6-Un intruso y dos tazas

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El duque se marchó dejándome algo inquieta y nerviosa, no sabía que podría tramar ese hombre. No obstante, tenía algo más importante en que pensar, esta tarde tenía que lidiar con la opinión de los padres de Atenea al enterarse de que planeaba deshacerme de Froilán.

—Celeste, ¿ya lo saben? —pregunté mientras ella terminaba de acomodar mi aposento.

—Así es, tal vez sea culpa de los comentarios de las criadas, haré que las reprendan más tarde. Me disculpo por ello.

—No te disculpes, tengo muchas cosas de las cuales preocuparme ahora.

—Atenea —Llamaron a la puerta.

—¡Por Dios! Es mamá. ¡Qué hago Celeste?, ¿qué hago?! —La sacudí en busca de alguna respuesta.

—Ven a la sala, tu padre y yo queremos hablar contigo.

«¡Diablos!».

—Cálmese —Puso sus manos sobre mis cachetes—, me da grima verla así.

—Lo siento Celeste.

Retomé la compostura, fingí estar calmada y bajé a la sala.

—Buenas tardes —Estaba bastante nerviosa.

—Buenas tardes —respondieron a la vez.

—¿Qué ocurre?, ¿qué hace él aquí? —Observé que Froilán estaba aquí de intruso.

—Hija, el marqués Bridge, nos informó que quieres romper su compromiso. ¿Es eso cierto?

—Es cierto padre —Me mantuve cabizbaja. Si supieran que todo lo que hice y me falta por hacer es solo por el bien de su hija.

—¿Por qué tan de repente? —preguntó esta vez Lucía.

—Tiene otro hombre —Froilán interrumpió antes de que yo pudiese responder—. Tiene su vista puesta sobre el duque ahora.

—¡Cállate! —Le cubrí la boca para que no siguiera, pero me quitó la mano y continuó.

—Lo ve, ¿qué me asegura que su hija no será una mujer adúltera?, si es así como se comporta desde antes del matrimonio.

—No vuelvas a hablar de esa manera de mi hija —Lucía le amenazó con una taza de té.

—Es inaceptable. Como me pueden comprometer con una mujer sucia, le diré a mi padre.

Y se la partió en la cabeza. Sí, Lucía, esa armoniosa mujer le había partido la taza en la cabeza.

—Madre, ¡¿Qué has hecho?! —Me sorprendió ver que Froilán estaba sangrando.

—Ni se te ocurra abrir la boca para blasfemar sobre mi hija otra vez —Lo amenazó tomando otra taza de la mesa.

—Querida por favor cálmate —Aland trató de apaciguar las aguas—. Será mejor que retire, marqués. Enviaré mis disculpas su padre.

Froilán se levantó indignado, cubriendo su herida con las manos manchadas de sangre.

—Largo, ¿qué espera? —Esta mujer me daba miedo, pero a la vez era alucinante.

—Ustedes, familia de plebeyos, me las van a pagar —Se retiró maldiciendo por todo lo alto. Celeste lo guio a la salida y este cerró fuertemente la puerta al salir.

—Me dan ganas de pegarte hasta con la tetera —Suspiró echándose aire con las manos.

—Querida, no deberías alterarte así.

—Es que me pone de los nervios como todos nos tratan de insignificantes.

No lo podía siquiera imaginar, Lucía, una mujer de rasgos finos y buen hablar, casi mataba a Froilán Bridge. Una vez calmada la situación hablamos tranquilamente y les conté lo que realmente había pasado mientras comía galletas hechas por la nana de Robert.

—Entonces, ¿ya no deseas casarte con el marqués?

«Lo siento Atenea por mentirles a tus padres, tal vez tú si llegaste a amar a Froilán y por eso moriste, pero yo no pienso hacer lo mismo».

—No, solo fingía —ellos me miraron tan decepcionados—. Sin embargo, ahora quiero intentarlo de verdad.

—Así que era cierto, hice oídos sordos a todos los rumores que escuché esta mañana. Tú y el duque...

—Puedo explicarlo madre. Solo bailamos esa noche.

—Él no te conviene, es peligroso, sabes lo que hizo en el pasado.

—Pero padre.

—Lo digo por tu bien, aunque eres libre de hacer lo que desees.

«Por mi bien es que me asociaré con él».

—Si tu deseo es dejar Froilán, eso harás. ¿Por qué no cancelamos el compromiso? —sugirió lucía.

—Me temo que eso no será posible si los Bridges se oponen.

—Yo me encargaré de eso.

Ellos parecían sorprendidos por lo que acaba de decir.

—Si tu plan es matarlo puedo fabricarte una magnífica espada —susurró.

—Aland no le metas ideas raras en la cabeza.

—Sabes que solo bromeo cielo —La abrazó y cuando esta se distrajo me guiñó el ojo.

—Son muy tiernos —reí comiendo un par de galletas más.

Claro que la idea de matar a Froilán me pasó por la cabeza un par de veces, pero dejaré que Arthur se encargue pacíficamente. Ya tenía la aprobación de mis padres, solo faltaba convencerlo de que fingiera una relación conmigo. 

***

Los rumores de mi supuesto engaño y falta de respeto hacia la familia Bridge no tardaron en esparcirse. Arleth era un reino enorme, aunque los chismes se esparcían con demasiada rapidez y más cuando se trata del duque que casi nunca se veía metido en algún embrollo, al parecer todos morían por saber cuál era mi relación con él.

—Es absurdo —Rompí el cartel que estaba leyendo—. Solo bailamos, ¿por qué todos me culpan de indecorosa?

—Ama el duque la está esperando en la terraza.

«Otra vez él aquí, ¿no quedamos en que yo iría a su casa hoy?».

—Iré en un momento.

Rebusqué entre las gavetas de mi peinador y saqué el contrato que había redactado ayer en la noche. Lo tomé y me dirigí a la terraza.

—Duque Lancaster, me gustaría saber... —No terminé la frase porque lo que había visto me dejó estupefacta. Estaban Arthur y padre jugando, lo que parecía ser una versión antigua del ajedrez.

—Lady Fletcher, qué gusto verla —Continuó jugando con Aland.

—Lo mismo digo —Me senté cruzando las piernas y ambos me observaron—. No sabía que ustedes se conocieran y menos que se llevaran tan bien como para estar jugando juntos.

—He hecho unas cuantas espadas para el duque anteriormente —Véanlo, ayer dijo que no me quería con Arthur porque era peligroso y ahora estaba jugando una partida amistosa con él.

—Buenas espadas, aún las conservo.

—Padre, si nos disculpas, quiero hablar a solas con el duque un momento.

—Por mí está bien —Se despidió de Arthur con un apretón de manos.

Esperé a que este terminara de alejarse lo suficiente antes de hablar.

—¿Qué haces aquí?, ¿no dijiste que querías verme en tu casa?

—Mi casa es aburrida, además moría por verte —Mostró su falsa sonrisa.

—Mientes. No imaginas en la situación en que me pones. Ahora todo el reino habla mal de mí.

—Déjalos que hablen —Continuó moviendo piezas del tablero sin siquiera mirarme—. Sé sincera, ¿por qué piensas que voy a ayudarte?

—Porque poseo información valiosa, y sé sobre el collar de Rya.

—¿Es eso así? —Permaneció con la vista sobre el tablero sin prestarme toda su atención.

—Creo saber dónde está escondido, y usted no quiere que lo revele a todo el mundo, ¿o sí?

—¿Intenta chantajearme?, porque eso, y que me hagan perder el tiempo, son de las cosas que más odio.

—No, eso no es lo que...

—Me despido, pensé que tu motivo sería otro, pero veo que solo trata de engañarme con suposiciones —Se levantó de la silla y se dirigió a la salida.

—En el palacio real, escondido en un compartimiento secreto tras el armario de la antigua reina. Está allí, ¿cierto? —Se detuvo y me miró serio.

—Detente —Elevó el tono de voz. Tal vez hablé de más, o lo suficiente para acorralarlo.

—Está bien, después de todo ambos terminaremos casado por obligación con alguien que no nos interesa. Seremos igual de infelices si no nos ayudamos.

Lo necesitaba, pero mi orgullo no me permitía rogarle.

Caminó cada vez más rápido por el pasillo que daba a la salida, por lo visto no pensaba detenerse. Entonces se me ocurrió algo para hacerlo cambiar de opinión.

—Mi querido duque —Lo sostuve del brazo.

—¿Qué deseas esta vez?

—¿Y si hacemos una pequeña apuesta?



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