Los años pasaron como hojas que caían en la corriente del río, pero los recuerdos seguían intactos. Vivían y jugaban como niños en la mente de Renata, quién continuó trabajando como azafata, cumpliendo con su sueño de seguir recorriendo el mundo, sin embargo, dejando a una amiga atrás. En la mente de Gissom, quién se convirtió en analista para una compañía de seguros. Y en la mente de Hans, quién, a pesar de seguir dirigiendo un nuevo grupo de observación, continua pensando en todo lo sucedido. Cada noche recuerda hasta el más diminuto e insignificante detalle, alimentando su insomnio cada vez más. En ocasiones los ignora durante el transcurso del día, y otras veces solo deja inconscientemente de pensar en ellos; pero, siempre vuelven: aquellos recuerdos siempre vuelven a sus mentes, pero jamás los mencionan en voz alta y jamás los dejan ir. El desahogo jamás será una opción para ellos.

Los años siguen pasando, y nuestros sobrevivientes no hacen más que callar.