantee mal la pregunta.

— Jajá, compraré una, la necesito para imprimir fotografías.

— Pero eres fotógrafo, ¿No se supone que debes tener una impresora?

— Pues sí, pero la que tengo en mi casa es demasiada grande para traerla, así que decidí comprar una acá, no tan grande claro.

— Ah ok, ¿Y ya te decidiste cual comprar?

— No, aun no, ¿Me ayudas?

— Claro y luego vamos a esa tienda que dices.

— Ok

Preguntamos precios, ella decidió apuntarlos en su libreta junto con las calidades de ciertas impresoras, para luego sentarnos a ver cuál era más conveniente, creo que eso jamás se me hubiese ocurrido, era muy buena regateando y tenía muy buena memoria.

Al final decidimos comprar una impresora de muy buena calidad a un buen precio.

— ¿Si te gusta verdad? — preguntó dudosa.

— Si te respondo que sí, sonara extraño.

— Jajá, ¿Estas satisfecho con la compra que hiciste?

— Pues claro, es muy buena calidad y por sus especificaciones me servirá de mucho y lo mejor es que es un buen precio. Muchas gracias por ayudarme.

— De nada, ahora donde es esa tienda según tú.

— Bueno, vamos allá.

Fuimos a la tienda y compró la licuadora, resulto que tenía razón o tal vez eso es lo que me hizo creer, sea como sea se veía satisfecha con su compra.

— ¡Gracias!, tenías razón.

— ¿Estas satisfecha con tu compra?

— Pues sí, mucho.

— Me alegro, ¿Irás a algún otro lugar?

— Hum no, y ¿Tú?

— No, ahora no, más tarde si— dije encendiendo el auto para avanzar.

— Y ¿A dónde vas?, si se puede saber, claro.

— A entregar las fotografías.

— ¿Del aniversario verdad?

— Ujum... si.

— ¿Irás solo o con Mario?

— Solo, Mario está ocupado.

— ¿Conoces?

— Pues si además tengo el celular para ubicarme— dije señalando el teléfono.

— Ah ok...

Por su mirada y por cómo había fruncido sus labios podría decir que no era la respuesta que esperaba, parecía como si quisiera acompañarme, o tal vez no, no entendía que era lo que quería

— ¿Qué harás esta tarde? — Pregunté.

— Pues nada, supongo que leeré un libro

— Así ¿Qué libro?

— Aún no lo sé

— ¿Quieres ir conmigo?

— ¿Qué? —preguntó sorprendida

— Sí, es que bueno, no lo veas mal, solo que emm no confió mucho en mi teléfono y no sé si llegaré al lugar y bueno creo que tu si conoces y yo pues bueno, ya sabes.

— Hum—dijo sonriendo—, entiendo.

— Sí, además te debo una sesión de fotos, podríamos... aprovechar a tomarlas.

— Cierto, buena idea, conozco un lugar muy bonito.

— Vale, entonces, te escribo un mensaje en cuanto acabe de imprimirlas, mantente lista.

— Ok, está bien.

Ahora su rostro cambió, se veía más feliz, al parecer si quería acompañarme, siempre he dicho que las mujeres son un misterio, escribe un libro de ellas y la secuela será infinita.

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