Capítulo 51

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

***

¿Te volveré a ver?

***

Mientras conducía no podía evitar sentirme mal, realmente me pesaba el hecho de alejarme de ella. Sabía bien que solo sería unos días, pero, aun así, no podía evitar sentirme fatal.

Solo en la agonía de la despedida somos capaces de comprender la profundidad y magnitud del amor existente entre ambos seres. Esto y todo aquello que estoy sintiendo solo es una demostración evidente de lo mucho que he llegado a amarla.

Llegué a la casa de Carson, estacioné el auto, cogí el sobre con las fotografías y bajé.

Carson estaba de pie en la entrada fumando un cigarrillo mientras me veía acercarme a él.

— Hola, buen día.

— Hola. Andrés, ¿Verdad?...

— Sí, ese es mi nombre.

— Perdón, soy malo grabándome los nombres. Me da gusto volverte a ver. Por un momento pensé ya no vendrías.

— No, disculpe la demora. Tuve algunos percances.

— Tranquilo... Todo bien. Ven, pasa.

Absorbió lo último que quedaba del cigarro para luego tirarlo al suelo y pisarlo. Supongo que sabía que su personal debía limpiarlo.

Saqué las fotografías y las puse sobre la mesa para que Carson las observara. Por sus gestos las fotos eran de su agrado. Eso me daba tranquilidad. No hay nada más satisfactorio que ver qué hiciste un buen trabajo.

Carson alagó las fotografías y me felicitó por el buen trabajo. Se las envié también en digital y al cabo de unos minutos bajó Rachel, se acercó a la mesa y ambos analizaron detenidamente cada fotografía mientras Rachel no dejaba de resaltar lo hermosa que se veía su hija.

Una llamada entró al teléfono de Carson. Disculpándose salió fuera de la casa para contestar. Rachel continuó observando las fotografías, hasta que llegó a la fotografía que su hija me pidió que le hiciera un retoque especial. La miró con desprecio y la puso sobre la mesa.

Tomé la fotografía y pedí entregársela personalmente a Mayra, ya que el pedido fue hecho por ella. Por un momento pensé que rechazaría mi petición, pero me equivoqué, más bien, me dijo donde se encontraba ella.

Fui hacia el patio, donde Rachel me había indicado y allí estaba ella, sentada en el columpio del jardín, tenía la mirada perdida y los ojos hinchados. Me acerqué despacio sin hacer ruido.

— Hola, Mayra.

Regresó a mirarme asustada, la había cogido de imprevisto. Me regaló una sonrisa y devolvió el saludo.

— Hola, Andrés.

— ¿Puedo sentarme? — pregunté dudoso.

— Claro, caben 3 personas aquí.

— Es verdad— sonreí para luego sentarme a su lado —. Menos mal no ocupo tanto espacio.

— No esperaba que llegaras.

— Traje el pedido que me hiciste— dije entregándole la fotografía—. Quería entregártelo personalmente antes de viajar.

— Ah— respondió casi sin ganas.

Recibió la fotografía y la miró durante unos segundos, para luego romperla en dos.

— Así se ve mucho mejor— añadió sonriendo—. Lo siento, de verdad.

— Descuida. La verdad, no disfruté retocando esa fotografía.

— ¿Por qué?

— Había demasiada hipocresía en ella.

— Sí, lo sé... No sé cómo no pude darme cuenta.

— Descuida... Es parte de estar enamorado. Solemos personificar la perfección en la persona equivocada.

— Ahora me doy cuenta. Realmente creí que todo estaba bien, muchas veces lo defendí ante mi familia. Me siento tan estúpida por creer sus mentiras.

— Entiendo. Hace algún tiempo leí en un libro una frase que me gustó mucho. "¿Se puede disfrutar lo que nos hace sufrir?". En aquel momento lo entendí de un modo diferente, talvez por qué lo apliqué en una circunstancia distinta, pero llegué a la misma conclusión que ahora. Si se puede disfrutar lo que nos hace sufrir. A menudo confundimos la mentira con verdad, y no es porque sepamos que es una mentira, la verdad es que no lo sabemos y somos feliz con eso. Con frecuencia el amor es así. Vives una mentira sin saberlo y eres feliz mientras sea así.

— ¿Te han lastimado alguna vez?

— No lo suficiente.

— ¿Cómo así?

— Según dicen el primer amor te marca para siempre. El primer amor nos duele a mares... y yo, apenas lo estoy conociendo.

— Estás enamorado...

— Pues sí.

— Ya veo. Entonces, ¿Viajas a verla?

— No, más bien me estoy alejando de ella.

— ¿Alejándote?

— Sí—Guardé silencio unos segundos y añadí—. ¿Qué harías si llegará el momento de decidir alejarte de alguien que quieres por algo que necesitas?

— Bueno... ¿Es realmente importante aquello que necesitas?

— Sí... Sí lo es— respondí luego de pensarlo por unos segundos.

— Mm ... Entonces hazlo. Pero regresa. Si realmente quieres a esa persona, es un buen momento para demostrarlo. No permitas que algo o alguien ocupe el lugar que le corresponde a esa persona. Es un compromiso de sacrificio. Dónde el amor se debe ver reflejado en cada decisión.

— Claro. Supongo que tienes razón.

— Solo te comparto lo que creo y pienso.

— Pues hay verdad en tus creencias y sabiduría en tus pensamientos.

— Gracias Andrés.

— No es nada.

Guardamos silencio por un breve momento y luego de un suspiro Mayra añadió.

— Mamá tenía razón.

— Siempre la tienen. Ellas pocas veces se equivocan.

— Pensé que está era una de esas pocas veces. Me siento tan avergonzada con ella y conmigo misma.

— Lo sé y es algo normal. Me permites darte un consejo.

— Claro...

— Que no te dé miedo equivocarte en la vida. Es algo necesario en el proceso de aprendizaje. Por eso, no te angusties por las malas experiencias que puedas pasar en el proceso, más bien tómalas como lecciones de vida. Solo el fracaso te ayudará a conocerte. Si no fracasas no aprendes y si no aprendes no cambias.

— Ese sí que es un buen consejo.

— Sí, creo que sí.

— ¿Te has equivocado alguna vez, al punto de querer regresar en el tiempo y, esta vez, tomar la decisión correcta?

— Muchas veces... Luego entendí que eso solo es un acto de cobardía. De hacerlo me estaría rindiendo. Rindiendo a la posibilidad de ser mejor. Rendirse es lo que destruye a la gente. Te desmoronas pensando que pudiste hacerlo distinto y te opones a aceptar la realidad. En cambio, cuando te niegas con todo tu corazón a rendirte, trasciendes tu propia humanidad hasta el punto de encontrar la calma interna. Por eso... No te rindas. Si no sueltas el pasado no vas a poder disfrutar del futuro.

— Es curioso como las personas que usualmente te lastiman son aquellas que prometieron jamás hacerlo. Y las que menos esperabas terminan curándote.

— Es la ironía de la vida. Con el tiempo te acostumbras. Descuida.

— Gracias por todo Andrés. Me alegra mucho haberte conocido.

— Opino lo mismo— sonreí—. Bueno, ya tengo que irme. Mi trabajo aquí ha terminado.

— ¿Te volveré a ver?

— Eso, dependerá de ti.

— ¿De mí?

— Pues sí... Soy fotógrafo. La única razón por la que estoy aquí, es por ello.

— Claro—dijo sonriendo—, tienes razón. Entonces, creo que si te volveré a ver.

— Está bien. Cuídate. Pórtate bonito Mayra. Te veo pronto.

— Ok, ten un buen viaje Andrés.

— Vale. Muchas gracias. Ah y... No le regales lágrimas a quien no las merece.

— Ok. Gracias— dijo sonriendo.

Salí de la casa de Mayra luego de cobrar la segunda mitad de lo acordado a Carson. Guardé la billetera en mi bolsillo trasero y subí al auto. La luz led de mi teléfono me alertaba de notificaciones nuevas. Toqué la pantalla y eran notificaciones de llamadas de Alyssa. Marqué su número y encendí el auto para tomar la carretera principal.

— Hola, amor, ¿Cómo estás?, Estoy preocupada. No me contestabas.

— Perdona. Estaba dejando las fotografías. Olvidé el teléfono en el auto. Ya estoy tomando la carretera principal.

— Mm, está bien. Bueno, mamá te manda saludos.

— Me hubiese gustado poder despedirme de ella.

— Estabas con el tiempo ajustado, descuida, ya le expliqué.

— De todas formas, le llevaré algo cuando vuelva.

— Eso sería muy lindo de tu parte.

— ¿Y a ti?, ¿Qué quisieras que te traiga al regreso?

— Nada amor. Me basta contigo. El tenerte aquí de nuevo será suficiente.

— Igual veré qué te traigo de allá.

— Está bien amor.

— Te llamaré cuando esté en la salida, ok.

— Vale. Seguiré trabajando. Te amo, Andrés.

— Y yo a ti.

Jamás podría cansarme de escuchar su voz. Ya sea en persona o a través del teléfono siempre provocaría una sonrisa en mi rostro casi incontrolable. Su voz, y ni hablar de su risa, tiene el poder de refrescar mi vida y darme una satisfacción indescriptible.

El miedo a la distancia puede ser destructivo; sin embargo, la distancia no puede romper un amor si este es verdadero, porque las palabras acarician, los mensajes reconfortan y escuchar su voz, es como un susurro al oído diciendo "Te amo".

Ya en este punto de mi vida, no puedo evitar sentirme satisfecho, no puedo creer todo lo que he logrado en este tiempo. La vida suele ser impredecible, aferrarnos al miedo solo nos priva de alcanzar lo que en algún momento creímos inalcanzable.

Pese a mis dudas e inseguridades que tuve al principio, me arriesgué. Y no fue tan malo, después de todo, la vida no es un problema que debe ser resuelto, sino más bien, una realidad que debe ser experimentada.

Afectar para ser afectado, nuestras acciones pueden influir tanto para bien o para mal, dependiendo de ello obtendrás el resultado por tu acción. Influir en la vida de alguien puede ser muy delicado. El mundo necesita gente capaz de ir por lo que quiere, el problema es que hay gente que hace que todos se sientan incapaces de hacer un acto tan valioso como luchar. No pertenezco a ese grupo de personas. Haber influido positivamente en la vida de las personas que he conocido hasta ahora es una de las cosas más satisfactorias que he vivido.

A la distancia, vi un auto estacionado a un lado de la carretera y la silueta de una persona tratando de ver la falla en el tablero.

Decidí seguir mi camino. Si algo aprendí de las series policiacas es no ayudar a desconocidos bien vestidos. Al pasar por el costado me di cuenta de que aquella persona era Víctor. Tenía más motivos para no parar y seguir manejando. Pero, ni la peor persona del mundo merece no ser ayudada en algún momento. Es parte de nuestra humanidad. No podemos ir en contra de ello. Si lo hacemos, entonces ¿Qué somos?

Estacioné el auto al borde de la carretera. Sabía que me arrepentiría de hacerlo, pero sería lo mismo si no lo hacía. Di una exhalación y bajé del auto.

Víctor entró al auto e intentó encenderlo, sin éxito. Me acerqué y pregunté si necesitaba ayuda. Sabía que la respuesta era obvia, pero en el fondo deseaba que me dijera que no y así poder irme con la conciencia tranquila, al menos había intentado ayudarlo.

Víctor salió del auto, chocamos miradas por un breve momento, para luego aceptar mi ayuda. Realmente estaba desesperado.

— Me quedé botado, no consigo encenderlo. ¿Traerás herramientas en tu auto? — dijo limpiándose las manos con un trapo.

— Sí, eso creo. Iré a verlas.

Volví con las herramientas y Víctor usó las que necesitaba, luego de varios intentos, el auto logró encender. Víctor agradeció por las herramientas y me las devolvió para luego cerrar el tablero.

— La verdad, no sé mucho de autos. Solo lo básico. Soy de los que prefieren llevar el auto al mecánico y que ellos se encarguen— dije sonriendo.

— No me sorprende, tiene sentido, solo eres un fotógrafo...

El comentario parecía despectivo, pero traté de no darle mucha importancia.

— No negaré ello. Tienes razón.

— Aun así, gracias por tu ayuda.

— De nada... Debió haber sido una ruta larga.

— Mi empresa da apoyo a un orfanato, hoy fui a visitarlos. Ya no puedo hacer mucho por ellos.

— No lo sabía.

— Hay muchas cosas que no sabes de mí— dijo arrojando el trapo con el que se limpió las manos, dentro de su auto— ¿Estás de salida?

— Sí, solo por unos días.

— Ya veo.

— Pues sí.

— Bonito auto— dijo refiriéndose al de Mario.

— Sí. Lo sé.

— Escucha Andrés...

El tono de su voz cambió, parecía como si intentara amenazarme o intimidarme, o talvez solo era la tensión del momento.

— ... Estás en todo tu derecho de juzgarme— prosiguió—, pero jamás entenderás los motivos de mis acciones. Somos de mundos muy diferentes. Tú conoces muy bien el tuyo, pero por mucho que lo intentes jamás lograras conocer totalmente el mío. Pero, lejos de los actos cometidos, te deseo lo mejor. Y respecto a Iraís, cuídala, por qué si la pierdes, será para siempre.

— Soy consciente de ello.

— Qué bueno. Me alegra que lo sepas.

Subió a su auto y se puso el cinturón de seguridad.

— Y Andrés...

— Qué...

— Maneja con cuidado.

Después de decirlo se alejó de mi vista. Eso último había sido algo extraño. Decidí no darle mucha vuelta y volver al auto. No era momento de sicosearme por un comentario al azar. Si eso era lo que quería conseguir, no le iba a dar el gusto.

Encendí el auto y avancé. A todo esto, podría decir que aún en la oscuridad hay un destello de luz, y aún en la luz hay un rastro de oscuridad. Nada es total en la vida.

Talvez juzgué demasiado rápido a Víctor, aun así, nada de eso justifica el daño que dejó en Alyssa. Sean cuales fueran sus motivaciones, ella no merecía todo ello.

Me entró una llamada, tomé el teléfono y revisé quién era. En un reflejo levanté la vista y un animal que no pude distinguir cruzó rápidamente la carretera haciéndome frenar en seco, justo antes de la intersección. Aquel animal se perdió entre los arbustos al cruzar. Unos segundos más y tal vez lo hubiese atropellado.

Traté de calmarme, me estaba poniendo paranoico, una extraña sensación de miedo empezó a apoderarse de mí. Respiré hondo y dejé de alimentar mi miedo con pensamientos negativos. Recogí el teléfono y devolví la llamada a Mario, encendí el auto y avancé.

El "Hola" de Mario se confundió con el sonido del claxon de un auto viniendo hacia mí por mi izquierda. Me había olvidado de lo básico al conducir. Mirar a los dos lados.

Todo ocurre en una fracción de segundos, la sensación de saber que estás a punto de perderlo todo es realmente aterrador, en ese momento no piensas más que en todo lo que dejas, todo lo que has hecho, todo lo que has sido.

La imagen empieza a distorsionarse, la luz comienza a disiparse, no podía sentir mi cuerpo, la sangre en mi cabeza reflejaba que no estaba bien. Quería gritar, pero el dolor en el pecho me impedía hacerlo. Sentía que el aire se me agotaba a cada respiro.

Debí ser más cuidadoso, debí haberte hecho caso Alyssa. Tal vez debí quedarme contigo. Mi visión se volvía más borrosa. Mis párpados se volvían pesados. El recuerdo de Alyssa invadió mi mente. Su sonrisa, su pelo, su voz. Memorias que dolían mucho más que el dolor en mi cabeza. Perdóname Alyssa, pero talvez no podamos vernos la otra semana por la mañana. Perdóname... Por no poder cumplir mis promesas... Perdóname... por dejar de luchar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro