Capítulo 34: Como una líder.

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Anais no se encontraba muy lejos de aquella batalla donde se encontraban Andrea y Mikuro peleando. Con la ayuda de Hertian, mantenía la calma mientras disparaba y apoyaba a los demás, en especial a Lucas, Ann, Morgan, Yue y Roxy. Ellos, por desgracia, sufrían graves ataques, pero gracias a Anais, obtenían ciertas ventajas.

Poseía propiedades propias de una sanadora, y según lo podía comparar con los videojuegos que jugaba su hermana Andrea, era la que se quedaba atrás apoyando a los suyos. Sus flechas no solo eran energéticas, sino que podían dar ventajas como velocidad, resistencia, incluso curación, pero no duraba para siempre y debía ir con cuidado con sus límites.

Aun con ello, iban a un ritmo idóneo, más cuando la intervención de Andrea y Mikuro alivió ese peso que tenían encima.

—Soy yo, ¿o tu hermana se ha hecho más fuerte? —preguntó Lucas, impactado.

—Sí, lo es, pero se debe a las tres lunas que tiene encima de su cabeza —indicó Anais—. Creo que eso es porque Creni cedió su magia a mi hermana.

—Tiene sentido —intervino Morgan mientras remangaba su chaqueta—, podríamos aprovechar esta situación para ir en busca de los documentos. Siento que si nos quedamos aquí más tiempo, ellas se irán haciendo más fuertes a la vez que irán apareciendo más.

Anais miró hacia Morgan de reojo, pensando sus posibilidades mientras analizaba su entorno. Era cierto que su alrededor no era tan peligroso gracias a que Andrea y Mikuro captaban la atención de los presentes, una oportunidad única para ir a por los documentos que estaban en la montaña que a duras penas se mantenía.

Observó hacia el lugar, viendo que aún había cuevas para acceder a este, supuso que los documentos debían mantenerse en el interior, como le había dicho Florian.

—Debemos ir con cuidado si vamos, los documentos se mantendrán en el lugar más profundo de la montaña, al menos es lo que nos aseguró Florian —explicó Anais.

—¿En las profundidades? ¿No es un poco peligroso ir solos? —preguntó Roxy, viéndose la angustia en su rostro.

—No podemos perder tiempo, recuerda que los documentos son nuestra condición para ganar, si cambiamos las normas, podremos acabar con este desastre —respondió Anais—. Cuanto antes, mejor.

Sus intenciones eran reflejadas en los ojos de los presentes, dispuestos a empezar su misión, pero el grito lleno de rabia hizo que todos se giraran con miedo y sorpresa, encontrándose a la lejanía grandes cantidades de humo blanco que a su paso congelaban el suelo. A sus espaldas desprendía el fuego lleno de vida que cualquiera podía admirar o temer.

Tras la niebla, dos cetros fueron clavados en el suelo, representando el fuego y el hielo, los cuales de estos empezarían a expulsar el poder con fuerza, como si deseara formar un tipo de animal. Cuando la niebla desapareció, todos vieron como una mujer totalmente distinta se mostraba ante los demás, sonriendo con una gran confianza mientras apretaba sus nudillos.

De cabellos rojos y azules, piel blanca de ojos negros con una chaqueta moderna y verdosa del cual tenía el símbolo del fuego y el hielo como marca junto unos pantalones tejanos azules. La mujer daba pasos seguros mientras analizaba a todos a su alrededor, moviéndose un poco al no estar acostumbrada a su cuerpo y vestimenta nuevos que tenían.

—¿Quién es ella? —preguntó Yue, impresionada.

Anais abrió la boca mientras tragaba saliva.

—Chicos... ¿qué tan posible son las fusiones? —preguntó Anais.

—Ni idea, solo decían que era... poco común —respondió Roxy, observando la situación con un temor notable en sus ojos.

Nadie le quitaba ojo a la mujer que observaba su alrededor con una excesiva confianza, lista para atacar con los cetros que había clavado en el suelo. Al agarrarlos, de estos saldrían serpientes que representaban sus habilidades, fuego y hielo, atacando a todo lo que veían a su paso. Su velocidad era impresionante, y no solo atacaba con sus cetros, sino que también era capaz de pelear con sus puños o piernas.

Era espléndida, al menos es lo que creía Anais mientras la miraba y sentía la admiración crecer en su cuerpo, pero no podían perder más el tiempo.

—¡Chicos! —gritó Anais hacia los demás—. Aprovechemos esto y vayamos hacia la montaña.

Había que aprovechar el momento, era lo que se decía Anais mientras se ponía en marcha junto a los demás, quienes la seguían sin dudar su palabra. Los nervios la invadían al darse cuenta que parecía ser la líder del grupo, su presión en el pecho iba aumentando, pero no le iba a dar más importancia, no en esta situación tan importante donde todos debían de compenetrarse y aprovechar el tiempo.

Se adentraron hacia una de las cuevas que tenía la montaña, siendo Yue quien usara el fuego de sus manos para poder dar luz al lugar. La joven chica sonreía con orgullo al haber dominado bien sus poderes, los cuales se basaban en el dominio del fuego, pero no uno cualquiera, sino con sus variaciones que existían en su familia. Morgan miraba a su prima con orgullo, sabiendo que en el poco tiempo que estuvieron entrenando, había mejorado mucho.

En el tiempo que permanecían en las cuevas, sus nervios iban poco a poco aumentando, los interiores de la montaña eran como si se encontraran en un laberinto donde debían bajar con cuidado, por había grietas que muchas de ellas eran mortíferas. Era bueno que en ocasiones Morgan usara la telepatía para crear puentes improvisados con las rocas dispersas que había en el lugar.

Bajaban con cuidado, iluminando el lugar. Todos se mantenían alerta, menos Ann, quien, agarrada a Lucas, no paraba de temblar y entorpecer al grupo, sintiendo que algo les estaba vigilando. Aquello ponía d ellos nervios a su hermano, quien no decía nada en todo momento para no perder los nervios o recriminarle la cobardía de su hermana. La entendía, comprendía su miedo, más con todo lo dicho anteriormente, sabía que Ann no deseaba que los demás sufrieran, menos él.

—Ann, te pido un poco de valentía en esta situación —susurró Lucas con calma.

—No es eso... Es que siento que hay algo vigilándonos, algo que nos ha estado siguiendo —murmuró Ann.

—Me alegra no ser la única... —añadió Roxy mientras sujetaba su espada con decisión—. Siento que es una presencia maligna que nos está preparando algo... Anais, ¿segura que los documentos están por aquí?

—Es lo que nos dijo Florian —respondió Anais con firmeza—. No creo que los hayan cambiado de lugar, sería improbable.

—Pero no imposible —añadió Roxy, provocando que todos frenaran sus pasos.

—¿Qué insinúas? —preguntó Lucas.

—Sería lógico que pensemos que los documentos están dentro de la montaña, es algo muy común según nos dijo Florian, pues es su generación por defecto en cada código a no ser que haya un lugar cuyo acceso sea dificultoso —explicó Roxy, para luego poner sus manos en sus caderas—. Y si a lo mejor... ¿las han movido de lugar? Ellas saben que los documentos se generan aquí, que nosotros vendríamos aquí...

Los rostros d ellos demás mostraban preocupación y angustia, pero había una que destacaba de los demás, la de Lucas, quien mostraba una clara rabia al saber que habían perdido el tiempo bajando por las montañas.

—¡Maldita sea! —exclamó Lucas, irritado.

Su grito junto el puñetazo que dio contra la pared de la cueva hizo que todo su alrededor empezara a temblar. Las miradas recriminatorias no tardaron en llegar a la vez que se preparaban para lo peor, viendo que las únicas salidas que tenían para poder escapar de ahí habían sido tapadas por completo. Yue no tardó en aumentar el fuego de sus manos, cayendo en el terror al ver lo que les rodeaba.

—C-Chicos...

No pudo si quiera terminar sus palabras porque las anomalías que estaban ocultas en las sombras fueron a por ellos para atacarlos. Por suerte, Morgan pudo reaccionar a tiempo creando una cúpula de piedras a su alrededor para evitar que las anomalías fueran directos a ellos. De igual forma, aquello no iban a protegerlos para siempre.

—¡¡No puedo contenerlo mucho más!! —gritó Morgan, desesperada.

—¡Anais! ¡Dime que tienes una idea! ¡Tú eres el genio del grupo! —gritó Yue.

La mencionada entró en un estado de pánico al oir en esas palabras, ¿la genio del grupo? Era cierto que sabía dar ideas, pero no se le daba nada bien aportar algunas en medio del caos donde las anomalías golpeaban aquel escudo que había creado Morgan. La situación se iba de las manos y no era como lo había planteado, provocanod que las lágrimas cayeran de sus ojos.

—Y-Yo... Yo...

Muchos se dieron cuenta de que Anais estaba dudando, que no podía reaccionar, por ello mismo Morgan le avisó a Yue que cuando soltara la cúpula, usara el fuego para apartar a las anomalías. Por otro lado, Lucas y Ann estaban juntos con la aguja en mano, listos para atacar, mismo ocurría con Roxy que se preparaba para lo peor...

Pero Anais sentía que esa no era la forma de posicionarse, que podían hacer algo más, algo mucho mejor donde usaran todas sus capacidades, pero ¿el qué? ¿El qué?

—Sé que eres una persona que le cuesta estar tranquila cuando las cosas son improvisadas, fui así en su momento, pero no puedes esperar que todo esté planeado, siempre habrá algún inconveniente.

Anais giró su cabeza a sus espaldas al identificar la voz de Lania, recordando ese día donde entrenaron juntas al comprender sus poderes. Sin querer, Anais tragó saliva, respirando con profundidad mientras cerraba sus ojos y lograba organizar sus ideas poco a poco. Ella admitía que nunca se le daba bien improvisar, pero en esta la situación...

—Anais, tranquila —pidió Roxy, mirándola con una sonrisa suave—. Sea lo que sea, sabemos que habremos hecho todo lo posible para conseguirlo.

El pánico se adentró en Anais, apretando sus labios mientras su corazón bombeaba con fuerza. Miraba a un lado a otro con sus ojos, analizando la situación con atención, sintiendo por un momento las lágrimas del miedo caer por sus mejillas. Respiró con profundidad mientras escuchaba una voz a sus espaldas.

—¿Quieres que sea la voz y tú la mente, Anais?

La pregunta de Hertian hizo que Anais despertara de sus miedos, frunciendo el ceño mientras agarraba su arco con decisión, acercándose a Roxy para apuntar hacia el techo de aquella cueva. Según había analizado, no era tan pequeña, sino que la altura de la cueva era bastante alta, por ello Yue no pudo ahuyentarlas con el fuego, pues estaban lejos de ellos.

—Roxy, necesito que gastes tu poder para crear miles de espadas, las podrás por debajo del escudo —ordenó Anais con seriedad—. Morgan, aguanta y cuando te dé la señal, Yue atacará con el fuego y sus armas. Por último, Lucas... ¿qué tan capaz te ves de tu idea?

Anais sabía bien a que se refería al hacerle esa pregunta a Lucas, quien miraba a su hermana de reojo, viendo como el miedo era reflejado en sus ojos, pero aun así aceptaba con su cabeza, afirmando con decisión mientras agarraba la mano de Lucas, viendo como los hilos de sus cuerpos se iban uniendo como si formaran algo.

—Claro que podemos —respondió Lucas con una sonrisa segura.

Anais pudo suspirar aliviada, preparando su energía mientras apuntaba hacia arriba. Respiró con profundidad, tragando saliva.

—¡A mi señal!

Roxy se preparó, invocando cientos de espadas listas para ser liberadas una vez que el escudo desapareciera. Todos me miraban expectantes de la señal de Anais, quien miraba fijamente hacia la cúpula del cual estaba a nada de ser destrozada. Respiró por última vez, para al final expulsarlo todo y gritar:

—¡Ahora!

Mandarles todo aquello salió mejor de lo que Anais se esperaba, las anomalías fueron atravesadas por las espadas y flechas mientras los demás remataban las que habían sobrevivido. Anais se juntó con Roxy para intentar movernos, reuniendo a cada uno de ellos para salir de la cueva, destrozando las piedras que se interponían en el camino, pero no era tan buena idea, menos cuando empezó a temblar todo a su alrededor. El pánico ls inundó junto al deseo de salir de ahí de inmediato, mientras que Anais, a pesar del miedo, se preguntaba la posibilidad de que aparecieran tantas anomalías en un lugar cerrado como este.

—Es una trampa —murmuró Anais—. Eso, eso significa que...

De pronto la apartaron sin previo aviso, provocando que Anais impactara al suelo, pero a la vez viera un sujeto que luchaba con todo lo que tenía. Hecho de hilos y telas, Anais supo que aquel ser era la creación que Ann y Lucas habían conseguido, un ser que atacaba con su aguja a las anomalías que querían acercarse a Anais.

Aun con la sorpresa, Anais pudo analizar su alrededor, viendo que poco a poco se estaban juntando en un círculo, dándose las espaldas. Sus ojos apuntaban a distintas direcciones, viendo que las anomalías no paraban de salir como si fuera un panal de abajes protegiendo a la reina.

—Tiene que haber alguna razón, no puede ser que haya tantas, a lo mejor algún tipo de norma que hayan creado o... puede que en la montaña hubiera más escondidas —susurró Anais—. A lo mejor los documentos están aquí...

Observó a cada uno de ellos, viendo como mantenían aquel círculo defensivo. Anais se levantó del suelo mientras los ayudaba, haciéndoles una pregunta clave:

—¡¿Cuánto podéis aguantar?!

Sus caras lo decían todo, algunos podían seguir sin parar mientras que otros expresaban un gran cansancio. No todos podían seguir adelante por mucho que quisieran, por lo que Anais tenían claro que debían salir de ahí cuanto antes, buscar los documentos o pedir ayuda.

Los únicos que podían aguantar bien eran Yue y el ser que Lucas y Ann crearon. Anais no pudo evitar fijarse que, en la cadera de aquel sujeto, tenía los muñecos de los dos chicos en atados en el pantalón mientras este se movía ágilmente de un lado a otro para clavar su aguja contra los enemigos. Por otro lado, Yue usaba su poder de fuego para contenerlos y rematar con su espada. Los demás hacían lo que podían, Morgan usaba las piedras para retenerlos o dejarlos ciegos, mientras que Roxy los mantenía a raya.

Anais miró hacia la derecha, viendo un agujero pequeño, una pequeña posibilidad para salir, por lo que, sin dudar, preparó su arco y disparó en aquella dirección sin dudar, pero sus acciones fueron impedidas al sentir como a sus espaldas algo la atacaba con un golpe que no fue muy poderoso. Cayó contra el suelo, soltando el arco del cual una de las anomalías lo tomaría.

—¡No!

La anomalía, presumiendo de tener el arco en sus manos, tuvo la imprudencia de usarlo, creyendo que sería capaz, pero sus intenciones fueron destrozadas cuando el arco desapareció de inmediato y, a cambio, varias flechas atravesaron a la anomalía sin piedad alguna. Anais, sin dudar, se levantó del suelo para tomar el arco, pero aquello fue muy arriesgado, tanto que Morgan y Roxy se pusieron a su alrededor para protegerlas. Morgan usaba las rocas de su alrededor como si fueran escudos mientras que Roxy colocaba sus manos contra el suelo rocoso.

—Necesito tiempo, Morgan, aguanta —pidió Roxy, agobiada.

—¡Apúrate! ¡No tengo toda la energía! —gritó Morgan mientras gruñía de dolor, pero para su sorpresa, Yue se acercó para agarrarle de los hombros, viendo como de sus cuernos aparecía un brillo oscuro—. ¿¡Qué haces?!

—Darte parte de mi energía, sé que juntas podremos —aseguró Yue.

Morgan, a pesar de estar en contra de las decisiones de su primera, confió en sus intenciones y cerró los ojos, recibiendo aquella energía, que le permitía mantenerse en pie, mientras que Yue empezaba a toser, sintiendo la debilidad en su cuerpo. Anais no dudó en acercarse a ella para agárrala y luego mirar a Roxy.

Anais no comprendía lo que le pasaba a Roxy, la máscara que por fin se puso en su rostro empezaba a brillar con fuerza al igual que sus manos y brazos que tenía apuntando al suelo. Una aura rojiza y abrasadora aparecía a su alrededor, provocando que la respiración de Roxy fuera más lenta y difícil de mantener.

Los demás se daban cuenta de que algo estaba planeando, algo que posiblemente los podría ayudar, pues no solo su poder se destacaba, sino que el ruido de un martillo golpeando contra un yunque se escuchaba a su alrededor, provocando que cada golpe, fueran varias espadas apareciendo en la cueva donde estaban encerradas. Las anomalías también miraban esto con asombro, dándose cuenta que Roxy estaba empleando una magia muy peligrosa.

—¡Ya, lo tengo! —gritó Roxy con cierta dificultad en sus palabras.

—¡Adelante! —exclamó Morgan.

Cuando Morgan soltó el escudo en una explosión de piedras, Roxy tocó su máscara para que señalar a una de las anomalías que había a su alrededor, provocando que una de las espadas que había en la cueva, fuera directa hacia la anomalía y con ello matarla sin compasión. Fue entonces cuando fue señalando a más anomalías, provocando que cada espada que tenía a su alrededor atacara como si fueran guerreros.

—¡Soy la herrera de las espadas que os he otorgado! ¡Devolverme el favor y atacar al enemigo común que todos conocéis! —pronunció Roxy en un grito.

Los presentes se quedaron boquiabiertos al ver como de las espadas aparecía el aura de lo que parecían ser guerreros o caballeros que entregaban su poder para acabar con las anomalías que había en la cueva. En medio de aquella guerra, Morgan no dudó en aprovechar la oportunidad de escapar de ahí, agarrando a Roxy con sus brazos porque había caído inconsciente.

—¡Hay que salir de aquí! ¡Ya! —gritó Morgan.

Obedeciendo, salieron de las profundidades de la cueva, a la mayor velocidad posible a pesar de los temblores en la que se veían envueltos. Anais no paraba de mirar atrás, viendo que muchas de las anomalías iban en su dirección, pero no les era posible con aquellos guerreros que Roxy invocó.

Supuso que si pudo hacer eso, era porque las espadas que creó para los diversos seres que conoció, tendrían una parte de ella, una la cual las ayudaría en caso de haber una emergencia como esta. El alivio inundaba parte del cuerpo de Anais, pero sabían que no podía distraerse mucho hasta que salieran de ahí.

A pesar de las dificultades que hubo en su camino, al final pudieron salir de la montaña, sintiendo el contraste del interior, que era difícil de respirar y agobiante, junto a la frescura de un extenso campo de hierba que veían a su paso, algo poco común de ver teniendo en cuenta que el mercado estaba en el otro lado.

Fue ahí cuando Anais se dio cuenta de que estaban en lado contrario de la montaña, donde a lo lejos no veía nada más que bosques profundos llenos de vida al igual que la hierba fresca que entraba por sus fosas nasales, aliviando su tensión que vivía en sus hombros.

—No deberíamos estar aquí —murmuró Morgan, preocupada—. Tendríamos que ir a por los demás, más si Yue y Roxy no reaccionan.

Anais la miró de reojo, para luego ver al ser que Lucas y Ann habían creado.

—¿Te ves capaz de llevar a Roxy y Yue hacia los demás? —preguntó Anais.

—¿Qué? ¿Estás loca, Anais? —preguntó Morgan—. No, es demasiado arriesgado y...

—Lo sé, pero ¿es mejor ir o perder el tiempo? —preguntó Anais con el ceño fruncido—. Sabemos que en la montaña no puede estar, era una trampa, era algo obvio, y más al estar todo sepultado, dudo que las anomalías hayan dejado ahí los documentos sin ser ellas capaces de acceder y que estas se puedan destruir ante el derrumbe —aseguró.

—¿Y dónde pueden estar? —preguntó Morgan, viendo como Anais señalaba hacia los bosques.

—Estoy segura que deben estar por ahí, un lugar apartado de todo, uno donde puedan estar tranquilas, no la montaña, pues era su primer escondía y se temían que nosotros íbamos a ir allí —respondió Anais—. Dudo que las anomalías sean tontas, más si nos tendieron una trampa antes, sabiendo que íbamos a ir a por ellas.

Morgan soltó un suspiro largo al oír eso, mirando hacia Anais con cierta preocupación.

—Avisaré a tu hermana sobre esto, así que dame tiempo, quédate aquí, ¿te parece? —preguntó Morgan.

Anais, mostrando su molestia, tuvo que al final aceptar. Era cierto que tenía la creación de Lucas y Ann, la cual decidió llamarle Lun, pero solos sería posiblemente arriesgado.

—De acuerdo... Os esperaremos —respondió Anais con seriedad.

Morgan,sintiendo un poco más de alivio, decidió llevarse a Yue y Roxy hacia los demás,dejando a solas a Anais con Lun, quienes estarían atentos a su alrededor porquesabían que no todo iba a estar tranquilo, aunque lo pareciera.

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