Cinco: El mal del castillo

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Las pesadillas fueron recurrentes por el resto de los siguientes días, Hazel tenía unas ojeras notorias y su cuerpo se sentía fatigado. A pesar de ello, seguía con su rutina intentando tener un cansancio extremo que no la permitiera soñar nada a la hora de ir a la cama.

Cenó en silencio mirando por la ventana de su cuarto, el otoño era precioso en Aytigin, las hojas caían sutilmente en una danza silenciosa siendo arrulladas por el viento proveniente del norte. Su mente divagaba entre recuerdos y pesadillas nocturnas, el dolor la mandaba a un abismo en el que quería permanecer.
Tenía todo lo que anhelaba, todo a sus pies; pero, sus deseos más profundos del corazón eran imposibles: amor, familia, paz, los veía tan lejanos e inalcanzables que su espíritu decaía cada vez un poco más.

El cansancio en algún momento ganó la batalla, las voces no tardaron en llegar en su mente, no podía distinguir entre la ilusión y la realidad. Hasta que sintió el aliento en su oído que le susurraron unas palabras:

—Las paredes ocultan grandes misterios— el eco resonó en su mente como si fuera un coro de iglesia— despierta y busca.

Abrió los ojos detallando las paredes con sumo cuidado, no existía anomalía alguna a simple vista, sintiendo aún esas voces en la cabeza, caminó hasta una de las esquinas de las paredes y rozando sus dedos en el frío granito revisó otra vez. Entonces lo notó, era mínima la irregularidad que presentaba, un ruido de bombos incesantes se escuchó con frenesí, encontró una extraña hendidura, introdujo su dedo en ella y la pared cedió sin dificultad, dejando al descubierto un pequeño pasadizo.

El retumbar de los bombos frenó en seco, pensó muy bien cuál sería su próximo paso, la curiosidad ganó al temor; de su mesa de luz extrajo una daga más un candelabro para iluminar el trayecto y se aventuró en el pequeño pasillo. Estornudó un par de veces ante la humedad que residía allí, el interior se teñía de verde por la falta de corrientes de aire, trató de ajustar la vista a esa oscuridad que escapaba de la luz de las velas.
Repetía cuántas veces dobló hacia la derecha e izquierda para luego no perderse, llegó al final del recorrido donde se abrían tres pasillos más, no sabía exactamente cuál elegir. Una brisa la envolvió y parecía empujarla hacia el pasillo del centro, ajustando su mano en el candelabro y afirmando la otra en la daga se dirigió hacía allí; la luna comenzaba a asomarse entre las rendijas hasta que esté llegó a su fin.
El lugar parecía una catacumba centenaria, los sarcófagos daban información de sus muertos, personas de la realeza. Objetos de oros y pinturas estaban esparcidas por todo el lugar, recorrió todo el sitio hasta que notó un tapete de un tamaño considerable enrollado y escondido entre los dos ataúdes. Afortunadamente, pudo sacarlo íntegro de allí, se notaba que era muy viejo, los puntos que habían utilizado para formarlo era un método que ya nadie lo hacía.

En su interior, el tapete guardaba un bordado interesante. Un grupo de hombres y mujeres luchando ante un ser monstruoso y horripilante, en un extremo podía contemplarse a personas siendo devoradas mientras que en el otro extremo eran salvadas por una luz brillante.
Arriba de todo ese escenario con un color amarillo mucho más vibrante, brillaba un sol con cuatro remolinos dorados en su centro y alrededor del símbolo una sombra de lo que parecían ser cuatro féminas.

El dibujo de ese tapete era lo que muchas veces presenciaban en sus pesadillas.

—¡Sí que te tardaste en llegar!— la voz hizo eco en todo lugar provocando un sobresalto en Hazel, una risa pícara le siguió después a esto— ¡Por aquí niña!

Hazel giró buscando al dueño de esa voz, este ya parecía exasperado cuando volvió a hablar.

—¡Por las diosas! ¿Cómo pueden mandarme una niña tan estúpida? ¡Eh, aquí! ¡El pomo de la puerta!

En efecto, era una manija de oro en forma de cráneo. No sabía si las hierbas para dormir le provocaban alucinaciones o de verdad ya estaba loca por las noches en vela, la manija siguió hablando sin parar hasta que ella salió de su trance.

—¿Quién eres es o mejor dicho que eres?— cuestionó confundida.

—Soy Ka’ámay, fui hace mucho tiempo el vocero de los dioses— su voz grave marcaba el orgullo que sentía al llevar ese título— fui confinado aquí hasta que alguien llegara para qué lo oculto fuera revelado.

—¿A qué te refieres?

—Hay un mal en el castillo, mi querida— susurró la cabeza de oro como si alguien más estuviera allí y no debía escuchar— esto es solo el principio, descubre el mal del castillo y…

El ruido de garras rayando las paredes se escuchó a lo lejos, Ka’ámay le pidió que huyera y no puso reparo en obedecer. Los gruñidos y esas posadas enormes cada vez se escuchan más cerca, no supo en qué momento había llegado a su habitación y cerrado la pared asegurándolo con uno de los muebles cercanos.

Si las noches anteriores no durmió, ese día no sería la excepción.

“El mal de castillo”, esas cuatro palabras hicieron eco en su cabeza vez tras vez,  tenía una jaqueca insoportable agudizada por el hecho de que no pudo rechazar la invitación -u orden- que el rey había extendido para quienes residieran en el castillo por el cumpleaños de la reina. El corsé de su vestido rojo aplastaba sus costillas empeorando la situación llevando su tolerancia a un nivel demasiado bajo, casi inexistente.
Notando la expresión de fatiga de Hazel, Seokjin se acercó un momento a ella con preocupación, era notorio la perdida de peso que últimamente tenía y su rostro cansado.

—A ti te pasa algo, ¿Qué tienes?— la llevó afuera de todas las miradas antes de preguntarle, esos ojos claros vagaron lentamente hasta él, sin ningún tipo de brillo— Hazel me estás asustando.

—No pasa nada, déjame en paz— rechistó, no tenía ganas de escucharlo, no podía soportar a nadie más.

—Sabes que voy a descubrirlo de igual manera.

—¡Seokjin! ¡Seokjin! ¿Te has enterado?— Namjoon llegó desesperado hasta donde estaban ambos, la falta de aliento no le permitía decirlo todo de una vez— el rey regresó de su viaje sin ninguno de nuestros soldados, no ha dado explicación alguna del porqué.

—¿Otra vez? No le ha afectado en lo más mínimo al parecer— dice en voz baja, la muerte de esos soldados inocentes le causó a los tres un vuelco en el estómago, no era la primera vez que sucedía, rogaban que fuera la última.

“El mal del castillo”, las palabras resonaron una vez más en la cabeza de Hazel ¿Podría ser posible? ¿Tendría algo que ver? Murmuró una despedida rápida y corrió a sus aposentos, necesitaba saber más y sabía que esa manija parlante se lo diría.
Repitió lo mismo de la noche anterior, sus pasos eran veloces entre los pasillos estrechos hasta que vio brillar la cabeza de oro bajo la luz de la luna. Al principio cuándo lo llamó el objeto no hizo nada, Hazel maldijo improperios hasta que volteó y encontró a Seokjin y a Namjoon allí.

—¿Qué hacen aquí?

—Saliste despavorida y nos preocupamos, ¿Qué es esto?

No sabía que responder, tampoco podía ocultarles lo que había descubierto.

—Descubrí esto unas noches atrás, parece un lugar donde fue creado para que los muertos de sangre real descansen aquí— deslizó sus pies entre los sarcófagos buscando el tapete, empujó algunos cacharros hasta que lo divisó— miren esto.

Abrió el tapete dejando en visto la imagen grabada allí, Seokjin y Namjoon analizaron minuciosamente cada dibujo, era demasiado realista y no podian entender que podía llegar a significar.

—Cuando lo encontré la manija de esa reja me dijo que en el castillo existe un mal, tal vez tiene que ver con los soldados perdidos y algunas decisiones que ha tomado el rey. Tal vez lo que ka’ámay me ha revelado es cier…

—Creo que has estado demasiado estresada Hazel, ¿Manijas que hablan? ¿Mal en el castillo? Sé que el rey no es un buen regente, pero, creer que existe algo más allá de eso es algo muy diferente, si se enteran de que tú…

—Tengo muchas razones para creer en esto aunque me digas loca, los pueblos masacrados, las personas que fueron desoladas vivas por tener linaje de magia en su sangre y todo sus actos horrorosos, tú lo sabes Namjoon— la voz de Hazel fue en un tono recriminatorio, los recuerdos golpeaban en su mente haciéndola enfurecer aún más— no puedes negar eso.

—Sé a qué te refieres y supongo que Kasen tuvo sus razones para sus actos, solo digo que deberías tomar un descanso por qué estás imaginando cosas y eso no te hace bien. Sé que estás lidiando con muchas situaciones, aun así no eres la víctima de todo aquí.

—¡Namjoon!— Seokjin se interpuso ante la acalorada discusión que comenzaba a tornarse más peligrosa— todos estamos confundidos con esto, Hazel te entiendo, créeme que sí. Pero, como tú dijiste, la magia no existe y es imposible que una manija mágica hable, si le dices a alguien de esto te van a creer loca.

—En un mundo donde los cuerdos dominan, los locos jamás serán normales, ni muchos menos tendrán la razón— Seokjin y Namjoon giraron al escuchar aquella voz sin encontrar su dueño— Hazel, creí que tú eras idiota, pero estos dos lo son más.

Ka’ámay sonreía de forma siniestra ante la expresión de los dos hombres, hasta se atrevió a soltar una carcajada; Seokjin se acercó a la cabeza parlanchina, la fascinación y el temor se mezclaron en su cuerpo poniendo su piel de gallina. Namjoon, por otra parte, mantenía la distancia negándose a lo que sus ojos presenciaban.

—El futuro heredero y el capitán de la guardia, tan jóvenes y tan necesarios para este cruel juego— la piel de ambos jóvenes se erizaron cuando el pomo parlante los reconoció, siguieron en su lugar aun cuando Hazel se acercó a la reja— he oído el rumor de lo que el rey ha hecho, eso quiere decir que el tiempo se ha acercado, que nada los sorprenda. Manténganse fuertes y unidos.

—Nos dices todo esto, aunque no la razón— exigió Hazel nerviosa, por lo que Ka’ámay anunciaba— ¿Puedes decirnos algo más?

—El mal del castillo se extenderá hasta cubrir toda la tierra, y para detenerlo, deberán encontrar a quienes comparten su destino. Sin embargo, en su camino se interpondrán tanto el bien como el mal, y los sacrificios que deban realizar podrían herir sus corazones— susurró, su voz salía con determinación y compasión.

La voz de Ka’ámay hizo eco en el aire, ninguno de los tres se atrevieron a preguntar o replicar.

—Deben irse, Él sabe que están aquí, está muy cerca ¡Corran!— gritó conmocionado el objeto mágico, Hazel volvió a escuchar esas garras que penetraban el suelo haciendo un ruido perturbador.

Tiró de Seokjin lo más fuerte que pudo para que saliera del estupor, no miró atrás, solo escuchaba a Seokjin y a Namjoon tras ella, las piernas le dolían por el esfuerzo y sus pulmones comenzaban a quemar. Paró unos segundos cuando no sintió más el ruido, fue ahí cuando vio sombras negras en uno de los pasillos que se conectaban.
Con el estómago revuelto y su corazón latiendo a mil, Hazel avanzó a pesar de las advertencias de sus amigos, podía escuchar los murmullos, no, era un rezo antiguo… que solo conocían los más ancianos de la ciudad, los que conocían la magia.

Pegó su cuerpo a la pared y señaló a Namjoon y a Seokjin para que guardaran silencio, acercó su rostro a uno de los pequeños túneles cuando su mente se pasmó.

Era el rey, con algunos soldados desaparecidos. Tenía esa mirada oscura que los tres jóvenes habían presenciado muchas veces, esos ojos siniestros devoradores de todo.
Kasen terminó su oración, extendió su mano hacia los soldados y la cerró en un puño, el aliento de vida de aquellos hombres fue arrebatado dejando su cuerpo físico como una cáscara.

Nadie dijo una palabra sobre lo que habían visto, tampoco se atrevieron a buscarse, el hecho de verse le recordaba esa noche y todo lo que presenciaron.
Parecía habían encontrado el hilo de lo que Ka’ámay les había revelado, debían comenzar a unir los puntos de lo que comenzaba a suceder y todo lo que el castillo llevaba dentro como secreto.

Aquellas personitas que están releyendo la historia, muchas gracias❤️
Espero les guste la nueva versión.
Nesblack ⚔️

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