23. Emergencias

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Me temblaban las manos con descontrol mientras manejaba en mi coche hasta la tienda de Alice y me debatía si debía o no llamar al 9-1-1. Tenía que ser una emergencia, ¿por qué otra razón Alice me escribiría desde el interno del sistema? Hasta donde yo sabía ya ella no estaba trabajando de noche, pero eran las 23:00 en punto y yo iba subiendo a quinta velocidad mientras repasaba en mi mente el mensaje buscando algo que me dijera a qué iba a enfrentarme una vez entrara a su tienda.

Afrontémoslo, Alice tenía muy mala suerte y pensar en ello solamente elevaba mi nivel de estrés en cantidades absurdas. Hacía años que un imbécil secuestró a su amiga, y luego casi casi la mata. Hacía unos meses la rescaté de un psicópata que quería entrar a su tienda, ¿y ahora? Un mensaje en el interno del sistema que saltó en mi ordenador diciendo «Ven a la tienda, es urgente». ¿Por qué no me llamó? ¿Por qué no me envió una nota de voz? No tenía su teléfono a la mano, eso era algo seguro, ¿y entonces solamente pudo alcanzar enviarme algo desde el sistema interno de la tienda?

Quizás no había peligro, quizás no sucedía nada. Pero es que, tratándose de Alice, lo más seguro era que sucediese algo, y algo feo. Mi cerebro me alertaba diciendo una y otra vez que no había razón para esto mientras mi mente me gritaba que fuera más rápido. Necesitaba rescatarla, que ella estuviera bien, que todo estuviera en orden. Ella jamás habría acudido a mí si no fuese algo verdaderamente urgente.

Estaba tan preocupado en mi mente que casi me pasé la curva que daba directamente hacia la calle donde estaba la tienda. Frené con tanta fuerza y busqué mi teléfono por todo el auto sin éxito. Trataba de recordar una y otra vez si lo había tomado en casa, pero el mensaje inesperado de Alice me bajó tanto las defensas que salí corriendo sin pensar en nada.

Excelente día para dejar el teléfono cargando.

Tomé una llave inglesa que mi Amanda me había dejado en el lateral de mi asiento y salí del coche para enfrentarme a lo que fuera que fuese a conseguir. Las luces de la tienda estaban apagadas en el mostrador, pero podía ver las oficinas traseras con las luces encendidas y esto me estresaba todavía más.

La puerta estaba abierta, otra mala señal. ¿Cuántas veces le había dicho a Alice que cerrara la bendita puerta si iba a trabajar de noche? Sostuve la llave inglesa con más fuerza mientras entraba intentando no hacer ruidos y veía que no había nadie en la oficina ni en la sala.

El silencio me tenía inquieto hasta que un tecleo incesante en la sala de servidores me llamó la atención de forma inmediata. Entonces escuché otros movimientos y caminé hacia allá con paso seguro dispuesto a matar a quien le pusiera un dedo encima a Alice.

Al llegar ahí vi la silueta de un hombre frente al escritorio que Alice usaba para restaurar sus libros mientras me acompañaba a trabajar en los servidores. La adrenalina me llegó de golpe a la cabeza cuando levanté la llave inglesa dispuesto a pegarle mientras el resto de mis sentidos notaban que no había rastro de Alice. Esto no tenía sentido.

—Demonios —escuché en un susurro y reconocí inmediatamente la voz.

—¿Joshua? —inquirí sin bajar la llave cuando él se volteó y dio un salto hacia atrás levantando las manos.

—Justin, perdona. Soy yo —dijo como si fuese necesario—. No es necesario ponernos agresivos —intentó bromear, pero yo no estaba para chistes.

—¿Tú me escribiste por el sistema? —inquirí. Se rascó la cabeza sin dejar de tener la otra mano levantada. Entonces fue que noté que no había bajado la llave inglesa.

—En mi defensa, te escribí hace tres horas, pero pensé que no había funcionado —explicó y yo bajé la llave lentamente—. Lo siento, ¿te asusté?

—Dios —dejé caer la llave en el piso y me sostuve la cabeza sintiendo por un momento una ola de emociones pasar por el cuerpo—. ¿Dónde está Alice?

—Con Lanna —me aseguró. Respiré profundo y me pasé varias veces las manos por la cara para quitar esta expresión de susto y alivio que me recorrió. Respiré profundo y Joshua simplemente se quedó inmóvil.

—Perdóname, no pensé que...

—¿Qué quieres? —le dije reemplazando mi alivio por molestia. Todo en esta interacción me resultaba tan molesto.

—Yo... —se quedó inmóvil al verme voltear a enfrentarlo.

—Dime, ¿qué es lo que quieres? —le dije tratando de calmar mi ímpetu. Por más que odiara al tipo no tenía intenciones de liarme a puñetazos con él.

—Necesito que desbloquees el sistema de ventas, no puedo acceder y...

—¿Qué? —inquirí sin entender lo que decía.

—Hace unas semanas cambiaron el sistema y ya no tengo acceso, necesito... —siguió explicándose y yo fruncí el ceño.

—¿Qué?

—Solamente necesito que...

—No —dije antes de darme media vuelta para marcharme. El corazón me latía a 200 por minuto y yo comenzaba a exasperarme por este tipo.

—Justin, necesito el acceso para poder finalizar las últimas ventas. No te habría llamado si no te necesitara, créeme.

—No pienso darte acceso a nada sin la autorización de Alice —le ladré dándole la espalda para irme cuando Joshua se adelantó unos pasos y me hizo frente.

—Yo también soy propietario de este sitio —me encogí de hombros.

—Necesito la autorización de ambos —le dije sin reservas.

—¿Y para cambiar el sistema no me necesitaban a mí?

—Alice es la socia mayoritaria —repliqué de golpe. Joshua se desesperó y se alborotó el cabello de lado a lado.

—No quiero perjudicarla, simplemente estoy arreglando lo que hice —respondió—. Quiero hacer las ventas y dejarle su dinero en la cuenta, pero no puedo hacerlo sin hablarle —yo sentí la necesidad de decirle una barbaridad, pero me contuve, porque de verdad no iba a liarme a puñetazos con él.

—Cobarde —dije para mí, aunque estaba muy seguro de que él me oyó.

—Mira, no te estoy pidiendo ayuda para recuperarla, solo quiero... —entonces tuve que interrumpirlo.

—¿Por qué? —musité. Joshua se detuvo y levantó la mirada.

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué no me estás pidiendo ayuda para recuperarla? —inquirí. Aunque no fuese mi problema me sentía tan impotente por su petición.

—No lo entiendo...

—¿Por qué no estás rogándole a Alice que regrese contigo? ¿Por qué no estás arrastrándote como el maldito imbécil que eres? ¿Por qué no estás disculpándote con ella? —él me sostuvo la mirada y presionó los labios. Como si quisiese decir algo, pero simplemente no pudiera—. Alice te oiría, te perdonaría tan rápido, recompondría su vida y volverían a encajar en todo, te seguiría hasta el maldito fin del mundo, ¿acaso no es suficiente para ti? —pero él solo presionó las manos haciéndome querer atestarle un golpe en la cara—. ¿Por qué no quieres recuperar a Alice? ¿Por qué? No puedo entenderlo.

—¿Tu querrías hacerlo? —me preguntó con el tope del cinismo.

—Por supuesto, trabajo en ello —le solté hinchando el pecho cuando él volvió a retraerse con lo que parecía ser... ¿dolor? Esperaba molestarlo, que entrara en razón, que peleara. Pero su acción retráctil me hizo sentir más impotente—. Cobarde —le repetí y él me miró.

—¿No puedes simplemente hacerme el favor? Si ella te elige después de esto, será su elección y nada más.

—No.

—¿Por qué no?

—No pienso ayudarte a abandonarla, haz eso por tu cuenta —le dije recogiendo mi llave inglesa del piso antes de querer marcharme otra vez. Pero él me detuvo poniéndose frente a mí una vez más.

—¿No te parece que estoy arrastrándome como el maldito imbécil que soy? —dijo entre dientes y cuando lo vi me bajó la mirada como si no pudiese sostenerla—. Pidiéndole al ex novio de la mujer de mi vida que me ayude a no acercarme a ella mientras termino de arreglar todas las cosas para darle una elección...

—¿Qué?

—Tomé una mala decisión —yo bufé.

—Vaya que sí...

—No entiendes, hice un contrato y comprometí la empresa de Alice. Lo hice porque pensé que era lo mejor para nosotros, para nuestro futuro, para nuestra familia, pero no era así.

—Pensaste que podrías resolverlo todo e ir junto a ella al final del día a ser feliz sin preocupaciones —bajó la cabeza—. Pero no es verdad, no podías volver y siempre estás preocupado por todo menos por ella.

—Eso no es cierto.

—Claro que lo es, no tienes tiempo para preocuparte por nada más que porque todo salga de acuerdo al plan —le dije y sentí la boca amarga al decirlo, porque era verdad, porque yo había vivido así.

—Pero ya no quiero vivir así —se exasperó.

—Tengo dos meses haciendo el trabajo que debía hacer en seis porque no puedo permitir que pierda su empresa porque yo tomé una decisión pésima —y entonces se resquebrajó—. ¿No crees que me estoy muriendo por tenerla entre mis brazos?

—No —fui honesto. Joshua abrió sus ojos más de lo que lo había visto jamás, entonces se puso a la defensiva—. Porque sabías que la rompías y te fuiste a trabajar solo, a matarte para volver y llorar junto a ella diciéndole que lo hiciste por ella. Pero no es así, Joshua, lo hiciste por ti.

—Tú no sabes lo que...

—Solo que sí lo sé —lo interrumpí—. Y no pienso ayudarte a cumplir tu estándar mental. Es inalcanzable.

—¿Qué?

—Ser ese hombre, fuerte, grande e independiente que puede hacerse cargo de todo y mantenerla a salvo en una jaula de oro. Es inalcanzable, no puedes serlo, y ella siempre te odiará por encerrarla.

—Sí, ya lo sé —admitió dando varios pasos atrás para recostarse de la vitrina. Entonces suspiró—. Tengo meses intentándolo y realmente no quiero hacerlo sin ella.

—¿Hhmm? —en algún punto me perdí.

—No puedo ser un mejor hombre sin ella —me reveló de golpe y yo ladeé la cabeza—. Trabajo arduamente, me visto de traje, me presento a las reuniones y bebo whiskey con papá. Pero soy más como ellos y menos como yo. No quiero ser eso. Quiero ser el Joshuá de Alice —susurró imitando esa forma afrancesada como Alice pronunciaba su nombre.

—Y si lo entendiste, ¿por qué no se lo dijiste antes? —me atreví a cuestionar.

—Porque yo no sé si ella quiera a este Joshua mientras intento volver a ser el suyo... —dijo rascándose el cabello con la mirada baja en una caja que tenía en el suelo cercano a sus pies.

—¿Entonces no quieres vender todo e irte? —inquirí y él negó con la cabeza.

—Quiero estar con ella sin que esta estúpida decisión nos estorbe en nada. Quiero que ella decida si quiere o no darme otra oportunidad. Quiero ser lo que se supone que debía ser para ella —entonces yo asentí con la cabeza sintiendo esa revelación sobre mis hombros y sobre mi propia vida. Pude sonreír ante la idea, ante la decisión, ante lo que toda aquella emergencia representaba para él y también lo había hecho para mí. Era un tema de decidir ser mejor, de decidir ser valiente y no un cobarde que huye a la primera ocasión.

Era un tema de tener la fuerza suficiente para admitir que estabas equivocado, que lo habías hecho mal y que querías mejorarlo como fuese posible.

—Es lo más valiente que he oído —admití mientras caminaba de vuelta a la sala de servidores para darle el acceso que necesitaba.

—Por favor, no le digas a Alice sobre esto —me pidió y yo fruncí el ceño ante su petición—. No quiero que se entere hasta que yo tenga la oportunidad de explicarme —y simplemente por todo lo que había sido Joshua para ella se lo permití. Jugar bajo sus términos, establecer las cartas como él quisiera jugarlas, y así tener la mayor oportunidad posible de recuperarla, de recuperar todo esto.

No dije mucho más, esto no iba a hacernos amigos ni nada. Le di el acceso y le expliqué cómo borrar su rastro antes de marcharme con una profunda sensación de victoria reposando sobre mi pecho mientras regresaba a casa sintiéndome más valiente de lo que había hecho en años. Esta era mi decisión: ser tan valiente como pudiera con mi vida y con mi Amanda, sin dejar que nada se interpusiese entre nosotros. Ser este hombre, el que quería ser.

Y así lo estaba demostrando. Con la cabeza sobre los hombros, dispuesto a ayudar al que en algún momento fue mi mayor rival, mi comparación más injusta, y mi mayor demonio. Descubriendo que, en este punto, la imagen cobarde de mí era mi debilidad, y yo simplemente arruiné muchas cosas dejándole ganar. Pero ahora podía estar en paz con eso, porque todo ello me había traído hasta aquí sin prisa, sin pausas, sin emergencias. Poco a poco para poder entender que la valentía no era no tener miedo sino sobreponerse por ese amor que te calentaba el alma y te hacía ir más allá de ti mismo.

Dejé el coche en el porche, subí y fui a tomar mi celular para escribirle a Amanda antes de dormir, pero al tomarlo me di cuenta que estaba reventado a llamadas y mensajes suyos. Abrí los ojos como platos y me aproximé a llamarla, pero la contestadora cayó de inmediato. Chisté y me metí en la mensajería a ver si podía entender qué era lo que había pasado.

Entre los mensajes preguntando donde estaba y las llamadas perdidas encontré una nota de voz que me hizo tomar devuelta las llaves del coche y salir a toda prisa.

Supongo que no era cierto lo de que te llamara para ir por Stella cuando tuviera problemas... Voy saliendo a Latte's, en caso de que recuerdes que tienes teléfono... —y maldije mi suerte, maldije a Joshua y maldije todo lo que podía por mi descuido.

Esto era lo único que tenía que hacer, lo único que tenía que cuidar y se me había perdido de vista por casi hora y media. El motor de Cami roncaba y me regañaba al hacer los cambios demasiado rápido mientras yo me permitía sentirme miserable y deseando llegar a tiempo para detener que algo malo pudiera sucederle a Amanda en ese lugar de mala muerte al que le gustaba meterse cuando era Junior.

Al llegar ahí vi su coche aparcado afuera y prácticamente me lancé del mío para entrar al club lo antes posible. Al entrar había una especie de trifulca armada y un tipo parecía estar halando el brazo de Stella a lo lejos, pero yo estaba tratando de localizar a mi pequeña novia entre el montón de tipos empujándose y tirando vasos al suelo.

Cuando vi que el hombre seguía halando a una versión muy borracha de Stella me interpuse entre ellos y tomé a Stella del otro brazo.

—Suéltala —ordené cuando el tipo se encimó.

—Suéltala tú, ¿quién te crees? —entonces Stella se enrolló entre mis brazos y empujó al otro tipo.

—Déjame, déjame. Con él estoy bien —dijo caminando atrás cuando el tipo me empujó y yo me di media vuelta para enfrentarlo mientras seguía buscando a Amanda con la vista.

—Que la sueltes —Stella me haló del brazo y el tipo intentó golpearme, pero puse el pie en el medio haciéndolo caer. Realmente estaba muy borracho.

—¿Dónde está Amanda, Stella? —inquirí sosteniéndola cuando Stella negó.

—¿Cómo puedo saber?

—Ella vino aquí por ti —la regañé y ella soltó una carcajada negando.

—Ella jamás vendría por mí.

—Siempre lo hace —dije cuando sentí movimientos detrás de mí y me di vuelta para ver como Amanda le metía una tremenda patada en las nueces al tipo que intentaba golpearme. Los golpes y patadas comenzaron a volar por los aires cuando Amanda simplemente tomó a Stella del brazo haciéndome soltarla y echó a caminar afuera bajando la cabeza para que no las lastimaran.

Podría enamorarme también de esta versión de Amanda. Tan fiera, tan esquiva, tan lista para defenderme y defenderse. Tan presta como yo a sacarla perfectamente de una situación como esta. Entonces me dediqué a eso, a empujar a cuanto tipo tuviera que empujar para que ella pudiese sacar a Stella del bar y a abrirle la puerta a Stella para que entrara directamente al coche.

Cuando ella metió a su hermana al coche simplemente cerró la puerta y comenzó a caminar a la puerta del piloto. Supuse que estaría enojada, pero no podía permitir que pensara cualquier cosa. Así que, contra toda norma lógica de supervivencia me interpuse en su camino y la detuve con una mano.

Ella me miró como si quisiera matarme y levantó esa mirada fiera que me hacía faltar el aire en los pulmones.

—¿Dónde estabas? —me preguntó simplemente y yo estuve a punto de soltar toda la historia, pero entonces recordé la petición de Joshua, y sabía que si se lo decía a Amanda me haría ir desde allí a decirle todo a Alice.

—Trabajando —tartamudeé.

—¿Qué? —yo me puse más nervioso.

—Surgió una emergencia y se me quedó el teléfono en la casa, discúlpame —le pedí, casi le rogué. Amanda respiró con más histeria que antes.

—¿Dónde? —me preguntó haciéndome sentir que escrutaba cada una de mis medias verdades con esos ojos verdes aceituna que me helaban el alma.

La petit princesse —expliqué creyendo que me entendería, pero la expresión de sorpresa de su rostro fue tan efímera que sentí que había dicho algo malo.

—Tienes que estar bromeando —me dijo bajando la mirada de mis ojos antes de dar un paso al frente e indicarme que debía quitar la mano.

—No, no entiendes —le dije cuando ella me empujó con la mano para pasar a la puerta del coche.

—¿Qué es lo que no entiendo? —me dijo con fiereza—. ¿Para qué me pides que haga esto, Justin? No te necesitaba en absoluto y aún así decides fallarme por... —pero no siguió y yo supe que faltaba algo importante, pero no entendía qué.

—No, no. Mera, perdón, perdóname... —le supliqué. Sabía que le había costado mucho dejarse cuidar y que yo no estaba para cuidarla.

—No, fue mi error. No debí —dijo antes de abrir la puerta del coche.

—Por favor, Amanda, vamos a hablar.

—Debo irme antes de que Stella vomite todo el coche, Justin —se quejó y yo me impacienté.

—Las escolto a casa... —me ofrecí y ella esperó un instante en el que me miró con intensidad. Luego negó y se metió al coche.

—Puedo hacerme cargo de mis propias emergencias —sentenció antes de encender el motor y echar a andar a toda velocidad. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro