🌼 XXIV

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Recién a la mañana siguiente, la carreta de los hermanos Fernández estaba regresando.

Los trabajadores se encontraban en sus labores matutinos cuando percibieron la llegada de los patrones, Nerina les advirtió a Ivonne y Cornelia que no pararan y que ella iría a recibirlos.

Rafael escuchó a los perros ladrar, así que se alejó un poco de la huerta para ver de quiénes se trataba. Sintió un alivio a esa ansiedad que no lo dejó dormir casi nada la noche anterior por no haber podido despedirse bien de David ese amanecer. 

Su príncipe ya había vuelto, ya podría atenderlo y saludarlo de nuevo.

El muchacho se acercó hasta la caballeriza para dejarla abierta y así ayudar a los señores. Una vez que estos estuvieron al frente, se detuvieron.

Esteban dio un empujoncito a David por el costado, y como si se hubiera este quedado dormido con los ojos entreabiertos, fue alertado a retomar su realidad. Suspiró cansado, se veía fatal.

Preocupado por el aspecto de David, Rafael fue hasta su lado de la carreta y lo ayudó a bajar.

—Procura acomodar todo, Rafael. Iré a dormir un poco —dijo Esteban luego de descender de un salto.

Sim, senh-...

Esteban dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la entrada trasera sin siquiera mirarlos directamente.

Rafael no tuvo tiempo de terminar su frase asintiendo, pero llegó a percibir una extraña energía entre los dos hermanos. Miró de nuevo a David, a su costado, derechito como si estuviera ido en un pensamiento.

—¿David?... ¿Você está bien? —El caballero tenía la mirada perdida, los párpados bien rojos y respiraba un poco agitado. Rafael estiró su mano hasta la frente del señor, estaba caliente. Abrió grande sus ojos—. Oh, David... Parece que tiene fiebre.

—Me siento un poco cansado nomás...

Rafael soltó aire nasal y negó con la cabeza.

—Voy a llevarle a su cuarto. Tiene que descansar al menos por hoy.

—No... Todavía...

—Vamos, David, no va a llegar muy lejos si se enferma más.

David ya no lo contradijo, solo asintió cerrando los ojos un segundo y moviendo la cabeza.

Se condujeron lento hacia dentro de la chacra.

Al llegar a la habitación, Rafael ayudó a David a desnudarse sin malicia alguna; buscó y le alcanzó su pijama para que se lo colocara; lo sentó en la cama y le soltó el cabello para peinarlo de a poco hasta desenredarlo; cuando el señor comenzó a bostezar más relajado, finalmente el muchacho lo acostó. Era evidente su debilidad.

David fue cubierto por Rafael, quien se sentó en el borde y empezó a acariciarle la frente.

—Gracias por cuidarme tanto... —susurró David.

—No agradezca. Cuando você se duerma, voy a traerle un paño mojado así mejora —Rafael sonrió cortito, pero seguía inquieto.

No sabía qué había pasado con David luego de separarse a las apuradas. Tal vez enfermó por acampar o el estrés de esa jornada lo había superado. Siendo lo primero, tenía su cuota de culpabilidad.

Quizá estaba arrastrando a David a hacer cosas muy impulsivas consigo. No le gustaba sentir eso, pero su intensidad en esa relación era innegable. Tendría que tomarlo como una advertencia para ser más precavido.

Se levantó para ir a agarrar los fósforos de la bandejita sobre el escritorio de David. Luego se acercó a la salamandra y con mucha paciencia pudo prenderla en tanto, con la voz casi apagada, David le indicaba cómo. El cuarto estaba helado.

Al terminar con eso, Rafael cerró las cortinas para confortar el ambiente.

Volvió hasta donde se había sentado apoyándose contra el espaldar de cama, y sujetó a David para que se acurrucara en su pecho y poder abrazarlo a gusto.

David inhaló profundamente y liberó el aire sin apuro, bajó sus párpados y comenzó a adormecerse por las tiernas caricias en el cabello que Rafael le hacía al rascar gentil.

—Amo eso... —murmuró David.

O cafuné?

—Sí... El cafuné, me gusta.

Rafael no paró de hacerlo, sus dedos se entrometían y se deslizaban tan a gusto en ese cabello rojizo de ángel que era un placer para él dedicarle esos mimos.

Sin embargo, su corazón martilló doloroso al ver que, sobre la sonrisa pequeña de David, algunas lagrimitas estaban resbalando. Levantó su mano libre y se dedicó dispersar la humedad que empañaba ese delicado rostro pálido.

Você debe estar realmente cansado... —dijo Rafael amargado—. Tranquilo, estoy aquí.

No era la primera vez que consolaba a un David quebrado recién llegado de trabajar, pero no dejaba de sentirse triste.

Quería que ese periodo terminara de una vez.

Cuando fue bienvenido en la chacra, si bien siempre hubo mucho trabajo, no se comparaba en nada a lo que ahora estaban viviendo. Por algún motivo lo estaban manteniendo en la estancia para no ir al campo, pero David volvía todos los días fatigado casi al extremo.

Hacía todo lo posible para ayudarlo y al mismo tiempo consolarse entre ellos para sentir un poco de felicidad entre tantos problemas.

Pero había veces donde Rafael solo tenía que quedarse quieto mientras David sollozaba hasta quedar dormido. Y, aunque esos eventos fueron contados con una mano, este de ahora le preocupaba más, ya que no solo se lo veía angustiado a David, sino que se sumaba el hecho de que su cuerpo finalmente se enfermó.

Pensó que ya estaba dormido, hasta que lo escuchó hablar muy bajo.

—Rafael...

—¿Qué pasa? —respondió en el mismo tono, pero más cariñoso.

—Todo está mal...

El muchacho sintió algo de miedo con esa frase, titubeó previo a preguntar:

—¿Qué cosa está mal?

—Todo... Todo en mi vida... —Rafael expuso una mueca desanimada, pensando en cómo contradecirlo. Pero David continuó hablando—. Aunque... sos mi excepción...

—¿Su excepción?

—Cuando pienso que todo está mal, con solo recordar que me querés, siento que todavía tengo un motivo para seguir soportándolo...

Rafael mordió su labio inferior y presionó ligeramente el abrazo.

Su corazón estaba tan alterado.

Eu te amo, David —dijo Rafael de pronto, y besó la coronilla de su ángel algunas veces mientras lo repetía—. No te olvides, eu te amo muito.

David no dejó de sollozar.

—También te amo... —farfulló ocultando la cara en el cuerpo ajeno, haciendo puño la mano que lo abrazaba por encima—. Quisiera que estés siempre junto a mí..., pero...

—Shh, voy a estar. Siempre voy a estar, lo juro.

Interrumpido de esa forma, David no tuvo el valor de mantener la plática, y se dejó confortar hasta que sus lágrimas se detuvieron sellando sus pestañas.

El mundo de los sueños le ganó, se dejó vencer.

Luego de que los señores despertaron, Esteban anunció que quería que cenaran todos juntos en la mesa grande.

El estrés del trabajo parecía estar contagiando a cada uno en la chacra, pero una cena así tenía que ser por algún motivo en especial, así que principalmente las féminas de la estancia se encontraban entusiasmadas.

Esteban se sentó en la punta de la mesa, al lado Nerina. Se sentaron los empleados a los costados. David fue el último en acomodarse en el otro extremo, tenía el cabello húmedo por recién salir de bañarse y todavía se notaba cansado.

Rafael trató de no ser muy obvio con su mirada, pero simplemente estaba preocupado.

—¿Te bajó la fiebre? —consultó Esteban en un tono serio.

David asintió con la cabeza sin decir nada.

Ante esa pausa, Nerina acotó:

—Qué alivio, David... —Luego se dirigió al resto—. Entonces, vamos a agradecer a Dios por los alimentos.

La gente juntó las manos al centro por el acto religioso. No era costumbre de nadie hasta que Nerina comenzó a pedirlo.

Cuando los demás cerraron los ojos, Rafael abrió uno para espiar a David.

Lo encontró allí tan desorbitado, sin rezar, sin gratitud a nada. Mirando la distancia corta entre la vajilla y él.

Le recordó a ese aspecto de girasol marchito de hace unos meses, y se le anudó el corazón de solo pensar que algo muy malo había pasado nuevamente.

Nerina terminó de orar y todos comenzaron a comer, excepto David que apenas cuchareó los porotos.

Hablaban poco y el ambiente era extraño. Como si, en vez de juntarse a celebrar algo, las caras de los jefes no inspiraban alegría alguna para los empleados y solo estaban esperando el momento de un anuncio impactante.

El cubierto hizo tintinear la copa de Esteban y voltearon a mirarlo.

—Bueno, ¿cómo comenzar? —Nerina le sonrió ladina y empática. David estaba cabizbajo. Los empleados totalmente expectantes. Esteban suspiró—. Verán, Cornelia, Ivonne y Rafael... Las cosas en esta estancia y los terrenos, principalmente los que les pertenecen a David, estuvieron en crisis durante mucho tiempo y... estamos llegando a un límite. Así que, decidimos los tres, tanto yo como mi esposa y mi hermano, tomar prioridad de ustedes y no abandonarlos en estas reformas.

Ivonne abrió grande los ojos, miró a Cornelia quien tenía un rostro rígido de pronto, y luego a Rafael a quien se le veía asustado. Decidió tomar la mano del segundo por debajo de la mesa y sostenerla fuerte. Rafael la apretó también.

—¿Qué tipo de reformas? —se animó a preguntar Cornelia.

Esteban se inclinó hacia el frente para mirarla mejor.

—Nosotros dos tenemos que volver a Montevideo, y David tendrá que encargarse de liquidar bienes y viajar mucho, no podrá estar casi en la chacra, por lo tanto, no podrá administrarla como antes. Así que ustedes no podrán seguir trabajando acá.

—¿Cómo que no? ¿Qué va a pasar con nosotros? —Ivonne sentía la cara arder y la nariz picar.

—Para no dejarlos abandonados y sin trabajo, llegamos a un acuerdo. Ustedes tres vendrán a Montevideo con nosotros. Tendrán el mismo trato que aquí y otros compañeros. Así que no tienen que preocuparse.

—Mas, si nosotros nos vamos y... David se queda... —El labio inferior de Rafael temblaba y no pudo evitarlo, incluso si quedaba como «poco hombre» frente al mayor, su mirada se aguó a punto de lagrimear—. ¿David quedará solo?

Resignado, tras oír la voz del muchacho, el pelirrojo bajó más la cabeza.

—Por un tiempo sí. Hay mucho trabajo por hacer y David estará muy ocupado como para seguirnos. Así que durante algunos meses... nos tendremos que despedir de él.

—¿No hay manera de que yo me quede a ayudarlo? —De pronto, Cornelia miró a David sin ser correspondida por este—. David, nunca me he separado de vos desde que volviste, chiquillo. Puedo serte útil, no necesito una paga...

—Eso no es justo, Cornelia —Nerina la interrumpió y la mayor se giró hacia ella—. Usted es parte de la familia Fernández hace muchos años. Merece un trato digno. Dejarle sin paga a la deriva en una chacra que de a poco quedará vacía y que apenas tendrá alguna que otra visita de David, sería ruin.

—Pero...

—Cornelia, si te quedaras, solo preocuparías a David. Incluso, si siguieras trabajando con paga, él no podría darse el tiempo de hacer las cosas tranquilo porque tendría que volver a atenderte y abastecerte para que vivas durante los días de su ausencia —agregó Esteban provocando un gran suspiro en la mujer.

—Entiendo... Solo sería una molestia... Qué tristeza —exclamó Cornelia soltando el cuchillo y tenedor al perder al apetito—. Yo que ya tenía mi piecita aquí, bueno. Puedo superar eso, pero... ¿Irme sin David después de todo este tiempo? Señor David... ¿No puedo?... Es que, ¿ni siquiera puedo acompañarlo? —se dirigió por último a él, pero no tuvo mirada alguna de respuesta.

—Lo siento mucho por eso, Cornelia, sé que quiere mucho a mi cuñado. Pero le aseguro que estará cómoda en nuestra posada —dijo Nerina comprensiva.

—¿De verdad nos tenemos que ir sin el señor David? —cuestionó Ivonne, notando cómo Rafael aflojaba su mano a la vez que su rostro demostraba una angustia profunda.

—Es porque... ¿se atrasó mucho cuando fuimos para Francia? —preguntó Cornelia, dándose una idea de cómo estaban las cosas.

—Eso más otros asuntos que venían desde antes —afirmó Esteban—. No se preocupen, si David se ocupa de las cosas por sí solo terminará más rápido, y pronto podremos volvernos a encontrar. Lamentablemente, que quede gente en la chacra sería un estorbo para él ya que no podrá ocuparse como siempre. Además, después de todo, este lugar también tendría que venderse... ¿Verdad, David?

De contestación, escucharon el raspón de la madera de la silla contra la baldosa.

—Provecho —David salió del comedor dejando a todos en un turbado ambiente.

—Discúlpenlo. Debe estar sensible —alegó Esteban.

El siguiente sonido similar fue producido por Rafael, que no se importó esta vez en meter alguna excusa. Simplemente rodeó la mesa y salió tras su patrón.

Todos lo entendían. Creyendo que había una gran admiración o suponiendo un enorme pecado, comprendían que David y Rafael necesitarían procesar lo ocurrido.

Rafael golpeó repetidamente la puerta de David, y cuando este la abrió apenas, el primero empujó irrumpiendo en el cuarto. Cerró y colocó la llave desde adentro.

Entonces, por fin, Rafael pudo fijarse directo a los ojos de David, con todo el cuerpo flaqueando y una expresión suplicante que pedía que lo que acabó de escuchar en esa tortuosa cena fuese una mentira.

—David... No es cierto, ¿verdad? —masculló, la mandíbula le tiritaba.

El caballero alzó la vista, borrosa por las incontables lágrimas y terminó asintiendo con la cabeza.

—Te... Te juro que... trabajé todo lo que pude para evitarlo... Día y noche desde que llegué... Pero no lo logré... Hay una montaña de deudas y mis estrategias de mercado no fueron útiles... Yo lo arruiné todo... —la voz se le hiló al final y sus manos acunaron su rostro hecho agua.

Rafael se pasó la mano por la frente, incrédulo todavía. Sencillamente no podía creerlo.

Todo venía tan bien entre ellos... Y ahora así sin más se desplomaba como si hubiera sido lo más frágil del mundo.

—Entonces... ¿Yo también me tengo que ir?... ¿D-después de estar tanto tiempo separados? —Era inaudito.

—Lo arruiné... Intenté hacer de todo, pero sabía que no podía lograrlo. Yo... de verdad quería quedarme acá con vos... —David se sentó en la cama, rendido sobre sí mismo, dejando ahora caer el llanto sobre su propio regazo—. Soy un fracaso, Rafael... Perdón... No quería lastimarte así... Yo quería seguir viviendo acá con todos... Con vos, con Cornelia, con Ivonne... Ustedes son mi familia, pero no pude mantenernos unidos.

El moreno se acercó de pronto a su lado y lo abrazó con fuerza, comenzando a lagrimear aun si ponía el ceño tosco para aguantarse. David se aferró a él también y su cuerpo reprodujo un reconocido ritmo de tristeza.

Eu sé, eu vi... Você hizo todo lo que pudo... —susurró en el oído ajeno y llenó de besos la mejilla derecha—. Mas, no puedo, no puedo creer que tenga que separarme otra vez de vos... No es justo...

David no respondió, porque no tenía palabras para consolarlo. Ambos estaban destruidos emocionalmente.

La distancia de nuevo como el mayor obstáculo y el silencio obligado por no poder objetar su amor abiertamente en la dichosa cena como excusa para mantenerse unidos.

El tiempo tan dulce y corto a la vez, era el villano que disfrutaba sacarles la golosina de la boca para hacerlos llorar como niños.

Era terriblemente injusto.

Rafael sobó la espalda de David intentando calmarlo, intentado saber qué podría decirle...

¿Qué decir cuando el reloj amenaza tan cerca?... Solo algo que proyectara un futuro donde este ya hubiese corrido lo que tenía que correr.

Ya que su presente era lamentable, pensar en lo que vendría quizá podía consolar a David.

Rafael respiró hondo.

—David... —empezó a hablar suave—, cuando você esté más libre con el trabajo, y por fin pueda acomodarse en un lugar, mándeme una carta, dígame cómo está... Así yo sé que puedo buscarlo...

David alzó un poco la mirada, sorprendido por el comentario que fue como un bálsamo para su quemante dolor...

Era como si Rafael siempre supiera qué decirle para encarar la vida de una manera menos angustiante.

—¿Vas a querer volver a esperarme?

Rafael negó con la cabeza, pero sonrió para que las lagrimitas se deslizaran espontáneamente por sus mejillas.

—No, pero no tengo otra opción. Te amo y si tengo que volver a esperarte por otros ocho meses, o un año o dos, ya no importa... —explicó resignado de amor—. Mi corazón ya es tuyo. Eso no va a cambiar, así que tendré que esperarte todo lo que sea necesario... ¿Está bom?

La pena en el rostro de David se disipó breve por una expresión de ligereza. Entrecerró los ojos y llevó sus manos a los costados de la cara contraria. Se acercó para encajar inclinando la suya en un acto sutil.

—Rafael, quizá en el futuro cambies de idea sobre mí y ya no me quieras esperar, pero...

—Imposible, ya dije que te amo...

—Lo sé, pero... —insistió, Rafael calló para escucharlo entonces—. Si nos volvemos a encontrar... ¿Al menos podés prometerme que vas a tocar algo especial para mí en la guitarra? Agasajaría mi corazón por la eternidad, y pase lo que pase, sería capaz de vivir el resto de mis días solo por eso.

Y Rafael se tomó tres pares de ritmo cardiaco antes de responder:

—Prometo que voy a hacer una canción solo para vos.

Los espasmos en su espalda se advirtieron por completo. Se quejó tristemente y reclamó un desesperado beso que David correspondió con el mismo sufrimiento.

Esa noche, entre lágrimas, entre preguntas dolorosas con lastimosas respuestas, hicieron el amor. Y guardaron en ese pequeño fuego de sus pechos un atisbo de esperanza, deseando volver a encontrarse cuando toda la heredada burocracia de David terminara.

Este capítulo se llama "La economía argentina haciendo de las suyas en cualquier época (?)".

Espero les haya gustado y tengan ganas de más ;u; les quiero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro