Un momento en el Baño

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Aun no se acostumbraba a tomar duchas de esa manera, pero no podía quejarse, después de todo era lo que había. No estaba en posición para exigir su enorme tina con litros de agua tibia o un jabón lujoso de olor a jazmines, el pecado de la ira había hecho lo más a su alcance para su comodidad personal, aunque pensara que las rosas combinaran mejor con ella.

Como costumbre, después de colgar su pijama en una rama que sobre salía de la pared del baño y esconder sus bragas sucias, se sentó sobre el banco de madera empezando a tomar uno de los baldes de agua y echarse en líquido cristalino encima. Soltó un suspiro ante el tacto helado, sintiendo su piel erizarse. 

Temblorosa, tomó un poco de jabón y empezó a distribuirlo por su cuerpo, de modo a que creara una ligera espuma en su cuerpo.

Lavó su largo cabello plateado de raíz a punta, teniendo cuidado, asegurándose que no se crearan nudos. Prosiguió con su cuerpo, comenzando un masaje de cuello hasta descender a sus senos, sintiendo como estos reaccionaban a los leves frotamientos.

Su curiosa mirada azul observó esto algo pensativa; recordó la manera en que el capitán solía tocarla burlonamente, una tentación muy estimulante como indagador. Solo sería un roce.

Cuidadosa envolvió uno de sus senos por el costado, apretándolo lentamente imaginándose manos ajenas. 

—Ahm...— soltó un suspiro sonrojándose levemente. Volvió a repetir la acción, esta vez apretando ambos pechos haciéndola jadear alto.

Tapó rápidamente su boca al percatarse de su descuido; él estaba al otro lado de la puerta junto al escurridizo porcino, podrían escuchar el más mínimo sonido morboso y sería demasiado vergonzoso para explicar. Lo menos que quería era levantar el ego del rubio, temía que solo se burlara ante su ansiedad sexual. ¿Qué pensaría Meliodas?, solo la toca un par de veces y ya está como hembra en celo.

Continúo tallando el jabón en su parte inferior, provocando espuma a lo largo de sus piernas, finalizando con sus pies. Una vez lista, tomó otro de los baldes y se lo hecho encima, retirando de poco en poco el jabón, dejando a su paso el exótico olor a rosas a medio florecer.

Mientras terminaba de retirar toda la espuma, su mente, inquieta y pecaminosa, aun le recordaba con lujo de detalles su sueño con el capitán, era como una molesta gripa que se negaba a marcharse; se sonrojó al sentir la familiar presión entre sus piernas, una presión jodidamente incómoda como seductora a sus deseos carnales.

Cayendo a los pies del calor de su cuerpo, llevó su mano izquierda a su boca para evitar paso a los sonidos mientras la derecha se deslizaba lentamente a su entrepierna; separó sus muslos dejando el acceso a su centro húmedo y no por el agua.

Las yemas de su dedo índice y medio acariciaron la parte exterior de su feminidad, tensándose en el acto. El ritmo cardiaco se aceleró, no sabía exactamente que hacer o como empezar, pero el momento bochornoso la hacía actuar casi impulsivamente.

—¡Mhg!...— gimió en voz baja cuando deslizó de arriba a abajo, manchándose con sus fluidos. Acarició la protuberancia hinchada y suplicante; arqueo la espalda abriendo un poco más las piernas por inercia, haciendo un trabajo más vehemente y frenético, complaciendo su flor. 

Su corazón bombeo agitado, las mejillas se tiñeron al rojo abrazador, su mente nublada imaginaba que quien la complacía era el pecado de la ira; lo imaginaba soltando roncos gemidos en su oído ante el sonido morboso a la vez que mordía su cuello, dejando un rastro ardiente.

—Meliodas— mordió fuertemente su mano evitando soltar un gritillo cuando sintió la corriente emerger en su vientre, su cuerpo se volvió ligero perdiendo la noción del tiempo; faltaba poco... solo un poco más y lograría ceder, sin embargo...

—¿Elizabeth?— sus manos detuvieron repentinamente sus movimientos en un abrir de ojos en un estado aturdido.

—¡¡Kya!!— ante la sorpresa, cayó de espaldas del banco, su talón tumbo la otra cubeta que usaría para terminar de asearse, dejando que se regara en el suelo.

—¡Elizabeth!, ¿qué fue eso?, ¿estás bien?— se escuchó la voz preocupada del oji verde al otro lado de la puerta; el grito acompañado de ese golpe lo había alertado.

Adolorida, se levantó del suelo quedando en cuclillas. Una señal de alerta le invadió al ver la puerta abrirse, pues el rubio no había recibido respuesta de su bienestar; rápidamente tomó la toalla blanca para tapar su desnudez de los ojos curiosos de ambos varones al verla tan nerviosa sobre el frío suelo.

—¡Señor Meliodas!, ¡Hawk!...— titubeó  —Yo...— la verdusca mirada recorrió el pequeño desastre de la oji azul. Ingenuamente pensó que solo había sido uno de sus tropiezos, aunque... aún se mantenía cuestionándose, ¿por qué sentía que lo llamaba?, era como si lo necesitara para algo, o quizás eran otras de sus alucinaciones. La maldición lo tenía muy estresado.

—¿Por qué no me dijiste que te falta agua, Elizabeth?— su mano pasó por sus cabellos plateados donde aún quedaba un poco de espuma de jabón. Su cuerpo se puso rígido ante la sonrisa burlona de este —Hawk, ve por más agua— ordenó a lo que este negó repetidas veces.

—Ve tú, flojo. Si te dejo con ella en esas condiciones tu no dejaras pasar la oportunidad— soltó un bramido sobreprotector. Conocía bien la mente perversa del rubio, en cualquier parpadeo ya estaría sobre ella haciéndole quien sabe cuántas cosas.

En un bufido indiferente, Meliodas se adentró al baño, pasando de largo al lado de la albina para tomar el cubo de madera, jugueteando con este mientras soltaba silbidos. 

—Hmm... ya vuelvo—

La pobre princesa se mantenía aun roja de vergüenza, dándose mil golpes de sermones ante su imprudente acción de masturbarse con la cercana presencia del dueño de esos pecaminosos deseos. Muy tonto de su parte.

[...]

Terminó su baño gracias a la generosa ayuda del rubio, logró retirar lo poco que faltaba de enjuagar para terminar, vistiéndose con su habitual uniforme de la taberna, dispuesta a empezar con sus labores e intentar distraerse de su exquisita distracción.

Recién bajó por las escaleras vistiendo una sonrisa cálida a sus compañeros que reposaban perezosos sobre las mesas.

—Buen día a todos— alzó su mano siendo correspondida sin ánimos por King y Diane, Gowther ni atención prestaba al saludo, sin embargo, el zorro codicioso entrecerró los ojos.

—Ehh...Princesa, ¿qué le pasó en la mano?— señaló la mano alzada. Elizabeth vaciló al ver la clara mordida que se marcaba firme en su mano zurda. ¿Qué iba a decir?, ni se había percatado de la fuerza que uso en su mandíbula para callar sus gemidos.

—Esto, yo no...— el curioso líder de los pecados tomó de imprevisto su mano para examinarla.

—Qué raro, no lo tenías esta mañana—  comentó con un mohín sospechoso antes de mirarle retadoramente, como si supiera que le ocultaba algo —¿Cómo pasó?— la albina tragó duro, ¿ahora qué?

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Les dije que esta estaba lleno de puro lemon o lime...

¿Les digo algo?, ya tengo siete capítulos con un lemon diferente, siendo este ultimo el mas... ¿eh?, no sé como describirlo... de solo pensarlo me dan escalofríos :v

Ignorando lo anterior, ¿Qué les pareció el capítulo?. Nuestra Elizabeth es toda una pervertida al igual que todos ustedes que leen esto >:3

En fiiiin, ¿que les pareció el capítulo?

On well, gracias por leer.

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