CHAPTER TWELVE

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐖𝐄𝐋𝐕𝐄

( you saved me!)

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HILDA SE ENCONTRABA JUNTO A ERET, MONTADOS SOBRE el lomo de Camaleón, dispuestos a accionar cuando las trampas se abrieran, al igual que los demás con sus respectivos dragones. Pudieron sentir como el barco se detenía, dando un claro indicio de que habían llegado a destino. No pasó mucho tiempo, cuando estas se abrieron dejándolos libres y permitiéndoles ver la imagen frente a ellos.

Los seguidores de Drago se encontraban peleando y capturando a los dragones de una especie de nido rodeado del mismo hielo que Hilda había visto con anterioridad.

— ¡Abran paso a los jinetes de dragones!— exclamó Brutacio con superioridad, buscando la mirada de Hilda para impresionarla. Más, se decepcionó al verla con una sonrisa dirigida a Eret, quién intentaba aprender a controlar al Gruñón Tambaleante.

Comenzaron a ayudar a los dragones, disparando su fuego hacia las trampas para liberar a quienes fueron capturados. Sin embargo, los seguidores de Drago empezaron a concentrarse en ellos, atacándolos con sus redes.

— ¡Arriba, chico!— exclamó Hilda a su dragón, intentando alejarse de sus ataques— ¡A la izquierda, Eret!

El hombre acató su orden, evitando así, un gran pedazo de hielo que caía hacia ellos. No obstante, otro de ellos caía en su dirección dejándoles poco tiempo de reacción.

Sorprendentemente, éste se destruyó, dejando ver a Hipo, Estoico y una persona que no conocía, volando sobre ellos.

»¡Hipo!«, exclamó la pelirroja con una estridente risa, llamando la atención de Astrid, quien se acercó al castaño de igual forma.

— ¡Bienvenido a bordo, jinete de dragones!— saludó su hermanito a Eret.

— Gracias, creo— contestó el hombre, aun luchando con el control del dragón.

— ¿Dónde has estado?— le preguntó su hermana, ignorando al morocho delante de ella.

— Ya sabes, poniéndome al día con nuestra madre— dijo antes de ver hacia arriba.

El corazón de Hilda se detuvo por unos segundos, antes de ver hacia la dirección que Hipo le había señalado. Allí, el desconocido que antes había visto, se elevaba sobre un gran dragón con el Alfa a sus espaldas.

Su madre estaba viva.

— ¿Esa es su madre?— preguntó Astrid completamente perpleja.

— Ahora ya sabes de donde heredé lo dramático.

Un jadeó salió de los labios de la pelirroja, a la vez que su hermanito y Astrid se alejaban para continuar luchando.

— ¿Te encuentras bien?— le preguntó Eret, girando un poco su rostro para poder verla.

— Ella está viva— fue lo único que pudo decir, antes de ver como una de las redes atrapaba al dragón de su madre.

No iba a perderla otra vez.

» ¡Acércame!«, le indicó al hombre, quién acató su orden, direccionando a Camaleón.

Drago estaba acercándose a ella a paso lento, por lo que Eret aumentó la velocidad.

— ¡He esperado mucho tiempo para esto!— exclamó el enemigo, antes de que alguien se le tirara encima.

— ¡Yo también!— le contestó la pelirroja en su oído.

Hilda se encontraba sobre la espalda de Drago, intentando que no se acercara a su madre, antes de perder el equilibrio y que este la tirara al suelo frente a él.

Valka corrió hacia la muchacha, ayudándola a levantarse, pudiendo verle el rostro. Allí la reconoció, sacándose su máscara lentamente. Su pequeña Hilda, se encontraba frente a ella, ahora como una adulta.

Drago gritó dispuesto a atacar, por lo que Valka soltó a su hija para luchar contra él.

— ¡No puedes llevarte a nuestros dragones! ¡Los controla el Alfa!

— Pues qué bueno que traje un rival— contestó el enemigo, antes de agitar su lanza y gritar como anteriormente lo había hecho.

Las aguas del océano comenzaron a moverse con ferocidad, dando paso a un enorme dragón de la misma especie que el Alfa, la única diferencia, era que éste tenía escamas negras y tenía grilletes en sus colmillos, un claro indicio de su esclavitud.

Drago se rió, antes de girarse para volver a atacar, pero Estoico llegó lanzándolo al suelo de un golpe.

— Chicas, ¿creen poder detenerlos?— dijo su padre refiriéndose a los Alfas, comenzando a girar alrededor de Drago.

— Haremos lo posible— respondió Valka, sujetando la mano de su hija, antes de hacerla subir junto a ella a Brincanube.

Hilda aún no podía creer que su madre se encontrara frente a ella. Todos estos años y ella se encontraba viva. Quería hacerle tantas preguntas, sin embargo, aquel no era el momento para interrogatorios.

A pesar de todos los intentos, los Alfas continuaban peleando entre ellos con suma brutalidad. El Alfa enemigo logró derribar a su oponente, antes de clavar sus colmillos en su cuerpo, acabando con él.

— ¡No!— exclamaron ambas, ante tal escena.

El Alfa vencedor dio un gran rugido, controlando a todos los dragones presentes excepto los suyos, quienes agacharon sus cabezas en estado de sumisión, reconociéndolo como su nuevo líder. Éste comenzó a atacar a Brincanube, provocando que Hilda perdiera su agarre comenzando a caer en caída libre.

— ¡HILDA!— gritó su madre, pero antes de poder ir a ayudarla, el Alfa comenzó a absorberla hacia su boca.

Su cuerpo cortaba el viento a su alrededor a gran velocidad, ni siquiera pudo dejar salir un grito, cuando fue atrapada milagrosamente en los brazos de alguien. Aun temblando por el reciente suceso, abrió sus ojos encontrándose con la preocupada mirada de Eret.

— Me salvaste...— susurró la pelirroja todavía sorprendida por el accionar del morocho. Éste boqueó sin saber qué contestar, antes de sentir los brazos de Hilda abrazarlo fuertemente. Luego, sintió sus labios en su mejilla dejando un pequeño beso—. Gracias.

Las mejillas de Eret se volvieron rojas, antes de que el grito de Estoico llamara su atención.

Su padre corría hacia Hipo, quién retrocedía ante Chimuelo. Camaleón no dudó en dirigirse hacia allí, al sentir los sentimientos de Hilda ante tal escena.

El Furia Nocturna, estaba a punto de dejar salir su fuego, cuando Estoico empujó a su hijo recibiendo todo el impacto.

— ¡PAPÁ!— gritó Hilda, mientras se bajaba de su dragón, corriendo hacia su familia.

Ayudó a su madre y hermanito a girar el cuerpo de su padre, encontrándose con su mayor pesadilla. Estoico estaba muerto entre sus brazos.

La pelirroja se giró hacia Chimuelo, encontrándose con sus pupilas contraídas, un claro indicio de que había sido controlado. Bocón ubicó su mano en su hombro, provocando que sus lágrimas comenzaran a salir, cayendo sobre el cuerpo de su padre.

El Furia Nocturna, se acercó con lentitud, antes de acariciar la mano de Estoico. Pero Hipo explotó, alejándolo.

— ¡Vete de aquí! ¡Aléjate!

— No es su culpa, lo sabes— intentó tranquilizarlo Valka—. Los dragones buenos controlados por personas malas, hacen cosas malas.

El gran rugido del Alfa se escuchó, provocando que las pupilas de todos los dragones se contrajeran, antes de seguir sus órdenes. Pero a pesar de que quisieron detenerlos, nada parecía hacerlos reaccionar.



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— Que las Valquirias te reciban y te guíen por el gran campo de batalla de Odín— comenzó a hablar Hilda, mientras todos preparaban sus flechas—. Que canten tu nombre con amor y furia, para que los escuchemos surgir desde el corazón de Valhalla y sepamos que has llegado al lugar que te corresponde en la mesa de los reyes. Pues ha muerto un gran hombre. Guerrero. Jefe. Amigo. Padre— finalizó con quebraduras en su voz, sabiendo que ahora, ella era la jefa de Berk. Y tenía unos muy grandes zapatos que llenar.

Todos esperaron a que Hilda hiciera el primer lanzamiento, viendo como su flecha caía en el pequeño bote en el mar, comenzando así el incendio que llevaría a Estoico al Valhalla.

El resto imitó sus acciones, antes de que el bote desapareciera entre la niebla.

— Lo siento, papá— murmuró Hipo, antes de que Hilda sujetara su brazo para acercarlo a ella—. No soy el pacificador que creía ser.

— No soy la jefa que tu querías que fuera— continuó Hilda de igual forma—. Pero voy a hacer todo lo posible por cumplir con lo que querías ver en mi futuro. Lo prometo.

Valka se acercó a sus hijos lentamente, antes de hablar.

— Ambos llegaron antes de tiempo a este mundo, eran muy pequeñitos, tan delicados y frágiles. Temí que no sobrevivieran— comenzó, antes de ubicarse frente a ellos y sostener sus hombros—. Pero su padre, él nunca dudó. Siempre dijo que serían los más fuertes de todos y tenía razón. Tienes corazón de jefa— miró a Hilda, antes de ver a Hipo—. Y alma de dragón. Solo ustedes pueden unir nuestros mundos. Eso es lo que son.

La pelirroja suspiró lentamente, antes de girarse hacia todos.

— Un jefe protege a los suyos— afirmó, antes de compartir una mirada con su hermanito, quién asintió—. Volveremos allá.

— ¿En qué?— preguntó Brutacio.

— Se llevó todos los dragones— continuó Brutilda.

— No todos— finalizó Hipo.






¡Sexto capítulo basado en la segunda película!

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥







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