LXXIV

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Habían estado en la vía por cerca de una hora, Katie no mantenía una velocidad alta, porque conducir con su auto lleno de personas la ponía nerviosa, y más con la distancia a recorrer.

La música ya estaba apagada y viajaban en silencio, uno que Anadela no resistió por mucho tiempo. Decidió destacar su punto de vista sobre los chicos que tenía a su lado.

— Oigan —ambos voltearon a verla—, ustedes se ven lindos juntos.

El enunciado tomó por sorpresa a todos, los cuales miraron a la chica con distintas expresiones.

— ¿Qué? Solo dije que me parecían lindos —soltó la chica algo apenada.

— ¿Ustedes se conocen? —preguntó Katie a Fernando, mirándolo por el retrovisor.

— Sí, desde hace un tiempo.

— En el instituto, en realidad —expresó serio el pelinegro.

— Oh, sí, claro, Ellus nos presentó —pronunció no muy seguro de sus palabras.

Lo cierto es que ambos ya se conocían, incluso antes de que Fer ingresara al instituto. Zander lo conoció durante las vacaciones, en una reunión donde estuvieron varios amigos del pelinegro, una reunión donde no temía mostrar sus preferencias. Zander notó a un chico moreno del cual sabía casi nada, y una amiga de él le contó que era su primo y que acababa de mudarse.

El pelinegro se acercó a Fer y hablaron por unas horas, bailaron y la pasaron bien de muchas formas. Al día siguiente, ambos se dieron cuenta de lo que hicieron, no tenían de qué preocuparse, pero era algo para nada previsto. No le dieron más vueltas al asunto y decidieron ir cada quien por su camino.

Zander se mostró perplejo el día en que Fer se sentó a su lado, y estaba a punto de irse, pero Ellus ya se había levantado del banco. Allí hablaron de lo que había sucedido, Fer le confesó que no había dejado de pensar en él y Zander, sin estar muy seguro, le propuso salir durante un tiempo para definir qué harían.

Luego de un par de minutos, Katie se detuvo en una estación de servicio para echar gasolina.

— Quienes quieran ir al baño háganlo ya, que no me quedaré mucho tiempo.

Anadela y Fer corrieron hasta el interior de los baños de damas y caballeros, respectivamente. Mientras que Katie se dirigía a pagar en la tienda, Ellus sentía el aire pesado dentro del auto, y luego se dio cuenta de la tensión que aún carcomía a Zander y Salvador. Con algo de nervios por lo que llegara a pasar, decidió hablar.

— Tengo una pregunta para ustedes —ambos chicos voltearon a verlo—. ¿Por qué, incluso desde la escuela, tienen que pelear?

Zander apartó la mirada, sin siquiera importarle la inquietud del castaño. Salvador puso los ojos en blanco al presenciar esto y procedió a hacer lo mismo, dejando a Ellus totalmente incómodo.

Ellus pensaba en las posibilidades. Ya Zander había confesado que detestaba a Salvador por «robarle» a Katie, y este detestaba que lo molestara por sus actitudes, como en la escuela. Pero debía haber algo más, entonces, no le tomó mucho tiempo llegar a una teoría, una que parecía tener bastante sentido para él. Puede que Zander odie el hecho de que, desde niño, prefirió pasar tiempo con Salvador y no con él, y por eso lo molestaba constantemente, sin haberle hecho nada.

Era algo inaudito, le parecía una reverenda estupidez, pero son cuestiones de infantes que a medida que se va creciendo, no olvidas, y lo tomas como un insulto a tu persona. En tal caso, debería estar molesto con Ellus y no con Salvador, pero no podía, porque lo quería, y por eso mismo decidió dejar de molestarlo al ver que le elogió aquella exposición sobre la geología del continente. Lo tomó como un gesto de una persona a quien le tenía afecto, lo cual provocó el cese de sus burlas.

Anadela, Fer y Katie llegaron al auto al mismo tiempo y decidieron ponerse en marcha nuevamente luego de que la dueña del auto sacara varios emparedados de la hielera que llevaba en el maletero. Pasaron algo más de tiempo en el auto, cada quien charlando sobre cualquier cosa. No les faltó mucho para avistar una señalización que indicaba que se aproximaban al Campamento Alakazan, a pocos kilómetros de distancia, en el momento en que lo cruzaron, Salvador miró a Ellus por el retrovisor de su lado, pero no le vio gran reacción.

— ¿Cuánto falta? —se quejó Anadela.

— Poco, y no me vayas a estar fastidiando con eso.

— Katie, estoy cansada de estar sentada.

— Y yo cansada de conducir y no me ves quejándome.

— Debes estar más ansiosa por llegar que nosotros —la miró con picardía, logrando que la chica se sonrojara.

— Lo estoy, pero igual me tomo mi tiempo.

— Ah —intervino Fer—, ¿a alguien le darán matarile?

Él y Anadela soltaron una carcajada mientras que Katie miraba de reojo a Salvador, con expresión de arrepentimiento por llevar a toda esa gente.

Al cabo de unos minutos, llegaron a una bifurcación, donde en el lado derecho se hallaba el camino al campamento, sin embargo, Katie tomó el izquierdo que era hacia donde se ubicaba la casa. Anduvieron por varios minutos más por la carretera rodeada de vegetación, en un punto, los del lado derecho del auto avistaron la entrada y las cabañas del campamento, pero las perdieron de vista segundos después. La carretera comenzaba a descender y el lago, tan destellante como el sol se lo permitía, se dejó mostrar.

Enseguida, la parte superior de una gran casa llegó a la vista de todos, y Katie aceleró porque ya se encontraba en confianza con el camino, llegando en menos tiempo y aparcando a un lado de la gran casona. La misma era de dos pisos y mayormente de madera, con grandes cristales como ventanas y unas pequeñas escaleras para alcanzar la puerta principal.

Todos quedaron maravillados con la vista, un lago tocaba la orilla con sutileza, grandes árboles se extendían alrededor y el sonido de la naturaleza crecía a medida que la admiraban.

Entraron uno a uno y escogieron sus habitaciones, habían cuatro en total, y se establecieron Katie y Salvador en una, Ellus en una, Anadela en otra y Zander y Fer se aclimatarían juntos en la restante. Después de eso, todos se ubicaron en el comedor y estuvieron comiendo un rato.

— Y, ¿qué haremos mientras estemos aquí? —cuestionó Fer.

— Divertirnos —destacó Anadela, al mismo tiempo que aullaba y alzaba los brazos.

Ellus de inmediato se puso de pie y se encaminó a su habitación.

— ¿Le pasa algo? —preguntó Fer mientras veía al castaño alejarse.

— Nada, él es a...

— Iré a ver qué le pasa —Salvador interrumpió a Katie.

Salvador persiguió al castaño hasta su habitación, al ver la puerta cerrada, tocó reiteradas veces, obteniendo respuesta y procediendo a pasar. Ellus estaba sentado en la cama, cerca del cristal de la ventana, observando el atardecer, hacia el exterior, concretamente en dirección al campamento. Salvador se acercó y se dispuso a observar a través de la ventana junto a él.

— Ya estamos aquí —dijo el joven de ojos claros.

— Sí.

— Entonces... ¿Qué tienes planeado hacer?

— Todo se llevará a cabo mañana, no tiene caso que te lo diga ahora.

— Yo quiero saber, Ellus, quizá pueda ayudarte en algo más.

— Te repito que será mañana que se haga el primer movimiento.

— ¿No... confías en mí?

Ellus miró de reojo al joven de ojos claros para después rodarlos con fastidio.

— Deja de comportarte así, te mantendré al tanto cuando lo considere pertinente, ¿está claro?

Salvador asintió afligido, y se retiró de la habitación, dejando al castaño en soledad. Regresó al comedor y ya no estaba el grupo allí, sino afuera del todo, donde estaban charlando y conociéndose un poco más entre sí. Se sentó en el círculo, y Fer notó que hubo algunas caras incómodas cuando se sentó.

— ¿Todos aquí son amigos? —nadie respondió a la pregunta del moreno—. Lo suponía, tienen historia entre ustedes, ¿no?

— Bueno —dijo Anadela—, ella fue novia de Zander pero ahora es novia de él, lo cual me pareció extraño porque aunque algo no me guste de Zander no veo por qué lo elegiría por sobre él, digo, Salvador es lindo pero, ugh, no, y además...

— ¡Anadela, ya! —gritó Katie con vergüenza—. No soy tonta, sé que a ti también te gusta Salvador, solo que te rechazó y por eso lo tratas así, ¿verdad?

— ¿¡De qué hablas!? ¡Claro que no!

— De hecho es verdad —pronunció Zander—. Solo que le apena el hecho de que le haya besado y la rechazara.

— Son unos idiotas —rió, tratando de ocultar su enfado.

— Vale, ya entendí que todos ustedes se han probado mutuamente —rió confianzudo—, pero hay algo que no he dejado de preguntarme, sobre Ellus.

— ¿Qué pasa con él? —preguntó Salvador.

— ¿A él... le gustan las chicas?

Todos se miraron entre sí, Salvador y Zander con nerviosismo disimulado, y las chicas alzaron los hombros para dejar a entrever que desconocen los gustos sexuales del castaño.

— No lo sé, nunca me he dado cuenta si sí o no —dijo Anadela.

— Si no le gustan, lo oculta muy bien —opinó Katie.

— ¿Qué dicen ustedes? —Fer miró a Salvador y Zander esperando una respuesta.

— No tengo ni idea.

— La verdad no lo sé.

— Por favor, ¿nadie sabe si a ese chico le gusta su mismo sexo o las chicas?

— ¿Por qué si quiera te importa, Fernando? —cuestionó Zander con algo de enfado.

— No es eso, sino que me parece extraño que anden juntos y ni siquiera sepan algo tan sencillo.

— Simplemente no es de importancia y ya —destacó Salvador.

Katie se percató de algo extraño en el comportamiento de los varones pero no dijo nada, y solo continuaron charlando hasta que la luna se mostrara ante ellos, procediendo a entrar cada uno a su cuarto.

Ellus no dejaba de pensar en lo que sucedería al día siguiente, si sus planes saldrían bien o no, si lo atraparían o no, si sufriría graves consecuencias por apenas pensar en eso. De todas formas, asumía que le haría bien hacerlo, y luego podría llevar una vida normal, tener un trabajo normal, una pareja normal y una mente normal, una que no le estuviera reprochando cada decisión, una que no le ahogara en la duda...

Pronto lo conseguiría, a cualquier costo.

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