15

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Perdón si no actualizaba, tenía visita y luego me pegaron la gripe jajajaj Pero aquí estoy un poco mejor 🕺

Déjenle un corazoncito a nuestra hormiguita 🤎


🐐🐐🐐

Mi nieto lleva desaparecido algunos días y lo extraño demasiado. Sé perfectamente que está donde Kim, y me parece raro que aún no lo hayan atrapado. Sé que soy su abuela y todo, pero es que son un poco torpes mis niños. 

Y juntos, uff, no hacen nada bien. 

Pero al menos se quieren y es lo importante. 

En fin, las candidaturas están empezando y no hay manera de dialogar con Richard. Cuento en estos momentos con los mejores abogados para evitar que manden a Nico la cárcel. No puedo creer que la política haya consumido a mi familia; y eso me tiene agotada. Mis dolores articulares empeoran cada día y ni hablar de cómo pierdo el equilibrio tan fácilmente. Temo desplomarme en cualquier momento y dejar mi independencia de lado. Qué miseria. 

Samantha Meyer.  

15 

Tensión  

Papá una vez me contó que junto a mamá quisieron comprar alcohol con un grupo de amigos siendo menores de edad. Cuando la policía los encontró, ellos lanzaron las latas al aire y escaparon juntos hasta que los perdieron de vista. Yo estaba uhm... levando las cosas a otro nivel: traía conmigo a un prófugo de la justicia como copiloto, y con una peluca que era más sedosa y brillante que mi cabello. 

Llevábamos recorriendo la carretera nocturna por al menos una hora. Nos alegramos cuando dejamos de ver tantos pinos y pavimento oscuro; ahora un letrero nos daba la bienvenida a una ciudad llamada "Evelyn", ciudad donde vivía el señor Anito. 

Dejamos estacionada la camioneta frente de la casa del señor Ano. Estaba al final de un barrio que parecía ser tranquilo. Tenía un gran césped, arbustos a su alrededor y luces cálidas por fuera. Me recogí el cabello, me puse una gorra azul y usé un bigote falso adhesivo. Nico, por otro lado, se acomodó la peluca y aplicó rubor con una brocha. 

Bien, éramos Juan Mecánico y Hanna Montana. Genial. 

Una vez listos, salimos a la lluvia y nos acercamos a la puerta. Quedamos mojados y con tercianas al instante. Di algunos golpecitos sobre la madera mientras me abrazaba a mí misma, con la certeza de que nada podía salir mal... ¿verdad? 

Kant Meyer 

Creo que me secuestraron. 

Digo, estaba a punto de irme cuando llegaron las tías de Kim y Kass y me pidieron que me uniera a la fiesta. Terminé bailando en fila al ritmo del bango que tocaba Rai. No me quejaba, esta gente sabía pasarlo bien, ¿eh? 

—Una vez traje a un chico a la casa y no quiso ni bailar. Estaba bastante amargado, no le gustaba que yo bailara —decía Kass mientras bailábamos. 

—Te pasa cada cosa con los chicos —reí un poco—. Estás muy pequeña para sufrir tanto aún. 

—Lo sé, tal vez ni me gusten tanto los hombres como creo. 

—¿No? 

—O sea, es que todas mis amigas tienen novio y yo no. 

—¿Y? Oye, tener novio no es una cosa de vida o muerte. No te sientas presionada; no tener un novio no significa nada. 

Kass sacó su celular mientras continuábamos moviendo los pies y me mostró la foto de una chica. 

—Mira, ella es una alumna nueva y se sienta conmigo. Y uhm... la encuentro linda. 

Nos sentamos en el sofá mientras me mostraba las fotos de su amor platónico. La verdad es que me gustaba el chisme y Kass era bastante simpática. Me recordaba a mí yo de quince años bien perdido por la vida. 

Pero no pude continuar la conversación porque mi abuela me estaba llamando. Levanté el dedo índice para que me diera un minuto y salí a hablar afuera. Le dije que Nico y Kim se dirigían hacia donde un tal señor culo, pero tuve que colgar porque la señal era horrible. ¿Cómo sobrevivían con un internet tan lento? 

—¿Hablabas con tu novia? 

Di un respingo cuando Kass apareció detrás de mí con cierta picardía. 

—¿Estabas escuchando la conversación? —pregunté algo preocupado. 

—Pues no. 

—No te creo, ¿eh? —sonreí de manera juguetona. 

—¡Solo escuché que te despedías de tu abuela porque no te tomaba la señal! 

Carraspeé la garganta porque quedé con la inquietud. Si había escuchado me iba a meter en un problemón. 

—Estamos preocupados por Nico, por eso mi abuela llamó. ¿Contenta, chiquitina?  

—Pues no luces muy preocupado. 

Mierda. La chiquitina era intimidante. 

—Sí lo estoy, es solo que... Yo... Que... Bueno, que... 

—¿Que...? 

—Que... 

—¿Sabes lo que creo? —Kass se cruzó de brazos y me señaló—. Creo que en el fondo tú y mi hermana saben dónde está Nicolás. 

Intenté hacerle creer que aquello era una solemne tontería, así que negué con la cabeza y miré hacia el cielo algo delirante. 

—Cada cosa que se inventan... 

—Kim ama a Nico, ¿sabes? Mi hermana tuvo un ex ¡y ni siquiera estaba enamorada! Con Nico es muy diferente, hasta llega a ser tierna, ¿puedes creerlo? Y ahora que desaparece ¿no se asusta ni un poquito? 

—Tal vez no lo ama tanto como pensabas —me encogí de hombros—. De seguro ya se olvidó de él.

—¡Imposible! La pobre anda más enamorada... 

—Bueno, mi hermano igual, pero... 

—¿Está aquí? ¿Nicolás está aquí? 

—N-no. 

—¡Está aquí! 

—¡No, Kass Del Carmen! 

—¡No le diré a nadie, lo juro! 

—¡Que no! 

—¡Por eso mi hermana no salía del cuarto! ¡Estaba con él! 

Cogí aire y comencé a mirar para todos lados, nervioso. No sabía si podía confiar en Kass aún. Pero yo me delataba apenas los nervios me ganaban. ¿De verdad me intimidó la chiquitina? 

—Mi hermana dijo que iría a dormir —Kass bajó la escalerita de la entrada—, y sin embargo, no veo la camioneta... 

—¡Está bien! —me rendí—. Está bien, ¿ya? Sí sabemos dónde está. 

—¡Lo sabía! 

Avancé hacia ella, la tomé de los hombros y sostuve el contacto visual. 

—No puedes decirle a nadie. A nadie. Mi hermano puede ir a la cárcel por culpa de mi padre y tiene tanto poder que puede comprar a quién quiera para que Nico no salga de ahí. 

—Yo... 

—Kass, por favor, ¿sí? Sé que es difícil guardar un secreto, pero... Por favor. Es mi hermano, no quiero que algo malo le pase. 

La pelinegra suspiró. No la veía muy convencida. Sus ojos color ámbar lucían confundidos y me costaba entender sus intenciones. 

—Es que si Kim lo está encubriendo ella también puede ir a la cárcel. Yo... 

—Mi abuela no dejará que eso pase. 

—¿Estás seguro? Yo no quiero que mi hermana vaya a la cárcel, Kant, me muero si le pasa algo. Yo sin mi hermana no... 

—Créeme que lograrán salir de esto, pero si lo cuentas será peor. ¿Puedo confiar en ti? 

—S-sí. 

—¿Segura? 

Ella asintió, pero aún había temor en su rostro. 

—Lo prometo. —Me mostró el dedo meñique—. Prometo que no le diré nada a nadie. 

Nos miramos con una aparente confianza y entrelacé mi dedo con el suyo, esperando que todo saliera bien. Luego entramos a casa y vimos un anuncio en la televisión. La recompensa por encontrar a mi hermano había subido a 8000 dólares. 

Kass se quedó mirando fijamente la pantalla, rígida. 

Kim Harrison 

Cuando la puerta se abrió, cada fibra de mi piel se tensó. No era el señor Ano que estaba frente a nosotros. 

Era la abuela Samantha. 

—Pasen rápido —nos dijo sin siquiera saludarnos. Miró hacia afuera antes de cerrar la puerta. Ni siquiera alcanzamos a procesarlo cuando ya nos tenía abrazados a los dos por el cuello—. ¡Mis niños hermosos, estaba tan preocupada! 

—A-abuela, ¿qué haces aquí? 

La abuela nos dejó de abrazar y le pasó una mano por la mejilla a Nico. 

—Les estoy salvando el trasero. Arno ya elaboró un plan. 

—¡Al fin alguien pronuncia bien mi nombre! —El señor Ano alzó los brazos mientras se servía un trago. 

Ella negó, divertida, y nos hizo sentarnos en el sofá. Nico se sacó la peluca y yo me quité la gorra y el bigote. Lucíamos fatal. Por suerte nos sirvieron jugo de naranja y un bol de salmón con arroz que comimos con un apetito voraz. 

—Y bueno... —La abuela se sentó frente a nosotros con una sonrisa coqueta—, ¿están durmiendo juntitos? 

—La verdad es que duermo en el gallinero —Nico agachó la cabeza, triste. 

—¡Mentiroso! —reí—. Samantha, pasó una noche en el gallinero y andaba preocupado que no lo picotearan las gallinas —lo acusé—. Y además, se anda escapando de la cabra que tenemos.

La abuela estaba disfrutando, encantada. 

—Supieras, abuela: ¡esa cabra me odia! Es una locura, aparece hasta en mis pesadillas. 

—Pero lo importante es que gracias a Kim estás a salvo. —La abuela me miró con aprecio—. Gracias, Kim por ayudar a Nico. 

—Me ha ayudado bastante. Hemos tenido tiempo hasta para hacer pijamadas. Lo pasamos bien, ¿verdad? 

Le enarqué una ceja cuando sus ojos se posaron en mí con diversión. Claramente estaba haciendo alusión a nuestro beso. 

—No recuerdo muy bien —respondí. 

Nico chasqueó la lengua. 

—Te encantó la pijamada, admítelo. 

—Tal vez un poco. —Miré para otro lado haciéndome la desentendida. 

—¿Quieres que se repita? 

—Tú quieres que se repita, mejor dicho. 

—No lo niego. 

Samantha se miraba con el señor Ano de reojo. 

—Pues tendrás que esperar porque ahora estamos en una misión. 

—O sea que habrá otra. 

Su tono un poco más grave y coqueto a la vez me tensó por completo. La abuela Samantha sacó su libretita y comenzó a escribir mientras alternaba la vista entre nosotros y las hojas. 

—Bueno, tal vez haya otra pijamada —respondí finalmente apretando los labios. 

El pobre Arno carraspeó la garganta y nos interrumpió. 

—Ejem, Ejem... Bueno, otro día terminan de completar su especie de... pijamada. Ahora lo que deben hacer es un poco... riesgoso. ¿Han entrado a una propiedad a robar alguna vez? 

—Claro, el que no lo hizo nunca ha tenido infancia —contesté de manera irónica. 

—Pasa que hay una cabaña, no muy lejos de aquí, donde Richard tiene una oficina con muchos archivos; si logran extraer una carpeta roja con datos financieros, podremos complementarla con la información que nos entregó Carla. Así, los abogados podrán ganar este caso. Lo importante aquí es que nadie los vea, hay mucha gente esperando por esa recompensa. 

—Pero Samantha, ¿cómo entraremos si está todo bajo llave? —pregunté. 

—Deben entrar por una de las ventanas. —Deslizó un manojo de llaves por la mesita de centro—. Richard me dio una copia porque igual hay información del hotel. Solo necesitan la carpeta roja que está en su oficina y ya está. ¿Creen que pueden hacerlo? 

Nos miramos con Nico y asentimos a la vez. 

—Bien —expresó Arno—, porque es la única oportunidad si es que nadie los ve... o los delata. 

🐐🐐🐐

La abuela nos hizo comer un buffet —literalmente—, y hasta nos persignó antes de que nos subiéramos al auto. 

—¿Qué harías si esta ciudad en verdad está en otra dimensión y te enteras de que quedamos atrapados? —preguntó Nico, esta vez él al volante.

—Pues... 

—Y no hay nadie más que nosotros. 

—Uhm... 

—Y siempre es de noche. 

—Lo qu... 

—Y hay dinosaurios d... 

—¿Me vas a dejar responder o qué? 

—Vale. 

—Bueno, si no hay nadie más que nosotros... Iría a saquear el centro comercial. 

—¿En serio es lo primero que pensaste? —Nico sonrió algo incrédulo. 

—¡Claro! imagina: robaría en todas las chocolaterías que hay. Ñam. 

Me fijé en cómo su sonrisa se amplió aún más. Y es que el paisaje nocturno, con colores otoñales iluminados por las farolas y las hojas humedecidas por la lluvia, hacía que se me antojaran ciertas cosas, como un chocolate caliente, por ejemplo. 

—Pues yo inventaría una secta —opinó Nico—, y dejaría señales por si alguna vez alguien nos encuentra. 

—Oye, no lo había pensado, suena genial...

Se formó un silencio conforme.

—Claro, aunque si somos los únicos tendríamos que perpetuar la especie, ya sabes —dijo. 

—Sí, claro; mira: perpetúa esto. —Le mostré mi dedo medio, riendo. 

—Era por el bien de la humanidad, Kim. 

—Ah, bueno, entonces hay que intentarlo, ¿no?

Eso pareció gustarle, porque de inmediato fijó su vista en mí con picardía. Me limité a encogerme de hombros desvergonzadamente.

—Bueno y... continuando con tus escenarios ficticios —intenté cambiar el tema cuando los nervios me invadieron—: Si te encontraras con alguien que te ofrece un deseo, ¿qué pedirías? 

—Que mi abuela sea eterna, claro —dijo sin pensarlo—. Aunque ella misma me dice que la eternidad en un ser humano sería aburrida, así que no creo que, ya sabes, que le agrade mi deseo. 

Samantha tenía razón, pero entendía los temores de Nico. Era la única persona que estaba ahí para él y que le daba el afecto que todo ser humano necesita. Ella era tan cálida, tierna y buena persona que me hubiese encantado tenerla de abuela. 

No como mi abuelo que se andaba agarrando a machetazos con el Diablo en el cerro. 

Nico soltó un suspiro al fin de cuentas.

—¿Y tú qué pedirías? —preguntó. 

Esbocé una sonrisa triste, nostálgica. Ni siquiera mi cerebro lo puso en debate, era obvio. 

—Reviviría a mi mamá. 

Nico solo se limitó a mirarme con comprensión. Era difícil para mí entender que un ser que amaba la vida como mamá ya no estaba junto a mí, junto a Kass, junto a papá. Aún borboteaban en mí esos recuerdos en la sala de urgencias. Me es difuso aún. Veía camillas, enfermeros dando indicaciones y papá siguiéndolos por el pasillo mientras Kass y yo estábamos tomadas de la mano, sin entender qué carajos pasaba. 

—Tu mamá era hermosa, Kim —dijo Nico—. Vi unas fotos en el establo y te pareces mucho a ella. 

Me di la licencia de hacer contacto visual y darle las gracias por decirme aquello. De todas formas, intenté asegurarle de que todo estaba bien. Me dificultaba hablar de un tema del que fingía estar recuperada, así que simplemente cogí aire y sonreí. 

Cuando llegamos a la cabaña, la observamos mientras el limpiaparabrisas despejaba las gotas de la lluvia. No se veía ningún perro o algo que nos pudiese matar al instante. Dejamos atrás los disfraces y fuimos directo a las máscaras negras de pasamontañas y a las pistolas de balines como último recurso. 

—Oye, qué sexy te ves de ladrona. 

—A ver, tómame una foto. 

Me puse las manos en la cintura cuando Nico me fotografió. Luego, nos tomamos una juntos haciendo el saludo de la paz con nuestros guantes negros. 

Vale, quizá no era de lo más normal, pero para el recuerdo. 

Así que nos bajamos de la camioneta y corrimos por el barro tomados de la mano hasta que llegamos hacia las ventanas. Alumbramos cada una de ellas hasta que vimos difusamente la de la oficina. Nico probó más de una llave e intentó insertarla en la cerradura. Estaba inquieto, la lluvia era torrencial y teníamos miedo de ser atrapados. Por cada llave que no era, se me salía el alma. 

—¡Achúntale a alguna, Nicolás! 

—¡Si me apuras menos le voy a adivinar! —Se le resbalaron las llaves de las manos y las recogió al instante—. Carajo... 

—¡Que nos van a atrapar! 

—¡No funciono bajo presión! 

Luego de varios intentos, a fin encontró la llave correcta. Me dijo de inmediato que él pasaba primero para asegurarse de que el lugar fuese seguro antes de que yo entrara. 

—Pasa, no hay nadie. 

Me extendió su mano cuando puse una rodilla en el marco y me impulsé. Sin embargo, ahogué un grito cuando tropecé y perdí por completo el equilibrio. No caí de no ser porque Nico me aferró a él tomándome fuertemente de la cintura.

No puedo describir lo rápido de su reacción y de la fuerza de sus brazos. Me tenía completamente pegada a él que incluso me costó mirarlo a los ojos. Mis manos se posaron tímidamente sobre su pecho a la vez que sus pantalones se apretaban contra los míos. 

No dije nada, solo apreté mis labios y me separé, sintiendo que todo el calor se me subió a las mejillas. Nico solo se limitó a prender la linterna mientras que con la otra mano se rascaba la nuca. 

Los archivos de la oficina se veían débilmente, y en el escritorio había algunos cuadros con fotos. Me costó creer que tuviera una de Nico de pequeño. El muy maldadoso salía lanzándole agua con una manguera a Kant. 

Prendimos la lámpara del escritorio y hurgueteamos en los cajones. Al comprender que no encontrábamos nada, Nico se puso a revisar las carpetas de los estantes mientras miraba por la ventana. Si veíamos a la policía no escapábamos de esta. Tenía fe de que Kant era capaz de guardar un secreto. 

—No hay nada, Kim... 

—¡Tampoco encuentro nada! 

—Mierda. Nada —tiró una carpeta al suelo, y luego otra, y luego otra—, nada y nada. 

—¿Y si alguien nos tendió una trampa? —mi desesperación me hacía imaginar el peor de los escenarios—. ¿Y si Richard ya sabía que vendríamos y escondió la carpeta? ¿¿Y si nos está viendo por las cámaras? 

Y entonces, cuando pensé que nada podría salir peor, Nico, después de mirar por la ventana, se giró hacia mí con un rostro fantasmal y dijo:

—Viene un auto.

Mierda. 

Me asomé para mirar. Las luces parpadeaban lejos aún y ni siquiera podía ver el color del auto. Iba lento por la lluvia, era un hecho. ¡Había tiempo para arrancar! 

Nico lanzó todas las carpetas al suelo con desesperación para ver si encontraba algo, hasta que... 

—¡Aquí esta! —exclamé cuando Nico lanzó la carpeta y el papeleo se desparramó en el piso—. ¡La tengo! ¡La tengo! 

Dios, fue tanta mi felicidad que me lancé a abrazarlo por el cuello. Él rápidamente respondió recorriendo sus manos por mi espalda baja con fuerza, aferrándonos por la emoción. Comencé a dar brinquitos de felicidad ¡porque ya teníamos la evidencia! 

—¡Esto es genial, así no irás a la cárcel! —exclamé, ilusionada. 

—Larguémonos de aquí. —Nico me tomó de la mano y me arrastró con él hacia la misma ventana. Me impulsé yo primero rápidamente, de modo que toda mi vista trasera quedó expuesta hacia él; entonces dijo—: Pero Kim, no antojes. 

—¿¿Crees que es tiempo de fijarte en mi trasero?? 

—¡Siempre hay tiempo para admirar las cosas bellas de la vida! 

Nico se deslizó de un salto hasta el otro lado y nos subimos a la camioneta con el corazón en la mano. «¡Apúrate, apúrate» me rogaba. Con éxito —y por suerte— el motor prendió como si hubiese estado nuevo. Y es que la camioneta estaba viejita y a veces ponía trabas; sin embargo, hizo la gran excepción. 

Entonces, ¡¡sálvese quién pueda!!

Tal vez era la adrenalina del momento lo que me hizo acelerar como en las películas de carreras. 

—Demonios, Kim, ¡estás jodidamente loca! —Nico se sujetó de la manija del techo.

—¿Eso es bueno... —doblé ágilmente el manubrio cuando vi un tronco— o malo? 

—No sé, pero me encanta. 

—¡Concéntrate! 

—¡Cuidado con el árbol! 

Cuando ya habíamos llegado a la cuidad, Nico se aseguró de que no hubiesen policías cerca. Sin embargo, al salir por la carretera, existía el riesgo de ser vistos, y es que todo el mundo quería encontrar a mi pobre jefecito para obtener la recompensa. 

No podíamos confiar en nadie. 

—Kim, espera —dijo Nico, mirando por la ventana—. Ve por esos matorrales, siento el sonido de la sirena de la policía. 

Obedecí de inmediato y apreté los puños sobre el volante. Maniobré bruscamente para ingresar y aceleré hasta que nos metimos por los arbustos, sin detenernos. Sin embargo, abrimos los ojos de par en par cuando... ¡Cuando me di cuenta de que íbamos a chocar contra un tronco! Entonces, cogimos aire y: «¡AAAAAAAAHHHHHH!» gritamos con todas nuestras fuerzas. 

Un chirrido salió de las llantas cuando alcancé a frenar, a centímetros del árbol. 

—Joder... —suspiró Nico luego de que nuestros cuerpos se inclinaran hacia el frente—. Subestimé tu camioneta.  

Solté las manos del manubrio y eché la cabeza hacia atrás, asombrada. Guardamos silencio por un breve lapso para dimensionar que nos habíamos salvado. Que nuevamente nos habíamos salvado. ¿Cómo? Vaya a saber uno. 

—¿Estás bien? 

Cuando Nico lo preguntó, noté que su vista se había desviado unos segundos a mis pechos agitados. Había brillo en sus ojos azules, una mezcla de miedo y emoción que me absorbió.

—Sí, creo... Pero, ¿qué hacemos ahora? 

—No tengo ni puta idea. 

 Y silencio. 

Silencio y más silencio. 

Nos observamos con atención. Yo miré sus labios, él miró los míos y fue como si en nuestros cerebros explotaran fuegos artificiales. Ambos hicimos un movimiento que hizo que yo quedara a horcajadas para besarlo. 

Nico me siguió el juego con determinación. Puso una mano en mi nuca y me atrajo mientras mis labios se movían a su ritmo. Era intenso. Sentía su respiración profunda y eso me hizo apretar las cejas por el ardor palpable en mi vientre. Nico lo estaba disfrutando, estaba claro. Levantó un poco las caderas para pegarse más a mí. 

No existía nada más que el sonido de nuestros labios ardiendo. Era loco pensar que afuera hacía frío y que nosotros sintiéramos un calor desesperante. Lo percibí en el momento en el que sus manos se metieron por debajo de mi sudadera negra para apretar mis caderas y moverlas a su antojo; para presionarme hacia abajo, para que me moviera contra él. 

—Qué buena pijamada, ¿eh? —rio Nico sobre mi boca y luego se mordió el labio inferior con deseo. Gruñó suavemente con sufrimiento y perdí la cabeza. 

Esa fue la chispa que me terminó de encender.

Mis manos se deslizaron bajo su camiseta y él me ayudó a sacársela. La lanzó para atrás y luego volvió a mis labios con ansias. Mi sudadera voló, mi camiseta también. Ah, incluso su cinturón estaba por los suelos y nosotros recostados, con el cuerpo de Nico sobre el mío y con su mano por dentro de mis muslos. 

Aún no había llegado a mi entrepierna, pero creo que necesitaba con urgencia que lo hiciera. 

—Oye, Nico, antes necesito decirte una cosa. 

—¿Pasó algo? —Dejó de acariciarme y me prestó atención. 

—Es que no te rías. ¿Me lo prometes? 

Se echó a reír. 

—¡Nicolás! 

—Pero, ¿qué pasa? —preguntó con una extrañeza divertida—. ¿De qué me voy a reír? 

Me tomé una pausa que consideré humillante. 

—De mis calzones —respondí, triste. 

Nico, con una sonrisa graciosa y curiosa, se puso de rodillas, me abrió las piernas y echó un vistazo. 

Cuando los vio, contrajo el mentón, sorprendido. Naturalmente lo entendía, pues decía: "No abrir. Esta propiedad le pertenece a Robert Pattinson". 

—Kim... ¿Me estás jodiendo? —No pudo evitar soltar una carcajada y se tuvo que tapar la boca con la mano. 

—¡No pensé que fuese a pasar esto! No... no venía preparada, qué quieres que le haga. 

El muy odioso se seguía riendo. 

—¿O sea que tendré que competir contra Robert Pattinson? 

—¡Lo tengo hace años! 

—Lo mismo dices de tus chanclas, Kim. 

—¿Me los vas a sacar o no? —demandé. 

Y su sonrisita estaba ahí de nuevo. 

—Definitivamente te adoro —dijo y volvió a mis labios. 

Me aferré a sus hombros y volvimos a recuperar el ritmo. Su boca era inquieta, me daba besitos en la frente, mejillas, hasta bajaba por mi mentón para consumirme el cuello; y ni hablar de que tomó mis brazos y los ubicó sobre mi cabeza. Me sujeté del pequeño contenedor de basura y contemplé cómo bajaba hacia mis piernas. Me tembló todo el cuerpo cuando las abrí más para darle paso a sus labios. 

Ahogue un gemido al instante que sentí la presión en todo el cuerpo. Era una mezcla de dolor, placer y humedad que me hizo arquear la espalda. Ya ni siquiera podía pensar, solo estaba atenta a sus manos que masajeaban mi cintura como si fuese un reloj de arena. Era atrevido, gracioso y caliente, y eso me hacía sentir segura, muy segura. 

—Deberías ponerte la máscara de criminal y asaltarme —sugirió Nico. 

—¡Qué son esos fetiches, Nicolás! —solté una risotada. 

—Pues me seduces y yo me dejo asaltar. —Movió las cejas de arriba hacia abajo. 

Me eché a reír con tan solo imaginarlo, pero luego expulsé un gemido colosal cuando sentí que deslizó su lengua sobre mi piel. 

Los pájaros volaron y todo. 

Mis brazos no iban a durar mucho tiempo arriba, pero no podía bajarlos, ya que Nico aparte de tener su cabeza en mi entrepierna, puso sus manos en mis pechos y comenzó a masajearlos. Era demasiado. No sé bien cómo llegamos a sentirnos tan excitados como para estar haciéndolo en los matorrales, pero no hubo un momento en el que pensara que estábamos en peligro. No importaba. 

Y entonces mis pechos se movían de arriba a abajo, de abajo hacia arriba y la tira del sostén se iba cayendo por mis hombros. Nico aumentó la intensidad, y el ardor placentero no lo iba a poder seguir manteniendo durante mucho tiempo si continuaba así. Me asusté un poco por todo lo que estaba sintiendo; era desconocido. Sin embargo, cerré los ojos y presté atención en la acumulación de emociones en mi vientre con cada succión y me entregué. 

Finalmente un suspiro satisfecho salió de mí. Parpadeé, sorprendida por lo que acababa de pasar. Y no solo eso, antes de inclinarme hacia adelante intentando cubrir mis senos, Nico cerró los ojos y me besó la frente con una solemne suavidad. 

Me quedé unos segundos mirándole, con los ojos llenos de brillo y preocupación a la vez. Me costaba creer que me querían a ese nivel. 

Y sí, no fui capaz de decirle nada porque se sintió la sirena de la policía. No nos buscaba a nosotros porque pasó de largo. Entonces, con un poco de vergüenza, me vestí y dejé que Nico manejara. Antes de ponerme el cinturón, me acerqué a él y le di un besito en la mejilla. 

Él sonrió como si fuera el ser más feliz del mundo. 

Aunque admito que me sentí algo insegura y me abracé sutilmente a mí misma, fingiendo rascarme el hombro. Cuando tenía dieciséis, mi exnovio me ignoraba todo el tiempo y solo me decía cosas bonitas cuando quería tener sexo. Tenía la autoestima tan baja en ese entonces que me entregaba sin sentir nada. Solo esperaba que Nico, después de esto, no me ignorara, porque no quería volver a sentirme usada de nuevo. 

Y no sé por qué, pero ahora tenía ganas de llorar. Me invadieron los recuerdos de mis terroríficos dieciséis. Flashbacks embriagándome, probando drogas, discutiendo a gritos con papá y mi hermana llorando; mi ex usándome y yo odiando a mamá porque se murió. 

Tal vez no era el momento preciso para recordarlo, pero acababa de entregarme a un chico por primera vez en años y temía que nuestra relación se arruinara por mis inseguridades y mis repentinos y malditos tormentos. 

De nuevo volví a tierra y le sonreí. 

🐐🐐🐐

 Mis tías aún seguían de fiesta. Asomamos la cabeza por el ventanal y vimos a Kant bailando a gusto; por lo que subimos la escalera de emergencias y entramos a mi habitación. Nico le levantó el dedo medio con diversión a la cabra porque se había quedado dormida y no alcanzó a carnerearlo. 

La señorita María Elena iba a esperar su revancha, claramente. 

Nicolás Meyer 

 Hoy fui bendecido. 

Kim había entrado al baño de su cuarto. Era bastante pequeño, de cerámica blanca y tenía una ducha envuelta en una cortina floreada. Me lancé a la cama y puse mis manos detrás de mi cabeza, recreando lo que acababa de pasar con la hormiguita colorada. 

Sí que estaba colorada, jajaj. 

En fin, hermosa. 

—Oye, Nico... —Kim abrió la puerta del baño—. Uhm... No queda mucha agua y sale poca presión. ¿Nos bañamos juntos? 

¿Qué? ¿Acaso era un sueño? 

Repito: hoy fui bendecido. 

—Ya que insistes... 

Me levanté de la cama y me saqué la camiseta y el pantalón rápidamente. La seguí hasta el baño. Ella no se había quitado la ropa aún cuando yo ya estaba en bóxer. 

—Es solo darnos un baño —me advirtió y se sacó la blusa a tirantes, quedando solo con el brasier—. Solo darnos un baño, Nicolás. 

Bueno, no me quejo. 

Kim deslizó el pantalón por sus caderas hasta abajo y se sacó la coleta, moviendo la cabeza de un lado a otro para despeinar su cabello rojizo. Fuaaaa, lo aprecié en cámara lenta, fascinado. 

—¿Por qué te tapas si ya te vi? —pregunté con una sonrisa socarrona cuando estábamos a punto de meternos a la ducha. 

—Cosas de chicas —respondió, así que simplemente le pellizqué la mejilla y ella arrugó la nariz con una expresión juguetona. 

Más linda mi hormiga. 

En ese punto, ya estábamos los dos en la ducha. Kim largó la manilla y de inmediato maldije hasta en hebreo al sentir el chorro helado por mi espalda. 

Pero qué... 

—¿Estás bien? —Cortó rápidamente el agua y me ubiqué detrás de ella. 

—¡Esa agua está congelada! 

—¡Está tibia! 

—Kim, yo me baño con el agua hirviendo. ¿Qué ser de este mundo se baña con agua helada en pleno otoño? 

—Pues los que tenemos problemas con el calentador del agua. 

—Se me enfriaron hasta los huevos. 

—Ya se te volverán a calentar. 

Le eché un vistazo rápido. 

—Sip, ya se me calentaron, buen trabajo. 

Me encantaba cuando me alzaba una ceja, porque ni ella se aguantaba la risa. Compartíamos la misma neurona, nada que hacerle. 

—¿Aguantarás cinco minutos con esta agua? 

No sé en qué momento le respondí que sí. Estaba muriendo y ya tenía las manos rojas. Lo bueno es que nos pasamos el jabón por el cuerpo rápidamente y masajeamos nuestras cabezas con el shampoo. Cuando terminamos, me envolví la toalla como una monja mientras que Kim solo se la amarró por debajo de los brazos. 

—Así que aguantabas, ajá. 

—Te burlas de mí, pero yo al menos no soy la señorita que se sube a un avión y anda diciendo que ve la luz.

Abrió la boca, ofendida. 

—¡Le temo a las alturas! 

—Ay, Nico, ayuda, veo la luz... —comencé a imitarla divertidamente y se me enojó. 

—¡Pesado! 

—¡Chicas, lean el manual! 

Kim se cruzó de brazos con resentimiento mientras yo reía. 

—¿Sabes? Andas muy chistosito. ¿Te parece si llamo a la policía para que se rían un poco también?  

Vale, me humilló en cuestión de segundos. 

Sin embargo, chasqueé la lengua y me mordí el labio inferior, encantado. 

—Vale, vale, me has ganado. 

Olvidaba a veces que siempre soltaba lo primero que se le venía a la cabeza. 

La cosa es que me vestí dentro del mismo baño y Kim afuera. Me puse un pantalón de pijama color gris y una camiseta ajustada color verde musgo. Apenas salí, Kim me dio un vistazo no tan fugaz y luego siguió secándose el cabello, haciéndose la desentendida. 

Me senté a su lado frente al espejo y me puse a leer el nombre de sus cremas mientras que ella se hacía dos trenzas. 

—¿Cuándo te entregan los resultados para entrar a la universidad? —pregunté. 

—Ni me lo recuerdes, en una semana más estaré viendo mi puntaje en el computador. 

—Espero que quedes, en serio. 

Nos giramos uno frente al otro mientras que Kim me explicaba por qué era tan importante para ella mientras que yo le ponía la crema en la cara. 

Sin embargo, y repentinamente, todo cambió. Bastó un grito desgarrador de Kass para que ambos nos pusiéramos de pie. 

—¡Kim! ¡Kim, el papá se desmayó! 


Nota de autora

Noo, Rai :C 

Antes que nada o primero que todo, disculpa, dije que actualizaría y me demoré un montón por lo que expliqué en IG, pero lo hice bien larguito para que lo disfrutaran  y espero que les haya gustado <3 

No soy muy buena narrando escenas un poco spicy pero hice lo que pude, porque estos dos locos no se toman nada en serio ajajaja

¿Qué pasará con Rai? ¿Con Nico? ¿Confían en Kass? 

IG: LíaBenavid3s

Lxs amo<33 


















Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro