• Parte 4

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En la cena de aquel mismo día ninguno de los tres hablaba, pero la niña quiso ser la primera para romper el incómodo silencio.

—¿Han peleado otra vez? —cuestionó mirando a uno y luego a otro.

—Para nada —comentó enseguida la chica—, solo me sorprendió que tu padre decidiera salir a revisar sus campos, pero es entendible que quiera comenzar a moverse cuanto antes.

—Ah —fue lo único que acotó.

Varios minutos posteriores, Orquídea fue con Felicity al cuarto para ayudarla a desvestirse y ponerse el pijama y dormirla al tiempo que le contaba un cuento. Cuando vio que la niña se quedó dormida, se retiró de allí y regresó a la cocina en donde encontró al hombre de pie y esperando a que la cafetera eléctrica hirviera.

Orquídea levantó los platos y las demás cosas que habían usado y las llevó al fregadero para lavarlas.

Nathaniel la miró de reojo y trató de hablarle.

—Le pido disculpas por mi comportamiento del día de hoy, no ha estado bien de mi parte, sé que usted y mi hija lo hacen para que me recupere del todo, pero estoy bien, la herida se está cicatrizando bien y no me molesta cuando camino a pesar de que me manejo con el bastón.

—No tiene que disculparse, señor Colleman, lo entiendo, sé que tiene que supervisar los campos.

—Lo quise hacer porque tampoco estuvo bien lo que le dije con respecto al asunto que tiene con Thomas.

—Yo no tengo ningún asunto con él, de un principio ese señor creyó que tenía algún interés en conocerlo más, pero debió haberlo entendido cuando no lo llamé para vernos ese sábado y lamentablemente es de la clase de hombres que no tolero —lo miró a los ojos al fin.

—Usted se merece alguien mucho mejor que él y mi error viene desde la noche en que me salvó, cuando le dije que se casara con Thomas.

—No lo tomé en cuenta eso, pero sí me molestó un poco que me considerara una mujer que merecía un hombre como él, como decir que somos iguales.

—Me di cuenta de la equivocación después, lo siento, señorita.

—Está perdonado, señor.

—Hay flores muy bonitas que son inalcanzables y no puedo permitirme tener una flor así.

Orquídea por unos instantes dejó de enjuagar los cubiertos que tenía en las manos y lo miró con atención.

—Está aquí solo por trabajo y prefiero que se mantenga así.

—Comprendo, señor.

—Le dejé café por si quiere una taza, buenas noches.

—Gracias, buenas noches.

Una semana después de aquella rara conversación que mantuvo con su jefe, llegó el lío en la finca. Felicity llegó del pueblo con Ofelia quien debía comprar alimentos y algunas cosas más para su casa y la niña quiso acompañarla. Y con enojo enfrentó a su niñera que estaba tejiendo crochet en su cuarto.

—¿Por qué me mentiste en decirme que no te gustaba ese tonto de Thomas cuando todos en el pueblo hablan de ti y de él? No te quiero más —su barbilla tembló y sus ojos se llenaron de lágrimas—, me dijiste que te quedarías con nosotros.

—Felicity, ¿qué dices? ¿De qué hablas? —preguntó sin entender nada y con el ceño fruncido.

—Todos dicen que te vas a casar con él porque él mismo lo está anunciando.

—¿Por qué lo está diciendo?

—No sé, solo escuché por ahí que tuvieron algo.

—Tú misma dijiste que era un mentiroso, ¿le vas a creer a él?

—Pero, tú me dijiste que te ibas a quedar aquí —se acercó a ella con angustia en su rostro.

Nate había salido del despacho y escuchó con atención la conversación que ambas tenían.

—Felicity, cariño, no me voy a casar con él, le dejé claras las cosas de que no tenía intenciones de conocerlo, pero tampoco te dije que me iba a quedar siempre aquí, en algún momento tú dejarás de necesitar una niñera y serás una hermosa adolescente.

—Yo quiero que te quedes siempre con nosotros y no sé por qué dice esas cosas.

—Porque cree que él puede hacer lo que quiere con los demás y piensa que lo que dice es lo que yo le dije en algún momento, la verdad es que nunca hablé con Thomas, sabes bien que no lo llamé para salir y no lo vi más, no me interesa, Felicity, pero parece que debo dejarle más claras las cosas después de este rumor porque me está poniendo en una mala posición. Sinceramente, me tiene cansada y no entendió nada.

—Lo haré yo —la voz de Nathaniel se escuchó cerca de allí y lo vieron en el umbral de la puerta—, usted no se meta más, yo hablaré con él.

—Me corresponde a mí hablar con Thomas y no usted.

—¿Quiere que vuelva a intentar lo mismo que le hizo la noche del festival? —inquirió molesto y ella se quedó callada.

—¿Qué le hizo? —habló Felicity en forma de pregunta girando la cabeza para mirar a su padre.

—Nada que debas saber, hija —le comentó y luego miró a la niñera—. Hágame caso, deje que yo le hable, necesita que lo enfrente alguien de su mismo tamaño, usted no se exponga más.

—Usted no debería involucrarse en este asunto, pero de acuerdo, dejaré que le hable, solo espero que con lo que le diga, me deje de molestar y de decirle cosas a los demás que nunca salieron de mi boca.

Colleman se dio media vuelta y se dirigió a la sala para ir al hall y tomar una chaqueta del perchero junto con las llaves de la camioneta.

—Quien no lo conociera, pensaría que lo hace porque en verdad le interesa la joven —acotó la cocinera.

—Dejamos claro eso ya, Ofelia.

—Sí, lo que usted diga, señor. No entiendo porqué es tan negado en admitir que le gusta.

—Se me hace tarde, en un rato regreso.

—De acuerdo, patrón —le dijo resignada.

Salió de la finca para caminar hacia el vehículo y conducir hasta el pueblo. Sabía bastante bien que la discusión no iba a ser solo de palabras porque lamentablemente Thomas no acostumbraba a discutir sin una pelea de por medio y se cruzó con él, Nathaniel, que con tan solo escuchar cosas de alguien que nunca había molestado a nadie lo enervaba y más rabia sentía porque le gustaba la joven.

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