Capítulo 7

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El alfa quedó petrificado a centímetros de la puerta. ¿Quién podría irse después de ese beso? Volvió a quitarse los zapatos y se dirigió con velocidad a la habitación del blondo.

—Jimin, ábreme la puerta, por favor. —No hubo respuesta—. No voy a irme al trabajo hasta que no me abras.

Un par de segundos de silencio pasaron y una voz tímida y baja se escuchó desde el interior.

—No es justo, no voy a permitir que llegues tarde por mi culpa, lo sabes.

—Así como tampoco es justo que me beses sin previo aviso y salgas huyendo. ¿Tan malo fue?

—¡No, para nada! —El alfa sonrió con ternura por la respuesta rápida y sincera—. Fue... maravilloso.

—Entonces, ¿por qué corriste? «¿Me recordaste?». —La mitad de la interrogante quedó atrapada en sus pensamientos.

La puerta se abrió y la cabeza tímida de Jimin se asomó antes de dejar salir todo su cuerpo.

—No lo sé... —Se contrarió ante su propia realidad—. Yo... soy una persona horrible. —Rompió en llanto.

—Pequeño, claro que no lo eres, ¿de dónde saca esas ideas la persona más dulce del mundo? —Lo estrechó entre sus brazos y le acarició la cabeza.

—¡Sí, lo soy! —afirmó—. Has sido tan maravilloso conmigo todo este tiempo, y yo no puedo dejar de pensarte, de desearte de maneras impuras. Hoy es mi último día aquí, pensé que lo soportaría, me marcharía y te olvidaría; pero fue todo lo contrario.

»Mi cabeza me dice que no debería seguir aprovechándome de tu buen corazón, que sentirme así es una equivocación. Sé que después de mi operación me iré de tu vida para siempre y, aun así, quiero aferrarme a ti con todas mis fuerzas, porque hay algo aquí —golpeó varias veces en su pecho—, que está creciendo descontroladamente. ¡Es un error!

—¿Crees que fue un error haberme besado?

—¡Sí, lo es! Pero, me muero por volver a hacerlo y...

Los labios de Jungkook sobre los suyos hicieron a Jimin enmudecer y derretirse.

—Ahora navegamos juntos en el barco de los pecadores —le dijo al separar sus labios—. Yo también moría por esto. Y lo haría una y mil veces porque te deseo como no te imaginas. —Observó los labios del omega y se relamió—. Pero debo ser paciente. Debemos. Hablaremos sobre esto a mi regreso, ¿está bien?

—De acuerdo —asintió el rubio, con un reflejo esperanzado en su mirada y el rubor acrecentándose en sus mejillas.

El alfa lo besó en la frente e hizo uso de toda su fuerza de voluntad para ponerse de pie e irse al trabajo, en lugar de devorarlo a besos. No deseaba seguir viendo a Jimin como una aventura, algo en su interior se lo confirmaba. Debía ser paciente y darse una oportunidad diferente, dársela al eterno amor desconocido del joven en su departamento; una distinta a las que le daba a esos con quienes compartía solo un par de noches y erróneamente también le ofreció a Jimin en el pasado, lo que había experimentado el último par de semanas le corroboraba que valía la pena.

Suspiró aliviado en su auto, la posibilidad de que Jimin hubiese recuperado sus recuerdos y esa hubiese sido la causa del beso lo aterraba, a la vez que provocaba cierta expectación y ansias. Deseaba decirle tantas cosas, pero, pensándolo detenidamente, ¿encontraría las palabras correctas? ¿Llegado el momento, las hallaría? ¿Cuáles eran? Estar a menos de veinticuatro horas de la cirugía trajo la incertidumbre de la reacción y memorias del rubio al despertar de ella, trajo nuevas interrogantes a su mente, hizo emerger el pensamiento de ese sentimiento tan anónimo para él como el propio Jimin lo había sido hasta hacía apenas tres meses atrás.

Entre dudas y posibilidades, preocupaciones y expectativa, terminó su día. Regresó a casa, muy a su pesar casi al anochecer, las reuniones en la editorial no solían demorar, pero justo ese día habían coincidido demasiadas cosas. Compró una sopa de verduras ligera para la cena de Jimin.

Subió en el elevador componiendo la sonrisa más serena que su mente le permitía, pero todo se derrumbó al entrar a su hogar.

—¡Jimin! ¡Santo cielo, ¿qué ha sucedido?! —Dejó caer todo y corrió desesperado hacia él.

En el suelo, inconsciente, con una expresión de sufrimiento en el rostro y sus manos lastimadas sosteniendo el espinoso tallo de una rosa blanca a la que parecía haber arrancado los pétalos violentamente, estaba Jimin, rodeado del resto de las flores, también carentes de su radiante belleza por el maltrato, que debieron formar el hermoso arreglo que el alfa había encargado para entregárselo al joven cuando despertara. La intención era transmitirle su conocimiento respecto al remitente de su perfumado regalo de cumpleaños, así como el gran agradecimiento por el hermoso y considerado detalle, incrementado por el valor sentimental que supo tenían esas flores para Jimin.

Un gran valor sentimental... Pero, también un doloroso recuerdo.

«Por qué... ¿Por qué precisamente esto, de todo lo posible, tuvo que ser el detonante?».

Se armó el desmadre. El próximo capítulo será el último.

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