trece

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Lautaro, hoy vinieron personas de lo que llaman la universidad.


Un delirio.

El flujo de personas que había en ese lugar era increíble. No sabía que podían caber tantas en un espacio tan pequeño. El ruido de cada uno era demasiado. Quedarme quieto no era una opción, el río de los demonios me llevaba a cada cubículo posible. Las personas de la universidad hablaban de cosas extrañas que no entendía. ¿Admisiones? ¿Créditos? ¿Financiamiento? Exámenes, esa la comprendí.

Nina no estaba. Como todos estaban agarrando papeles de cada mesa, tomé para ti y para Nina. Y cuando las personas de la universidad empezaban a dirigirme la palabra, me aferraba a otro demonio y dejaba que la corriente del río me arrastrara de nuevo.

Había una escuela de artes. No supe por qué, pero me acerqué. Le mostré la figura de madera del oso que hicimos. Tampoco supe por qué. La persona de la universidad dijo cosas igual de complicadas que las otras. Pero me esforcé. (Merezco un premio). Al final entendí que había un sitio donde ibas a aprender a hacer más cosas como esa. ¿Ves cómo estoy cumpliendo con mi palabra?

Pero Lautaro, tenemos un problema.

¿Vas a tirar todo a la basura, Lautaro?

A tu padre no le gustó la idea de artes. Volvió a hablar de lo de siempre. Carreras. Rehabilitaciones. Cirugías. Doctores. Becas. Futuro brillante. Fama. Dinero. Élite.

Tu padre habla mucho, Lautaro. Le agrada mi silencio. Pero no creo que le agrade mucho lo que pienso en ese silencio.


¿Sabes qué pasa allá abajo cuando hablas mucho?


Saluda a los cuervos de mi parte, por favor.


-Atentamente: Lautaro falso

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