30 de septiembre / 1930

Mi madre ha muerto esta mañana. El medico vino un par de horas después, dijo que su corazón debió de detenerse mientras dormía.

Murió en paz, como siempre quise.

Confieso que no fue la mejor madre. Me tuvo el mismo año que padre murió y fue tan fría conmigo. Mis hermanos dicen que me olvidó un día entero dentro de mi cuna y que no lloré hasta que el hambre debió haberse hecho insoportable.

Tengo la teoría de que siempre supo que había algo malo en mí. Algo perverso. Había días en donde desquitaba sus penas conmigo. Agarraba lo que tuviese al alcancé y jugaba a tiro al blanco. Supondrás quien era el objetivo.

Creo que esto nunca te lo dije, pero una vez escapé de casa. Me fui por una semana entera y regresé sin una bota y un raspón en la mejilla. Me golpeó tanto esa tarde que no pude caminar al día siguiente. Luego solo fingió que nada había pasado y me compró un par de botas nuevas.

Empiezo a pensar que soy masoquista, siempre huyo de lo que me lastima... pero terminó volviendo irremediablemente, como contigo.

En la tarde viniste a darme el pésame, estabas llorando a mares y me hiciste sentir mal. Porque yo no estaba triste. Debiste de pensar que era un monstruo por no derramar lagrimas en nombre de mí madre muerta.

Si tan solo supieras que por ti crearía un océano completo.

Jimin, oh Jimin.

Me ofreciste un abrazo y lo sentí tan corto. Me habría encantado quedarme pegado a ti el resto de mi vida.

Al final del día me quede solo y aquí sigo. Añorándote.