CAPITULO 26.

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(***)


Esta es mis segunda navidad en Nueva York. Han pasado cinco meses desde que Alexander, Vanya y Sebastián se han instalado en Europa. Hablo todos los días con ellos, pero me acostumbré tan rápido a su presencia que simplemente se me dificultaba no tenerlos cerca, sobre todo a Vanya, quien ya tenía ocho meses de embarazo. Antes o en la primera semana de febrero dará a luz a un mini Sebastián, aún no nos revelan el nombre, pero todos estamos emocionados por ellos.

—Me comuniqué con la señora "Estoy a punto de explotar" —dijo Norel entrando a la cocina— Su doctor le ha prohibido viajar, no puede venir para navidad.

—Eso ya lo presentía —afirmé ayudando a mamá a escoger algunas cosas que compraríamos en Amazon— ¿Qué hay de Alexander? —pregunté. Hoy no hemos hablado, pero de seguro Norel si se pudo comunicar.

—Ya tiene hasta la hora de vuelo —respondió sentándose a mi lado— Ese vestido está hermoso, señora Green —le comentó a mamá y esta sonrió.

—Gracias, Norel.

—Primera visita en cinco meses —mi amigo me golpeó amistosamente en el hombro— ¿Nerviosa por ver a tu macho?

—Callate —dije sonrojándome— Si soy sincera, lo he extrañado mucho.

—Dime algo que yo no sepa.

La noche de navidad seria en seis días, hemos estado arreglando todo, pues la cena de este año seria acá en mi casa. La familia de Alexander vendría, Cristina y Kelly confirmaron que nos acompañarían, incluso Theo, el mejor amigo de papá, prometió venir con su familia. Solo los había visto un par de veces mientras crecía, sé que su hija más grande ha de tener cerca de ocho o nueve años y que es algo parecida a él, pero con ese rasgo particular de su madre.

—Este año son muchas personas —comentó el abuelo sentándose en la mesa con nosotros— Desde Aurora no ha habido una fiesta tan grande —añadió mirando las paredes recién pintadas de un blanco neutro con algunas decoraciones en gris azulado.

—Navidad era su segunda festividad favorita —comentó papá— De primero estaba Halloween, solo porque era el mismo día de su cumpleaños. Ella era demasiado infantil.

—Tú también lo eras —añadió mamá y papá besó su frente.

—Lo sé.

Estando de vacaciones en el instituto he podido conseguir trabajo de medio tiempo como pintora en eventos. Mi jefa dice que mi destreza al momento de detallar todo puede que me lleve a tener mi propio negocio algún día, por el momento ese no era mi objetivo, pero me alegraba que ella fuera tan buena persona y me impulsara a ello.

—¡Amo la noche de navidad! —exclamó Norel— Sobre todo te amo a ti, rubia californiana, por armar todo esto y evitar que Kevin me arrastrara con él a Canadá. Su padre a veces puede ser insufrible.

—De nada —hice una pequeña reverencia antes de subirme a una silla para colocar el muérdago en la puerta— Aunque en el fondo creo que debiste acompañar a tu novio, casi no visitas a tus suegros.

—Tampoco quiero —comentó mientras agarraba la silla— Su madre es muy dulce, pero siento que su padre me odia en secreto. Temo un día irme a dormir y no despertar.

—Eres demasiado dramático.

—Si no lo fuera Kevin no me hubiese hecho caso en lo absoluto —sonrió con suficiencia— Soy lo que le pone la emoción a todo.

Al caer la noche todos nos arreglamos con una formalidad justa. Yo llevaba un vestido rojo que llegaba a nivel de mis muslos, unas zapatillas alta y el pelo totalmente lizo que llegaba a mi cintura. Cristina y Kelly ya se encontraban en casa y las risas en el primer nivel hacían sentir la ocasión algo nostálgica.

—Feliz navidad, Val —Kelly me abrazó— Te ves hermosa —comentó admirando mi vestuario.

—Tú también luces hermosa, Kell.

—Norel, tú también te ves de maravilla —exclamó Norel añadiendo sarcasmo a su tono— Oh, chicas, muchas gracias.

—Te ves más decente que nunca, Norel —comenté y él achinó los ojos.

—Eres pesada, rubia —bromeó y nos acompañó a recibir a la demás visita.

Una hora más tarde, Alicia, Brent y Mauro ya se encontraban charlando con mis padres y Cristina, tío Theo había llegado con su familia y yo les recibí. Grace, su esposa, llevaba un largo vestido amarillo, el pelo suelto dejando más a la vista los singulares mechones claros que tenían. Sus ojos de diferentes colores me miraron con cariño y me abrazó como si me conociera de toda la vida, que era algo así, técnicamente. Su hija mayor, Samirah era la copia exacta de su madre, mismo pelo castaño, mismo mechón blanquecino, pero en vez de un ojo totalmente gris, estos eran de un azul celeste como los de su padre. La más pequeña, Iris, tenía los ojos ambos de un gris apagado. Y el varón, él del medio, Killian, este era la copia de Theo, pelo negro y ojos celestes.

—Samirah, Killian ¿Cómo están? —me agaché un poco para saludarlos.

—Siempre me ha gustado tu pelo —contestó Samirah acariciando un mechón de este— Eres muy linda.

—No más que tú, Sam —acaricié su rostro y ella sonrió abiertamente. Tiene solo ocho años, es una ternura— ¿Killian, te puedo presentar a un amigo? —le pregunté al niño, quien da la casualidad tiene 6 años, tal cual Mauro.

—Sí —dijo mientras asentía con la cabeza.

—Él es Mauro —dije señalando al niño de pelo castaño que se encontraba jugando al lado de su padre— Puedes ir a jugar con él en la cama elástica.

—¿Yo también puedo? —preguntó Samirah y yo asentí. Los tres se marcharon casi corriendo hacia el patio trasero.

—Esta debe de ser la pequeña Iris —dije cargando a la bebé.

—Acaba de cumplir cuatro meses —comentó Grace brindándome un pequeño pañuelo— Al parecer le agradas, no suele quedarse quieta en brazos desconocidos.

—Tú también me agradas, pequeña —dije haciéndole caras y ella rio con entusiasmo.

Todos charlaban con mucha energía. El aire frio del invierno me hacía mantener mis manos sobre mi regazo mientras Norel insistía en que si bebía vodka puro mi cuerpo entraría en calor. Este chico tiene una obsesión con la bebida.

—¿Aún no llama? —preguntó Alicia sentándose a mi lado— No te entristezca, llegará a tiempo.

—No estoy triste —mentí y ella sonrió— En serio, no lo estoy.

—Oh, claro que lo está —Norel se unió a la conversación— Acabo de marcarle, dice que el taxi está atascado en la Brooklyn con Richardson, que pronto estará acá.

—Solo estoy nerviosa —me sinceré— Cinco meses sin verlo, a pesar de que hablamos por video casi todo el tiempo, hemos pasado más tiempo lejos de lo que estuvimos juntos.

—Por eso siempre digo que las relaciones a distancia nunca se dan —farfulló Norel y yo lo miré de mala gana— Pero no la tuya —sonrió aplacando una carcajada— Ustedes pueden con todo eso de la distancia.

—Eres un maldito —reí y él me brindó un vaso con jugo de arándano, que juro era más alcohol que jugo— Pero te quiero.

—Es obvio que me tienes que querer.

Durante media hora estuve sentada en las escaleras del porche esperando a que Alexander llegara. Cuando por fin un taxi se detuvo frente a la casa y lo vi bajarse con sus maletas y vistiendo una larga gabardina negra, mi corazón empezó a palpitar con fuerza y me encaminé hacia él.

—¿Cómo está la rubia más perfecta de todo el mundo? —abrió los brazos y yo corrí hacia él tan rápido como el suelo congelado me lo permitía.

—Te extrañé tanto —susurré agarrada a su pecho, permitiéndome oler su ligera colonia.

Hace cinco meses mi novio solía lucir un pelo largo al nivel de los hombros, pero ahora lo llevaba corto casi al raspe. Sus ojos azules iban decorados con unas ligeras ojeras, pero su sonrisa era lo que más me llamó la atención. Lucia feliz, pero algo faltaba, aun así, decidí ignorar todo y disfrutar del tenerlo cerca por el próximo mes y medio.

La cena fue más esplendida de lo que la había planeado, todos estaban entremezclados en charlas y risas. El abuelo se deshacía en muecas y sonrisas con la pequeña Iris. Al parecer Mauro, Killian y Samirah se llevaban de maravilla. Papá, Theo y Brent hablaban sobre recetas de comidas y mi madre, Grace, Alicia, y Cristina los escuchaban con sonrisas en sus labios. Mientras, Norel, Kelly, Alexander y yo estábamos tirados sobre la cama elástica viendo todo desde allí.

—Entonces irán a Inglaterra a principio de año —comentó Alexander— Deberías quedarte conmigo en Italia por unas semanas.

—Quizá lo haga —lo besé— Pero iremos a Inglaterra para ayudar a Vanya por unos días cuando el niño nazca.

—Creeme, la he escuchado hablar de eso durante todo un mes. Está ansiosa por verlos.

—En fin, cortando eso —interrumpió Norel— ¿Qué tal la fama italiana?

Alexander sonrió.

—En verdad todo va de maravilla. El desarrollo de la disquera va en un avance muy bueno y la banda ni decirte —respiró hondo— Papá ha confiado demasiado asignándome todo esto tan rápido.

—Pero lo estás haciendo bien —comentó Kelly— Supe que muchos artistas europeos están firmando con tu disquera.

—En realidad sí —respondió— Es solo que no quiero arruinar las cosas.

—Y no lo harás —lo abracé— Todo estará de maravilla, lo prometo.

La noche de año nuevo seria especial, era la primera vez que la pasaba con Alexander y mis padre en un mismo lugar.

Los padres de Alexander al parecer todos los años brindan una pequeña fiesta de despedida de año en la que asistían varias celebridades y personajes de la farándula. Según Norel algunos años eran tantos los famosos que llegaban que los paparazis se colaban en la fiesta para luego publicar las fotos en revistas de chismes.

Yo me estaba alistando para la noche cuando recibí una video llamada de Vanya y Sebastián. Ella llevaba un vestido de lentejuelas doradas que se pegaba a su cuerpo a la perfección y él un traje azul, como siempre bien peinado dejando a la vista un pequeño tatuaje en el cuello.

—¡Feliz año nuevo, Val! —gritó Vanya sobre el ruido de los fuegos artificiales— Te he llamado a ti de primero, estoy segura de que eso molestará a Norel.

—Feliz año nuevo, Vani —respondí con una sonrisa— Acá todavía faltan cuatro horas.

—Lo sabemos —esta sonrió y bajó el teléfono para que yo viera su vientre— Alguien está muy emocionado —comentó— Estoy ansiosa por verlos, los extraño tanto.

—También te extrañamos mucho —dije sentándome un momento— ¿Qué tal la vida de casi casada?

—Muy divertida —respondió girando su cabeza para ver a Sebastián que estaba en el fondo gritando algo inaudible— Sebastián es mucho más de lo que creí que sería.

—Te dije que todo estaría bien —dije y ella asintió lentamente.

Cuando terminé de charlar con ambos alisté mis cosas y bajé al primer nivel para encontrarme con mis padres y el abuelo. Mamá llevaba un hermoso vestido de terciopelo rojo que le daba a su piel pálida una luz increíble, papá llevaba un traje totalmente negro sin corbata y el abuelo un traje marrón oscuro. Yo por otro lado había optado por un vestido coctel de encaje color azul marino combinándolo con un conjunto de piedras obsidianas que papá me había regalado por navidad.

—Odio ver como mi pequeña crece y se ve tan hermosa —comentó este mientras yo me acercaba con una sonrisa.

—Gracias, papá —lo abracé y él me apretó con firmeza tomando un respiro hondo— Por favor, no llores.

—No lo haré —respondió aun sosteniéndome.

—¿Todos listos? —preguntó mamá mientras se terminaba de acomodar el abrigo.

—Listos —respondió el abuelo pasándome mi gabardina negra.

La mansión de los Bennett estaba totalmente decorada en azul, verde y rojo, todo estaba adornado de luces brillantes que le daban a la entrada principal un aire de cuentos de hadas. Muchos carros estaban delante de nosotros mientras unos guardias pedían la invitación que nos había llegado por correo hacia unas semanas y mi mente solo pensaba en el momento en que viera Alexander. Desde que llegó no hemos tenido mucho tiempo para estar solos, ha tenido que arreglar los asuntos legales con su padre y la disquera, yo he pasado mucho tiempo con mis padres, pues no se cuando vuelva a verlos, Norel ha sido mi única constante en las ultimas semanas, o más bien, en los últimos meses.

La noche inició de maravilla y la fiesta era gigantesca, algo que en cierto me causó demasiada ansiedad, así que Alexander y yo decidimos disfrutar de la noche desde el balcón de su habitación que daba una vista hermosa al lago y las luces que lo adornaban.

—No sabes cuánto extrañaba tenerte cerca —dijo depositando un beso en mi frente.

—Yo también te extrañé mucho —respiré hondo— Y te voy a extrañar más cuando enero termine.

—Lo sé —respondió acariciando mi pelo— Hemos tenido que reemplazar a Vanya, no es algo que me haya gustado, pero ella insistió.

—¿No volverá? —pregunté y él negó.

—Quiere esta cerca de su familia, eso lo puedo entender —comentó respirando hondo— Sebastián siempre ha tenido una fortuna increíble.

—Que tú también tienes —añadí y su sonrisa se ensanchó— Nótese, no soy nada narcisista.

—¿Cómo podrías serlo? —bromeó acunándome— Eres perfección hecha carne, Valentina Green.

Poco a poco las personas fueron saliendo al patio trasero lo cual daba señal de que el año nuevo pronto caería sobre nosotros. 2040, quien diría que el mundo llegaría tan lejos, quien diría que yo sobreviviría al último año. Pronto serian dos años de la perdida de mi mejor amiga. Dos años de que intenté acabar con mi vida por no saber sobrellevar todo ese asunto. Dos años en los que viví en una niebla por culpa de Logan. Nueva York de cierto modo fue una puerta nueva, trajo tantos problemas como los que solucionó.

Alexander y yo bajamos al patio trasero para acompañar a nuestros amigos y familia. Kevin había venido desde Canadá solo para estar en año nuevo con Norel y este no se aguantaba la felicidad. Mis padres y los de Alexander charlaban energéticamente y yo a sinceridad era plenamente feliz.

Diez...

Pedí por todas las personas a mi alrededor.

Nueve...

Agradecí por mis nuevas amistades.

Ocho...

Lloré por quien me faltaba y extrañaba con todo mi corazón.

Siete...

Me prometí no volver a sentirme menos.

Seis...

Pedí por mantener a las personas que recién conocí.

Cinco...

Más lágrimas.

Cuatro...

Aún más lágrimas.

Tres...

Sostuve la mano de Alexander.

Dos...

Lo atraje a mí.

Uno...

Él tomó mi rostro con ambas manos.

Cero...

Me besó, el cielo de Nueva York se iluminó de alegría y todos gritaron ¡Feliz Año Nuevo!







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