Amistad

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El sol estaba en su mayor punto, iluminando a todos y manteniendo la temperatura en su punto exacto para que las diversas familias que se encontraban repartidas por toda la extensión de aquel sencillo parque pudiesen disfrutar al máximo del acogedor y agradable entorno que las múltiples risas de niños y padres por igual creaban en medio de juegos y banales conversación.

Los verdes campos que se extendían hasta pequeñas formaciones de bosques siendo rodeadas por pequeños claros inmaculados donde la naturaleza jugaba con los vivos colores al combinar ya sea con el vivaz ambiente creado por las últimas flores de la temporada o por el lento y melancólico de las primeras hojas resecas de otoño quienes solo resaltaban como aquel oasis de naturaleza encerrada en aquella creciente ciudad mantenía vivo el espíritu natural junto al gozo de las personas con quienes convivían en armonía en esta.

Con un adulto a cargo de supervisar las pequeñas e infantiles actividades de un par de niños es que estos eran capaces de sacar todo el provecho a las maravillas que aquel entorno les podía permitir, iniciando con múltiples juegos físicos como bien podían ser las escondidas, las atrapadas o el pequeño balón con el que contaba el chico de dorados cabellos, todo era diversión para la pareja de infantes quienes en sus rostros solo les permitían mostrar una muesca ascendente pese al cansancio, el hambre o la sed que pudiesen sentir tras su jornada, pues incluso ello ya estaba solucionado con el misma adulto preparando todo en una pequeña manta sobre la que esta se encontraba recostada.

Y con la emoción todavía a tope la pareja de amigos se acerco a esta mujer, conversando mientras todavía intentaban recuperar el aliento que les faltaba.

- Te dije que no me ganarías esta vez, mi plan fue un éxito

- Eres demasiado escurridizo, seguro que no eres un conejo?

- Pues entonces tu eres una liebre

- De que hablas? Como voy a ser yo una liebre?

- Si yo soy un conejo, y nos parecemos tanto pero no somos iguales, tú no puedes ser un conejo, así que debes ser una liebre

- De hecho hijo, Lincoln tiene un buen punto - menciono entre pequeñas risas la madre

- Mamá - se notaba la vergüenza en su voz - no lo apoyes

La pequeña vergüenza del menor solo hizo más fuertes las risas de la madre por ver aquella sonrojada cara de su retoño mientras que su amigo se reía de buena gana, la cual termino pronto con el muchacho acercándose a su madre para probar las delicias que esta había preparado para la ocasión.

Los juegos, burlas e historias no se demoraron en surgir junto a la ingesta por parte del grupo, tanto la madre como el hijo poseían su ración de historias ya sea cómicas como interesantes con alguna que otra sorpresa para los oyentes, más el pecoso peliblanco solo observaba y reía de las bromas, asentía cuando era necesario y se emocionaba con aquellos impactantes finales, solo para llegar finalmente a que la reserva de aquel día se acabara para la pareja de rubios y tocase el turno del muchacho.

- Bueno Linc, y que tal tú?

- Yo? A que te refieres? 

- Ya sabes, algo interesante que contar, seguro que alguien como tú tiene muchas historias divertidas en la escuela

La inocente sonrisa con la que su amigo le había acompañado aquella frase habían colocado una pesada carga sobre el pequeño peliblanco, pues no quería arruinar aquel agradable ambiente.

- S...si, me pasan muchas cosas entretenidas, el problema es... es... que son tantas que no recuerdo ninguna en este momento - pese a que su voz había fallado en algunos momentos fue capaz de completar la frase sin perder aquella sonrisa que tanto había practicado en el pasado

- Oh, bueno, ya te acordaras otro día y nos reiremos juntos

- Si, claro amigo 

- Bueno chicos, ya se hace tarde y tú padre se preocupara si llega del trabajo y no te ve en casa - junto a ello termino regalándole una sonrisa, una que el albino aprecio bastante y termino devolviéndole, transformando aquella momentánea sonrisa construida en una real, más relajada, más agradable, más viva, por lo que le dolía todavía más tener que mentirle a quien lograba calmar sus momentáneas penas

- Si, por supuesto, si papá no me ve para la cena se volvería loco

- Entonces no perdamos más tiempo Linc, vamos - rápidamente el rubio tomo del brazo a su amigo, dirigiéndose rápidamente al coche de su madre mientras esta suspiraba y reía débilmente, pues ya conocía a su hijo, y era algo que amaba de él

Mientras era jalado por su amigo la expresión del pequeño se endureció nuevamente, el chico era el primer amigo que había logrado formar y le dolía tener que mentirle, pero escucharle tan vivaz, tan alegre contando anécdotas antiguas y disfrutar de su tiempo en la escuela... él no podía arruinarle aquella felicidad, no podía ser aquel que destruyera la felicidad de esa familia o peor todavía, viera lo que realmente era y no le agradase, que volvieran a tratarle de ladrón de padres y se burlara de él como tantos ya hacían antes, lo único que agradecía es que veía al chico por las tardes, después de la escuela y algunos fines de semana, realmente agradecía que estuviesen en escuelas diferentes, así su dolor solo sería su carga.

Así no molestaría a nadie más con su sufrimiento.

Ni menos a quien lograba apaciguarlo aunque fuese por unos breves momentos.

Y con ello algunos días pasaron, para algunos fue un tiempo veloz, para otros fue una eternidad, pero de lo que estaba seguro el pequeño Lincoln es que ese día debía de aguantar, pues el fin de semana se acababa de terminar y debía volver al infierno que le suponía aquel lugar.

No era feliz en ese lugar, no despertaba motivado cada mañana con los nuevos conocimientos que adquiriría o con las aventuras que allí podría vivir, para él era ir a un lugar de tormento donde había quienes le veían débil y se aprovechaban, con adultos que realmente poco les importaba lo que estuviese pasándole, con gente que aprovechaba cada ocasión que encontraban para robarle algo de la poca felicidad que lograba reunir, su único consuelo en ese lugar era un adulto, el único en quien realmente confiaba y le daba una mano cuando estaba desesperado, un hombro donde llorar y un abrazo para celebrar, siendo su pequeño oasis en el inhóspito desierto conocido como primaria.

Al salir de su hogar cerro la puerta con llave, cuando termino su primer año formal su padre le entrego una copia pues confiaba en que él podría ir y venir de la escuela al estar relativamente cerca algo que agradecía ahora que estaba en segundo año, pues le permitía tener libertad, una que tuvo que aprender a querer, una que estuvo obligado a adoptar.

Su caminata duró poco hasta llegar a su salón, podía escuchar como los diversos niños quedaban inmersos en banales conversaciones cuando sus amigos se aproximaban o algunos todavía adormilados intentaban conciliar un poco del sueño que les había sido arrebatado, todo servía mientras el maestro se aproximaba al salón.

Para Lincoln esos tiempos de esperan solo le servían para mentalizarse en como sobrevivir el día, nada más, rogando no cometer alguna torpeza que llamase la atención y las burlas de quienes pareciese como si le odiasen, pues el no lo entendía, acaso esos niños conseguían algo por hacerle sentir miserable, alguien quien su padre jamás asistía a verle a menos que fuese completamente obligatorio y ni eso en ocasiones? A alguien quien muchas veces tenía solo lo justo para alimentarse y debía traer refrigerios no elaborados como frutas o verduras de almuerzo? Alguien quien eran contadas las ocasiones donde disponía de los materiales solicitados, siendo la mayor parte de las veces regalados por uno de sus profesores? Su mente no era capaz de asimilarlo, eso no era divertido, eso era simplemente cruel.

Al sentir aquel sonido tan fácil de reconocer que daba inicio a las clases todos volvieron a sus asientos mientras como si hubiese sido perfectamente coordinado entraba el maestro al salón, dejando sus cosas en su escritorio antes de proceder a pararse frente a todos, algo extraño pues era su costumbre pasar la lista antes de las lecciones.

- Bien estudiantes, antes de comenzar las clases necesito darles un anuncio a todos, desde hoy se les unirá un nuevo compañero - se voltea hacia la puerta - ya puedes pasar muchacho

Lincoln no estaba realmente interesado en ello, no veía la buena noticia que tanto emocionaba a quienes le rodeaban, pues solo sería alguien más que le evitaría la mirada una vez se acoplara al ritmo de aquel lugar.

O al menos eso creyó hasta que se atrevió a levantar la vista.

- Hola, me llamo Jayden, un gusto conocerlos

Los comentarios no se hicieron tardar entre los múltiples niños, siendo comentarios generalmente neutros, pero para el peliblanco la presencia de aquel muchacho representaba la perdición, pues verle allí era sinónimo de develar parte de su vida a su amigo, una vida que no le agradaba y que no quería mostrar, una que temía terminase consumiéndole y le hiciese perder aquella amistad al no ser lo que aparentaba... un chico feliz.

En un desesperado intento el chico intento taparse la cara para que el rubio no fuese capaz de reconocerle, pero eso fue imposible dado que le reconoció instantáneamente, esbozando una sonrisa al saber que efectivamente estaría con su buen amigo en la escuela, algo con lo que al enterarse de su cambio esperaba con todo su ser.

La clase comenzó y terminó antes de que los estudiantes pudiesen darse cuenta, con algunos teniendo la clara intención de hablar con el nuevo, el cual más que ansioso de conocer a sus nuevos compañeros lo estaba de hablar con su amigo peliblanco, con el problema que este se veía sumamente distraído y retraído, similar a su estado el día que le conoció y algo que también le preocupo, por lo que comenzó a caminar en su dirección con clara intención de hablarle, solo para ser detenido por uno de los chicos presentes.

- Oye, quieres ir a comer con nosotros?

- Lo siento pero necesito hablar con él - dijo mientras señalo en la posición del albino

Los demás al voltearse pudieron encontrar que el chico seguía sentado en su asiento, algo que realmente era extraño, pues este siempre desaparecía en dicho horario, intentando salir casi por detrás del maestro con destino e intención desconocidos para la mayoría.

- Vaya, sigue aquí - la sorpresa en su voz era evidente para el rubio

- A que te refieres? Ese es su lugar no?

- Si, pero el siempre se va rápidamente durante el almuerzo y aparece cuando vuelven las clases, no es de quedarse mucho ni de hablar

- Exacto, además el abuelo siempre va solo, como si no le importara nadie más - dijo un chico que se unió a la conversación con el rubio

- Oye, el es una buena persona, somos amigos incluso

- Tú eres amigo del abuelo? No te creo

- Claro que lo soy, de hecho déjenme ir a saludarlo

- Si tú lo dices no te voy a detener, ya nadie intenta hablarle así que será tu problema 

Con algo de enfado el rubio se acerco al peliblanco, quién seguía en profunda reflexión sobre lo que estaba ocurriendo, sin ser capaz de entender como la vida que tanto quería y aquel horrible lugar se habían terminado conectando, sintiendo miedo al rechazo del rubio, miedo a que descubriera su patético ser, miedo a aquella sincera amistad que tanto atesoraba y no quería contaminar con su vida personal se perdiese, por lo que ni siquiera se dio cuenta cuando ese mismo chico se acerco lo suficiente para ponerle una mano en el hombro.

- Oye Linc, estas bien?

No pudo evitarlo, no estaba preparado, ni siquiera supo bien lo que hizo, incluso se tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había hecho, solo en ese momento fue capaz de sentir el dolor por lo que le había pasado, pues del sobresalto termino dando un pequeño grito de susto antes de caer de su silla, mirando con todavía más terror a su amigo, quien le respondió con un rostro de preocupación.

- Hey, tranquilo amigo, solo soy yo

- Yo, lo siento Jay, creo... creo que estaba muy concentrado - sus palabras contenían algo de duda, pues estaba realmente avergonzado

Jayden no lo pensó mucho y le regalo una sonrisa mientras le acercaba su mano para ayudar a levantarle, mientras escuchaba el efecto del inconveniente de su amigo.

- Jajaja, ves, te lo dije, le hablaste y ya se asusto

- Jajaja, si, es todo un rarito, ni siquiera necesita tener el pelo de un anciano para ello

El peliblanco bajo un poco la mirada mientras evitaba el contacto visual con el par de chicos que habían encontrado el motivo del día para burlarse de él, algo que no le hubiese dado tanta importancia si no fuera porque Jayden estaba a su lado, mientras que él, por su parte, vio el cambio en las expresiones del pecoso, recordándole una que todavía recordaba, pues todavía le dolía... era la expresión que tenía antes de hacerse su amigo, una que le dolió volver a ver.

- Acaso es tan raro que él tenga el pelo blanco?

- Uh? - ambos chicos detuvieron su risa al mismo tiempo - bueno, si, es raro no? Solo los ancianos lo tienen así

- Entiendo - puso su brazo por detrás de los hombros de su amigo - vamos Linc, tengo hambre y no conozco la escuela

El chico solo asintió con la cabeza mientras le daba una sonrisa cansada, al menos iba a aprovechar mientras el chico no se hartara de él, algo que demostró durante el día, acompañándole, mostrándole la escuela, conversando y conviviendo con él para sorpresa de todos los demás estudiantes de aquel salón, pues no se esperaban que aquel chico tan retraído pudiese ser un conversar tanto, incluso para algunos era la primera vez que le veían sonreír.

Al día siguiente el muchachito hizo su rutina de la mañana como siempre, solo que esta vez las piernas al caminar le resultaban especialmente pesadas, como si cada paso que diese le costase enormemente, y realmente así lo era. 

Al llegar, como siempre, se instalo en su puesto y comenzó a mentalizarse para el día, comenzó a pensar en como sobrevivir hasta la próxima clase de artes, pensó en muchas cosas pero en todas y cada una su amigo comenzaba a aparecer, estaba feliz y estaba triste, incluso su rutina le estaba fallando, pues aunque había decidido prepararse para lo peor el no quería perderle, era su amigo, su único amigo... y pensaba que estaba por perderle.

- Hey Linc, es raro vernos tan temprano no crees?

Al tener sus ojos cerrados estaba consiente de su entorno por lo que sintió como se le aproximo, pero no por ello estaba preparado para verle, aunque si no sabía cuanto iba a durar su amistad pensó que al menos debía aprovechar su tiempo juntos, y con ello por fin pudo abrir sus ojos, viendo a su amigo parado junto a él con una sonrisa en el rostro como siempre, pero algo le llamo la atención, algo que no pudo evitar notar.

Este llevaba el gorro blanco que le había regalado el día que se hicieron amigos.

- Vamos Linc, no me vas a saludar?

- Jay...den?

- Jajaja, míralo, con ese gorro blanco es idéntico al anciano 

Por supuesto un chico no tardo en darse cuenta de ello, lo que inmediatamente aprovecho para mofarse, algo que a diferencia de la resignación y dolor de siempre creo un nuevo sentimiento en Lincoln, pues una cosa era que se burlaran de él, pero de su amigo? Jamás.

- Oye tú...

- Por supuesto - envuelve su brazo en el cuello de Lincoln - somos gemelos no? o era mellizos? no lo sé, solo que él es el conejo mientras yo soy la liebre

- Jajaja, te das cuenta de lo ridículo que suenas?

- No tanto como tu cabeza que parece una calabaza deformada - esta vez fue el turno de Lincoln para responder, solo que esta vez con determinación en su voz

Nadie espero esa respuesta, absolutamente nadie, generando un silencio entre todos los presentes en el salón, silencio que solo fue roto por la risa del profesor quien esperaba en la puerta.

Luego la risa se termino contagiando a una chica pelirroja, luego fue el turno de un chico castaño y así la risa se fue expandiendo hasta que gran parte del salón ahora se reía del chico, quien lucia sumamente avergonzado.

- Hey Lincoln, esa estuvo buena jajaja

- Cierto, y es verdad que parece una calabaza jajaja

- El abuelo contra la calabaza, yo digo que es el duelo del año

Diferentes comentarios empezaron a surgir, algunos seguían siendo en su contra pero también habían algunos que disfrutaron de aquella gracia.

- Ves Linc, como que no tenias buenas historias? más te vale ser contarme la próxima vez que vayamos al parque a jugar

Esas palabras habían tenido un profundo peso en su ser, las suaves risas de fondo ya no tenían espacio en su audición, vio a su amigo y le dio una enorme sonrisa.

- Claro - dijo acompañado de la mejor risa que jamás imagino dar en ese lugar

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