cuatro

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Lautaro, he descubierto cosas buenas.


Nina no es un demonio que pueda comernos. Existen los emparedados de mermelada. Y puedes observar las calles de todo el mundo desde la palma de tu mundo.

¿Lo mejor? Hay mermeladas de todo tipo. Mermeladas de higo, mermeladas de mango, mermeladas de manzana... ¿Puedes creerlo?

El otro día dejé a medias el tema de Nina en la carta. No es que lo esté evadiendo... Tal vez un poco... En mi defensa, no termino de entenderlo y no sé de qué manera proceder.

Hoy mientras todo el mundo hablaba de un tal Jonás que volverá pronto. (¿Debería preocuparme por ese humano?). Le he preguntado a uno de tus amigos, uno de los tantos que pareces tener, el por qué no debería de hablar con Nina.

Ojalá se hubiera muerto ella.

Lo dijo con una terrible naturalidad. Como si realmente tuviera la voluntad y la fortaleza para observar morir a alguien. Estuve a punto de exigirle, que si la verdad era aquella, que lo hiciera. Que con las manos en seco fuera a arrancarle el corazón a ella y me lo entregara.

Nina estaba a un par de asientos adelante, al lado del par de chicas del cual pocas veces se despega. Poco me importa la incomodidad que viene como producto de las escenas sangrientas... Pero Nina estaba tranquila y eso era muy agradable.

Lautaro, yo no soy bueno. Pero tengo que preguntarlo:


¿Tú también deseas eso?



Ten cuidado, a veces los cuervos se esconden en los cuerpos.


-Atentamente: Lautaro falso.

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