Capítulo 19: Tojgamnih - Nostalgia.

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De camino al almacén, Lania se dio cuenta de los nervios de Anais al mirar hacia su nuevo collar. Aquello hizo que la cazadora sonriera con suavidad, recordando la verdad que fue una simple aprendiz de su arma, aparte de muchas verdades ocultas que poco a poco fue descubriendo.

En este caso la situación era igual, Anais apenas aprendía con sus poderes y la verdad que la rodeaba, pero aun con ello sabía lidiar las situaciones con madurez o actuar con un gran valor como ocurrió en la pelea. Capaz Podía adaptarse rápido a esos inconvenientes si se preparaba lo suficiente, pero debía de tener en cuenta que no todo iba a salir como deseaba y que siempre tenía que estar lista, daba igual que posibilidades.

—¿Qué es lo que sabes del universo, Anais? —preguntó Lania con calma, escuchando el crujir de las hojas que había en su camino.

—Muy poco, por no decir que recién estoy entendiendo vuestros términos y todo esto de tener un poder —explicó Anais.

—¿Sabes como funciona un arco o el uso de energía? —preguntó Lania.

—No...

Lania suspiró con paciencia para luego mirar desde la lejanía el almacén. Frenó sus pasos, provocando que Anais la imitara.

—Entrenaremos aquí, voy a enseñarte todo lo que aprendí como cazadora, así que estate atenta —le pidió Lania.

—¡Entendido!

El día era soleado sin que el viento las interrumpiera, por lo que sería un día genial para poder practicar el tiro con arco. Lania ponía sus manos en sus caderas, para al final, con un suspiro relajado, invocar su arco en un gesto suave hacia el suelo, apareciendo en su mano derecha un guante dorado seguido de su arco que iba formándose gracias a las luces que se movían con encanto y cuidado.

Anais miraba esto con gran asombro, viéndose el brillo detrás de sus ojos.

—Veamos Anais, ¿qué debes de tener en cuenta cuando disparar? —preguntó Lania.

—Uhm, ¿no dudar? —respondió Anais, dudosa.

—Esa es una de las primeras bases que tienes que tener en cuenta, dudar hace que el enemigo tenga más ventaja sobre nosotros, en especial contigo, que eres una arquera de apoyo, no de ataque —explicó Lania.

—¿Apoyo? —repitió Anais.

—Los arqueros de apoyo ceden su energía que les sobra de su cuerpo, la generan sin querer y por ello deben desprenderla de su cuerpo, ayudando a sus compañeros o disparando al enemigo con una energía que sea negativa para su cuerpo —respondió Lania.

—Oh, creo que voy entendiéndolo, mi rol es ayudar desde lo lejos, no atacar, ¿verdad?

—Puedes atacar con tus flechas, pero te es mejor apoyar a los aliados, sobre todo a Andrea porque necesitará tu ayuda en combate y dudo mucho que se separe de ti —aclaró Lania mientras miraba su arco con seriedad—. Los arqueros de apoyo son seres que deben gastar su energía, sino es posible que empiecen a desangrarse.

—¿C-Cómo? —preguntó Anais, preocupada.

—Al tener tanta energía, no son capaces de mantenerse de pie por el cúmulo que no expulsan. Cuando desangran, normalmente es por la boca, nariz, orejas... Creo que me entiendes —respondió Lania, mirando a otro lado con sus ojos sin querer entrar a muchos detalles—. El asunto es que, si sangras, es porque expulsas esa energía que contienes.

—Ahora entiendo por qué me sangraba tanto la nariz, y me sigue pasando —murmuró Anais, sorprendida.

—Eso es porque contenías poder y no lo liberabas —contestó Lania con una sonrisa suave—. Hay casos excepcionales, a veces los arqueros ven conveniente guardar la energía para usarla bruscamente en situaciones de emergencia.

—¿Cómo por ejemplo?

—No sé de muchos casos específicos, en mi caso soy una arquera de ataque, lo habrás visto porque puedo mantener una batalla contra gente como Mikuro o Andrea —respondió Lania—, pero, si mal no recuerdo, hubo casos muy especiales donde los arqueros de apoyo eran capaces de revivir a sus compañeros, curarlos a todos en medio del combate, regresar al pasado de una forma temporal y miles de milagros.

Anais abrió su boca con asombro.

—¿¡En serio?!

—En tu caso es un tanto complicado porque no hablamos de la energía de los cazadores, sino de un ángel guardián que te acompañó desde pequeña. No sé bien como lograste expulsar esa energía sobrante, incluso puede que la expulsaras sin querer con algún gesto que podría considerarse como suerte o coincidencia.

Anais se quedó a cuadros ante esa información, temblando por un momento mientras sus ojos le enseñaban un pasado que no podía dejar atrás. Aquel día cuando se quedó sola en las calles oscuras de su ciudad, siendo rodeada por aquel grupo de adolescentes que no tenían consciencia de sus acciones.

¿Ese día liberó su poder sin querer?

Negando con suavidad su cabeza, Anais miró a Lania con más decisión. Si ya desde joven pudo hacer algo así, entonces sería capaz de ayudar a los suyos, más si era entrenada por Lania.

—Entonces mis flechas son para ayudar, pero, ¿cómo? —preguntó Anais.

—Varía mucho, hay flechas energéticas, le permite al usuario recibir más fuerza para poder frente a según que situaciones; flechas curativas, mediante el tiempo que está incrustada en el cuerpo del usuario, retira las heridas y la flecha se corrompe hasta desvanecerse; flechas de resistencia, donde el usuario aguante a golpes que podrían romper sus huesos u órganos... —recordó Lania mientras ponía su mano izquierda en la barbilla—. Hay flechas que son explosivas de efecto.

—¿Cómo? —preguntó Anais, interesada.

—Sí, flechas que, al lanzarlas al aire o suelo, explotan y dejan un efecto en una gran área a su alrededor, a sean flechas de lo que te he dicho o elementales —explicó Lania.

—¿Y cuántas categorías hay en los arqueros? —preguntó Anais, curiosa.

—Ataque, apoyo, defensa —respondió Lania, calmada—. Los más inusuales son los de apoyo, mientras que los de defensa son más comunes seguido de los de ataque.

Anais puso su mano derecha en la boca mientras soltaba un ligero ruido de intriga.

—Debes de tener en cuenta que todo esto podrás hacerlo si con Hertian mantienes una comunicación correcta, el arco es parte de él, cede su poder a ti y te ayudará en todo momento, a su vez tú también generas una energía, pequeña, pero la tienes —continuó explicando Lania.

—Entiendo —murmuró Anais, cruzando sus brazos.

—Ahora, teniendo eso en cuenta, la pregunta que te hice al principio tiene mucha más importancia. —Lania, ante esas palabras, se giró para mirar hacia las ramas de los árboles—. Debes aprender a apuntar con eficiencia, velocidad, sin dudar y con valor. Sé que eres una persona que le cuesta estar tranquila cuando todo se vuelve caótico, pero no puedes esperar que todo esté planeado, siempre habrá algún inconveniente.

—En ese sentido no soy como mi hermana —murmuró Anais, avergonzada.

—Tampoco podemos irnos al otro extremo, hay que ser conscientes de la situación, no como tu hermana que a veces no piensa lo que hace —explicó Lania mientras miraba las ramas—, aunque admito que en el entrenamiento controló muy bien sus acciones cuando te vio.

—Porque no quiere hacerme daño, eso lo sé muy bien —respondió Anais, a lo que Lania la miró de reojo—. Es lógico teniendo en cuenta que somos hermanas, pero Andrea me admitió que, aunque me comportara mal o tomara un camino equivocado, le sería duro decirme unas palabras dolorosas o que, si ya la hiciera daño, ella me lo devolviera.

—Ya veo... —murmuró Lania, moviendo sus ojos hacia el suelo, sintiendo un horrible escalofrío en su espalda al recordar a su hermano.

—Al principio no hice caso, pero viendo la situación y teniendo en cuenta que una diosa que controla mentes... —murmuró Anais, preocupada, siéndole difícil seguir con sus palabras.

—Entiendo bien ese sentimiento, Anais —habló Lania con la mayor calma—, pero ante eso es lo que nos enfrentamos muchas veces. Se bien cómo te sientes, he tenido que vivirlo, pero al final no me ha quedado otra que hacerlo frente y mantenerme firme, aunque muchas veces deseaba llorar sin parar y hacerme daño por el sufrimiento que le hice pasar a mi hermano.

Anais levantó su rostro con sorpresa para luego bajar sus ojos, sintiendo la duda y el temor en sus gestos. Lania, con calma y una sonrisa suave, volvió hablar con paciencia:

—Pero debes seguir delante de alguna forma, ¿o es que acaso dejarás que esa diosa te torture y mate poco a poco? —Anais, ante esa pregunta, negó de inmediato—. Claro, eso es lo último que queremos, por ello estamos aquí para entrenar y luchar hasta el final.

Lania, fijándose a su alrededor, apuntó hacia las ramas mientras se concentraba. Anais se fijó en cada uno de los gestos que ejecutaba la mayor, como tensaba el arco, como generaba la energía... todo lo necesario para poder imitarla y aprender las bases del tiro con arco. La admiración era reflejada en el rostro de Anais al ver como la energía se canalizaba en la mano derecha, la concentración que tenía Lania para luego, soltar la energía.

La flecha fue directa hacia una de las ramas del árbol, logrando destrozarla y que esta cayera al suelo. Aquello dejó fascinada a Anais, mirando la rama que había caíd y luego a Lania.

—Esto, obviamente, no se consigue de un día para otro, pero sí con mucho entrenamiento y pasión —explicó Lania con una sonrisa suave—. Te enseñaré lo mejor que sé, pero no pienses que conmigo sabrás todo, soy una instructora para que aprendas lo más básico, pero quiero que tú sola busques y entrenes.

—Siempre he hecho eso —aseguró Anais, confiada.

Lania se creía que Anais fuera alguien que siempre deseara saber todo lo que tuviera en sus manos, sabía que siempre quería tener la solución o la respuesta cuanto antes. Saber aquello hacía que Lania sintiera orgullo, dejando que los recuerdos del pasado la inundaran.

—¡Huxar Lania! ¡Kuxa ulu klxa huxarlx! —¡Vamos Lania! ¡Se que lo puedes conseguir!, animó una voz, una que Lania reconocía bien.

—¡Pexo ix huxamu, Lleida —¡Pero es muy difícil, Lleida!, gritó Lania. nerviosa.

—¡Huxo xonfío! —¡Yo confío en ti!, gritó Lleida con emoción.

Lania sonreía con pena al recordar su juventud como cazadora pura, como era rodeada de tanta gente que poco a poco fueron sus amigos y como estableció una bonita amistad con Lleida, su instructora.

«Eso es el pasado. Eso ya no existe, no ahora», pensó Lania con calma, negando con su cabeza para mirar a Anais quien estaba con el arco en sus manos, agarrándolo torpemente.

—¿Qué es esa forma de agarrar el arco? —preguntó Lania.

—N-No sé. Pensé que sería cómodo —respondió Anais, avergonzada.

—Mira, es mejor que pongas este brazo así.

Lania, con cuidado, dirigió la posición de los brazos de Anais con sus manos. Indicando con suavidad, posicionó el brazo derecho para luego ver que el izquierdo se acomodó solo.

—Bien, el otro así, perfecto. —continuó Lania, bajando la mirada para ver que las piernas de Anais estaban muy tensas al igual que sus hombros y brazos—. Relaja tu cuerpo, así no consigues nada.

—E-Entendido.

—Respira, no hace falta aguantar la respiración —indicó Lania.

—¡Sí!

—Los brazos, Anais —recalcó Lania, a lo que Anais lo corrigió de inmediato—. Bien, buena posición, espalda recta. —recordó, y Anais afirmó con su cabeza, su rostro era serio y seguro, mirando directamente hacia una de las ramas que había en los árboles—. Ahora demuéstrame que tan buena eres apuntando con esa vista tan desarrollada.

Anais respiró hondo, manteniendo esa misma pose como le había indicado Lania, pero le costaba mucho disparar, como si por un momento dudara. Sus brazos temblaban como gelatina y Lania tenía claro que si ponía tensa una vez más le sería difícil disparar, por ello intentó instruirla una vez más, pero una presencia de colores azules aparecería al lado de Anais.

—Veo que Hertian también tiene la experiencia —susurró Lania con una sonrisa.

Hertian corregía su postura con cuidado, no era la mejor de todas, pero al menos pudo disparar la flecha azul a una gran velocidad hacia la rama. Acertó, pero no consiguió romperla, aunque Anais no le tomó importancia porque ya era un gran logro soltar aquella flecha.

—Esa no es tu única rama —avisó Lania—, tendrás que romperla como hice, recuerda lo que te he dicho.

—¡Sí!

Lania se acercó a Anais para entrenar a su lado para que aprendiera y viera como se tenía que colocar los brazos y piernas. Anais observó con detenimiento y poco a poco fue corrigiendo esos pequeños fallos que tenía.

Siempre que disparaba, aparecía ese ángel que lograba mejorar un poco más su postura, con sus brazos intentaba dirigir la flecha y disparar, consiguiendo que su puntería y fuerza fuera mejor.

Mientras entrenaban, Lania sentía una calidez extraña en todo su cuerpo, ver como Anais le metía su empeño hacía que recordara a su juventud una vez más, una tan torpe donde no sabía nada de la verdad que la rodeaba.

—¿Kaxej Lania? Jobvrenxu due uxgés xete xawihu —¿Sabes Lania? Me sorprende que estés aquí en este camino —admitió Lleida—. Gu cewato ejgá et em xatyo uotbabio —Tu hermano está en el bando contrario, recordó, preocupada.

—Mo jé, ej due eoo a vubiliuabme —Lo sé, es que voy a purificarle, aseguró Lania, provocando que Lleida la mirara asombrada.

Lania sabía que sus palabras eran arriesgadas al querer algo así, purificar a su hermano no era fácil, más si los dioses de su planeta observaban las acciones que tomaban sus cazadores. Lleida, su instructora, sabía que esa misión era imposible,

—Ge hoyuyhbé uot mo due jeh Te ayudaré con lo que sea, prometió Lleida.

Pero, aun así, Lleida la acompañó aun sabiendo que era arriesgado, aun sabiendo que era incumplir las normas de los dioses. Lania jamás entendió los motivos de Lleida en querer ayudarla, solo veía ese rostro lleno de amabilidad y cariño, uno que jamás olvidó Lania... Al igual que esos días donde discutía con su hermano.

—¡Deberías haberme dejado morir! —chilló Zarik, enrabiado.

—¡No! ¡Eres mi hermano! ¡Jamás te dejaré solo! —gritó Lania con lágrimas en sus ojos mientras invocaba su arco.

—¡De nada va a servir, olvídame de una maldita vez!

A día de hoy, Lania sabía que Zarik se arrepentía de sus palabras y acciones, llegando a este punto donde la purificación parecía ser una misión imposible para Zarik, mientras que Lania luchaba sin importarle la dificultad.

Al menos podía agradecer que Zarik se diera cuenta de sus fallos, que en el momento que llegaron al código 006, le prometiera algo que jamás olvidaría:

—Trataré de ser un Hunx neutro —prometió Zarik mientras ajustaba la capucha de su cazadora—. Ahora que los oscuros borrosos no están aquí y vi la verdad... Intentaré cambiar, pero no prometo que sea fácil, Lania.

Palabras que hicieron brillar su corazón herido.

En el otro lado, dentro del almacén, Zarik veía como Roxy, con una espada de madera en sus manos, practicaba todo lo que le había enseñado. Los gestos bruscos y poco firmes de Roxy hacían que Zarik soltara de vez en cuando una risa suave, dándose cuenta que iba a ser complicado entrenarla al no tener unas bases sólidas.

Aun con ello Roxy no se rendía nunca, seguía practicando mientras hacía caso a los consejos de Zarik, mirándole con atención para luego imitarle, o al menos eso intentaba porque muchas veces caía al suelo con un sudor notorio en su frente o cuello, respirando cansada.

—¿Cómo conseguiste tú ser así de fuerte? —preguntó Roxy, mirándole de reojo.

—Años de entrenamiento, Roxy —respondió Zarik, sentándose a su lado.

—Pero me decías que tu entrenaste solo un año, ¿cómo es posible eso? —preguntó, intrigada.

Zarik bajó la mirada de sus ojos por un momento, soltando un suspiro largo.

—La forma en como nos entrenaban no es la misma que te estoy dando yo ahora —admitió Zarik.

—¡Entonces enséñamela! —exigió Roxy, a lo que Zarik negó con su cabeza.

—No soy un desalmado como ellos, Roxy, menos contigo.

La adolescente abrió sus ojos en asombro, viendo por un momento como los ojos de Zarik mostraban un dolor que solo él ocultaba. Arrepentida y sin saber bien que decir, rascó su cabeza con cierta vergüenza.

—Lo siento...

—No es tu culpa, Roxy, no sabías nada de como nos entrenaban —respondió Zarik con calma.

—Ya, pero creía que aun en el consumo del mal, os enseñaban las cosas con paciencia y calma —admitió Roxy.

—Ahí se pedía rapidez y fuerza, si no lo tenías, te maltrataban hasta que perdieras la consciencia, murieras... o demostrabas ser más fuerte que ellos —explicó Zarik.

Detrás de esas palabras había una historia que Zarik solo fue testigo, sentía como las heridas de su espalda empezaban a tomar vida una vez más, provocando que cerrara sus ojos mientras mordía sus labios con rabia, escuchando la voz de aquel instructor —si es que se le podía llamar así—, que siempre se burlaba de él.

—¡Te veía más fuerte, Zarik, no un llorica! —se burlaba Lec mientras cortaba la espalda de Zarik, ejerciendo la fuerza necesaria para torturarle—. ¡¿Vas a seguir recordando a tu hermana y llorar por tus decisiones?! ¡Penoso!

Esos días Zarik aprendió a que el silencio era suficiente y que las miradas junto a las acciones lograban intimidar más. Logró ser un cazador que para muchos de los presentes les causó admiración, caso contrario para él.

—¿Zarik? —preguntó Roxy, viendo que no reaccionaba a sus palabras.

—Estoy aquí —murmuró Zarik, mirando de reojo a Roxy—. Estaba a mis cosas.

—¿Estás bien? —preguntó Roxy.

—Sí, tranquila —respondió mientras se levantaba del suelo—. Por cierto, Roxy, saltando a otro tema, ¿sabes algo sobre la espada con vida que creaste en el mercado?

Aquella pregunta hizo que Roxy mirara a otro lado con sus ojos, sintiendo el temor en sus manos temblorosas.

—Sí, pero... no creo que os haga mucha gracia saber que es —respondió Roxy con una notoria preocupación.

Zarik la miraba con calma, viendo como Roxy jugueteaba con los dedos con sus manos. Aquello hizo que la tensión subiera por sus hombros, temiéndose algo que jamás pensó que iba a ser posible.

A punto de hablar, la presencia de Lania y Anais haría que los dos se giraran, viendo como Anais sujetaba el arco con orgullo e ilusión. La sorpresa impactó en Roxy, quien abría su boca con admiración ante la belleza de tal arma.

—¿Esa es tu arma? —preguntó Roxy, impactada.

—¡Sí! Estuve entrenando con Lania a fuera sobre cómo usar el arco.

—¿Sí? ¡Yo estuve entrenando con Zarik!

La conversación de Roxy y Anais no tenía tanta importancia para los cazadores, quienes se miraban con calma, viéndose la sonrisa suave de Lania mientras que Zarik desviaba sus ojos a otro lado.

—Me sorprende que seas capaz de entrenar a Roxy, ¿acaso lo tenías pensado de antes? —preguntó Lania con curiosidad.

—Sí... —susurró Zarik.

—Me alegra ver el cambio que estás teniendo, hermano —murmuró Lania aliviada.

Zarik solo pudo mirar hacia el suelo, sonriendo con suavidad. Zarik en esas ocasiones no sabía decir nada más que quedarse en silencio, agradeciendo la compañía de su hermana, pero en esta ocasión no iba a ser posible ante la presencia repentina de Florian... aunque no una cualquiera.

—¿Quién eres? —preguntó Anais, frunciendo el ceño—. Te pareces a...

—Soy Florian —respondió con una voz más femenina, por no decir que todo su cuerpo era femenino junto a su vestimenta—. Esto es lo que tiene ser parte de los Gemity, pero bueno, qué remedio. ¿Puedo saber porqué no están los demás?

La forma en como hablaba la versión femenina de Florian era más agresiva y demandante, algo que a Anais le puso en alerta al igual que Roxy, mientras que Lania y Zarik no se veían muy impresionados por la situación.

—Han surgido ciertos problemas, pero nada de qué preocuparse —respondió Zarik.

—¿Y por eso los demás no están aquí? —preguntó Florian, notándose la molestia en sus palabras—. No, no quiero perder tiempo. Zarik o Lania, me da igual quien, intentad contactar con los demás y empezar con los entrenamientos.

—Recibido —respondió Lania.

—Genial, por cierto, Roxy, sobre la espada, ¿sabemos algo? —preguntó Florian mientras cruzaba sus brazos, realzando su figura.

La joven se quedó sin palabras, más ante la actitud que tenía Florian en su versión femenina. Florian, mirando a Roxy con la ceja arqueada, suspiró con pesadez.

—Veo que sí, ya me lo irás diciendo —continuó sin perder el tiempo—. Ahora, ¿sabéis donde están Andrea y Mikuro?

—Andrea está en casa descansando y de Mikuro no sabemos nada —explicó Lania.

—Oh, genial —contestó Florian con un suspiro largo—. Qué remedio. Intentaré buscar a Andrea, con Mikuro me imagino que ya volverá.

—La actividad que tuve fue...

—No hace falta que digas nada, Lania —interrumpió Florian—, ya me hago una idea de qué pudo ocurrir, por lo que no perdamos más tiempo.

—¿Se puede saber porqué esas prisas? —preguntó Zarik, mirando a Florian con cierta desconfianza.

—Los Noilens han detectado posibles pistas de Creni, y necesito que vosotros junto con Mikuro vayáis a buscarlo. En cuanto la espada, han descubierto que a lo mejor hay encerrada una anomalía —explicó Florian, para luego mirar a Roxy—. No se como lo has hecho, Roxy, pero ya es algo que iremos viendo... Capaz le pida a Andrea que vaya a por esa espada contigo.

—El problema es que esa espada... pone ciertas pruebas —explicó Roxy con cierto temor.

—Genial, más obstáculos, que los vientos no me alteren más o pienso... —Florian, como mejor pudo, contuvo sus nervios—. Da igual, pongámonos en marcha, iré a por Andrea, vosotros llamar a los demás y empezar con el entrenamiento.

Los demás aceptaron sin problema, viendo como Florian se marchaba del almacén con cierta prisa. Anais, analizando como siempre, se dio cuenta que la versión femenina no era tan veloz, pero que tenía una actitud tan intimidante y fácil de explotar, algo que compaginaba con la vestimenta y apariencia tan rudas, pero similares a la versión masculina.

—Que miedo y que agobiante es tener dos cuerpos en uno solo —murmuró Anais.

—Eso no es lo que importa ahora, Anais —respondió Lania, mirando hacia la joven—. Iré a por los demás, vosotras dos poneros con los demás y entrenar, Zarik y yo tardaremos poco.

A la vez, Roxy y Anais afirmaron, viendo como ellos dos se marchaban. El silencio en ese momento sería acompañado pro la tensión de Anais, sintiendo que algo malo podía ocurrir... más ante esa actitud nueva de Florian.

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