CHAPTER ONE

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐎𝐍𝐄

( before a gronckle bites your ass! )

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HILDA HADDOCK, LA PRIMOGÉNITA DE ESTOICO EL VASTO, la mejor cazadora de dragones de todo Berk. Desde que nació, su objetivo en la vida había sido aniquilar con esa plaga que lo único que hacía era terminar con su ganado y estilo de vida vikinga, además de haberle quitado a su madre a la corta edad de cinco años. Nadie podía llegar a alcanzar su agilidad en el campo de batalla y mucho menos con su astucia, a la hora de matar a aquellas bestias.

Hilda había sobrepasado el récord de su padre, cincuenta segundos, en el Entrenamiento de Dragones, siendo la primera vikinga de la aldea en asesinar a una Pesadilla Monstruosa en menos de treinta segundos. Su padre era el hombre más orgulloso de todo Berk, admiraba a su hija con todo su corazón vikingo y estaba seguro de que sería la mejor líder que su pueblo alguna vez tendría. A diferencia de su hijo Hipo, quién tardaba pocos segundos en hacer un desastre por dónde se encontrara.

Hipo era un niño muy especial desde que había nacido, la primera vez que Hilda lo vio en brazos de su madre, supo que debía protegerlo de todo lo malo de aquel mundo. Era un bebé frágil que la miraba con sus grandes ojos verdes y le regalaba las mejores de las sonrisas. No pasó mucho de aquel día, cuando su madre corrió a esconderla al ver que los dragones volvían a atacar Berk. Hilda acató sus órdenes escondiéndose debajo de su cama, abrazando a su pequeño peluche de oveja, hecho de lana por su madre. El ruido de los destrozos, los gritos de su pueblo y el calor que le ocasionaba el fuego, la tenían temblando hasta las lágrimas, odiando sentirse tan indefensa.

El llanto de Hipo hizo que la valentía y el coraje, que nunca había surgido de su pequeño cuerpo, apareciera, provocando que sus pequeños pies corrieran a la habitación de Hipo, encontrándolo con un pequeño corte en su barbilla. Todo a su alrededor desapareció, mientras intentaba llegar a la cuna del pequeño para poder sujetarlo. El grito de su madre hizo que sacara su vista de Hipo, para encontrársela siendo sujetada por uno de los dragones. Hilda se olvidó de Hipo por un momento, corriendo al rescate de su madre mientras lloraba a gritos, estiró su mano la cual sostenía su oveja, tratando de alcanzar a su madre. Ésta llegó a sujetar una de las patas del animal, tratando de no abandonar a sus hijos.

Su padre no tardó en llegar, ubicando a su pequeña detrás de él, provocando así, que la pata de la oveja se cortara, aún en las manos de Valka. Mientras veía como su esposa era llevada por aquel dragón, dejando así, a los pequeños sin una madre que los protegiera, sujetó a sus dos hijos con fuerza, siendo su único cable a tierra desde ese fatídico momento.

Aquella noche nunca abandonó la memoria de Hilda, era su motivador día a día para vengar a su madre y proteger a Hipo de la mejor manera posible. No queriendo decepcionar a su padre, entrenó sin parar todos los días de su vida. Mientras otros niños jugaban por la aldea, ella aprendía a usar las armas que algún día determinarían si viviría otro día. Y fue así como arrolló con toda su competencia como si fuera lo más fácil del mundo.

Hilda solía dormir con un ojo abierto, lista para saltar a la acción por si los dragones atacaban su aldea. Por lo que, cuando la alarma sonó, no tardó más de pocos segundos en saltar a la acción. 

Salió de su casa con sus boleadoras en la mano, lanzándolas apenas vio un Nadder aparecer, dejándolo inmovilizado. Dejó que el resto se encargara de él, mientras seguía derribando dragones con toda arma que encontrara. A sus espaldas, Hipo escapaba de la casa rápidamente.

El gritó de su padre, exclamando el nombre de su hermano, la sacó de su modo asesino, mientras luchaba con un Cazaviento, que la tenía inmovilizada contra el suelo. Le dio un golpe con un martillo, dejándolo aturdido, haciendo que se fuera volando.

— ¿Qué haces afuera?— le preguntó sujetándolo de su remera a pocos metros del suelo, antes de soltarlo y darle un empujón— ¡Vete a casa! — al poco tiempo, Hilda llegaba a su lado, por lo que le preguntó— ¿Qué tenemos?— sabiendo que su hija podía identificar a los dragones a metros de distancia y con oscuridad pura.

Gronckles, Nadders, Cremallerus, un Cazaviento— numeró sacándose la saliva de este último de su rostro—. Y vi a lo lejos un Pesadilla Monstruosa.

— ¿Algún Furia Nocturna?— preguntó mientras una gran explosión sucedía, provocando que el resto se cubriera con sus escudos, excepto ellos, quienes solo se quitaron las brasas que les cayeron en sus hombros, como si nada ocurriera.

— Hasta ahora, no— respondió agarrando el hacha que le ofrecieron—. Pero no me sorprendería ver a algunas estrellas desaparecer.

— Bien— Estoico finalizó la conversación, mientras le daba un leve golpe en su hombro, dejándola continuar con su lucha.

Berk comenzó a encender las antorchas, dejándoles así una vista más iluminada para atacar. Los dragones que se enfrentaban a Hilda, caían a los pocos segundos, provocando que el resto de las bestias no se quisieran enfrentar a ella.

Un sonido que conocía muy bien comenzó a hacerse cada vez más fuerte, haciendo que gritara con todo el volumen que sus cuerdas vocales le permitían.

¡FURIA NOCTURNA!— gritó, a la vez que el nombrado lanzaba fuego a la catapulta donde se encontraba su padre, quién logró salir ileso, como era costumbre— ¡ASTRID!— exclamó el nombre de la rubia, para que con su equipo intentaran apagar el destrozo que había hecho la bestia.

La rubia había acudido a ella desde que su pequeño cuerpo había podido levantar un hacha. La muchacha la admiraba enormemente y el que Hilda hubiera aceptado ayudarla con su entrenamiento, había sido el segundo mejor momento de su vida. Ya que el primero, sería cuando ganara el Entrenamiento de Dragones y matara a su primer dragón.

Hilda agarró una red, al ver a tres Nadders querer robarse a sus ovejas. Corrió hasta allí para subirse a una casa cercana, su padre la vio, por lo que llamó a otros cuatro hombres para llevar a cabo el plan de su hija. Hilda saltó con la red extendida, al mismo tiempo que su padre y los hombres, sujetaban sus extremos. Allí, comenzaron a pelear con los dragones hasta terminar con ellos.

El grito de Hipo se escuchó, provocando que la atención de Hilda perdiera concentración, encontrándose con el muchacho escapando de una Pesadilla Monstruosa. Estoico estaba a punto de salvarlo, pero Hilda se le adelantó corriendo hacia su hermanito.

El dragón estuvo a punto de atacarlo, cuando Hilda le saltó encima, haciendo que se concentrara en ella. La bestia carmesí la sacó de su espalda, antes de intentar usar su fuego contra ella, pero solo unas pequeñas llamas salieron.

— Ya no tienes— rió cínica, antes de golpearlo con sus puños, al carecer de un arma. Sin embargo, sus puños eran igual de efectivos, ya que el dragón se fue volando con cobardía. El pueblo festejó al ver que era el último dragón, ganándose alabanzas, especialmente por aquel grupo de jóvenes que la idolatraban.

Estoico llegó, al mismo tiempo que el poste donde se había escondido Hipo, caía rompiendo todo su muelle y liberando a los dragones que tenían capturados, quienes se llevaron la mayoría de las ovejas.

— Lo siento, papá— se disculpó con Estoico, sabiendo que Hilda nunca se enojaría con él—. Pero le di a un Furia Nocturna. No es como las últimas veces, papá, ¡esta vez en verdad le di!

Hipo seguía contando su hazaña, mientras Hilda veía la discusión de lejos, abrumada como cada vez que ellos discutían. Era algo tan recurrente en su vida que aquellos dos pelearan por todo, que perdía la esperanza por ellos un poco más cada día.

— ¡Basta! ¡Ya basta!— lo detuvo el hombre—. Cada vez que sales, desatas un desastre. ¿No ves que tengo problemas mayores? ¡El invierno está cerca y tengo que alimentar a un pueblo entero!

— Aquí entre nos, al pueblo le convendría comer un poco menos.

Hilda suspiró mientras miraba al suelo sujetándose la cabeza.

— ¡Esto no es un juego, Hipo!— exclamó— ¿Por qué no puedes obedecer las más simples órdenes?

— No puedo evitarlo, cuando veo un dragón tengo que matarlo— contestó pensando que aquello era lo que su padre quería oír—. Es lo que soy, papá.

— Eres muchas cosas, Hipo. Pero un cazador de dragones no eres— terminó antes de hacerle un gesto a Bocón—. Fíjate que llegue, tengo que limpiar su desastre.

Hipo comenzó a caminar junto a su escolta en dirección a Hilda, quién le dio una pequeña sonrisa lastimera. Aunque la respuesta del grupo de jóvenes no fue la misma.

— ¡Qué bien peleaste, Hipo!— se burló Brutacio, mientras Brutilda reía.

— Nunca había visto a alguien meter la pata así, ¡nos ayudaste!— siguió Patán.

— Gracias, gracias— respondió el afectado sarcástico—. Hice el intento, ¿sí?

Cuando Hipo ya estuvo a unos metros de distancia, Hilda se ubicó frente a los jóvenes, causándoles temor. Excepto por Astrid, quien solo levantó la mirada del hacha que estaba afilando.

— Espero que arrasen en el Entrenamiento de Dragones— se burló ahora ella—. Porque a la única que veo entrenar es a Astrid. Yo que ustedes me pondría al día... Antes de que un Gronckle les muerda el trasero, a penas pongan un pie en la arena.

El grupo quedó callado por el miedo y el respeto que le tenían, mientras Astrid se reía por lo bajo al ver a Patán callado por primera vez. Hilda les dio una última mirada, antes de dirigirse a reparar los daños ocasionados.

Tan solo deseaba que Hipo dejara de meterse en problemas algún día.








¡Primer capítulo de Valhalla!

Me gustaría saber qué piensan de Hilda y su relación con los personajes que aparecieron. 

Y espero que les haya gustado este inicio de historia♥









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