02

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Unos pequeños dedos se posaron sobre la sucia mejilla del peli-negro haciendo que se despertara en segundos.

—Señor Yoongi —llamó asustado Hoseok.

Yoongi abrió los ojos rápidamente viendo hacia todos lados en busca de algún peligro, suspirando con una sonrisa en su rostro cuando no vio más que al pequeño Hoseok frente a él.

—¿Qué tienes, pequeño? —preguntó un poco alterado al ver sus ojos brillosos a punto de llorar.

—Esos hombres me dan miedo —lloriqueó señalando a un par de vagabundos sobre un basurero que estaba a pocos metros de ellos.

Yoongi respiró profundo. —No te asustes, no te harán nada.

Hoseok entrecerró sus ojitos. —Pe-pero uno de ellos me enseñó la lengua —puchereó.

El vagabundo rió lleno de ternura. —Sólo quieren molestar un poco, pero te prometo que no te harán nada, y aunque quisieran, yo no lo permitiría.

—¿Lo promete por la garrita? —preguntó con un poco más de confianza, alzando su dedo meñique hacia el mayor.

Yoongi no sabía qué era eso de la garrita, pero de igual forma asintió. Supuso que sólo era algo muy importante porque el niño lo miraba con sus ojos rebosando de esperanza.

—No es válido si no unimos nuestros dedos —frunció su ceño.

Sin saber qué hacer, Yoongi sólo siguió las acciones del menor e igualmente alzó su dedo meñique, sonriendo cuando el pequeño lo entrelazó con el suyo.

Hoseok se sintió satisfecho, ahora se sentía más seguro. No entendía por qué, pero ese hombre le daba mucha confianza.

—Tengo hambre.

El vagabundo suspiró. Odiaba esas dos palabras con toda su vida. Woozi cada día las repetía con sus ojos llorosos y el nunca podía hacer nada más que cantarle canciones para que el pequeño olvidara el sentimiento de querer ingerir alimento. Anhelaba que algún día su hermano jamás volviera a repetir esas palabras, aunque lo veía imposible.

—Creo que es hora de llevarte a la estación de policía —suspiró, viendo al castaño que se encontraba en sus brazos durmiendo plácidamente.

—¿Por qué vamos a ir con la policía? —preguntó un poco confuso—. ¿Nos van a meter en jaulas? Como en la tele.

Yoongi se rió divertido. —No, no nos van a meter en jaulas —comenzó a tocar a Woozi para que despertara—. Ellos te llevarán con tus padres.

—¿Y por qué no me lleva usted?

El pálido rió bajito al ver cómo su hermano se quejaba abriendo sus ojos. —Porque no los conozco —se dirigió nuevamente al niño que se encontraba parado frente a él, abrazando su peluche—. Además, no creo que les guste la idea de que hayas estado con alguien como yo... —lo último lo susurró con un nudo en su garganta.

—Usted es una persona muy buena —dijo, abriendo sus brazos con alegría—. A Minnie le agradará.

—¿Quién es Minnie? —preguntó interesado. Recuerda haber escuchado al pequeño gritar ese ¿nombre? La noche anterior.

—Mi hermano mayor —respondió con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en su persona favorita—. Yo creo que a mamá también le caerá muy bien —dijo también recordando a la empalagosa progenitora.

Yoongi rió sin gracia. Si claro, caerle bien a alguien sin recibir insultos o miradas de asco. A nadie le gustaría estar junto a alguien sucio y maloliente.

Estaba harto de las personas que se burlaban de él. Muchas veces, los jóvenes se le acercaban sólo para regalarle una bolsa con pollo o ramen, con sus celulares grabando mientras le daban las cosas y se jactaban de su "buena ayuda".

Yoongi lo agradecía en el fondo, pero... ¿De qué le serviría que le regalaran pollo crudo si no tenía donde cocinarlo? La primera vez decidió comérselo crudo, pero terminó con un fuerte dolor de estómago al día siguiente.

—Vamos —dijo, levantándose del cartón junto con su hermano.

Hoseok alzó su mano llevándola en dirección a Yoongi, éste lo miró confuso, pero después de unos segundos entendió lo que él chiquillo quería. Agarró su pequeña mano y la unió con la de Hoseok, mientras Woozi iba al otro lado agarrando la otra.

Caminaron por unos cuantos minutos, riendo por algunos chistes que el pequeño Hoseok contaba con tanta alegría y gracia, balanceando sus manos unidas y cantando canciones.

—¡Hey, Yoongi!

Los tres se detuvieron, viendo al hombre que se acercaba alegremente hacia ellos mientras empujaba un carricoche.

—Taehyung —saludó cortésmente—. ¿Dónde habías estado? Hace días que no te veía.

El otro vagabundo carcajeó como si le hubiese contando algo muy divertido.

Yoongi le miró con lástima. No sabía nada sobre la vida de ese buen hombre, pero en lo poco que había hablado con él, se había dado cuenta que el chico tenía algún tipo de trauma que él desconocía.

Taehyung siempre andaba con un pequeño coche para bebés, en el que había un peluche rojo muy extraño en forma de corazón junto con un conejo rosado. Taehyung siempre los trataba como niños normales y les cantaba canciones de cuna. Hubo una vez, en que otro vagabundo se había mofado de él. Taehyung se había puesto como loco casi golpeando al que se atrevió a burlarse de sus "hijos" llamándolos peluches.

—Estaba de vacaciones —ladeó la comisura de sus labios—. ¿Y ese pequeñín? —preguntó curioso, señalando a Hoseok, este último se encogió en su lugar.

—Lo llevo a la estación de policías.

—¿Por qué?

—Lo encontré perdido en la calle —dijo alzando sus hombros—. La policía sabrá encontrar a sus padres.

—Ten cuidado.

Taehyung había dicho las últimas palabras con tanto recelo que Yoongi tuvo que tragar saliva. El chico se despidió de ellos con un simple "bye", siguiendo con su camino.

El pálido estaba muy confuso ante el cambio tan repentino que el de cabellos negros había tenido, pero no le tomó mucha importancia.

La mañana estaba muy fría, con las nubes grises ocultando el brillo del intenso sol, pero aún así, deducía que ya era muy tarde, por lo que hizo que los pequeños caminaran más rápido, y así poder llegar en un dos por tres a la estación de policías.

Con miradas acusadoras de parte de los transeúntes viendo a los pequeños junto a él, llegó a la comisaría. Esta se veía muy solitaria y un poco intimidante con tanto vehículo policial parqueado afuera.

—¿Se puede saber qué hace alguien como usted en la comisaría? —interrogó con arrogancia y asco el vigilante, viendo de pies a cabeza al pálido—. Aquí no hay comida y mucho menos dinero.

Su corazón se estrujó ante las palabras tan bordes del señor.

—N-no yo sólo quiero dejar al pequeño aquí —señaló a Hoseok—. Lo encontré vagando sólo por las calles.

El guardia de seguridad lo analizó sin confiar en su palabra, pero después de unos segundos lo dejó entrar a regañadientes señalando hacia el hombre que atendía tras una barra gruesa café, arrugando su nariz con aversión cuando Yoongi pasó a su lado

—Buenos días —saludó con una pequeña sonrisa al oficial que se encontraba detrás de la barra—. Vengo a dejar al pequeño aquí presente —volvió a señalar al pequeño Hoseok, quien se encontraba encogido por el miedo que esos hombres causaban en él—. Lo encontré anoche vagando solo por las calles.

El oficial no se molestó en dirigirle ninguna palabra al vagabundo. Sólo se dispuso a darse la vuelta con una mueca de asco, y se fue hacia un oficial rechoncho que se encontraba bebiendo de una taza y riendo junto a otro oficial más delgado.

Yoongi vio cómo el hombre que había estado unos segundos antes frente a él le decía algo al oído al otro. Tragó saliva en el momento que los tres lo voltearon a ver. Sus nervios se pusieron a flor de piel cuando llamaron a otros dos oficiales y se dirigieron hacia él.

—Queda arrestado por el secuestro del pequeño Park —gruñó entre dientes uno de los policías, acercándose a él y arrebatándole a los dos infantes mientras el otro hombre lo agarraba de sus brazos y esposaron sus muñecas.

Un miedo irracional invadió el cuerpo de Yoongi. Su pecho comenzó a inflarse debido a la desesperación. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué lo estaban esposando?

Él sólo quería ayudar.

—¿Qu-qué? —Preguntó al borde de las lágrimas. Woozi empezó a llorar y a gritar el nombre de su hermano, intentando huir de los brazos que lo sostenían, mientras Hoseok también comenzaba a chillar y a patalear tratando de llegar hasta él— ¿Qué hice?

—Anoche reportaron la desaparición de Park Hoseok —dijo el hombre rechoncho leyendo unos papeles—. La señora Park cree que secuestraron a su hijo con el fin de obtener dinero a través de un chantaje —pronunció cada palabra con dureza—. Y creo que usted tiene la facha de necesitar dinero —se mofó viéndolo de arriba hacia abajo—. ¿Cree que nos puede engañar a través de su "buena" acción? —continuó burlándose—. Por favor, sabemos que sólo quiere obtener beneficios. Los adolescentes de hoy en día pretenden que nosotros somos tontos —escupió, pensando en que el vagabundo no tendría más de quince años—. Llévenselo —ordenó.

Yoongi trató de luchar con todas las pocas fuerzas que tenía. El sólo quería ayudar al pequeño sol a regresar con su familia.

Gritó, lloró y rogó. No quería que lo separaran de su hermano, le podría pasar algo y él no estaría ahí para ayudarlo. Necesitaba tenerlo a salvo, y conseguir aunque sea sobras de comida, darle calor en las noches frías y cantar en voz baja cada vez que el chiquillo despertaba a causa de una fea pesadilla.

—Pequeños —les llamó el hombre a los niños—. No sé qué les habrá dicho ese chico, pero créanme que es por su bien que estén con nosotros. Aquí están seguros.

Los chiquillos lloraban amargamente viendo como esos —a su parecer— monstruos se llevaban arrastrando al mayor. Woozi sentía su pecho doler de tan sólo pensar en que ya no podría ver a su... héroe.

—Po-por favor —suplicaba el pálido sin fuerzas en su desnutrido cuerpo—. Yo solo que-quería ayudar.

El oficial en ningún momento hizo caso a ningún lamento por parte del asqueroso vagabundo. Incluso, aplicó más fuerza sobre los finos brazos del hombre. Lo más seguro es que quedarían marcas moradas después.

—Métete ahí y cierra la boca —gruñó, desposando al pálido y empujándolo sin ningún cuidado, cerrando y dejándolo dentro de la fría bartolina.

El vagabundo se aferró a los barrotes, apretandolos con todo lo que tenía, gritando y suplicando por última vez antes de rendirse unos minutos después.

Yoongi intentó sostenerse de la pared gris debido a un fuerte mareo que llegó a él. Se deslizó por ella hasta quedar acurrucado con las rodillas en su pecho y su cara entre ellas queriendo sentir protección. Sus lágrimas caían como cascadas por sus sucias mejillas mezclados con la tierra que había en ellas, y sus hipidos creando el perfecto contraste con la desesperación, impotencia y miedo.

—Woozi... —fue su último susurró antes de desmayarse. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro