Capítulo 3 ❅

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¡Hola, amores! Me interesa muchísimo saber desde dónde me leéis y cómo habéis llegado a mi historia. Yo os escribo desde Ayrshire, en Escocia. ¡Espero que os guste el capítulo!


Capítulo 3

Collin Witt no era un violador y, al igual que nunca había tenido relaciones con alguien que no quisiera tenerlas, jamás lo había hecho con una mujer a la que él no deseara. Y ese no iba a ser el día en el que eso sucediera por primera vez.

El hombre se quedó observando la cama durante un momento, sabiendo que a la joven criada le habría costado un enorme trabajo formar esa maravilla de sábanas, colchas, almohadones y cojines azules, todos colocados perfectamente los unos sobre los otros. Casi le dio pena deshacerlo, pero con un gesto decidido tomó la colcha y la retiró por completo de la cama.

Edith lo contemplaba, enarcando una ceja con evidente confusión dibujada en el rostro. Esta solo se incrementó en el momento en el que él, sin pensarlo dos veces, sacó un cuchillo de campo de su elegante pantalón dorado y cortó con un movimiento firme un par de centímetros en la yema de su dedo pulgar. Varias gotas de sangre resbalaron rápidamente por él y Collin se aseguró de que todas cayeran en un lugar determinado de las sábanas blancas. Conocía la corte, lo primero que harían al día siguiente sería preguntar a los criados sobre las sábanas o, incluso, pedirles que se las mostraran. Sabía que su deber esa noche era tomar a Edith, pero no pensaba hacerlo, ni esa noche ni ninguna otra.

Lo hablarían con calma, llegarían a un acuerdo. Sus familias esperaban herederos, por supuesto que lo hacían, pero ya habría algún modo de dárselos cuando llegara el momento.

—Debes de estar cansada después de la ceremonia. Ha sido un día largo —murmuró Collin al darse la vuelta. Utilizó el pañuelo de su bolsillo para cubrirse el corte y lo apretó sobre su dedo.

Ella tan solo asintió con la cabeza, con los ojos muy abiertos. Comprendía lo que su esposo acababa de hacer y lo que eso significaba. Era un rechazo inesperado, Edith llevaba meses escuchando los consejos de su madre y de Nadine sobre esa noche. ¿Y para qué? Para que su marido fingiera haberle hecho el amor cortándose el maldito dedo pulgar.

—Te dejaré sola para que descanses. Buenas noches.

Ante sus narices, Collin se dirigió al balcón y abrió la puerta con cuidado. Estaban en la primera planta de la casa y había enredaderas recorriendo las paredes exteriores. No le resultó difícil salir de ahí, deslizarse hasta la planta baja del edificio y desaparecer sin cruzar ni una palabra más con ella.

Edith, aún sorprendida y dolida, suspiró. La joven se sentó sobre la cama con evidente desgana y gruñó por lo bajo. ¿Qué demonios acababa de suceder, en apenas un minuto? Con aire ausente se deshizo de las molestas pelucas, dejando suelto su larguísimo cabello negro. Introdujo esos anteojos, que no necesitaba, en un cajón seguro y se quitó las capas de ropa que tanto le habían apretado las carnes durante todo el día. Libre por fin de todo este disfraz que para ella era eterno, la joven se introdujo en el agua caliente de esa bañera que Nadine había preparado para ella y para su esposo. Dejó que el agua desentumeciera cada centímetro de su piel y suspiró de gusto cuando mojó su cabello y retiró el absurdo maquillaje de su rostro, dejando ver una piel suave y blanca, con unos labios voluptuosos y con un tono rojizo natural. No sabía si culpar a Collin de haber salido corriendo, al fin y al cabo, ni siquiera había querido tener la oportunidad de verla tal y como ella era. Y Edith había estado dispuesta a mostrárselo, incluso sin conocerlo bien, incluso sabiendo todo lo que eso traería consigo.

Paseó sus dedos por la piel de su cuello, bajando por el pecho y el abdomen plano. Había esperado que fuera él quien lo hiciera esa noche. Maldición, llevaba años enamorada de Collin: lo había visto en cada fiesta, en cada reunión, en cada celebración. Recordaba observarlo cuando él tenía quince o dieciséis años: con el cabello rubio y brillante, los ojos verdes, rasgados, y el mentón cuadrado y masculino. Todos esos rasgos se habían intensificado con los años y, ¿ahora? Era el hombre más guapo que jamás hubiera visto, estaba segura de esa afirmación.

Ella tenía siete años menos que él y hacía ya casi cinco que había comenzado a esconderse, a vestir de forma extravagante, con sus enormes anteojos y las pelucas más horribles de todo Londres. Sus hermanos se habían reído de ella al principio, luego habían sentido vergüenza y, finalmente, pena. Su madre... su madre no entendía por qué, siendo tan hermosa, prefería adornarse con tan poco gusto. Tan solo Nadine conocía su secreto y, esa noche, también lo habría hecho Collin de haber permanecido allí con ella.

Pero ahora comprendía que no sería una buena idea, que era mejor que las cosas sucedieran así. Él no la encontraba atractiva y, por eso, había decidido hacer de su matrimonio una farsa. Edith había visto a los hombres ahí fuera. Se volvían locos intentando conseguir una mirada suya, una sonrisa. Y sabía que Collin habría sido igual, solo uno más.

—Te has casado conmigo por mi dinero y mi apellido —dijo en voz baja, en la soledad de la habitación—, y me habrías hecho tuya solo por mi belleza.

Con un gruñido, de enfado, Edith tomó aire y se sumergió completamente en la bañera. Seguiría escondiéndose de Collin como lo hacía del resto del mundo. Era mejor así.

Hola, amores. Os he dejado una foto de Edith sin maquillaje en multimedia.

Es un capítulo muy cortito, ¡¡pero muy pronto tendremos más!! He tenido unos días un poco locos porque me mudé a mi casa nueva hace solo un par de meses y esta semana, por fin, he conseguido que mis amigos de Edimburgo vengan a visitarme!

Nos vemos en el próximo capítulo, creo que lo subiré el domingo.

Mil besos


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