Epílogo

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Por si no les regalaron nada el día del niño, tomen el último capítulo y gocenlo 7w7

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El objetivo de localizar al séptimo pecado fue logrado, así como lo fue su inevitable perdida. Lo peor fue cuando poco después de que Elizabeth lograra descansar por los siguientes dos días, sus recuerdos llegaron repentinamente, causando una enorme decaída en el capitán, misma que lo llevaron a actos se pudieron haber evitado, peleas que no debieron darse y separaciones dolorosas. Sin embargo, las líneas del destino se acomodaron y sus acciones establecieron nuevamente la paz entre los clanes.

La batalla final fue un éxito para los pecados, así como la boda que se dio en Lionés. Elizabeth y Meliodas se unieron en matrimonio después de una larga pelea contra una maldición perpetua y eterna.

Aquellos amantes que ahora se encontraban en la privacidad de una habitación del castillo antes de partir para dar inicio a su nuevo viaje como lo simples mortales que sus sentimientos predeterminaban. No dejarían pasar ni un minuto más antes de que terminara la celebración en el salón de fiesta para buscar la privacidad que tanto anhelaban.

Besos insaciables, manos inquietas, corazones eufóricos, mejillas rojas, cuerpos cálidos... un sentimiento prevaleciente, era lo que se necesitaba en esos momentos para saber en qué erótico momento se habían sumergido.

Aquel hermoso vestido blanco quedó tendido en el suelo al igual que una camisa, una corbata y un saco blanco; pies entre tropiezos contra una pared. Las manos de la diosa memorizaban el pecho y torso de su amado demonios, arañando ligeramente su piel suave, demostrando su hambre entre ese beso que había empezado hace unos segundos hasta sacarle el aire.

—¿Estás segura de esto?, puedo esperar un poco más si aún no estas lista. — su aliento indago en su cuello níveo, sus manos inquietas acariciaban los costados de sus grandes pechos aun cubiertos por la brumosa tela del corsé blanco. Una tentación no mirar esos grandes montículos suavemente apretados, resaltando ante su lujuriosa mirada como una invitación a probarlos.

—Después de 3.000 años, no creo querer esperar más. — musito abrazándose alrededor de su cuello, su barbilla acunada entre sus senos, escuchaba el latir nerviosos de su corazón —Cumple la promesa que le hiciste a la princesa y por fin hazme tuya por completo. — un sonrojo se apodero de su tez, sus brazos no hicieron más que descender por su espalda buscando esos molestos broches posteriores que seguramente la asfixiaban. No podía esperar a verla de cabeza a los pies sin nada de tela de por medio.

—Siempre lo fuiste, solo el caprichoso destino nos quería separados. — su voz se tornó más grave, sus mohines besaron el área descubierta de su pecho escuchando su respiración agitarse.

Los pequeños ganchos de la tela que se ajustaba a su cintura fueron desprendiéndose de poco a poco dándole más libertad a la albina de respirar en jadeos, hasta que la tela cayó entre ellos al suelo. Meliodas solo subió por su cuello, sus manos apretaron su trasero apenas cubierto escuchándola respingar con cada caricia.

—Meliodas... — sus ojos chocaron, sus labios ansiosos no se hicieron esperar a entrelazarse, hambrientos y deseosos. Sus caderas se juntaron, el tomo la parte posterior de sus muslos y los elevo de modo a que lograra rodear su cadera con esas largas piernas —Hmm... — podía sentir su erección firme en su zona húmeda, su corazón retumbaba en los oídos al sentir que la acostaba en la cama fría.

Jadeantes se soltaron de ese beso, intenso y húmedo, ojos nublados de excita con, las inquietas caderas de la princesa logrando pequeños movimientos sutiles contra su bulto escuchando un ligero gruñido.

—Eli... — uso sus ante brazos para elevarse sobre ella, observándola tan deseosa con sus labios hinchados —Si quieres parar en algún punto, dímelo. — no le dio tiempo a su respuesta y se lanzó a su cuello para morderlo y saborearlo.

—¡Ah! — ladeo su cabeza para darle un mejor acceso, sus dedos lo atrajeron un poco más a su cuerpo mientras su otra mano tanteaba los músculos de su espalda tan fornida y apacible. No iba a negar que cada vez que lo veía andar sin su camisa o cuando esta quedaba hecha trizas por las batallas nunca esperaba el momento para "curar" sus heridas, simple excusa para verlo y tocarlo. Ahora lo tenía a su antojo, podía tocarlo deliberadamente.

El blondo encima bajaba con toda la paciencia y a la vez ansioso por llevarse esos botones rosados a la boca. Su gusto por tocar los senos de su mujer ya no tendría restricciones, podría tocarla como siempre lo deseo; con suavidad, estimularla, probarla. No tardo mucho para llegar al punto que quería, tenía frente suyo aquel pezón erecto rodeado en una aureola rosada, sería como degustar la cereza de un pastel.

—Ngh, Meliodas. — la punta de su lengua torturo el botón en círculos, lo presionaba y volvía dibujar círculos. Sopló sobre él y posteriormente se lo llevo por competo a la boca para succionarlo como bebé, cerrando los ojos para complacer el resto de sus sentidos, escuchar los maullidos de la albina solo lo ponían más duro e impaciente —Mel... Meliodas. — la segunda mano amaso el otro pecho; los apretó, pellizco su pezón, lo estimulo en círculos con el pulgar.

—Ghh. — jadeo, pues esta se frotaba más insistente en su longitud marcada bajo su pantalón —Elizabeth — ¡dios! sus gemidos solo la enternecían a la vez que prendían una emoción gratificante en su interior.

¿Qué había de diferente? Él, sin duda. En sus sueños, ese Meliodas solo se saciaba y complacía ese hueco en su corazón con actos morbosos, solo llenaba un espacio con ilusiones y satisfacción carnal; sin embargo, su verdadero demonio, el que estaba encima suyo la adoraba, no se apresuraba, sus caricias eran suaves y gentiles como muestra de lo mucho que espero por ella. Besaba cada centímetro de su piel, solo él lograba excitarla y enamorarla al mismo tiempo.

—Te amo, Eli... — murmuró contra su pecho izquierdo, besando a la altura de su desenfrenado corazón palpitante antes de mirarle a los ojos y sonreírle con ternura.

Sus pálidas y temblorosas manos atrajeron su rostro a ella para catar nuevamente ese dulce sentimiento entre sus labios, ignorando las lágrimas de felicidad que se acumulaban en esos ojos zarcos.

Apretó sus caderas, masajeo sus muslos, trazo círculos entre sus piernas; jadeaba contra su boca, adoraba sentir sus manos inquietas en su espalda tanto como en sus brazos y que le encajara las uñas.

—No me hagas esperar. —Murmuro lamiendo su labio inferior. Sus manos descendieron por su cuerpo para tirar de la cremallera del pantalón, ansiosa por sentirlo finalmente. —Por favor...

Meliodas tomo un poco de distancia de su cuerpo ladeando su sonrisa. Algo titubeante, primero se deshizo de la última prenda de la princesa para dejarla completamente desnuda. La admiró de pies a cabeza, relamiéndose los labios.

—Estas algo impaciente... — se burló ligeramente inclinándose de modo a que su rostro quedara en su vientre. —No quiero lastimarte, así que déjame prepararte.

—¡¡Aah!! — un grave gemido salió de su garganta al sentirlo tentar su entrada. Encorvo un poco la espalda, los labios del rubio succionaban un camino hasta su monte venus donde se detuvo dejando sus dedos acariciar su punto de placer. —M-Meliodas...— siseo.

Los ojos esmeraldas se enfocaban directamente en sus expresiones dejando sus dedos explorarla, quería conocer lo que le gustaba, lo que le hacía gritar y gemir su nombre, memorias sus adorables expresiones y muecas; no se detendría hasta conocer su placer por completo.

Introdujo un dedo dentro de ella trazando pequeños en su interior, provocándole un cosquilleo en su vientre y calentando sus mejillas. Vociferando que no se detuviera movió sus caderas a su ritmo consiguiendo más de una súplica.

—Supongo que con eso bastara... — lamio su dedo empapado ante la mirada avergonzada de la diosa que al contrario de desagradarle solo calentó la situación. Meliodas rápidamente se deshizo de sus prendas inferiores quedando al descubierto encima de la albina. —Si te lastimo dímelo en seguida. — tomó la base de su miembro y lo guio en la hendidura de su mujer mezclándose con sus fluidos.

—Ngh... — cerro los ojos algo nerviosa mordiendo su labio fuertemente. Su esposo se detuvo al percatarse de esto. Sonrió.

—Elizabeth... — el alzo su barbilla para perderse en sus azules titubeantes. —Relájate. — besó detenidamente sus labios rosados, su mano zurda acaricio su mejilla y los cabellos en un intento de calmarla. En cuanto la princesa cedió, empujo su cadera de modo a que entrara en ella de una estocada.

—¡Meliodas! — el aludido se quedó quieto dejando que se acostumbrara a su tamaño. Un pinchazo ataco sus siete corazones al ver aquellos vidriosos ojos.

—Lo siento... ¿estás bien? — sonó preocupado.

—Perdón, es que... estoy feliz... — una pequeña curva adorno con sus labios para tranquilidad del demonio. Cuidadoso, salió de ella y entró nuevamente escuchando un jadeo de su parte. Volvió a imitar la acción apretando los dientes, conteniendo sus impulsos por embestirla con fuerza, pero aun sufría incomodidad, dejaría que su cuerpo hablara solo.

—Aah... — aceleró un poco el ritmo. Su cuerpo terminó de relajarse por completo, sus caderas pedían más de él en la manera en que las contoneaba y abrazaba su cintura con sus largas piernas.

—Agh, Eli... — uno de sus brazos se posó en la cabecera y la otra sujeta en su cadera para impulsarse más, saciando sus cuerpos.

—Más... ¡Más Meliodas!... — suplicó en un alarido. El golpeaba dentro de ella en su punto exacto que la hacía temblar. —Aah, así...

Temblaba, jadeaba, sudaba, gemía... La vista de su miembro entrando y saliendo de ella era delicioso, escuchar las suplicas de su mujer junto el sonido resbaladizo de sus cuerpos uniéndose era magistral. Era una emoción, la adrenalina era igual o mejor comparado como cuando era un vil demonio, la diferencia era que esto le hacía suspirar y derretirse en ese amor.

—Oh dios, Elizabeth. — aceleró sus embestidas sujetando una de sus piernas para alzarla sobre su hombro buscando entrar más profundo.

—Aaaah... Voy a... Hmm. — sus ojos lagrimeaban, las olas de éxtasis sucumbían su cuerpo junto a las sábanas que cubrían la cama, sus manos rasguñando sus hombros fornidos.

—C-Córrete... ¡Aah!, hazlo mi amor... — gruño en su oído dando una larga lamida en su mejilla roja a la vez que buscaba su manojo de nervios, frotándolo rápidamente logrando que sus caderas convulsionaran.

—¡¡¡Meliodas!!! — arqueo la espalda, sus uñas se enterraron en la carne de su espalda, su boca soltó un último alarido a la vez que sus piernas temblaban con violencia, empapando las sábanas debajo de ella.

—Eli... Eli... ¡¡¡Elizabeth!!! — no tardó mucho para que este la acompañara en un orgasmo, terminando por llenar su interior con su esencia. No se preocupó por esto.

Soltaba fuertes bocanadas contra la piel blanca de su cuello dando un pequeña ultima estocada antes de salir de ella totalmente agotado. Se dejó caer al lado de ella en un suspiro.

—¿Estás bien? — la abrazó por la cintura escondiéndose entre sus pechos como niño temeroso buscando escuchar el palpitar de su corazón desbocado. Podría arrullarse con esa melodía.

—S-Si... — jadeo tratando de ocultar su sonrojo y recuperar la compostura. Solo esperaba que nadie los hubiese escuchado.

Una mirada de pillería adorno el rostro del demonio, un fugaz recuerdo le vino a la cabeza. Ahora que era completamente suya y sin ninguna maldición de por medio, que mejor que compensarle todo ese tiempo perdido.

—Oye, ¿crees que me puedas contar de esos sueños que tuviste? — la albina le dedicó una mirada bochornosa.

—¿Qué ganas avergonzándome así Meliodas?

—Solo quiero cumplir cada una de esas fantasías, ¿no te parece excitante? — se abrazó a su cintura desnuda tanteando el lóbulo de su oreja consiguiendo que se estremeciera. —Vamos, tenemos este vieje y toda una vida por delante para intentar todas.

—Hum, bueno...— vacilo un poco. —Hay una en d-donde...— ¿Cuál escoger? Todas fueron tentadoras. —Hay una en donde usas a Lostvayne y usas a tus clones físicos.

—Interesante. — arqueo la ceja con emoción. —Nunca lo había pensado, pero ahora que lo dices no puedo a esperar a intentarlo. ¿Sabes?, nunca me imaginé que fueras una princesa no tan inocente y realmente me gusta... — la mujer se sonrojo. —Me pregunto cómo me complacerías habiendo cinco Elizabeths.

—No cambias Meliodas. — rio en bajo admirando las esmeraldas perversas de su marido.

—Solo por ti. — besó fugazmente sus labios antes de levantarse de la cama sin importarle en cubrir su desnudez. —Espero que tengas energía, nuestros hijos no se hacen solos. — dicho esto tomó a Lostvayne, dispuesto a cumplir la fantasía de su mujer y, con suerte poder cumplir su capricho de tener un primogénito con aquella diosa.

—¡¡Meliodas!! 

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Y con esto doy por terminada esta historia erótica (para mi gusto) Estoy segura que lo disfrutaron, malditos pecadores XD

No se pierdan las curiosidades de este libro que seguramente les sorprenderá lo que hice para llegar a esta historia :v

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