14. Coraje

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Hoy era día de salir con Justin, y yo no creí tener el coraje para hacerlo, pero lo hice.

Salí con él y, para mi desgracia, él fue la persona más encantadora sobre la faz de la tierra. Siendo honesta era realmente sencillo permanecer enamorada de él cuando estaba presente. Era hermoso, galante, inteligente, atento y honesto. El hombre era un sueño hecho realidad, que me miraba como si fuese su mundo. Y es que siempre que el trabajo no se interpusiera, eso era yo: su mundo.

En los último días Justin había estado muy pendiente de mí. Yo, por mi parte, estaba tratando de molestar menos a Josh y tomar la distancia que nos habíamos prometido hacía días, así que le había pedido a Justin que nos llevara a Lanna y a mí a la residencia cuando ella salió del hospital, y eso había hecho puntual y con la cena incluida. Nos había ido a buscar al hospital y me texteaba un par de veces al día para saber cómo estábamos.

Ese era el código implícito que me indicaba que él sabía que había metido la pata. Su atención temporal eran sus disculpas. Su rosa blanca, camisa de botones y el hecho de complacerme en absolutamente toda esta noche no era más que un plan magistral para que no lo mandase al mismísimo demonio.

Normalmente habría funcionado, pero esta vez le daría una y solo una oportunidad más. Solamente un chance de probar que podía cambiar y madurar. Solo debía mencionar lo que hizo mal, admitirlo, mostrar iniciativa. Solo tenía que querer cambiar su forma egoísta de proceder, y yo lo consideraría.

Lo haría porque lo amaba, amaba estar con él, amaba como éramos juntos. En fin, lo amaba a él.

Y aquí, frente a la puerta de mi residencia a punto de finalizar la noche, me estaba dando cuenta de que él no tenía tal coraje. Ni siquiera tenía la disposición de admitir que se había equivocado.

Rozó mi mano con el reverso de la suya, en un gesto que creía él que era sexy, o algo. Entonces en su mirada noté que no estaba pensando precisamente en disculparse.

—¿Cuándo regresa Lanna? —preguntó con coquetería. Se humedecieron mis ojos cuando la realidad me golpeó sin previo aviso. Justin no iba a disculparse por nada, porque muy en lo profundo él creía que no tenía nada por lo que disculparse. Todo esto era simplemente una gran forma de contentarme por algo que él no creía que estuviese mal, o que no pasaba de ser un soberano berrinche mío.

—El sábado —replique mientras bajaba la mirada tratando de juntar mis ideas y abría la puerta de mi habitación—. Just, creo que debemos hablar... —comencé a decir cuando me silenció con un beso de esos que te hacían perder el hilo de la conversación.

Ubicó su mano detrás de mi nuca y prácticamente me dirigió al interior del cuarto besándome como solo él sabía que me hacía perder los sentidos, y es que no podía evitar pensar que tal vez fuera la última vez que me besara de esta forma, así que mi interior deseaba disfrutarlo lo más que pudiera. Cerró la puerta con una mano y me recostó de ella volviendo a besarme una y otra vez, logrando sacarme de la mente lo que tenía entre ceja y ceja.

Y entonces noté el error que yo misma, y sin ayuda de nadie, había cometido durante toda esa noche. Dejarlo tratarme como su princesa, dejarlo encantarme con su charla elocuente e inteligente. Debatir con él sobre filosofía, dejarlo tomarme de la mano y traerme hasta mi casa. Dejarlo besarme de esa manera que literalmente me amarraba a su cintura sin ganas de soltarle.

Sé que tú solo conoces el lado de la historia en el cual Justin ha dejado perder más de la mitad de lo que éramos. Y es que ya no me sentía enamorada de él, y ahora todo parecía ser simplemente un amor no correspondido por un chico que me decía constantemente que hacía todo esto del abandono por mi causa.

Como fuere, aquí estaba yo, tratando de hacerle frente al Justin del que me enamoré y que solo venía a visitarme cuando estaba disponible. Pero eso no lo hacía más fácil, no me hacía extrañarlo menos, ni hacía que los besos que me estaba dando hicieran un efecto menos embriagante en mí. Hacerle frente a lo que anhelaba hacía que mi valor personal, el que sabía que merecía una explicación, se viese menos importante que aquello que deseaba tener para toda la vida: una sensación, un momento de seguridad, de éxtasis y quizás, si tenía suerte, algo de amor.

Cuando besó mi cuello sentí la adrenalina recorrerme desde la espina dorsal hacia arriba. Esto se estaba tornando demasiado peligroso, pero esa parte de mí no quería alejarse de él. Después de todo era Justin, mi novio del instituto. Él era casi tan constante para mí como Lanna y su ausencia me estaba destrozando por dentro, tanto como me recomponía tenerlo cerca.

Pero mis propios pensamientos chocaron contra mis bases formadas de lo que creí que era mi valor, cuando sus manos se colaron por debajo de mi camisa y una leve queja se escapó de mis labios.

—No —le dije. Él siguió trazando un camino de besos entre mi cuello y mi abdomen, así que inevitablemente yo volví a perder el sentido por tan solo un segundo cuando el calor se apoderó de mí y lo único que pude hacer fue repetir—. No.

—¿Qué?

—No, Justin, no vamos a hacer esto —solté empujándolo con suavidad para que se alejara, pero él volvió a tratar de intentarlo y esta vez el aire puro me había dado algo de claridad.

—¿Por qué? —tuve que trazar una línea invisible con mi mano entre ambos.

—Porque no quiero —repliqué y él hizo un gesto molesto. Entonces se incorporó y me retó con la mirada. Definitivamente este no era el Justin comprensivo de «no hagamos nada que no quieras hacer»

—¿Ya no tenemos permiso de hacerlo?

—No de mi parte —traté de dejar de lado mi respiración acelerada para ponerle seriedad a mis palabras.

—¿Por qué? —repitió retándome todavía con esa fiereza que en otra ocasión me hubiese parecido sexy, y justo ahora me parecía tan peligrosa.

—Porque no —él volvió a dar un paso hacia mí y yo necesitaba alejarme para pensar con claridad. Me escurrí detrás de él y eché a caminar hacia el baño—. Volveré en un momento, hablaremos entonces —aclaré antes de encerrarme, abrir el grifo y casi meter la cabeza debajo para que el agua fría me golpeara el rostro.

Comencé a juntar las piezas mientras me lavaba la cara una y otra vez. Retiraba el cabello de mis ojos mientras pensaba claramente en qué rayos estaba sucediendo. Entonces mi confusión se fue transformando en coraje al pensar como Justin estaba moviendo todas las piezas para que me olvidara de lo que había sucedido.

Había pasado mucho entre él y yo a lo largo de estos cinco meses, es cierto.

Desde que lo había decidido, yo no iba a acostarme con él, no hasta que dejara de sentirme menos valiosa, hasta que asumiéramos un compromiso. Entonces aquí estábamos, luego de una cena muy cara, una excelente obra de teatro y una hermosa tarde caminando por el parque charlando tomados de la mano hasta aquí.

Y entonces, ¿qué? ¿Faltaba esto para cerrar el trato? ¿Para afirmar que éramos una pareja adulta, no-casada que tenía una costumbre semanal?

Me sentí irritada ante la obligación de tener que acostarme con él simplemente por sus atenciones, cuando se suponía que debíamos estarnos arreglando después de su tremenda metida de pata, que, por cierto, nadie había tenido la molestia de admitir. Entonces me armé de determinación, porque realmente eran demasiadas cosas como para seguirme negando a la realidad que estaba justo al frente de mis ojos.

Respiré profundo y abrí la puerta para verlo parado mirando la ventana con las manos hechos puños.

—Debemos hablar —dije juntando todo el coraje que podía.

—Sí, debemos —replicó él con tono de contienda. Esto no sería fácil.

—No estamos funcionando —él se dio media vuelta y me dejó mirarlo.

—Es cierto, no funcionamos. Tú no pones de tu parte —me sentí insultada.

—No estás hablando en serio —Justin se encogió de hombros.

—Si quieres botarme, solo dilo, Alice —replicó con ácido en su voz. Como si se tratara de basura, de un desecho o algo así. Y si bien yo no pensaba en él de esa forma, tenía que botarlo antes de que lo asesinara por su tono mordaz.

—Entonces... —comencé a decir cuando él me interrumpió.

—Simplemente bótame para que tengas el camino libre para tirarte a tu supuesto amiguito —tantas ideas se juntaron en mi mente que no supe cuál expresar primero.

—Eres un maldito idiota —fue lo primero que alcanzó a salir de mis labios.

—Al menos no soy un... —yo levanté el dedo con molestia. Una cosa era que estuviéramos molestos, otra que él se pusiera a insultarme a mí o mis amistades, eso estaba fuera de contexto.

—Ni se te ocurra.

—Te he dedicado mi vida entera, Mary Alice. Mis sueños, mis anhelos, mi tiempo, mis recursos —asentí.

—En un tiempo hiciste todo eso, ya no. Todo eso pertenece a tu trabajo —aclaré.

—Y esa es tu excusa para revolcarte con tu amiguito —dijo como una serpiente y yo le solté una cachetada sin pensarlo. Justin se sujetó la cara con una mano para verme mientras yo movía los dedos para liberar el ligero dolor que yo misma sentí por el golpe.

—Te quiero fuera de mi vida —dije sin reservas.

—Les dejo el camino libre —soltó tomando su chaqueta para marcharse. Pero yo sentí tanto coraje que no podía dejarlo ir. Entonces tomé la chaqueta y la halé para que él se detuviera.

—Nunca te engañé —aclaré, como si fuese necesario, y lo hice mirándolo a los ojos azules, porque no tenía razón para bajarle la mirada. Él los tenía cristalizados, estaba tan molesto que estaba temblando—. No te estoy dejando por Josh, te estoy dejando por ti —aseguré.

Y era totalmente cierto. Hacía casi una semana que sabía muy poco de Josh. Desde lo del hospital nos veíamos muy poco, cambiamos de turnos y nos texteábamos mucho menos que antes. Todo fuese por el bien común. Pero ahora todo eso me parecía una completa porquería, porque igualmente Justin estaba culpando a Josh de la ruptura de nuestra relación, y todo esto era culpa suya y mía.

—Sí, eso dicen todos los infieles —hice la mano un puño con molestia y respiré profundo para calmarme. No pensaba darle una cachetada todas las veces que se lo mereciera, así no eran las cosas.

—No quiero estar contigo porque no quiero estar con alguien que me haga sentir menos valiosa que su trabajo —seguí diciendo mientras ignoraba sus comentarios idiotas, porque no tenía razón y yo no iba a discutirlo—. No quiero tener que esperar sentada mientras tú decides aparecer luego de dos o tres días, no quiero rogar por tu atención y para finalmente no obtenerla. No quiero necesitarte y no ser capaz de encontrarte —dije sin reservarme nada de lo que pensaba—. Y por encima de todas las cosas, no quiero tener que soportar que yo sea la loca de la relación, que no entiende que tienes que trabajar y hacer tus cosas y que yo no formo parte de tu vida laboral, que en realidad es toda tu vida.

—Eso no es verdad, formas parte de toda mi vida.

—¡Justin! ¡Estuve a punto de meterme en un lote de contenedores con gente peligrosa y armada para rescatar a Lanna, e iba a hacerlo sola de no ser por...!

—¡De no ser por JOSH! —gritó como si supiera lo que iba a decir—. Tienes a tu maldito héroe de los cuentos de hadas, no me necesitas.

—¡TE LLAMÉ A TI PRIMERO! —solté sin poder contener la molestia—. ¡TE LLAMÉ 17 VECES! Yo no quería llamar a Josh, quería que TÚ ME RESCATARAS —expliqué de golpe cuando él se me quedó mirando y luego miró detrás de mí. Entonces respiró profundo y bajó el tono de voz notoriamente.

—No pude atenderte, estaba...

—Ocupado, ¿crees que no lo sé? —interrumpí—. Siempre estás ocupado cuando te necesito. Y lo peor de todo es que viste las 17 llamadas, los 15 mensajes de texto y escuchaste los 2 mensajes de voz y me respondiste un tonto mensaje como si ignorases todo lo demás —repliqué—. Estaba aterrada, estuve en peligro y tú no estabas, y eso no es lo que quiero para mi vida. No quiero un novio ausente, no quiero a un tipo que no pueda asumir un compromiso, y no quiero a una persona que me trate como si estuviese loca —Justin abrió los labios para hablar cuando yo negué con la cabeza y lo señalé—. Y si vuelves a mencionar a Joshua, te lo juro que no respondo —advertí cuando él volvió a mirar detrás de mí y me puso sobre aviso.

Me volteé para ver qué tanto estaba mirando, cuando él me tomó de las muñecas y me giró hacia él.

—Estuve equivocado —me juró cambiando súbitamente su forma de hablarme. Pero algo se sentía tan incorrecto que me llenaba de coraje. Levanté las manos para volver a girarme y ver qué tanto miraba, pero me haló una vez más y se arrodilló en el suelo—. Cásate conmigo, por favor, puedo ser mejor... —rogó y yo contuve la respiración. Entonces los ojos se me llenaron de lágrimas al ver que él no podía entender absolutamente nada.

Volví a levantar las manos para que me soltara y negué con la cabeza viéndolo prácticamente llorar delante de mí.

—¿Crees que esto es un juego?

—No me dejes, Alice, eres mi vida —suplicó volviendo a extender su brazo para agarrarme cuando una lágrima se me escapó y yo negué dándome vuelta para no sentirme el desastre que me estaba sintiendo en este instante.

Porque uno es así. Te hiere, te maltrata, te hacen sentir menos que nada, pero si tú sabes que está sufriendo, vas y vendas sus heridas porque le amas. Y no es que esto esté mal, pero no podía dar marcha atrás ahora que sabía que él no iba a cambiar. Él debería vendar sus propias heridas esta vez.

Y cuando pestañeé varias veces pude saber que había tomado la decisión correcta.

Sobre la mesita de noche estaba el libro de El Principito que me había regalado Joshua. Estaba roto, rasgado y las hojas estaban por el suelo esparcidas, arrancadas y pisoteadas.

Sentí un profundo vacío en el pecho y me lo sostuve con ambas manos. Contuve un grito al ver cada página rota, la tinta corrida, las páginas irreparables y las lágrimas se salieron de mis ojos al entender la escena completa.

—Alice, yo te juro que...

—Fuera.

—Yo me extralimité, yo me excedí y yo... No quiero perderte.

—Fuera —repetí alzando un poco más la voz cuando me acerqué a una serie de pedazos de papeles más pequeños que estaban en el borde de la mesita. Entonces pude identificar que lo que había roto era la dedicatoria de Josh.

—Alice, amor, yo... —intentó decir caminando hacia mi cuando yo levanté las manos para evitar que me tocara.

—Eres un monstruo —musité con la ira acumulada en los gestos—. Te di todo lo que amaba, te di todo lo que tenía, te di todo lo que era y tú no haces más que destruir todo lo que me recuerda quien soy —Justin no supo que responder, tenía los ojos bien abiertos y perlados en lágrimas.

—Yo no entendía... —trató de excusarse cuando yo caminé y abrí la puerta de par en par.

—Te quiero fuera de mi vida —dije—. No te permitiré destrozar lo que sé que es mi valor —él dio un paso afuera y yo lo miré por última vez sabiendo que no podía permitirle volver a rebajar todo lo que yo era en una contradicción total.

—Te amo, Alice.

—No, Justin. Te amas a ti mismo. Y yo no tengo problema con eso, no voy a meterme más en medio —aseguré antes de verlo bajar la mirada. Entonces ya no pude soportarlo y cerré la puerta, aunque siguiera allí parado.

No podría vivir un día más mirándolo a los ojos, sabiendo que no le importaba dañar lo que para mí tenía más valor que nada en el mundo. Empezando por sí mismo hasta terminar en lo que otros hacían para añadirme cosas buenas, recordatorios e incluso hacerme sentir lo que él no notaba en mucho tiempo: que yo era valiosa y que había dejado de verlo.

Entonces había juntado el coraje para dejar de aferrarme a lo que fuimos y conseguir mi propio valor lejos de él. Me senté en la cama con los restos de mi libro hecho pedazos entre las manos; estaba sintiéndome exactamente como él: dañada, usada y rota.

¿Cómo podría mirar a Josh a los ojos luego de esto? Desde luego que no me sentía digna. Cómo iba a decirle que su más bonito gesto ahora era confeti. Pero más todavía, sentía las secuelas de todo lo que Justin había hecho en mi vida.

Entonces, ¿quién era ahora? Ya no tenía a Justin, no era su princesa de cuentos de hadas, ni su razón para despertar en las mañanas, desde luego que en algún momento yo soñaba con que se quedara en mi vida para siempre. Pero no de esta manera, no sintiéndome siempre como lo segundo, como lo menos valioso, como lo menos importante.

Por solo eso supe que estaría bien en algún momento pronto. Aunque me sentía en el infierno justo ahora, y el llanto no me dejaba respirar, no me arrepentía de haber juntado el coraje para decidir empezar una nueva etapa en mi vida. Una etapa en la cual yo misma supiese cuál era mi valor, y ningún otro idiota me hiciera vacilar de ello.

Este capítulo va dedicado a Cami, quien encontró el coraje para defender su propio valor.

Nadie dijo que sería fácil, y hay que ser muy persistente, pero el coraje del primer paso es totalmente invaluable.

Saludos! Para todos!

E.C Álvarez


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