🌹LXVI🌹

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El lunes, cuando llego al trabajo, me entero de que Taehyung, mi supuesto novio, se ha marchado a Alemania.

Se ha ido y no me ha dicho nada.

Bogum, su secretario, está emocionado porque le ha pedido que se reúna con él en las oficinas de
Múnich el miércoles.

Eso me hunde.

Saber que se ha marchado porque no quiere verme ni hablar conmigo me destroza.

Y cada vez que veo las cajas embaladas, el llanto me coge a traición.

Como puedo, paso la semana. No lo llamo. No le escribo.

Directamente, no vivo.

Le dije que, si se marchaba, asumiera las consecuencias y soy un hombre de palabra.

Aunque tengo que hablar con él.
Lo necesito.

Escribo un correo electrónico a la tal Yeji o Yoo-jin, pero no me contesta.
Compro un móvil e instalo la tarjeta SIM del teléfono donde tengo el número de esa sinvergüenza, pero no me contesta.

Llamo a Yessi y más de lo mismo.
Me encuentro atado de pies y manos y no sé qué hacer.

Ni cómo demostrarle a Taehyung
que lo que piensa de mí es falso.

Mi jefa en esos días es amable conmigo. Sigo siendo el novio del jefazo y me doy cuenta de que ya
no me carga de trabajo como meses atrás.

Ahora, incluso me aburro.

A la semana siguiente, cuando llego el lunes a la oficina me sorprendo al ver que Taehyung está en su despacho. El corazón me da un vuelco. Las manos me sudan y creo que me va a dar un ataque.

Me muevo por el departamento con la intención de que me vea.

Sé que me ha visto.

Lo sé.

Pero, al ver que no me llama ni hace nada por hablar conmigo, soy yo el que da el paso.

Cuando abro la puerta de su despacho, me mira con dureza.

—¿Qué desea, joven Jeon?

Cierro la puerta. Debo de tener la tensión a ochocientos. Me acerco hasta su mesa y murmuro:

—Me alegra saber que has regresado.

Me mira… me mira… me mira y finalmente repite con gesto neutro:

—¿Qué desea, joven Jeon?

—Taehyung, tenemos que hablar. Por favor, tienes que escucharme.

Con una mirada implacable, se recuesta sobre su sillón.

—Le dejé muy claro que usted y yo ya no tenemos nada que hablar. Y ahora, si es tan amable, regrese a su puesto de trabajo antes de que me saque de mis casillas y lo ponga de patitas en la
calle, como se merece.

Mi cuerpo se revela. Ah, no… por eso sí que no paso.

Quiero gritar. Quiero patearle el culo y no quiero que me trate con esa frialdad.

Pero, como necesito que me escuche, me trago mi orgullo.

—Señor Kim, aun así, me gustaría que pudiera usted escuchar lo que
tengo que decir.

—Abandone mi despacho —dice sin cambiar su gesto— y cíñase a su cometido que es trabajar para mí y para mi empresa.

Se abre la puerta del despacho y entra Bogum con un café. Nos observa y,
cuando va a dejarnos solos, Taehyung dice:

—Bogum, quédate para que podamos terminar lo que estábamos haciendo, el joven Jeon ya se marcha.

Me sublevo e insisto.

—Por el amor de Dios, Tae, ¿quieres hacer el favor de darme unos minutos?

Se levanta. Está imponente con aquel traje negro. Se apoya en la mesa y gruñe delante de mi cara:

—Salga de mi despacho inmediatamente.

—No.

—¿Pretende que lo despida?

La cara de circunstancias de Bogum es todo un poema. Lo miro y digo furioso:

—Por favor sal del despacho, ¡ya!

Sin rechistar, lo hace. Taehyung blasfema y, cuando nos quedamos solos, sin achicarme, saco el
carácter que mi padre dice que es idéntico al de mi madre y señalo:

—Puedes echarme, puedes despedirme, pero no me puedes callar.

—No quiero escucharte. He dicho que…

Doy un puñetazo en la mesa con la mano que casi me la rompe y lo interrumpo, furioso.

—Me vas a escuchar, maldita sea, aunque sea lo último que haga en mi vida.

Taehyung se calla. Sigue enfadado, pero al menos me mira con curiosidad.

—Esa tal Yeji, junto con Yessi y una tal Eun ha aparecieron en el gimnasio
donde voy. Yessi me las presentó y en ningún momento me indicó que ella era tu ex. Simplemente me dijo que se llamaba Yoo-jin. ¿Cómo voy yo a saber que Yeji es Yoo-jin? Cuando acabamos en el gimnasio, decidimos tomarnos unas Coca-Colas en un bar. Intercambiamos teléfonos para
llamarnos otro día y salir a cenar con nuestras parejas. Luego, Eun ha propuso ir a la casa de una conocida a recoger unas prendas y resultó ser una tienda de lencería. Me probé cosas pensando en ti. ¡Por eso estaba desnudo! Y allí fue donde la tal Yoo-jin intentó algo conmigo que no consiguió. ¡Me negué! Ahora sé que todo estaba preparado por ella y lo único que esa imbécil quería era provocar tu reacción.

Taehyung me mira. Sus ojos me fulminan y pregunto:

—¿Por qué la crees a ella y no a mí? ¿Acaso es ella más de fiar que yo?

Agitado respiro. El alivio que siento tras explicar la verdad es tremendo.

—¿Y por qué habría de creerte a ti?

Me revuelvo. Su expresión no revela nada bueno y respondo:

—Porque nos conoces a los dos y sabes perfectamente que yo no soy un mentiroso. Puedo tener mil fallos, pero mentiroso contigo nunca he sido. Y antes de que vuelvas a echarme de tu despacho, quiero que sepas que estoy dolido, furioso, enfadado y muerto de rabia por no haberme dado cuenta del sucio juego de esas brujas. Pero la furia que siento por ellas no es
comparable con la que siento hacia ti. Yo iba a dejar mi vida, mi familia, mi trabajo y mi ciudad para ir detrás de ti y resulta que tú, el hombre que se supone que me iba a cuidar y
mimar, desconfía de mí a la primera de cambio. Eso me duele y me ha destrozado el corazón y quiero que sepas que esta vez tú sí que eres el culpable. Tú y sólo tú.

Taehyung me mira. Yo lo miro y ninguno dice nada.

Necesito que hable, que me entienda, que diga algo. Pero las palabras o el gesto que yo necesito no llega.

Taehyung sigue impasible tras la mesa, me taladra con la mirada pero no reacciona.

La mano me duele del puñetazo que he dado en la mesa y, al tocármela, noto en el dedo el anillo que Taehyung me regaló.

Cierro los ojos.

No quiero hacer lo que tengo que hacer, pero no me queda más remedio.

Finalmente me quito el anillo, lo dejo sobre la mesa y murmuro ante su duro gesto:

—De acuerdo, señor Kim, lo que había entre usted y yo ha acabado. Alégrese por Yoo-jin, ella ha ganado.

Me doy la vuelta y salgo. No quiero mirarlo. No quiero nada de él.

Estoy tan enfadado que soy capaz de cualquier cosa.

A medida que salgo, Bogum entra en el despacho de Taehyung. No sé lo que hablan ni lo que dicen, pero
realmente no me importa.

Me tiemblan las manos.Cuando llego a mi mesa y me siento, mi jefa sale del despacho y dice:

—Jungkook, por favor, localízame al delegado. Tengo que hablar con él.

Como un robot, busco lo que mi jefa me pide. No quiero pensar. No puedo.

En ese instante, Bogum sale del despacho de Taehyung, me mira y entra en el despacho de mi jefa.

Cuando consigo el teléfono del delegado entro en el despacho de mi jefa y Bogum sale, pero, cuando me voy a ir, oigo a la imbécil de mi jefa que dice:

—Me acabo de enterar que le has devuelto el anillo a Kim Taehyung.

No contesto. Me niego a explicarle episodios de mi vida a esa atontada.

—¿Ya se les acabó el amor?

Ese comentario me aviva la sangre.

Me hace sentir vivo y respondo:

—Si no le importa, eso es algo privado de lo que prefiero no hablar.

Pero la prepotente que hay en ella no se puede callar.

—Entonces, ¿ya no te vas a Alemania? —Al ver que no respondo, vuelve a la
carga—: ¿De verdad pensaste que un hombre como él podía querer algo serio contigo?

No respondo, me la como o la arrastro de los pelos.

Pero ella insiste.

Parece disfrutar del momento.

—Prepárate para lo que se te viene encima, Jungkook. Serás motivo de burla durante el tiempo que te quede en la empresa. Has pasado de ser el intocable novio del jefazo al repudiado y hazmerreír de la empresa. Y, sinceramente, no me da pena. Te estabas creyendo alguien
últimamente y mereces que te pongan en tu lugar.

Mi sangre bulle… bulle… bulle y sé que ya no hay marcha atrás.

Si algo he sido en esa pinche empresa es discreto y trabajador. Y si alguien no quería revelar mi relación con Taehyung era yo, precisamente para evitar los cuchicheos.

Por ello y consciente de que lo que voy a hacer es motivo de despido, doy un manotazo al portátil de mi jefa, le cierro con brusquedad la pantalla y replico con fuerza:

—Prefiero ser el repudiado del jefazo a la madurita cachonda y salida de tuercas que se tira a todos los jovencitos de la empresa que se le ponen por delante.—Ella abre la boca y yo prosigo—: Sí… sí. ¿Acaso te crees que no sé o que nadie sabe lo que haces en ocasiones en este despacho?

—No te consiento que…

—No me consientes, ¿qué? —la interrumpo, y alzo la voz—. Mira, vieja, he sido un buen secretario. Te he cubierto, defendido, he omitido hablar con todo el mundo de lo que he visto y, aun así, te comportas conmigo como una mala arpía por lo que me ha ocurrido con el señor Kim. Pues bien, ¡se acabó dejar de ser un buen chico! Y a partir de este instante, como imagino que ya no pertenezco a esta empresa y estamos en igualdad de condiciones, quiero que sepas que si me insultas, yo te insulto. Si me faltas, yo te falto. Y si me buscas, me vas a encontrar. Porque mira,
reinona de pacotilla, seamos sinceros… yo seré el ex del jefe, pero tú eres y serás la guarra de la
empresa a la que le encanta que le quiten las bragas sobre la mesa y se la tiren en cualquier lugar.

—Mierda, ¡quieres no gritar!

Me río. Pero mi risa es nerviosa. Me conozco y, tras la risa nerviosa y el mal genio, llegará el bajón y finalmente el llanto.

Por eso, antes de que llegue la tercera fase de mi rabieta, descuelgo el teléfono y se lo tiro encima de la mesa.

—Y ahora, pedazo de imbécil, llama a personal y diles que me vayan preparando el despido. Yo solito subo a firmarlo. Me he quedado tan contento con lo que te acabo de decir, que me importa una mierda todo lo que venga después.

Dicho esto, me doy la vuelta y, salgo del despacho.

¡Dios, qué bien me he quedado!

Al salir, me encuentro con Bogum y con Taehyung. Han debido de escuchar los gritos.

El chico entra en el despacho de su hermana y oigo cómo habla con ella mientras ésta pide a gritos mi despido inminente a personal.

Taehyung me observa. No se mueve. Está bloqueado.

No esperaba que yo reaccionara así.
Sin mirarlo, me dirijo a mi mesa y comienzo a recoger mis cuatro pertenencias.

—Entra en mi despacho, Kook.

—No. Ni lo sueñe. Y recuerde, señor, ahora para usted soy el joven Jeon,
¿entendido?

—Entra en mi despacho —repite con furia.

—He dicho que no —contesto.

Noto que Taehyung se mueve nervioso a mi lado. Es el jefe de la empresa y debe mantener la
compostura. Si me agarra del brazo y me obliga a entrar, sabe que yo reaccionaré y todos nos mirarán.

Por ello, se agacha hasta mi cara y murmura:

—Kook, cariño, soy un imbécil, un Estúpido, por favor, pasa al despacho. Tienes razón. Tenemos que hablar.

Al escuchar eso, sonrío.

Pero mi risa es fría e impersonal.

Lo miro y, tras pensar durante unos segundos mi respuesta como suele hacer él, tuerzo el gesto y respondo:

—¿Sabe, señor Kim? Ahora el que no quiere saber nada de usted, soy yo,
señor. Se acabó y se acabaron muchas otras cosas. No aguanto más.
Búsquese a otro al que volver loco con sus continuos enfados y sus desconfianzas, porque yo me he cansado.

Reviso cajón por cajón. No veo lo que hay en su interior, pero de todos modos lo hago mecánicamente. Los cierro con fuerza y, cuando acabo, cojo mi maletín y me dirijo hacia la puerta.

—¿Adónde vas, Kook?

Lo miro de arriba abajo y sonrío con frialdad.

—A personal. Desde este instante causo baja en «su» empresa, señor Kim.

Mientras camino hacia el ascensor, siento las miradas de todos mis compañeros posadas en mí y,
en especial, la de mi ex.

Mis compañeros no saben lo que pasa, pero, conociéndolos, pronto
sacarán sus propias conclusiones. Seré la comidilla los próximos días, pero eso es algo que ya no me importa.

No estaré allí para aguantar sus malditos cuchicheos.

Cuando entro en el departamento de personal todos me miran. ¡Cómo corren las noticias! Pero es Jackson el que se acerca a mí y, cogiéndome del brazo, me lleva hasta su mesa y murmura:

—¿Qué has hecho? Tu jefa…

—Ex jefa —aclaro.

—Vale. Tu ex jefa ha llamado hecha una furia para que te despidamos.

Asiento. Sonrío y encojo los hombros.

—Acabo de provocar mi despido. Le he dicho a esa mala bruja todo lo que pienso de ella y, ¡Diossss, Jackson!, ¡me he quedado como nuevo! Ha sido uno de los mejores momentos de mi
vida.

En ese instante, el jefe de personal sale y me mira.

—Jackson, que el joven espere un segundo. De momento, que no firme
la carta de despido que te había dado.

Sorprendido, Jackson me mira y, cuando éste desaparece, cuchichea:

—Tras llamar tu jefa, ha llamado Iceman. Menudo enfado tiene.

Resoplo. En ese momento me
importa todo un pepino. Me siento y Jackson pregunta:

—Pero ¿qué ha pasado?

—Iceman y yo hemos roto y mi ex jefa ha tenido el valor de burlarse de mí y de mis sentimientos.

—¿Han terminado Iceman y tú?

—Sí.

—Lo siento, precioso. Y sabes que lo digo de corazón.

—Lo sé. —Sonrío con tristeza—. Pero tenías razón. Con los jefes nunca hay que tener una relación. Porque, tarde o temprano, lo pagas de una manera u otra.

Mi aparente frialdad comienza a resquebrajarse. Hablar de Taehyung y de mi nueva realidad duele.

Tres minutos después, el jefe de personal sale y me mira.

—Entra en mi despacho.

Le hago caso y obligo a Jackson a entrar conmigo. El jefe de personal nos mira y finalmente dice:

—Jungkook, el señor Kim quiere que vayas a su despacho ahora mismo.

Su insistencia me sorprende y contesto:

—No. No voy a ir. Quiero firmar mi despido.

Jackson y el jefe se miran sorprendidos y éste insiste.

—Jungkook, no sé lo que ha pasado, pero el señor Kim dice que…

—Lo que diga el señor Kim, actualmente, me entra por un oído y me sale por el otro. Por lo tanto,
si quieres, puedes llamarlo y decirle de mi parte que se vaya a la mierda o lo hago yo directamente. Pero no pienso ir a su despacho ni a ningún otro. Sólo quiero firmar mi carta de
despido.

El hombre no sabe qué hacer. La situación se le escapa de las manos. Finalmente, me pide un segundo, coge el teléfono que está descolgado y habla. Intuyo que Taehyung me ha escuchado pero no me importa.

Mejor.

Así se dará cuenta de que cuando yo digo algo lo cumplo. Que asuma las consecuencias.

Jackson, que está nervioso por todo lo que ocurre, me aleja de la mesa del jefe.

—¡Qué huevos los tuyos, nene! Me tienes alucinado. Pero sé realista y piensa lo que me dijiste a mí cuando no me iban a renovar. Hay mucho trabajo, mucha crisis y necesitas el trabajo. No seas tonto, Jungkook.

Y, cuando voy a contestar, el jefe de personal levanta su vista hacia nosotros.

—El señor Kim me pide que no firmes ninguna carta de despido. Que te
vayas de vacaciones y…

—¿Vacaciones?.

—Sí, eso ha dicho.

Maldigo en voz alta. Observo que el teléfono sigue descolgado. Como una furia, salgo del despacho, cojo el papel que Jackson tenía preparado para mí cuando entré, vuelvo a entrar en el
despacho y lo firmo sin leerlo.

En cuanto lo hago, se lo entrego al jefe de personal y añado a sabiendas de que Taehyung escuchará lo que digo:

—Toma, entréguele mi despido firmado al señor Kim, con todo mi amor.

El jefe, shockeado, coge el papel y yo salgo del despacho seguido por Jackson.

Una vez fuera, miro a mi descolocado e incrédulo amigo y compañero, le doy un beso en la mejilla, le revuelvo el pelo y murmuro:

—Llámame y nos tomamos algo algún día.

Dicho esto, me doy la vuelta y me marcho. Abandono la empresa a toda prisa.

Cuando me subo a mi auto y salgo del garaje no sé adónde ir ni qué hacer.

Acabo de cometer la mayor locura de mi vida y de pronto me doy cuenta de que todo me da igual.


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