EPÍLOGO

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Tras varias horas de celebración, tocaba el momento que a ninguno le gustaba, las despedidas. Ese momento donde las verdaderas emociones salían de verdad, o al menos algunos de ellos mostraban lo que sentían, pues otros creían que era mejor despedirse sin darle muchas vueltas al respecto.

Entre todos los presentes, Creni fue el que no le quiso dar más vueltas al asunto, pues era alguien que tenía varias tareas pendientes y no podía perder tiempo ya que no estaba de su lado. Se despidió con cordialidad para al final marcharse con las magias que podía emplear, dejando a todos con las dudas sobre qué sería de él.

Los siguientes en irse serían Florian, quien tenía cierta resaca encima, y las gemelas Soleti y Luziette. Los tres tomarían una de las pocas naves que habían sobrevivido tras lo ocurrido en el mercado, siendo así un viaje ciertamente rápido y seguro. Se despedirían de los demás con emoción e ilusión, prometiendo que se encontrarían de nuevo, aunque fuera difícil la opción.

—¡Andrea! —gritó Florian desde la ventana de la nave, provocando que la mencionada se girara—. ¡Cuento con que nos veamos, y espero que te hagas fuerte a la vez que sigas con vida!

Andrea sonrió ante esas palabras.

—¡Más te vale que tú también sigas con vida, cabeza hueca!

—¿¡Eh?! ¡Ya claro! ¡Eso se tendrá que ver! —gritó Florian con una risa, logrando contagiar a Andrea—. ¡Que el viento siempre os guíe hacia la victoria!

Andrea, riendo con suavidad, se despidió con su mano.

—Como decimos aquí, mucha mierda —respondió Andrea, provocando que Anais la mirara de reojo con una sonrisa suave.

Ante las despedidas, la última que daba por irse era Lania, o al menos es lo que suponían algunos, pues la propia cazadora había decidido quedarse unos días más para poder ayudar en la ciudad en todo lo que hiciera falta. Aquello tomó por sorpresa a los demás, en especial a Jame y Yaina.

—¿Está segura, Lania? —preguntó Jame.

—Parte de mi vida ha sido en este lugar... quiero ayudar en todo lo que pueda para ver como esa vida en el mercado renace —respondió Lania con calma.

Aquellas palabras fueron importantes para los dos Noilens, sintiéndose acompañados por aquella ayuda que no pensaban que obtendrían por parte de los demás.

—Pues supongo que solo quedamos nosotras, ¿no? —preguntó Mikuro, mirando hacia Anais quien era la que sujetaba el destello.

—Eso parece ser —murmuró Anais.

—¡Qué ganas tengo de ver a los demás! Van a flipar cuando vean la espada o mis poderes —habló Andrea con ilusión.

—Mientras no hagas locuras, está bien —añadió Mikuro.

—Eso es un poco imposible siendo Andrea —recordó Anais.

Mikuro soltó una risa suave mientras veía como Andrea cruzaba sus brazos con una sonrisa suave, mirando hacia los demás.

—Os daremos una visita cuando todo ese problema termine —aseguró Andrea.

—Confío en ello —habló Yaina con calma—, y sabéis que, si necesitáis algo, podéis contar con nosotros.

—Eso está hecho.

Ante las palabras de Andrea, Anais no dudó en tomar el destello para que este empezara a flotar. Las tres se pusieron alrededor del destello, provocando que el brillo las envolviera a la vez que se agarraban de las manos.

Distintas emociones fluían entre ellas, emoción era la que más predominaba a la vez que preocupación por los demás. ¿Habría pasado mucho tiempo desde lo ocurrido? ¿Estarían todo bien?

Eran dudas que poco a poco fueron resolviéndose cuando el destello regresó al planeta donde se encontraban, viéndose en medio del comedor que Anais y Andrea reconocían. Andrea fue la primera en ir corriendo al pasillo del comedor para saludar a los demás con emoción mientras que Anais y Mikuro iban detrás.

Su misión aun no había terminado, pero al menos estaban un poco más preparadas... O eso es lo que creían.


¡Los héroes del código 006 volverán en otros libros!

¿Quieres saber que pasará con Andrea, Anais y Mikuro?
¡En Juntos o Muertos todo se explica!

¡Esto no es el final! ¡Esto es solo el comienzo!

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