Primer paso

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Nuevamente el hedor etílico impregnado en las paredes le había despertado mucho antes del horario habitual al que se despertaba, la somnolencia en su mente luchaba contra el desagradable olor con el objetivo de intentar mantener aunque fuese unos minutos más el sueño antes de tener que asumir otro día más, uno donde aún no podía evitar recordar que ese no era su hogar.

Con pesadez se levantó de aquel duro colchón sobre el que reposaba para dar un pequeño salto hasta quedar depositado con sus descalzos pies en el frío piso, moviéndose en un cierto instinto mecánico a la ventana para formar un cambio de aires, algo que nuevamente choco con su percepción al notar que el deteriorado seguro no funcionaba, sentía molestia ante esa situación y por lo que estaba pasando más no quería llorar, aquello era peligroso mientras estuviera en ese lugar y con el anciano acechándolo por lo que cualquier sentimiento desbordante en su interior intento mantenerlo allí.

La lucidez de su despertar también le permitió recordar los sucesos que había vivido el día anterior, las múltiples miradas hacia él le recordaron tiempos molestos, cuando era aún más pequeño de lo que era, cuando no tenía a nadie que le brindara una mano en la escuela, por mera reacción fijo su mirada en sus brazos notando como algunas zonas seguían marcadas por los golpes que había recibido el domingo pasado las cuales solo le dolían al tacto, instintivamente mordió su labio inferior con su prominente diente mientras apretaba uno de sus brazos en una zona no dañada.

Eso era su rutina cada mañana.

Pensar en todo lo malo y sufrir.

La diferencia era que ahora no se podía dar el lujo de soltarlo o aquel violento hombre le amenazaría nuevamente, había visto lo que era capaz por lo que si aquella fuerza era aplicada sobre él no sabía si podría resistir.

Y ahora ese dolor estaba centrado en pocas cosas, la lastima con la que le observaban sus amigos, el cinismo con el que le amenazaba el anciano, el odio en la reacción de aquella rubia... el miedo en la mirada del maestro.

Se sentía mareado, había comenzado a morder con mayor fuerza su boca en un intento de retener sus lágrimas, no quería volver a la escuela y recibir esas miradas.

Quería estar con su maestro y que le dijesen que todo estaría bien mientras se refugiaba de un mundo que lo odiaba.

Ni siquiera noto cuando sus piernas cedieron y se encontraba sentado en la fría cerámica con la cabeza metida en las piernas.

Todo lo que podía hacer era intentar tragarse aquellos sentimientos y que su carcelero no lo supiese.

Todo por el miedo a resultar más dañado.

Pero el destino no estaba de su lado y pudo sentir como algunos pasos se acercaban a su puerta.

No estaba listo, sus sentimientos seguían allí esperando el menor atisbo para escaparse y no quería volver a ser lanzado como si fuera una muñeca de trapo a una ducha helada con amenazas de palizas.

Pero sus extremidades no le respondían, el nudo en su garganta seguía allí, sus ojos cristalizados por los recuerdos y el ardor de sus viejas heridas se hacía más presente que nunca.

En el momento que escucho la puerta abrirse pudo sentir un frío recorriendo su espalda, como si su instinto de supervivencia le dijese que se apartara aun cuando su mente le retenía allí con todo su cuerpo paralizado.

Ni siquiera se atrevió a levantar la vista, ni siquiera sabía si no quería... o no podía.

- Me sorprende lo madrugador que puedes llegar a ser niño, incluso yo debo admitir que esta costumbre solo la adquirí en la marina.

Sintió como los pasos resonaban cada vez más cerca, con cada paso su pecho se cerraba más y comenzaba a transpirar, el ritmo de su corazón se aceleraba mientras aquella siniestra voz de su cabeza reía.

- Mmm... ¿En serio? ¿Otro ataque de pánico?

El cuerpo del muchacho ya no le obedecía correctamente por lo que no tuvo ni la motivación o la capacidad de responderle, algo que Albert pudo notar.

- Niño, conmigo – Toma sus manos y lo eleva, dejándolo sentado en el borde de la cama mientras mantiene los brazos de este elevados por sobre la cabeza - ¿Sientes los brazos en alto no? Ahora los soltare, intenta mantenerlos levantados y trata de respirar.

El tono con usado por Albert era severo, casi parecía una orden militar sin el golpe de voz mientras mantenía su vista fija en Lincoln, este solo comenzó a respirar más fuerte pero a un ritmo estable sin dejar de mirar al niño.

A los pocos minutos podía sentir sus brazos cansados, no estaba en posición de oponérsele por lo que mantenía aquella postura y con el tiempo termino sincronizando su respiración con los fuertes resoplidos del anciano.

Pudieron ser solo unos 20 minutos, pero el pequeño peliblanco sintió como si hubiesen sido horas.

- Parece que finalmente te calmaste, ¿Qué diablos te paso ahora? El llanto es una cosa pero eso...

- Q..Quiero un vaso con agua.

- ¿Y no tienes piernas para ir por él?

- C..Creí que m..moriría, n..no sient..to bien l..las pi..piernas.

- Nadie se muere por una de esas cosas y solo eres tú creyéndote todo eso.

- P..Pero...

- Sigh, en serio, ¡¿Qué demonios te dio tan temprano?!

Si bien la voz del anciano se notaba molesta y la había alzado no alcanzaba a ser un grito, fue un golpe de voz algo más fuerte de lo normal al notar como el niño parecía retroceder a las reglas que había puesto el mismísimo día anterior, pero eso le permitió ver bien la raíz del problema.

La mirada del niño ante el golpe de voz se centró en él y pudo ver un único sentimiento en aquellos ojos verdes, el miedo.

- Genial, ahora te doy miedo al punto de dejarte así, perfecto.

Soltando un suspiro cansado el anciano comenzó a negar con la cabeza mientras tapaba su visión con una mano en profunda decepción, sabía que el niño era frágil, pero jamás a ese punto.

Por ello una vez sintió que la respiración del niño se había normalizado lo suficiente tomo a este y, al igual que el día anterior, lo lanzo al baño y le tiro una toalla, Lincoln solo observo como el anciano estaba por cerrar la puerta para dejarle en la privacidad de aquel cuarto cuando noto como le daba una última mirada.

- Niño, no seas un cobarde, si tienes algo conmigo dímelo a la cara, es eso o que sigas pensando que te vas a morir.

Tuvieron que pasar unos pocos minutos antes de que el muchacho reaccionase y comenzara a incorporarse como es debido, aquella sensación más de una vez la había sentido desde aquel fatídico día al rememorar lo sucedido, sucumbiendo ante aquel dolor que su propio cuerpo le infería solo para despertar a las pocas horas con un muy preocupado Ethan preguntándole si estaba bien, velando porque se encontrase bien, algo que ahora agradecía más que nunca.

Y lo peor era ver la ducha, sabiendo que debía lavarse con un agua helada como si tuviese hielo.

Preparando la poca resistencia mental que le quedaba ingreso en esta una vez se desvistió, chillando cuando el agua comenzó a impactar su cuerpo mientras era capaz de escuchar la risa que le producía su sufrimiento al anciano, rememorando nuevamente el corto tiempo que estuvo con su maestro, donde no solo tenía un lugar cálido y cómodo para él, sino que aquellos servicios eran preparados por el mismo adulto de ser necesario y mejorar el confort de su estadía.

Una vez había terminado y se encontraba preparado solo se sentó en el sofá del salón principal de aquella casa, un proceso similar al que había hecho el día anterior, solo esperando.

Si el día anterior su mente vagaba por el miedo que aquella rubia le había dado y la imponente actitud con la que el anciano se había presentado ahora su mente solo estaba centrada en una persona, el Sr. Dawkins.

No podía evitar pensar en las diferencias entre estadías tanto como aquellas miradas de pánico que le dedico cuando le mordió en la mano y cuando comenzó a pelear con su agresora.

Quiso pensar en ese tiempo en aquel hogar que solo visitaba esporádicamente, un lugar que siempre le había representado una zona de alegría y expresividad, una que ahora estaba manchada con su sangre y lágrimas, donde su propia sonrisa fue reemplazada por el sombrío recuerdo burlesco de su padre y las dulces palabras de aliento del hombre eran consumidas por ese miserable sentimiento que se hallaba en lo profundo de la expresión que le había dedicado.

Ese hombre estuvo para él, y él lo había espantado en tan solo unas semanas.

Pensándolo así, el lugar donde estaba ahora, los tratos de aquel desquiciado anciano.

Comenzaban a parecer un castigo justo hacía él.

Pero... aun así... ese no era un castigo que él quería recibir.

- S..Señor.

El anciano quien se encontraba tranquilo con su cigarro matutino dirigió su mirada al niño que yacía sentado a unos pocos metros de distancia, dio un pequeño gruñido en señal de atención.

- Yo tengo actividades después de c..clases.

La mirada inquisitiva del anciano puso sobre él le hizo dudar si realmente era una sabía decisión aquello que estaba comentando pese a que seguía dentro de las reglas que le habían mencionado, el anciano se tomó una pequeña pausa para exhalar el viciado aire de sus pulmones antes de contestar.

- ¿Qué actividades?

- Ah, eh... son... bueno...

- Niño, te dije que no aceptaría cosas de maricones, así que más te vale que sea algo que valga la pena o te lo prohíbo.

- E..Estoy en el equipo de atletismo con mi amigo Jayden, y..y he faltado ya a..a muchos entrenamientos.

- Atletismo – El tono de voz con el que pronuncio aquella palabra puso aun más nervioso a Lincoln, quien en ese punto solo rogaba que fuera algo que convenciera al anciano y le permitiera algo más de tiempo lejos de él – Correr te hará bien, lo permito, dime a qué hora debo ir a buscarte...

El resto de esa mañana, desde que tuvo que subirse a la motocicleta junto al anciano para ser dejado en la primaria y las mismas clases pasaron rápidamente después de eso.

Lo poco que sabía de aquel hombre es que en cualquier momento podría saltarle encima por lo que alejarse de este le hizo algo más pasable su tiempo en la escuela, incluso conversando con Jayden para que este apoyase su cuartada de ser necesario o escuchando comentarios no muy agradables respecto a él, su aspecto y su desaparición.

Cuando fue la hora de la salida intento acercarse a su mayor refugio en toda la primaria, aquel salón destinado a obras manuales y arte recreativo, tenía prohibida aquella acción tanto como salir a caminar libremente, ambas sus mejores acciones para calmarse por lo que usaría aquella instancia no solo para despejarse dibujando algo donde la mirada del anciano no lo encontraría, sino que sería la oportunidad perfecta para poder disculparse con su maestro, disculparse por todo lo que le causo, por todo el tiempo y dinero que invirtió en él, y tal vez, solo tal vez... le permitiese volver con él.

Pero a medida que sus pasos se dirigían hacia aquel salón sentía que sus piernas pesaban más y más, se sentía enfermo, adolorido y con una severa nausea entre más se acercaba a aquel lugar donde siquiera debía pensar en llegar, un lugar que conocía tan bien como si fuera su hogar.

Y todo por el recuerdo de que su profesor estaría allí.

Aquella mirada estaría allí.

Una que le rompía el alma de solo ver, una donde mezclaba todas aquellas emociones que siempre odio.

Por lo que a medio camino desistió y se dirigió al baño con el fin de liberar todo su contenido estomacal.

Quiso intentarlo nuevamente pero el resultado fue similar, su cuerpo rechazaba la idea de enfrentarse a esa mirada de terror otra vez, sabiendo que él se la había provocado al único adulto que jamás deseo dañar.

Acobardado y con sentimiento de miseria aflorando en su ser termino por dirigirse a la biblioteca de la escuela, lugar donde arranco un par de hojas de sus libretas y trato de trazar el primer bosquejo de lo que se le viniera a la mente, tal como lo hacía antes de que todo ocurriera... pero nada ocurrió.

Miraba atento el blanco de la hoja cuadriculada, intentaba imaginarse alguna silueta o algún paisaje lo suficientemente sencillo como para ocupar su mente por unos minutos e intentar olvidarse de las cosas tal como siempre lo había hecho, pero...

Nada salía, su mente solo se centraba en las cosas que ocurrían en su vida, daba algunos trazos en bruto que terminaba borrando o rompiendo el papel.

- Vamos hijo, no seas así, se que hay algo dentro de ti, no lo sé, mmm... ¿Qué tal hacer miserable a los demás? Seguro podrías ir donde tu profesorcito y preguntarle, seguuuuro te inspiras jajaja.

Aquella risa solo se detuvo cuando noto que había roto el lápiz en su mano con la presión que había ejercido, observándolo sin mayor intención que una sensación de vacío.

Ni siquiera llego a pensarlo y su cuerpo ya estaba guardando las cosas en su mochila para encaminarse donde su amigo para fingir que salían de la misma actividad, se sentía cansado pese a que no había hecho gran cosa y caminaba casi arrastrando los pies mientras intentaba no observar nada, solo llegar a su destino, cosa que se vio interrumpida cuando se topó con un adulto que caminaba por esos pasillos vacíos.

Era un hombre de bufanda y cabello castaño que casi le doblaba la altura, uno que al verlo sintió un vuelco en su estomago y ganas de alejarse corriendo, pero al notar que ambos iban por el mismo pasillo con direcciones opuestas el muchacho solo mantuvo su caminar.

Odiaba lo que había hecho, pero apreciaba más al hombre como para que su vergüenza le impidiera, al menos, saludarlo.

Por lo que cuando estuvieron a pocos metros el muchacho levanto su mirada y con una sonrisa algo extraña, le saludo.

- Hola señor Daw...

Ni siquiera pudo terminar de pronunciar su nombre pues en el momento que estaban cerca el adulto acelero.

No le respondió, no lo miro, solo paso a su lado con una expresión extraña.

- E..Entiendo, q..que tenga buena tarde.

No se volteo y aquellas palabras salieron de su boca antes de que pudiese controlarlas, como si fuera una consciencia automática en él, siguiendo su camino, sin muchos pensamientos en su cabeza, sin nada más que aquella mirada que se grababa en su alma.

Una vez llego al baño Ethan se dirigió inmediatamente al lavabo y mojo su rostro.

Las cosas pasaron más rápido de lo que era capaz de asimilarlo, no solo había entregado la custodia, sino que siquiera se había despedido del muchacho que no supo cuidar, no supo levantar del agujero de miseria en que estaba atrapado y ahora la familia había aparecido, el ya no podía hacer nada que no fuera dar un paso atrás y rogar porque el niño encontrase la felicidad sin él a su lado.

Se culpaba profundamente por que la espiral de sufrimiento del niño hubiese aumentado esos días, no se sentía capaz de mirarle a los ojos y encararle.

Algo que le trajo un recuerdo a su mente, unas palabras dichas por un borracho que no conocía y que ahora tomaban mucho peso.

"Haha, que gracioso, el maestro de salón hablando de lo que es ser un padre, ni que a usted le tocará lo peor de eso, les verás mucho y a cientos, pero lo que respecta a los verdaderos problemas de los niños usted... no sabes nada"

- ¿A esto te referías Lynn?

Siguió por unos momentos más observando su reflejo en el espejo del lavabo antes de volver a refrescar su rostro y volver a encaminarse donde el grupo de artes, algo que en su mente creyó que le ayudaría a distraerse de su triste realidad.

Una donde no pudo proteger la sonrisa de un pequeño niño que confiaba en él.


Minutos más tarde, cancha de la escuela

- ...crees que no se dé cuenta?

- Eso espero, es mejor esto, su casa huele a alcohol y cigarro todo el tiempo.

- Eso apesta amigo.

- Quisiera al menos poder abrir la ventana de mi cuarto, ni siquiera pude dormir bien debido al olor y no se como usar esta cosa – Dijo mostrando su móvil a Jayden.

Al ver el aparato el niño se sorprendió enormemente, con el estilo de vida que llevaba su amigo peliblanco no esperaba verle con un móvil hasta dentro de mucho tiempo más al punto que siquiera se imaginaba aquella extraña situación como lo era esa, más incluso bajo el régimen tirano del anciano peliblanco.

- ¿Se lo robaste al anciano?

- ¿Qué? No... me lo compro ayer por la tarde.

- ¿Y por que no nos dijiste durante el almuerzo? Pudiste haber intercambiado número con todos.

- Pues... lo olvide.

- ¿Siquiera sabes cómo agregar contactos?

- ¿Tengo cara de saber cómo ocupar esta cosa?

- Tienes un rostro del asco si me preguntas.

- Aprecio el apoyo moral.

- Mejor trae acá, te enseñare como ocuparlo.

Mientras ambos niños conversaban frente a la escuela pudieron escuchar el motor del vehículo del anciano, momento en que el anciano se detuvo a unos pocos pasos de donde ambos niños se encontraban sentados.

- Niño, nos vamos.

- Jayden me estaba enseñando a ocupar el móvil que me compraste.

- ¿Enseñando? Eres un niño de estas generaciones raras, se supone que tu sabes ocupar esas cosas mejor que yo.

- Nunca tuve uno antes, ni siquiera sabía cómo llamar.

- Es verdad – Dijo enérgicamente Jayden – Apenas y sabía cómo usar esos teléfonos antiguos de casa.

- Me estás... - El anciano comenzaba a molestarse, pero la sería mirada con la que ambos niños le estaban mirando en todo momento le hizo cuestionarse si realmente era una mera broma – Espera, ¿Va en serio?

- Si, p.. Lynn no me compraba cosas así, me las arregle hasta ahora con la ayuda de Jay para cosas así.

- Entonces no estas metido en esas cosas del nintendo, eso es bueno – Mirando a Jayden – Y tú niño, ¿Cómo te llamas?

- Ya le dij... - La mirada del anciano se agravo instantáneamente, cosa que erizo la piel del muchacho – Jayden señor.

- Bien.

La mirada fija del hombre molestaba al niño tanto como le preocupaba, de lo poco que había mencionado su amigo era un hombre temible el cual había provocado que la cara del maestro Dawkins todavía estuviera morada de un solo golpe, algo que con solo esa mirada podía creer, después de todo parecía que le inspeccionaba de pies a cabeza antes de dirigir su mirada nuevamente a su amigo peliblanco, este al notar la atención del muchacho se despidió rápidamente y se dirigió al vehículo, subiendo con algo de dificultad y alejándose del lugar dejando algo preocupado a Jayden.

El resto de la tarde se paso de forma lenta para el muchacho, estando en su habitación intento reorganizar algunas de sus cosas que seguían guardadas en las cajas apiladas, intentar jugar con la huraña criatura que había acogido hace unos días y recibir mensajes de sus amigos por su móvil gracias a la difusión del chico rubio, siempre manteniéndose todo el tiempo que fuese posible en aquella habitación solo para salir cuando era incapaz de soportar el olor o ir al baño, no estaba al pendiente del anciano, más bien intentaba evitarlo todo lo posible al punto que ni siquiera noto cuando este apareció con comida preparada y le llamo para cenar.

Estando en la mesa se sentía extraño, generalmente estaba solo en esa ocasión, solo un par de veces pudo cenar con Lynn o en casa de algún conocido, pero cenar dos días seguidos con alguien le era extraño, demasiado, alternaba su mirada entre la humeante comida y el rostro del anciano quien bebía tranquilamente mientras devoraba su comida sin poner mayor atención en el muchacho.

Cuando Albert termino con su comida y observo que el niño no llevaba siquiera la mitad este decidió iniciar algo de conversación.

- ¿Siempre comes tan poco y tan lento o no te gusta la comida?

- ¿Eh? No es eso.

- ¿Cómo? Pero si casi no has tocado tu comida, ¿No me digas que también eres bulímico?

- ¿Bulímico?

- Sigh, ¿Cómo esperas reírte de una broma si el otro no se entera de nada? No vale la pena niño, ya alguien te lo explicara, pero en serio que comes lento.

- Bueno, más que comer lento, es raro.

- ¿Comer con un anciano que no conoces?

- Comer dos días seguidos con alguien.

Albert no sabía la razón, pero su cerveza inmediatamente adquirió un sabor agrio cuando el niño pronuncio eso en un tono completamente serio.

- Supongo que Lynn o ese amanerado con quien estabas no eran muy conversadores.

- P..Lynn pocas veces cenaba junto a mi y el Sr. Dawkins me dejaba el plato listo para cuando me sintiera capaz y con hambre – Sus palabras eran algo pesadas para él, el recuerdo de ambos adultos le causaba dolor por partes iguales.

- ¿Entonces te emocionas por comer con alguien? Eres raro niño.

- (Susurrando) Tampoco es que disfrute comer con usted.

- Te oí niño, pero la verdad no me importa.

- ¿No me va a pegar?

- No quiero asesinarte, quiero que formes algo de carácter, si tienes que insultarme por ello está bien – Hace crujir sus nudillos – Pero te recomiendo que no abuses de ello tampoco, ahora termina tu comida que se enfría.

La conversación no continuo mucho más allá de ese punto, el anciano se quedo sentado en su lugar hasta que el niño acabo con su plato, una porción mucho menor que lo que había recibido el día anterior en aquel restaurante y que provoco que el anciano se riera por lo pequeño de su estómago.

No paso mucho antes de que estuviese preparado para dormir y aquel toque de queda impuesto comenzara, por lo que no tardo en acostarse y debido a la hora a la que se había despertado, dormirse, un pequeño suceso de acciones que comenzaban a volverse un ciclo pues con un horario sumamente temprano se encontraba despierto, necesitado de algo de aire fresco por el hedor del cuarto.

La diferencia de ese momento es que los duros recuerdos que le habían afectado el despertar de ambos días no fueron tan dolorosos, seguían allí, seguían atormentándole, pero el impacto fue lo suficientemente mitigado para evitar un mayor daño, más cuando su respiración comenzaba a afectarse y realizo el ritual que le había hecho el anciano la mañana anterior.

Para cuando el anciano había decidido revisar el estado del muchacho este se encontraba sentado en el costado de la cama mirando la deteriorada ventana.

- Vaya, vaya, quien lo diría, el bebito no lloro una mañana.

- No es necesario que sea así conmigo.

- Lo hago porque puedo, porque quiero y porque se que no respondes, ahora ve a ducharte, tienes escuela.

Y con ello el ciclo comenzaba nuevamente, era como si su vida se volviese aquella rutina, solo que las miradas comenzaban a desaparecer junto a las marcas de su cuerpo de las cuales lo más visible eran sus ojeras y una ligera diferencia, una chica con un renombre en aquella escuela se le había acercado durante uno de los descansos, una chica castaña con pecas y vestuario principalmente rojo, la conocía bien tanto como toda la primaria por sus extrañas acciones, el jamás le había hecho nada, pero esta se choco de forma intencional con él en uno de los pasillos, algo que le trajo un oscuro presentimiento el cual, para su suerte, no se concretó, siguiendo esta su camino.

Esto le genero un poco de paranoia durante el resto del día, sabía que ella era una Loud, fue una broma recurrente con sus amigos debido al apellido similar pero después del ataque que había recibido y los gestos agresivos de la castaña lo que era un rumor empezaba a ser una certeza en su mente, pero ello no le importaba en ese momento, toda relación posible con más familia significaba algo malo para él, si las chicas que se le acercaron fuesen sus hermanas solo demostraría que son gente que no le desea ningún bien, se le presento un abuelo que aun con lo que hace no le genera confianza, uno que le aterra.

Por ello lo mejor que podía hacer era no centrarse en ello pese a que intento evitar a toda costa a cualquiera de las chicas Louds, no las conocía por nombres, ni siquiera por rostros, solo eran rumores de escuela masificados y las bromas de sus amigos, pero aun así se mantuvo alerta hasta que nuevamente llego la hora de la salida.

Esta vez ni siquiera intento ir al salón de arte, la mirada del día anterior era todo lo que necesitaba para tener una respuesta de lo que ocurriría si ese día intentaba repetir aquella acción así que esta vez se dirigió directamente a la biblioteca donde nuevamente arranco algunas hojas e intento dibujar, con el único problema que cuando no llevaba más de unos pocos minutos instalado pudo sentir como la puerta se abría y unos prominentes paso se le acercaban.

No le llamo lo suficiente la atención, estaba inmerso en intentar concebir alguna idea con la que esta vez si lograr distraerse y despejarse, solo reaccionando cuando una mano tomo el papel donde había comenzado a garabatear mientras aun dibujaba algunos de los trazos.

Lincoln estaba por quejarse, pero la voz que escucho provoco que se le helara la sangre.

- ¿Atletismo verdad? Sabía que era raro que el muchacho de ayer tuviera el pelo mojado y se le notara agitado mientras tu estabas perfecto cuando claramente el chico esta en mejor forma que tú – Golpea la mesa con fuerza – Eres un descarado y un mentiroso, solo venias a hacer tus dibujitos oculto como una rata de mí, no dudaste en mentirme solo por hacer estas cosas inútiles, quise darte un mínimo de confianza pero resultaste igual que el inútil de tu padre, ni siquiera una semana y ya actúas así, seguramente ni necesitabas estar aquí y solo fue una triste excusa para hacer exactamente lo que te prohibí hacer...

- Y..Yo...

- ¿Qué?

El niño ni siquiera entendía porque había hablado, lo mejor era guardar silencio mientras rogaba que no le rompieran la cara y aun así, con una débil voz, se opuso.

- T..Tengo un motivo.

- ¿Qué cosa? ¿Pintar tus dibujitos?

- E..Estoy en el g..grupo de arte.

- Perfecto, iremos ahora mismo y te sacare de ese grupo de afeminados – Tomando del brazo a Lincoln le dio un tirón aun cuando este casi perdió la estabilidad, el chico ni siquiera alcanzo a tomar sus cosas dejándolas tiradas ahí mientras era jalado por el anciano – Así que más te vale guiarme si no quieres tener más problemas mocoso.

Con miedo asintió y daba instrucciones básicas con las que el anciano podía encaminarse por los casi vacíos pasillos, siendo observado por más de un niño que miraba y teorizaba respecto a lo sucedido hasta que llego al lugar, momento en que pudo sentir como su miedo era reemplazado ligeramente por la incomodidad que había sentido el día anterior en su deseo de no encarar nuevamente a su maestro, teniendo al menos la ventaja que aquel pequeño lazo que le quedaba con su maestro como lo era el grupo sería separado al menos por el anciano, pero este claramente tenía otra intención en el momento que se encontraban frente a la puerta.

- Escúchame mocoso, yo no estoy para resolver tus problemas, tu tienes que afrontarlos y esto te lo ganaste por mentirme tan descaradamente, así que entraras por esa puerta y renunciaras tú mismo, ¿Quedo claro?

El niño no quería, no se sentía capaz de hablarle al adulto después de ese pequeño encuentro y sin siquiera ser capaz de mentalizarse o prepararse pudo sentir como la puerta se abría, probablemente culpa del vozarrón con la que el anciano le había hablado inicialmente.

Los dos se encontraban frente a frente mientras un silencio lleno de miradas curiosas y una enfadada les rodeaban, la tensión que se formo entre ambos era tal podían sentir una barrera entre ellos que los separaba de la cual era imposible que pudiesen acercarse, el chico comenzó a dudar y el adulto que apenas era capaz de observarle pudo notarlo.

- Lincoln, si quieres... podemos conversar de esto después, ¿Ok?

- S..Si...

- No, no lo harán.

El tono del anciano seguía siendo imponente, Ethan casi como reacción se llevo una de sus manos a la zona de su rostro donde aun sentía algo de dolor mientras cambiaba rápidamente su foco de atención desde el niño al anciano.

- Oiga, Lincoln no parece estar listo.

- ¿Y alguna vez lo estará si no empieza a hacer cosas por si mismo? Este niño ya intento evadirme y me mintió descaradamente pese a lo poco que esta conmigo, su primera reacción fue evitarme sin siquiera intentar cambiar algo para su propio beneficio, ¿En que crees que se convertirá si alimenta esa personalidad? ¿Crees que hacer todo por él le ayudara a crecer?

- Lincoln no ha tenido una buena vida y solo cuando murió su padre yo...

- ¿Crees que justificándolo el hará algo? – Su mirada se centra en el muchacho quien no lucía bien al borde de un ataque de pánico – Lincoln, óyeme bien, yo no voy a vivir tu vida ni debes dejar que otros la vivan por ti, si me quieres odiar mientras le besas el trasero a este sujeto está bien por mí, pero al menos exprésate por ti mismo niño, no te lo guardes, no vivas con ese miedo, siempre encontraras idiotas como yo y si no me enfrentas ahora, probablemente no lo harás jamás.

- No le hable así, es solo un niño.

- Uno que aprendió que su opinión no importa y teme al castigo, es decir, un cobarde.

- Cállate.

La sorpresa en la mirada de Ethan era grande, el anciano solo esbozo una pequeña sonrisa.

- ¿Acaso me vas a obligar?

- Cállese, todo lo que hace es insultarme.

- No me haces caso, no te defiendes, dependes demasiado de otros, dime por qué no debería meterme contigo.

- Porque es un anciano despreciable.

- Así que el niñito se enojó, perfecto.

- Oiga, no es normal esa actitud en Lincoln, no debería...

- Sr. Dawkins – La intromisión del castaño provoco que la atención del muchacho se depositase en él, se le notaba alterado, molesto y dolido, algo que claramente iba dirigido también a él – En parte le creo a él, todas las molestias y todos los momentos difíciles, yo realmente lo estimo a usted, me hizo sentir bien muchas veces, pero ahora... ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué me dejo con él? ¿Por qué no me quiere mirar a la cara?

- Lincoln, yo... es que tú...

- Se que le hice daño y le pasaron cosas malas conmigo, pero siempre dijo que me apoyaría sin importar que y ahora me dejo de lado como si nada con este anciano desagradable.

- Hijo, yo... creo que no es bueno para ti tenerme cerca.

- ¿Lo dice por mi o por usted?

- Yo... sufro cuando te veo así... lo siento, p...

- ¿Por eso me dejo con él?

- Técnicamente es tu abuelo, es tu familia... yo, no lo soy.

Eso fue un golpe directo en el corazón del niño, pensó mucho sobre eso y aquellas palabras solo terminaron por clavarse cual dagas en su pecho, en ese momento hizo el ademan de irse pero fue retenido fácilmente por el anciano que clavo su vista en él.

- No nos iremos hasta que lo hagas niño.

La tristeza que aquella situación le había dado, la impotencia de corroborar su gran miedo, el dolor de todo lo que llevaba a cuestas, con unas simples y frías palabras fue reemplazado por un sentimiento que se irradio por todo el cuerpo del muchacho, la ira.

- Bien, quieres que lo haga, lo hare – Gira su cuerpo para ver a su maestro – Me retiro del club, ya no volveré a este lugar – A Albert - ¿Feliz?

- Eres un descarado por naturaleza niño, eso es bueno jajaja, aun así, estás castigado.

- ¡Bien!

Dicho eso el muchacho solo se alejó, no espero una respuesta del sorprendido maestro o de sus compañeros dentro del salón que jamás le habían visto así, todos estaban impresionados con lo que acababan de ver sabiendo la muy buena relación que tenían Lincoln y Ethan, el anciano ante esa situación y por más que estuviese molesto por la forma en que se dirigió a él, realmente le había encantado ver aquella muestra de que tenía algo de carácter aquel pequeño peliblanco.

El niño intento incluso irse caminando, perderse para no estar cerca del anciano pero este fácilmente le alcanzo y lo llevo a cuestas pese a que intento pelear para liberarse de su agarre, el niño con toda la furia aun circulando por su cuerpo seguía golpeando el cuerpo del robusto hombre quien ni siquiera se quejaba ante el castigo que recibía y solo caminaba a con el acuestas hasta que, inevitablemente, el niño dejo de pelear tanto como aquel enojo abandono su cuerpo y las palabras de su maestro volvieron a hacer eco en su mente, sintiendo como un nudo se formaba en su garganta y sus ojos se humedecían.

- Lo que ocurrió hoy, es solo uno de los tantos golpes que te va a dar la vida niño, se notaba que lo apreciabas, definitivamente más que a mi y tal vez más que al idiota de Lynn, el entro en pánico y tampoco se midió contigo, eso es un golpe duro para cualquiera, si quieres llorar... creo que esta vez te entendería.

El niño ante eso solo lo dejo salir, expulso aquel desagradable sentimiento que se había formado respecto a aquel adulto que durante tanto le dio una mano pero sintió le traiciono en su peor momento.

Albert solo lo miraba, le molestaba, pero también comprendía.

Comprendía que ese era un dolor que tarde o temprano el muchacho debería recibir, lo supo desde el momento en que converso con él en el hospital, era un cariño vacío, uno donde todo funcionaba mientras las cosas fueran bien, y que aquella decepción con el tiempo solo le haría peor.

Odiaba aquella forma en que se comportaba el niño, quería romperlo para volver a moldearlo.

Pero podía notarlo, era un recipiente roto, un mocoso que no entendía nada y esperaba inútilmente que alguien compusiera su vida.

Esa era la realidad de su nieto, alguien debería decirle que así no funciona la vida o estaría destinado a volverse su padre, un ser que huyo de todo por aferrarse a una mentira.

Por eso y por ser el primer paso lo dejo ser.

Dejo que se desahogara, dejo que fuera aquel niño débil e indefenso que era.

Porque ese dolor se convertiría en experiencia, algo que el comprendía perfectamente.

Después de todo había recibido bofetadas similares antes, tanto de su hija como de su yerno.

- La actitud que tomaste hace antes no fue la mejor y aun estás castigado por como te referiste a mi niño, pero quiero que sepas que hiciste un buen trabajo.

El llanto del niño no se había acabado, ni siquiera había asentido en respuesta, aun quedaba un largo tramo hasta su hogar y ya volvería a la escuela por su motocicleta, pero por el momento, aunque fuese de una forma rustica y extraña, sentía que debía de estar allí.

Y Lincoln, pese a todo su dolor sabía que el anciano, al menos, seguía allí.

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