⚜️42⚜️"Entrega absoluta"

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En aquella gélida noche, la hambruna de linfa abruma. Haciendo que el condenado vampiro, preso de su exacerbado instinto, no pueda despegar los ojos de aquel joven rubio atrevido.

—No sabes lo que dices...

Suelta ronco y profundo el no muerto, a medida que su lengua acaricia sobre la palpitante dermis del otro. Y éste, quieto y decidido, solo lo observa de reojo a medida que muestra con eximia destreza, la nívea piel de su cuello.

Deseando minutos eternos de gloria bajo la influencia del incipiente fervor de servir, finalmente, de certero alimento. Deseando por ello sin pena ni tregua, y logrando que el no muerto ceda ante su oscura y condenada bestia.

Los eternos segundos parecen correr como en un cuenta gotas, en donde se inspira la veracidad del hecho de ser corrompido de una u otra manera. Y en donde el vampiro, preso de sus más bajos instintos y sumado a su hambruna, desliza las prendas de aquel que dió su primo asentimiento.

—Dijiste que coma. —Suelta ronco y profundo el vampiro a medida que olfatea cada porción del ser expuesto frente a sus ojos, siendo también preso del deseo de su cuerpo así como también de la sangre que corre caliente por las venas de aquel joven.

Y el rubio que callado lo observa, reacciona ante su atrevimiento por puro instinto libidinoso. Abriendo su boca para dejar salir un tembloroso jadeo cuando la mano del no muerto, lo toca indecoroso por encima de sus ropas.

—P-pero sangre, n-no mi c-cuerpo —. Dice completamente extasiado el rubio mientras cierra con fuerza sus ojos, en tanto el impertinente vampiro delinea cada parte de su tembloroso pecho.

—Puedes frenarme si quieres... O puedes dejarte si gustas... Pero lo que decidas, decidelo ahora. —Susurra el vampiro sobre la oreja del sensual acorralado, chocando su cadera con la despierta entrepierna de ambos.

Y mientras se levanta la típica neblina que acompaña la pesada oscuridad de la renegrida noche, dos cuerpos se dedican a adorarse entre inquietos silencios. Uno, tocando por dónde su mano encuentra resguardo en el tomo ajeno y el otro, reaccionando sin descaro ante su erótico y ansiado tacto.

Dos cuerpos que sufrieron la ausencia de diferentes maneras, pero perseverantes en terminar colisionando sus mundos, de un modo o del otro. Ocultos o expuestos ante los ojos del resto, pero unidos por los entre tejes de un mismo destino que pareciera pactado desde el comienzo de todos los tiempos.

—Ya te he dicho —, susurra el rubio entre jadeos, preso de sus más bajos instintos y enloquecido ante la impronta retorcida del otro —que no te tengo miedo... Así que bestia, tómame y hazme lo que quieras.

Entonces, el medio humano dictamina en un camino sin retorno, el posible final de la viveza tal cual la profesa. Dándole paso libre al aflore del instinto propio de la bestia ajena y jugando con fuego ante sus propios y desequilibrados sentimientos.

Pudiendo ser capaz, de no ser tenaz ante lo que necesita para poner freno a la naturaleza propia de la bestia y actuando inconsciente en pos del fervor que le genera el así poder hacerlo.

Dualidad que maneja en sus últimas horas, forjando a su memoria a visualizarse más como un no muerto que como un ser terrenal. Y sabe que tan solo está, a pocos pasos de serlo... Si solo se dejara consumir por el fuego de aquel que juega con los hilos de su endeble viveza, otro sería el final o el comienzo de este cuento.

¿Qué tiene por perder que lo frena? ¿O será que la frágil humanidad que profesa, lo apresa?

Anhelos de un mundo moderno en manos de aquel que le mostró como sería, en parte, lo eterno. Se mezclan con la percepción de la incomodidad de salir de su zona de confort. Dándole a entender, aunque no entienda del todo, que nada pierde y que gana todo...

Gana un sentimiento recíproco de acompañamiento del que nunca fue meritorio. Pasando por tanto al lado de aquellos que decían ser sus pares y sintiéndose inferior hasta el punto de creer ser merecedor de serlo. Sentimientos que dañaron sin retorno sus adentros y que ahora, actúan como forjadores de un despertar nuevo.

¿Un nuevo comienzo, o el final de la vida tal cual la conoce?

Entonces lo siente... Percibe como entierra, el vampiro, sus filosos colmillos en su sensible y magullada muñeca.

Gozando del limbo que supone ser preso y estar exacerbado en su libido, a medida que se deja.

Calor... Demasiado calor. Y un intenso subidón de adrenalina que si no se cuida, podría reventar su corazón.

Pero cuando la certera succión, se muta de inmediato en ardor, seguida de intenso dolor que recorre cada una de sus entrañas: se deja... Se deja corromper por la nocturna bestia que clama a gritos por su linfa, y enaltece cada terminación nerviosa suya.

Y se apasiona, se enloquece por ceder cada parte de su ser para alimento y placer, y ser fiel merecedor del calor que expide ese frío soma.

Su vesánica alimaña, que a base de intensas miradas y roces, lo tiene atrapado con firmeza entre sus filosas garras. Y ya transformado en el monstruo sediento de sangre que a todos espanta, a él solo lo llama como néctar o polen a la obrera abeja.

Entonces, perdido en sus formas, el medio humano deduce que hasta aquí llegó la pseudo barrera que pudo actuar de pared entre el mundo de los cálidos vivos y el de los caminantes fríos. Dejándose ser y ceder ante su incipiente instinto, que lentamente va creciendo.

Lo mira, observa como el no muerto se deleita con su roja linfa de a momentos, y por otros, se dedica a acariciar y besar eximio cada porción de su estremecido cuerpo.

Hasta que siente prender en cada terminación nerviosa de su soma que sumado a la fervorosa necesidad de sangre de aquel que lentamente lo devora, convierte su creciente deseo en un agónico e interminable tormento.

Así que no piensa, deja en blanco su quisquilloso cerebro para darle rienda suelta a lo que lo consume por dentro... Un renegrido llamamiento a dejarse ser, según su instinto, en este preciso momento.

Entonces, apresa la cabeza de aquel que lo succiona y finalmente lo besa. Lo besa ferviente, todo lengua y dientes a medida que presiente el incremento trastocado de sus ganas por la sangre que comparten.

Y perdido en el aumento de su libido más la necesidad de embeber de fresco plasma, el rubio separa sus labios del fuego que supone besarse en conjunto. Y así, morder a tirones hasta lograr desgarrar la gélida piel del embelesado vampiro.

Mepa que adiós humanidad, así como tal cual, la conocemos. 🤔

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