Una mañana entre la niebla

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Nunca volveré a criticar los "clichés" de las películas de terror.

Parece que algunos de ellos pueden suceder en la vida real.

La siguiente narración es 100% real, me ocurrió esta mañana...

Esta mañana salí temprano de casa, había mucha neblina, recuerdo haber pensado burlonamente, "oh no, estoy en Silent Hill", ignoraba que ese comentario sería profético y que viviría mi propia experiencia de supervivencia de horror.

Subí en mi auto, un viejo Toyota, pero hasta ese momento confiable como ninguno, siempre arrancaba al primer intento, hiciera calor o frío. Antes de arrancar el motor, distinguí unas siluetas aparentemente humanas entre la niebla dirigiéndose hacia donde yo estaba. No le di más importancia. Giré la llave, sin pensarlo puse la transmisión en "D", solté el freno esperando ponerme en movimiento y nada: el motor no había encendido, lo que me dejó perplejo. Levanté la vista y pude reconocer mi error, que las siluetas que creí humanas eran en realidad: ¡TESTIGOS DE JEHOVÁ! Y se dirigían justo hacia a mí. Y lo peor, no eran 2 o 4 como siempre acostumbran andar, no, eran al menos 10. Todos sabemos que es fácil lidiar con zombies en pequeños números (siempre y cuando no sean de los que corren, y la verdad, jamás he visto a un Testigo de Jehová correr), pero esto era una verdadera horda. Volví a girar la llave con dedos temblorosos por la angustia, el motor giró unas cuantas veces pero NADA, tampoco arrancó. Miro de nuevo al frente y las siluetas ya están a unos 15 metros de menguante distancia. Intento de nuevo, esta vez el motor parece que arrancó, pero antes de poder respirar con alivio, tiembla, cascabelea, salta, y se apaga de nuevo. Un vistazo más y las siluetas ya están a unos 8 o 7 metros. Otro intento con el motor, mismo resultado. Justo como en las malas películas de terror. Ahora puedo ver claramente las caras de ellos, a escasos 5 metros, ya sin niebla de por medio: esos rostros que delatan que alguna vez fueron humanos, pero con esas miradas vacías, sin brillo, clara indicación de que sus mentes dejaron de funcionar por sí mismas, que perdieron toda noción de individualidad y se unieron a una especie de "mente colmena" colectiva.

Oh el horror...

Creí que ya había perdido todo, pero intenté una vez más. Mi corazón oprimido, mis pulmones paralizados, como queriendo retener la última bocanada de aire que tendrían. Y ¡Oh alivio! después de sostener la llave en ignición por unos segundos, el motor al fin se mantuvo en movimiento. Justo cuando estaban ya sobre mí. Pude ver como el más próximo acercó su mano a la ventanilla con la intención de dar golpecillos con los nudillos, su boca se abrió y comenzó a formar una frase con una voz monótona, cacofónica.

—Tiene un momento para hablar de nuestro señor Jes... —Pisé el acelerador y me alejé a toda velocidad.

Aún me tiemblan las piernas al recordar esto. Desearía que hubiera sido solo un sueño, pero no lo fue. Un segundo más y ahora podría estar repartiendo Atalayas vistiendo un traje y corbata baratos, muerto en vida para siempre.

LJCS

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