CAPITULO 30

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Problema

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Matamos el tiempo jugando algunos juegos de mesa. No puedo describir con palabras lo que causaba en mí el verla hacer dramas tras perder o incluso saltar de emoción tras haber ganado, cubriéndose la boca para evitar ser escuchada por Mario.

Admito que talvez la dejé ganar en varias ocasiones, es que, me encantaba verla feliz. Su sonrisa iluminaba por completo el lugar. En definitiva, el maquillaje que embellece más a una mujer siempre será su sonrisa, en ella yace su esencia.

— Ya ves, al final te gané... espero que Mario no me haya escuchado —añadió agitada regresando a su asiento aun riendo.

— Lo bueno es que tapaste tu boca, creo que no escuchó.

— Jajá, perdona, me emocioné. ¿Otra partida?, creo que podría ganarte por tercera vez.

— No lo dudo, pero, creo que ya es hora —dije mirando la hora en el reloj de la pared.

— Sí... tienes razón.

— Ve a traer la masa, yo recojo los juegos.

— Limpié la mesa y guardé los juegos, Alyssa puso el bol sobre la mesa y extendió con el rodillo pequeños trozos de masa sobre una bolsa plástica en la que había polvoreado harina.

— ¿Por qué la bolsa? — Pregunté.

— ¿Quieres que ponga la masa sobre la mesa, donde hemos estado jugando?

— Cierto. Entiendo.

— ¿Y luego qué sigue?

— Las echamos al sartén.

— ¿Y luego?

— Esperamos que se doren.

— ¿Y luego?

— Las sacamos —Me miró sonriendo.

— ¿Y luego?

— Las vamos echando en una fuente.

— ¿Y luego?

— Jajá, Andrés ¿Es enserio?

— ¿Qué cosa?

— ¿Seguirás preguntando algo tan obvio?

— Pues... sí. ¿Y luego?

— Ya puedes comerlas.

— Que mal... — Respondí fingiendo tristeza.

— ¿Por qué?

— ¿Las comeré solo?

— Pues... sí. Las estoy preparando para ti.

<< ¿Existe alguna manera de que te quedes? >>

— Cierto, supongo que debes volver a tu casa, no debes hacerte muy tarde —Dije cabizbajo.

— Pues sí. No suelo venir así nomás a la casa de alguien. Creo que esto ya es suficiente.

— ¿Enserio?

— Sí.

— ¿Y por qué lo haces conmigo?

— Ya te dije Andrés, eres especial, últimamente has hecho mucho por mí. Quería devolverte el favor.

— No es necesario hacerlo.

— Aun así, quiero hacerlo. Además, no es dable que te vayas a dormir sin cenar, te hará daño.

— Apenas es solo una noche.

— La costumbre es como un cable; nos vamos enredando en él cada día hasta que no nos podemos desatar.

— Eso fue profundo.

— Mi padre solía decirlo — Añadió regalándome una leve sonrisa.

— Interesante.

— ¿Te sigue escribiendo Iraís? — Preguntó mientras echaba las cachangas en la sartén.

— ¿Por qué el interés?

— Ella te flechó en solo una noche, no creo la olvides fácilmente. Debe emocionarte que te escriba.

— Eso no contesta mi pregunta.

— Tengo curiosidad.

— ¿Por qué?

— Eres mi amigo, es normal que me interese en las personas que te gustan. Debo saber si esa persona te merece.

— Jajá, Alyssa, existe una gran diferencia en sentir gusto por alguien y enamorarte.

— Lo sé. Pero por el gusto se empieza, ¿No?

No pude argumentar nada, Alyssa tenía razón. Por mucho que quisiera negarlo, la atracción surge con un simple gusto y este gusto se convierte en la razón suficiente para acercarte a esa persona. No sé si buscaba confundirme o hacerme dudar, pero lo había conseguido. Guardé silencio unos segundos.

— ¿Qué pasó? —Preguntó.

— ¿Por qué? — Regresé de mis pensamientos.

— No sueles quedarte en silencio.

— Perdona. Déjame ayudarte.

Cogí el rodillo y amasé los pequeños trozos de masa que ella había dejado, siguiendo el mismo procedimiento que ella misma había hecho.

— Por cierto, hablé con Mario—Añadí.

— ¿Sí?, ¿Está molesto?

— No. Está bien... no parece estar incomodado.

— ¿Eso te dijo?

— Sí. Solo me pidió que no me metiera en problemas.

— ¿Conmigo?

— No lo sé. A lo mejor solo das problemas.

— Jajá, oye... eso no sonó nada bonito.

— Sí. Lo sé. De hecho, ningún problema es agradable, sin embargo, cuando encuentras la manera de resolverlo, se vuelve solución. Eres ese problema que, aunque difícil de resolverlo, cuando lo hice, encontré las respuestas que buscaba << Y le disté solución a mi vida >>

Alyssa guardó silencio unos instantes, regresé a mirarla al notar su silencio, tenía la mirada puesta en mí, sujetando el mango de la sartén mientras se freían las cachangas. Su mirada reflejaba ternura, me sentí algo incómodo.

— Se quemarán esas cachangas. —Dije.

— ¡Ay! perdón— respondió volteándolas rápidamente.

— ¿Qué pasó?

— Eres realmente increíble Andrés.

— Me estoy acostumbrando a que me lo digas.

— Gracias, por tus palabras.

— De nada. Como te dije antes, solo espero no subirte el azúcar, con tanta dulzura.

— Jaja, que bueno que no soy diabética.

— Cierto. Buen punto.

— Creo que cualquier mujer sería afortunada de tenerte.

— Seguro... — Añadí sarcástico.

— Lo digo enserio Andrés. Eres único.

— ¿A qué te refieres?

— Solo diré que, no todos los días encuentras a alguien como tú. Creo que cualquiera que llegara a conocerte, pensaría lo mismo.

— ¿Piensas eso?

— Pues sí. Por eso estoy aquí. Me preocupa tu bienestar. Tú lo dijiste, uno cuida lo que realmente le importa.

— ¿Te importo?

— ¿Acaso lo dudas? Eres un gran amigo Andrés. No quisiera perderte.

— Hum ya veo... entiendo.

"Amigo", cinco letras mortales para alguien cuyos sentimientos van más allá de una simple amistad. Alyssa seguía recordándome mi lugar en su vida. Solo así parecía verme. Sin embargo, estoy dispuesto a aceptarlo, verla feliz es suficiente regalo para satisfacer mi alma y el poder curar sus heridas, un privilegio.

— Alyssa, ¿Te puedo hacer una pregunta?

— Claro, dime.

— ¿Qué buscas en un hombre?

— ¿Cómo así? ¿En qué sentido?

— ¿Qué debe tener esa persona para que te sientas inclinada hacia él?

— ¿Te refieres a mi persona ideal?

— Supongo que sí.

— Bueno... No busco que sea perfecto, nadie lo es, además no puedes planear de quién te enamoras, solo ocurre, sin embargo —Apagó la sartén y sacó las cachangas, para echarlas en la fuente y ponerlas a mi lado en la mesa—, lejos de la apariencia y de todo lo superficial, busco que sea sincero y que al mirarme pueda ver en sus ojos la verdad de sus sentimientos. A través de la mirada puedes mirar el alma de una persona, esa es una conexión inexplicable, papá decía que solo ocurría una vez en la vida, pero, solo con la persona correcta.

Quedé mirándola unos segundos, una sonrisa se dibujó en su rostro, mientras revisaba las cachangas que yo había hecho.

— Esa conexión... ¿La tuviste con Víctor? — Pregunté.

— No, no la tuve.

Quedamos en silencio unos segundos.

— ¡¿Andrés estas allí?¡

Era la voz de Mario detrás de la puerta, a punto de entrar, Alyssa me miró asustada, rápidamente abrí la puerta de mi cuarto y ella entró sin pensarlo. Cerré la puerta y cogí el rodillo mientras Mario conseguía entrar.

— Pensé que no estabas y habías dejado la luz encendida— dijo algo sorprendido—, usé la llave de respaldo.

— Pues aquí estoy— Fingí una sonrisa.

— Sí, así veo.

— ¿Por qué lo pensaste?

— La puerta de abajo está sin seguro.

— Ah sí... fui yo, es que... Emm salí a comprar harina— respondí nervioso.

— ¿Qué estás cocinando?

— Emm, cachangas de harina.

— ¿Sabes prepararlas?

— Bueno, la verdad no, pero no hay nada en esta vida que no se pueda aprender.

— Tienes razón, bueno entonces esperaré que acabes. No sé si lo sabías, pero, me gustan mucho las cachangas.

<< ¡Rayos! >>

Alyssa aún estaba en mi cuarto, tenía que regresar temprano a su casa y si Mario se quedaba era muy probable que no se fuera hasta tarde. Tenía que hacer algo para que Mario se fuera sin que sospechara nada.

— Hoy no, Mario.

— ¿De qué hablas? — dijo apunto de sentarse en el mueble.

— Hoy, quiero estar solo.

— Oh... ya. —Respondió perplejo— Está bien.

— Pero, toma lleva estas cachangas. Las acabo de hacer.

— Saqué una bolsa y eché dentro las cachangas que había hecho Alyssa para entregárselas.

— Gracias, amigo.

— De nada.

— Cualquier cosa, no dudes en llamarme. Sabes que puedes contar conmigo. —Sacó una cachanga y le dio un mordisco.

— Claro, descuida.

— Bien, entonces me voy. Están ricas, por cierto. Gracias.

— De nada...

Se dirigió a la puerta de salida, abrió y salió. Subió las escaleras, pero la puerta no se había llegado a cerrar por completo.

Alyssa abrió la puerta de la habitación despacio para asomarse aún asustada.

— ¿Ya se fue? —preguntó temerosa.

— Sí.

— Eso estuvo cerca— dijo abriendo la puerta de la habitación para salir.

— Pues sí.

La puerta de salida volvió a abrirse, mi corazón se detuvo, la voz de Mario se hizo presente de nuevo mientras volvía a entrar, ya era demasiado tarde para que Alyssa entrara de nuevo a la habitación.

— Por cierto, olvidé decirte, un amigo necesita una foto...

Mario quedó mirando a Alyssa en la puerta de mi habitación. Su mirada cambió, ya no era nada agradable. Así es como se conoce realmente a las personas. En sus reacciones ante lo inesperado.

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