Capítulo 38

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Cuando la alarma de mi móvil suena, abro los ojos para mirar el techo de la habitación un momento. Christian está aferrado a mi cadera y su respiración caliente me hace cosquillas en la piel.

— Christian, despierta — Muevo su hombro — Me estás babeando la panza, ¡Christian!

— ¿Qué dije? — Levanta la cabeza y puedo ver su cabello alborotado.

— No dijiste nada, tonto, digo que te levantes porque se va a hacer tarde y quiero desayunar.

Resopla con fuerza pero se levanta de la cama y sale de mi habitación en boxers. Decido dejarme la camiseta, así que solo me pongo los jeans y los tenis para salir del departamento.

— ¿Por qué la maldita prisa? Nada emocionante pasa por las mañanas.

— Tengo un horario qué cumplir, a diferencia de ti que últimamente no haces nada. ¿Por qué ya no tocas el piano?

— Me aburro — Encoge sus hombros — Además, nadie presta atención a esa hora de la mañana.

Lo sigo hasta el ascensor y luego hacia su auto. Me subo en el lugar del copiloto, pero él espera hasta que me pongo el cinturón de seguridad para encender el motor.

— ¿Eres algún loco de la seguridad? — Me mira con el ceño fruncido.

— ¿Te molesta tanto ponerte el jodido cinturón? ¿Quieres ponerte en riesgo?

— No, claro que no, es solo que tú pareces exagerar todo.

— ¿No habíamos hablado ya de esto? Soy adorablemente protector.

— E irritante.

Me ignora mientras conduce porque obviamente no quiere distraerse del camino, así que enciendo la radio en alguna estación solo para llenar el espacio silencioso.

Tarareo un par de canciones antes de que él estacione en la calle de siempre y entramos al restaurante por la puerta del personal.

— ¡Buenos días! — Saludo a los chicos cuando paso.

— Buenos días Ana — Escucho la voz de Kim, y uno que otro Tomatito.

— ¡Te escuché! — Gruñe Christian señalando a Cole.

— ¿Quieres dejar de pelear? — Ruedo los ojos — Es muy temprano para que discutas.

Tomo un plato grande de la pila que acaba de salir del lavavajillas y recorro el estante de la fruta fresca para servir mi plato con algo de yogurt y cereal.

— Come algo más — Christian pone un panecillo en mi plato — Comer solo fruta no te hace bien.

— No he dicho que solo vaya a comer eso.

Digo, pero él me ignora y quita las rebanadas de piña de mi plato para ponerlas en el suyo. Cuando lo miro, él señala el sartén con tortillas de huevo y tocino.

— No quiero eso — luego señalo otra charola — ¡Quiero eso!

Deslizo tres hot cakes en mi plato y antes de que pueda ponerles mermelada de fresa, el odioso chico ya los ha retirado de mi plato.

— Es mucha harina, y azúcar.

— ¡Christian! ¡Es mi desayuno! ¡Tú no me dices qué comer!

Dios — se ríe Kim — Si así son ahora, no los quiero imaginar en 20 años.

Mierda.

Christian me provoca y ahora estamos peleando como idiotas en medio de la cocina, con los chicos riéndose de nosotros. Qué vergüenza.

— Bueno — Dice mi odiosa compañía — Espero que en 20 años ya haya aprendido a alimentarse correctamente y no tenga que seguirle llamando la atención.

— ¡Agh! — chillo y me voy hasta la oficina — ¡Chico idiota! ¿Quién se cree? ¿Con qué derecho viene a...?

Me interrumpe cuando entra a la oficina con una charola en sus manos y la deja en el escritorio frente a mi.

— Come.

Señala y dejo de refunfuñar porque tengo hambre. Veo un pequeño tazón con fruta picada, yogurt natural y granola. Una pieza de pan tostado integral y un solo hot cake con un poquito de mermelada de fresa. Un vaso de leche y jugo de naranja natural complementan el desayuno.

— ¿Tú elegiste esto?

— Si, ahora come.

— ¿Ahora eres nutricionista? — Me burlo.

— ¿Quieres dejar de hacer tantas jodidas preguntas y comer? No mates a mi pequeño Otto de hambre.

Muerdo el pan tostado para evitar decirle alguna estupidez, sobre todo porque insiste con lo de los nombres extraños. Sale de la cocina y regresa con una charola identica a la mía, pero la de él lleva delicioso café.

— Te odio — Gruño cuando él le da un sorbo a su taza de café.

— Lo sé, ahora come o voy a alimentarte yo mismo.

Lo miro con los ojos entrecerrados, pero la verdad es que estoy demasiado hambrienta como para discutir con él. Termino mi desayuno y por fin puedo ponerme manos a la obra en los pendientes.

No es trabajo, solo revisar los inventarios y hacer los pedidos del faltante para que no afecte la continuidad del servicio. Después de hacer algunas anotaciones para Mía, dejo el papel en el escritorio y salgo para buscar a Christian.

— ¿De verdad? ¿Entonces cuántas horas duermen en realidad?

Escucho su voz en un rincón de la cocina y lo encuentro recargado en la encimera junto a la parrilla. A su lado, Kim revuelve un sartén y contesta.

— Recién nacidos duermen mucho, pero despiertan cada dos horas mas o menos.

— Mierda, eso debe ser cansado.

¿Están hablando de bebés?

— Lo es, pero conforme crecen van tomando siestas cada vez más largas.

— ¿De verdad? ¿Cuánto tiempo tenía tu hija cuando durmió, digamos, 6 horas seguidas?

— No recuerdo bien, pero tal vez 4 meses o más.

— ¿Estás bromeando? ¿Cuatro jodidos meses sin dormir?

— No te quejes, idiota — Se ríe Kim — Tú ni siquiera lo vas a alimentar, solo tendrás que dárselo a Ana para que lo haga.

— ¡Pues si, pero voy a tener que estar despierto! — Se queja — Aunque no duermo mucho, pero no imagino 4 meses de eso.

— Y espera a que se enferme, no vas a poder pegar un ojo en toda la noche.

— Mierda — Susurra y se pasa las manos por el cabello — Bueno, una cosa más. ¿Lo de la cuarentena es real? ¿40 días sin nada...?

Idiota.

— Después del parto te va a odiar, aunque eso dicen todas — Se ríe Kim — Tendrás suerte si te deja volver a acercarte.

— Eso no es problema — Christian sonríe con arrogancia — Soy irresistible, por eso está embarazada.

— ¡Christian! — Chillo para que cierre la maldita boca de una vez.

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