8 | Reencuentro.

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8 | Reencuentro.


Termino de enviar las actividades de historia, matemática y biología al correo de cada profesor y recuesto mi espalda en la silla giratoria de mi escritorio. Me paso las manos por mi cara y suelto un pequeño suspiro.

Puedo estar pasando por un momento de mierda, pero al menos sigo siendo responsable con mis deberes.

El mes de julio llegó y eso significa que dentro de poco terminaré el instituto. No sé cómo sentirme al respecto, antes me imaginaba feliz a su lado y celebrando por días, pero las cosas casi siempre salen como menos lo esperamos.

Cierro la laptop y me froto los ojos que ya estaban empezando a escocer.

—Ojalá pudieras estar aquí.–murmuro en el silencio de mi habitación.

Mi celular emite un sonido anunciando que hay un nuevo mensaje y camino hacia mi cama, donde veo el móvil en la almohada.

Ryan:  Hola, ¿tienes planes para la noche? Me gustaría llevarte a un lugar :).

Releo el mensaje unas cuantas veces y odio que los nervios se me instalen en el estómago.

Hace semanas Ryan me pidió mi número de teléfono, y dudosa se lo dí, desde ahí hemos compartido un par de mensajes y pocas salidas, ya que él estuvo ocupado con cosas de la universidad y yo...creo que evitaba pasar mucho tiempo con él. Además, sigo yendo a las sesiones con mi psicóloga y a veces se nos iba la hora y salía de noche de su consultorio.

Creo que estoy nerviosa por volverlo a ver después de algunas semanas.

Otro mensaje suyo me saca de mis pensamientos.

Ryan: Entiendo si no quieres ir, llámame si cambias de opinión.

Miro el techo como si pudiera darme respuestas y, sin darle más vueltas al asunto, le respondo:

No tengo planes para la noche. ¿A qué hora pasas por mí?


Ryan: Genial, ¿te parece a las 20:00pm?

Me parece bien.


Veo que me quedan tres horas para alistarme y caigo en cuenta de que no tengo nada en mente para ponerme.

Llamo a la persona que me puede ayudar en este momento, pero no contesta. Le vuelvo a marcar y nada.

Resignada, me siento en la orilla de la cama y me muerdo el labio inferior, pensativa.

¿Y si...? No, no le volví a hablar desde lo que pasó y no creo que me responda. A veces puede ser muy orgullosa.

Pasan algunos minutos y tengo la vista puesta en su contacto, sólo tengo que presionarlo para escuchar de nuevo su voz.

Lo hago.

Espero que no estés tan molesta.

Contesta al tercer pitido y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho.

—¿Ellie?–al fondo se escucha música electrónica, pero puedo notar la sorpresa en su voz.

—S-si, soy yo.

Pasan unos segundos y la música se escucha lejana, supongo que se fue a un lugar alejado de donde estaba.

—¿Estás bien? ¿Por qué me estás llamando?

La preocupación, sorpresa y un deje de recelo se hacen presentes en su voz.

—Yo...¿puedes venir a mi casa?–el silencio se hace presente y de inmediato supe que fue una mala idea llamarla–. Olvídalo, no quise interrumpir.

El silencio se extiende por unos segundos más, pensé que había colgado cuando vuelvo a escuchar su voz:

—Ya salgo para allá. Me despido de mis amigos y voy.

La llamada finaliza y me quedo anonadada mirando el celular en mi mano, pero con una pequeña sonrisa formándose en mis labios al ver que no resultó tan mal como me lo esperaba.


〃〃〃



Sigo sentada en la orilla de mi cama y mi pierna derecha no para de moverse, impaciente.

¿Y si se retractó? ¿Y si...?

—Cariño, ¡mira quién vino a visitarte!–la alegre voz de papá hace que me voltee hacia la puerta y la veo.

Mi progenitor sale de mi habitación, cierra la puerta tras de él y yo me levanto de la cama, sin saber qué hacer.

Ella se queda en la misma posición de antes con sus brillantes ojos celestes parecidos a los de mi padre, escudriñandome con atención.

No veo enojo en ellos, pero si un ápice de tristeza.

No me da tiempo de hablar cuando avanza hacia mí y me envuelve en un reconfortante abrazo.

Huele a alcohol y, aún así, me aferro a ella por unos minutos más.

—Oh, perra, te extrañé.–dice, al separarnos.

Sus ojos están cristalizados y se me forma un nudo en la garganta.

—Yo también te extrañé, Nat.

—¿Por qué no me volviste a hablar?–hace lo posible para verse bien, pero en el fondo sé que le dolió mi distancia–. No quería que pasaras por todo esto sola, pero me alejaste y...y pensé que no me necesitabas.

Sigue igual a como la recordaba, tiene el cabello gris recogido en una coleta alta, haciendo que sus bonitas facciones resalten más.

Luce una chaqueta de cuero con un top negro abajo, falda negra con unas medias de red y unas bonitas botas del mismo color que la falda, el piercing en su labio sigue ahí y sonrío para mis adentros al ver que no ha cambiado su estilo, ya que siempre le gustó pero al principio tuvo muchas inseguridades.

Me siento en la cama y la invito para que también haga lo mismo.

—No sé por qué te alejé, he estado en un maldito hueco desde que se fue y tal vez no quería que me acompañaras en él, nadie, en realidad.

Nos miramos durante unos cuantos segundos y ella asiente, comprensiva.

—Sigues culpándote por lo que sucedió.

No hace falta que lo pregunte porque nuestra relación siempre ha sido así, con sólo mirarnos sabemos que una la está pasando mal.

Ella es la única que sabe la razón de por qué me culpo tanto, y me alegra que aún no se lo haya contado a nadie.

—Sabes que es mi culpa.

Niega levemente con la cabeza.

—No lo es, cariño–sale de la cama y hace un gesto con sus manos para que haga lo mismo–. Ahora bien, ¿para qué necesitas mi ayuda? Es evidente que de no ser porque tu amiga no vino al rescate aún siguiera sin saber de tu existencia.–bromea, pero tiene algo de cierto.

—Soy una pésima prima.–le digo, negando con la cabeza y dándome unos toquesitos en la frente.

—Un poco, pero yo también lo soy por no venir nunca.–me guiña un ojo.

Le cuento todo sobre Ryan y que también necesito su ayuda para ponerme un atuendo medianamente bien, ya que escoger ropa no es lo mío. Yo soy más de jerseys, vaqueros y convers.

—¿Es guapo?–bromea subiendo y bajando sus cejas.

Le entrecierro los ojos y me dirijo al baño sin responder su pregunta.

—¡No te tardes tanto o tu cita se cansará de esperar!–escucho, cuando me adentro a la ducha.

¿Cita?

Niego con la cabeza. Es muy pronto para una cita y esto es una salida de amigos, ¿no?

Al cabo de unos minutos, ya me estoy vistiendo con la ropa que sugirió Nat y al final me agradó.

Consiste en un vestido lila de cuello cuadrado con manga bombacha corta, ceñido en la cintura y holgado en la parte inferior, llegando a un par de centímetros arriba de las rodillas, acompañado de unos tenis blancos. Aunque las bajas temperaturas ya cesaron, igual recojo una chaqueta.

Mi cabello azabache se encuentra recogido en una coleta alta y cae en ondas hasta unos centímetros más arriba de mi cintura.

—Te ves guapísima.–me sonríe Nat, esperándome en la puerta de mi habitación para salir.

Antes de salir, la estrecho entre mis brazos, acariciando su espalda. Por mi estatura, apenas le llego al pecho, por lo que tengo que echar la cabeza hacia atrás para mirarla.

—Gracias–le digo mirándola a los ojos–. Gracias por volver a mi vida.

Me da un beso en la frente y nos separamos.

—Bajemos o te pondrás sentimental.

Suelto una pequeña risa y salimos de mi habitación.

Para mi sorpresa, cuando termino de bajar las escaleras veo a Ryan y a papá sentados en el sofá más grande de la sala de estar hablando animadamente.

Se ríe por algo que le dice papá y sin darse cuenta se pasa una mano por el cabello, haciendo que su espalda en esa camisa negra se ensanche un poco. Me quedo viendo ese movimiento por más tiempo del que debería, y siento el calor apoderarse de mis mejillas cuando su mirada encuentra la mía mientras lo veía.

Sonríe y me saluda con su mano, luego su mirada se posa en Nat–que sigue a mi lado– y, aunque no la conozca, igual la saluda con un tímido gesto de mano.

—El dichoso Ryan...–canturrea mi prima cuando avanzamos hacia ellos, luego le extiende la mano–. Yo soy Natasha, prima de Ellie. Si pasas de la medianoche con ella afuera, ten por seguro que mi rodilla no tendrá piedad y tus huevos lo lamentarán–al estrechar las manos, deduzco que Nat le ha dado un fuerte apretón por como Ryan me mira pidiendo ayuda–. Con todo respeto–sonríe.

Emito una pequeña risa y niego con la cabeza, divertida. Siempre muestra una actitud dura con los desconocidos pero cuando la conocen es agradable.

—Nat...–advierte mi padre y le entrecierra los ojos–. Nada de violencia, Ryan es amigo de la familia.

Ella alza las manos en señal de rendición y engancha su brazo con el de papá para dirigirse a la cocina, no sin antes señalar sus ojos con los dedos y luego los de él en modo de te vigilo.

Ryan suelta una pequeña exhalación y se pasa las manos por su jeans.

El gesto hace que quiera reírme y poco a poco se disipan los nervios que minutos atrás tenía.

—¿Te dejó nervioso?–bromeo–. Sin esa actitud de chica dura es una buena persona.

—No, sólo me quedé con la parte de su rodilla en mis testículos y me dió escalofríos–ríe–. En el fondo, no dudo que sea una buena chica.

Asiento y escucho como papá y Nat ríen desde la cocina. Me quedo mirando hacia esa dirección y un agradable sentimiento se me instala en el pecho.

—¿Nos vamos?–pregunto cuando me volteo, pero Ryan no está en donde lo dejé, sino que se encuentra a pocos pasos del piano de cola blanco mirándolo con suma atención.

Con pasos cuidadosos me dirijo hacia donde está y me posiciono a su lado.

—Era de mi hermana–susurro.

Sé que no sabía sobre ella al ver como su atención pasa del piano a mí. Deduzco que ató cabos, porque su mirada refleja el pesar que todos dan ante la muerte de alguien.

—Lo-lo sien...

—Aléjese de ese piano–lo interrumpe la autoritaria voz de mi madre–. Ahora.

Está a mitad de las escaleras mirando a Ryan con desdén y a mí no me mira ni por dos segundos. Soy invisible para ella.

El chico a mi lado me mira con desconcierto y yo poso una mano en su brazo para alejarnos de ahí.

Natasha y papá me dirigen miradas que no sé descifrar desde el umbral de la cocina y yo les muestro una débil sonrisa antes de salir.

Para mi madre, yo también estoy muerta, debería acostumbrarme pero su desprecio es como una daga directo a mi corazón y es duro estar de este modo con ella, porque antes no era así.

—Lo siento, no debí acercarme al piano. Yo...yo no sabía que no se podía.

Me mira como un niño que su madre ha descubierto haciendo alguna travesura.

Trago saliva y trato de que mi voz salga bien.

—Si te puedes acercar, es sólo que...mi madre es un poco dura con las cosas de mi hermana.

Por su mirada, sé que se muere por hacerme muchas preguntas, pero no hace ninguna y en su lugar caminamos hasta su auto.

Ya en él, el silencio nos envuelve y mi mente divaga sin parar.

—Alguna bebida caliente te ayudará para que te relajes, y en el lugar donde te llevaré venden–habla Ryan con su usual tranquilidad en su tono de voz–. Mientras tanto, haz algunas respiraciones profundas.

Nuestras miradas se cruzan y me enseña una tímida sonrisa.

—Ventajas de vivir con una psicóloga.–realiza un leve encogimiento de hombros y arranca el auto.

Hago lo que me dice y a la cuarta respiración me encuentro medianamente mejor.

—¿A dónde me llevas?–pregunto cuando no reconozco el camino.

—¿Alguna vez has ido al Chita's?

Hago memoria y no recuerdo haber ido a algún lugar con ese nombre.

Niego con la cabeza.

Ryan me enseña una pequeña sonrisa y luego de unos cuantos minutos, estaciona el auto, indicando que ya llegamos.

Sale del Audi y me abre la puerta.

La brisa un poco fría me recibe e inspecciono las afueras del lugar. Hay algunas mesas y sillas de madera, pero poca gente en ellas, supongo que prefieren estar adentro.

—¿Entramos?–pregunta Ryan a mi lado.

Asiento y soy la primera en entrar. Me quedo estática en mi lugar al ver lo bonito que es todo.

Chita's no es tan grande pero acogedora, tiene el piso de madera y en la paredes visualizo retratos de pinturas renacentista. En el techo guindan extensiones de luces con bombillas y al fondo hay una pared negra en donde veo a algunos jóvenes escribiendo en ella con lo que creo que es tiza.

—¿Te gusta?–pregunta el chico a mi lado.

—Me encanta, es muy bonito. Gracias por traerme.

Luego de que la amable chica que se acercó a nuestra mesa se fuera por nuestros pedidos, me sumergí en los retratos que alcancé a mirar, pero la vergüenza me gana y abandono la mirada de las pinturas, porque sin contexto se podía ver que ignoraba olímpicamente al chico que estaba frente a mí.

Otro en su lugar hubiera sacado su celular para revisar alguna red social, ya que su acompañante prefería mirar cuadros de arte renacentista que entablar alguna conversación, pero Ryan no, al verlo, encuentro que me miraba mientras yo apreciaba el arte.

—Lo siento–digo apenada–, es sólo que me gusta mirar el arte de otras personas. El pintor puede expresar millones de emociones con sólo una pintura, e incluso, puede haber una historia tras ella, pero para quien lo mira quizás resulta completamente diferente; puede que la mire todo un día y nunca comprenderla, o poder captar lo que se plasmó con sólo unos vistazos–Ryan presta atención y no puedo negar que me alivia, ya que por un momento pensé que lo estaba aburriendo con lo que decía–. Siempre me ha parecido... interesante.

—No te disculpes por hacer lo que te gusta. ¿Alguna vez has pintado? Se nota que te gusta y estoy seguro de que se te da bien.

¡Ellie!

Me río sin poder contenerlo y le saco la lengua, Elina farfulla y busca un pañuelo para quitarse la pintura roja de la cara, pero en lugar de quitarlo, se mancha más.

Mi risa continúa y no me da tiempo de reaccionar cuando sus dedos con pintura azul se estrellan en mi cara.

¡Te arrepentirás, Elina!–chillo, pero la situación me parece divertida y así comienza una guerra de pintura.

La lluvia que pintaba queda olvidada y pintura de distintos colores manchan nuestros rostros, ropa y hasta el piso de la habitación de huéspedes que ahora es mi lugar para pintar.

Cuando nos cansamos, nos tiramos en el piso una al lado de la otra y esperamos que nuestras risas cesen.

Estamos locas, hermana.–dice con una sonrisita mirando sus dedos manchados de pintura.

Lo estamos.

Eres genial en lo que haces, nunca lo olvides, por favor.–pide mientras observa la pintura que falta por terminar en el caballete.

No lo haré.

Nuestros dedos meñiques se unen como siempre que decimos algo como eso, en una especie de sello.

—Hey, ¿estás bien?–Ryan me mira preocupado y su mano toma la mía encima de la mesa.

Al notarlo, alejo su mano y junto las mías en mi regazo.

Le muestro un leve asentimiento de cabeza.

Creo que lo olvidé, hermana. Nunca más volví a pintar.

Me duele; me duele recordarla y ver que ya no está conmigo. Es peor que un puñal en el corazón.

La mesera vuelve con lo que pedimos y aprovecho de enfocarme en la comida que en mis pensamientos.

—Gracias.–agradecemos al unísono a la mesera.

—Espero que lo disfruten.–nos sonríe con cordialidad y se retira.

Pedimos hamburguesas, papas fritas, refrescos y, como dijo Ryan en el auto, una bebida caliente.

Le doy un pequeño sorbo a la bebida caliente y carraspeo para ocultar que me quemé un poco la lengua. Que torpe, Ellie.

Ryan lo nota y escucho una risita de su parte, le entrecierro los ojos y le doy un mordisco a la hamburguesa.

Santo Dios, esto está buenísimo.

El castaño se limpia la comisura de sus labios con una servilleta y habla después de tragar.

—Por tu expresión, deduzco que te gustó–sonríe–. La comida de este lugar es la mejor que he probado, y es sorprendente la cantidad de comidas que saben preparar.

Asiento efusivamente. La larga lista en el menú lo confirma.

Seguimos comiendo y algunas veces Ryan me atrapa mirándolo. Es sorprendente como hace unos minutos atrás quería lanzarme a los brazos de papá y llorar, porque recordar a mi hermana me duele más de lo que piensan, y ahora siento una agradable sensación al estar aquí con Ryan. Es como si me olvidara por un momento de mi realidad cuando estoy a su lado, y es extraño, recordando que no empezamos bien cuando nos conocimos y aún hay muchas cosas que ninguno sabe del otro.

—Si he pintado–respondo a su pregunta de hace rato y su atención recae en mí–, pero lo dejé.

No me preguntes, no me preguntes, no me pregun...

—¿Por qué?

Chismoso.

Bebo un poco de refresco y esquivo su mirada.

—Mi inspiración se tomó unas largas vacaciones–intento bromear, pero no miento, es cierto que después de lo que pasó no sabía qué pintar, o simplemente se debe a que nunca más entré a esa habitación en donde tengo todas mis cosas.

—Es una lástima, estoy seguro que se te da bien. ¿Algún día podré ver lo que has hecho?

Nuestras miradas se sostienen y puedo notar que está interesado, nunca me he cohibido al mostrar mi arte, pero soy selectiva con las personas a quien se las enseño, ya que es algo íntimo para mí.

Asiento con la cabeza y me llevo una papa frita a la boca. Él me enseña una sonrisa de dientes blancos y le da un sorbo a su bebida.

—¿Por qué haces esto?

Ryan me mira como si por un momento no entendiera mi pregunta, pero luego sus facciones vuelven a su usual serenidad.

—Aquel día te dije que quiero conocerte y eso sigue en pie, también quiero ayudarte a que no te quedes en ese hueco en donde sé que te encuentras–su mirada se torna un poco más seria–. No puedes negarte salir al mundo exterior por la muerte de tu hermana, Ellie. Si, es dura la perdida de alguien a quien quisiste y quieres mucho, pero tú decides si también te quieres convertir en un muerto o seguir con tu vida.

Tomo una pequeña bocanada de aire y proceso sus palabras, el silencio se instala en la mesa y Ryan no despega su mirada de la mía.

—Lo sé, pero...

Las palabras quedan suspendidas en el aire.

No puedo decirle.

—¿Pero?–inquiere Ryan.

Bajo la mirada hacia mis manos.

—Creo que ya es hora de irnos.

Me da un poco de miedo subir la mirada y ver en Ryan una expresión de enfado por no terminar de decirle, pero en su lugar veo unos bonitos ojos mieles mirándome con lo que creo que es compresión.

—Tienes razón, por poco se me olvidaba la amenaza de Natasha.–bromea, aligerando el ambiente.

Le hace una seña a la chica que nos atendió y ésta viene. Tras darle las gracias salimos del lugar, no sin antes echarle un último vistazo al Chita's. Hago una nota mental para nunca olvidarlo y venir todas las veces que sean necesarias.

El camino a casa es silencioso y por una parte agradezco que sea así, no soy buena rompiendo silencios y, por suerte, el ambiente no se torna incómodo.

Hoy descubrí que la paciencia de Ryan es más grande que Canadá, y me empieza a agradar la idea de querer saber más cosas sobre él.

Estaciona frente a mi casa y apaga el motor.

—Hemos llegado, señorita.

Volteo a verlo y tiene una expresión divertida en su rostro. Le regalo una pequeña sonrisa.

—Gracias por lo de hoy. La he pasado bien.

Salgo del auto y cuando estoy por cerrar la puerta, me detengo porque dice mi nombre.

Su mirada es tan intensa que no tengo la mínima intención de esquivarla.

—Eres el arte que deseo descifrar hasta que no quede ni una pequeña parte de tu historia que ocultar, chica de ojos hipnotizantes.

Sus palabras me dejan sin aire por un par de segundos y me dispongo a tragar saliva.

Por el sagrado arte, ¿qué tengo que responder?

Mi mente queda en blanco y le enseño una sonrisa sincera antes de cerrar la puerta y ordenar a mis piernas a caminar hasta entrar a la casa.

Ya en ella, avanzo con cuidado de no tropezar, ya que las luces se encuentran apagadas. Llego a las escaleras y subo a mi habitación. Visualizo a Nat dormida en una esquina de la cama y es inevitable la sonrisa que se me forma al verla.

Gracias por volver.

Bostezo y voy en busca de una cómoda pijama, me la pongo y me dirijo al baño para cepillarme los dientes. Al terminar, me meto en la cama y Nat se remueve, deposito un beso en su frente y antes de cerrar los ojos, la pantalla de mi celular se ilumina en la mesita de noche, estiro el brazo y lo cojo.

Ryan: No quería irme a dormir sin antes decirte que te veías muy bonita hoy. Buenas noches, Ellie.

Una sonrisa aparece en mis labios al leer su mensaje.

Buenas noches, Ryan.


__________________________

¡Hola, holaa! Del 1 al 10, ¿cómo te sientes hoy?🌌

Capaz no me crean, pero este capítulo me tomó creo que dos semanas y un poquito más, han sido días un poco difíciles y no tenía ni inspiración ni ánimos para escribir (cosa que me entristece porque amo escribir). Peroooo, ¡¡no saben lo feliz que me puse al ver que si pude terminar el capítulo y me gustó el resultado!! *Grito de felicidad*

Omaigash, no sé ustedes, pero a mí me encantó lo que le dijo Ryan a Ellie antes de que cerrara la puerta del auto. Mi lectora interior gritó.

Amigxs, ¿saben lo que es el arte renacentista? Quería mostrarles una fotito para que más o menos tuvieran una idea de los cuadros que habían en el Chita's, pero la foto nunca me cargó y todo el capítulo se desordenó :(. Lo siento.

•¿Qué te pareció Natasha? ☄️ Desde que empecé a escribir esta historia supe que tenía que estar y su personaje me gusta muchooo (más adelante la conocerán un poquito más ;D)

•¿Te gusta el arte?

•¿Qué es lo que más te apasiona o llama la atención? 💫

Y, sin más, ¡gracias por leer, votar o comentar!💌 💐

Besos sabor a agradecimiento.<3

Andrea R.

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