🌹XX🌹

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El fin de semana pasa y el lunes tomamos un avión que nos lleva a Changwon.

La actitud de Yihyo hacia mí no parece haber cambiado. Está cortante y más distante, algo que con
Taehyung no sucede. Me molesta cómo intenta que no me preste atención. Pero el tiro le sale por
la culata en todo momento.

Taehyung, en sus funciones de jefe, me busca continuamente y eso a Yihyo la saca de sus casillas.

Las reuniones se suceden y, tras Changwon, vamos a Goyang.

Taehyung y yo durante el día trabajamos codo con codo como jefe y secretario y por la noche jugamos y disfrutamos.

Él lleva el morbo como algo innato y cada vez que estamos solos me vuelve loco con lo que me hace fantasear y con su manera de tocarme y poseerme.

Le encanta mirarme mientras me masturbo con el vibrador que él me regaló, capricho que yo le concedo gustoso.

Es tal la lujuria que me hace sentir que deseo volver a repetir lo de ir a un bar de intercambio de parejas y vivir lo que me hizo vivir. Cuando se lo confieso, ríe a carcajadas y, cuando me penetra, fantasea con que otro hombre me posea mientras él mira, cosa que me vuelve loco.

El miércoles, cuando llegamos a Cheongju, vamos directos a la reunión. Por el camino, Taehyung
habla con una tal Chaeyoung por teléfono y se enoja. El día se tuerce y
termina discutiendo por la falta de profesionalidad del jefe de la delegación. No tiene preparado
nada de lo que necesita y Taehyung se lo toma muy mal.

Intento mediar para que el ambiente se relaje, pero al final Taehyung, mi jefe, me pide de malos modos que me calle.

En el viaje de vuelta, el humor de Taehyung es siniestro. Yihyo me mira con gesto de superioridad y yo estoy que muerdo.

Cuando llegamos al hotel, Taehyung le pide a Yihyo que baje del auto y nos deje unos minutos a solas. Ella lo hace y, cuando cierra la puerta, Taehyung me mira con un gesto que me hace trizas.

-Que sea la última vez que hablas en una reunión sin que yo te lo pida.

Entiendo su enfado. Tiene razón y, aunque me moleste su regaño, le quiero pedir disculpas, pero me interrumpe:

-Al final va a tener razón Yihyo. Tu presencia no es necesaria.

El hecho de que mencione a esa mujer y de saber que le habla de mí me
encoleriza.

-A mí lo que te diga esa imbécil me importa un pepino.

-Pero quizá a mí no -gruñe. Se toca la cabeza y los ojos. No tiene buena cara. Suena su teléfono. Taehyung lo mira y corta la llamada.

Y, en un intento de suavizar el momento, murmuro:

-Tienes mala cara, ¿te duele la cabeza?

Sin contestar a mi pregunta, me clava su dura mirada.

-Buenas noches, Jungkook. Hasta mañana.

Lo miro, sorprendido. ¿Me está echando?

Con la dignidad que me queda, abro la puerta del auto y salgo. Yihyo espera
a escasos metros y prefiero no mirarla cuando paso junto a ella o la arrastraré de los pelos.

Me voy directo a mi habitación.

A la mañana siguiente, jueves, cuando el despertador suena a las siete y veinte protesto.

Quiero dormir más.

Entre gruñidos, me levanto de la cama y camino hacia la ducha. Necesito el
frescor del agua en mi cuerpo para despertarme.

Bajo el agua, recuerdo que es jueves y eso me alegra. Taehyung y yo pronto tendremos el fin de semana para estar juntos.

¡Bien!

Cuando regreso al dormitorio envuelto en una esponjosa toalla color hueso que huele de maravilla, miro mi mesilla.

-¡Maquinota! Lo que disfruté contigo anoche.

Me río divertido.

Sobre unos pañuelos de papel, está el vibrador con forma de brillo labial que utilicé anoche para relajarme.

El regalito de Taehyung.

Lo tomo entre mis manos y suspiro
mientras recuerdo la explosión de placer que sentí cuando jugaba con él.
Feliz de buena mañana, tomo el vibrador y regreso al baño. Lo lavo y finalmente lo meto en mi bolso. Ya no se me olvida.

La maquinota y yo, juntos hasta la muerte.

Abro la maleta y saco unas bragas. Me las pongo y pienso que tengo que pedirle a Taehyung las que me quitó o me quedaré sin suministros. Mi enfado ha desaparecido. Estoy seguro de que el de él también y que tendremos un maravilloso día por
delante.

Miro el armario y me pongo un traje azul y una camisa abierta.

Hoy quiero estar sexy para que desee regresar pronto al hotel.

A las ocho, alguien llama a la puerta de mi habitación y, dos segundos después, una camarera muy
amable deja un bonito carrito con el desayuno y se marcha.

Cuando levanto las tapas salto de felicidad al ver la cantidad de bollos que tengo ante mí. Tomo una silla y me siento. Bebo un poco de zumo de naranja. Luego cuando voy a atacar un donut, me paro y consigo vencer la tentación. Demasiados bollos.

El móvil suena. He recibido un mensaje. Taehyung.

«8.30 en recepción».

¡Qué explícito!

Ni un simple «Buenos días, pequeño», «Kook» o como quiera.

Pero sin tiempo que perder y ansioso por verlo de nuevo, tomo mi maletín. Meto el portátil y los documentos del día anterior y lo cierro. Hoy vamos a otra delegación de Cheongju y sólo espero que el día se dé mejor que el anterior.

Al llegar a recepción veo a Taehyung apoyado en una mesa. Está impresionante con su traje gris
claro y su camisa blanca. Veo que aún tiene su bonito pelo algo mojado por la ducha y me estremezco. Me hubiera encantado ducharme con él.

Dos mujeres que pasan por su lado se vuelven para mirarlo.

Normal.

Es un bombón.

Cuando pasan por mi lado observo sus caras y cómo cuchichean.

Imagino sobre lo que hablan. Con decisión, camino hacia él y repaso su ancha espalda mientras lo veo leer con concentración el periódico.

Cuando llego a su altura lo saludo con voz melosa:

-¡Buenos días!

Taehyung no me mira.

-Buenos días, joven Jeon.

Pero bueno, ¿ya estamos otra vez con los pinches apellidos?

No esperaba que me cogiera entre sus brazos y me sonriera en plan novio.

Pero hombre, algo más de cordialidad tras una noche separados, pues sí.Su indiferencia me desconcierta.

¿Por qué no me mira?

Pero no dispuesto a comenzar el juego del gato y el ratón me quedo a su
lado a la espera de que decida que nos vayamos.

Echo una ojeada al reloj. Las ocho y media.

Miro la entrada del hotel y veo la limusina esperando. ¿Por qué no nos vamos? Taehyung omite mi
presencia y sigue leyendo el periódico con la mandíbula tensa. ¿Todavía está enfadado? Quiero preguntarle, pero no quiero ser yo el que dé el primer paso.

No me muevo. No resoplo. Seguro que está esperando alguno de mis
movimientos para comenzar con sus agrias palabras.

La gente, el noventa por cierto ejecutivos como nosotros, pasa por nuestro lado.

Las nueve menos veinticinco. Me sorprende que aún estemos allí. Taehyung es un maniático con la
puntualidad. Las nueve menos veinte.

Sigue sin importarle que yo esté allí plantado junto a él como un palo, cuando oigo unos tacones acelerados.
Yihyo, con un traje chaqueta y falda blanca, se acerca a nosotros.

No me mira. Sólo tiene ojos para Taehyung, al que se dirige en alemán:

-Disculpa el retraso, Taehyung. Un problema con mi ropa.

Observo que él sonríe.

La mira.

La repasa de arriba abajo con su azulada mirada.

-No te preocupes, Yihyo. El retraso ha merecido la pena. ¿Has dormido
bien?

Ella sonríe.

-Sí -responde, sin importarle mi cercanía-. Algo he dormido.

¿«Algo he dormido»?

¿Ha dicho «Algo he dormido»? Pero bueno, ¿qué me están dando a entender esos idiotas?

Ella sonríe como un loro tras una noche de borrachera y le toca la cintura. Esa familiaridad me
incomoda. Me repele mientras sus sonrisas me dan a entender muchas cosas.

Respiro con dificultad, al ser consciente de lo que ha ocurrido entre esos dos y quiero gritar y
patalear.

De pronto, Taehyung le planta la mano en la espalda a Yihyo y, tocándole fugazmente la cintura,
dice:

-Vamos, el chófer nos espera.

Y, sin mirarme, comienza a caminar con esa mujer a su lado, mientras pasa de mí.

Los observo y me quedo petrificado.
No sé qué hacer. Unos incontrolables celos que hasta el momento nunca había sentido se instalan en mi estómago y deseo agarrar el precioso jarrón que hay en la mesa y plantárselo en toda la cabeza a él.

El corazón me late a mil. Su latido es tan fuerte que creo que toda la recepción lo puede oír.

Aquello me humilla, me fastidia y él ni se inmuta.

¡Imbécil!

El enfado de Taehyung continúa y yo no entiendo por qué. Pero no. Eso no lo voy a consentir.

Taehyung no me conoce y a mí nadie me deja de lado.

Comienzo a caminar tras ellos.

Si ese idiota alemán se cree que voy a montar un numerito, lo lleva claro.

Cuando llegamos a la limusina, el chófer abre la puerta. Entra Yihyo, entra él y, cuando voy a entrar yo, Taehyung me hace un gesto con la mano.

-Joven Jeon, siéntese en la cabina delantera con el chófer, por favor.

¡Zas! Menudo guantazo con toda la mano abierta que me acaba de dar delante de Yihyo.

Pero, sorprendentemente, sonrío con frialdad y digo:

-Como usted ordene, señor Kim.

Con mi máscara de indiferencia, me siento junto al chófer. ¡Vaya enfado
monumental que tengo! Durante unos segundos, los oigo hablar y reír detrás de mí hasta que un ruido metálico suena en mi oreja. Con el rabillo del ojo veo cómo un cristal opaco divide la parte de atrás de la delantera.

Estoy furioso. Colérico. Exasperado.

Ese juego no me gusta y no entiendo por qué tiene que hacerlo delante de mí.

Inconscientemente clavo mis uñas en las palmas de mis manos cuando oigo que el chófer me pregunta:

-¿Quiere escuchar música, joven?

Con la cabeza, le digo que sí. No puedo hablar. Me pongo mis gafas de sol y
escondo la mirada. De pronto, suena una canción triste y siento unas terribles ganas de llorar.

Los ojos me escuecen y las lágrimas pugnan por salir. Pero no. Yo no lloro. Me trago mis lágrimas e intento disfrutar de la canción y del viaje. Incluso tarareo.

Durante los tres cuartos de hora que dura el viaje. Mi mente trabaja a toda
velocidad. ¿Qué harán atrás aquellos dos? ¿Por qué Taehyung me ha pedido que me siente delante? ¿Por qué sigue enfadado conmigo? Cuando el auto se detiene, me bajo sin necesidad de
que el chófer me abra la puerta. Eso que se lo haga a ellos.

Al bajarme, sonrío al ver a *****.

Él es el secretario de esa delegación y entre nosotros siempre hubo feeling.

Pero feeling del bueno. Del decente. El chófer abre la puerta y salen Taehyung y Yihyo. No los miro. Sólo miro al frente con mis gafas de sol puestas.

Taehyung saluda al jefe de la delegación, y a su junta directiva. Les presenta a Yihyo y luego me presenta a mí.

Con profesionalidad, estrecho las manos de todos ellos para después seguirlos hasta una sala.

Pero esta vez, en vez de ir detrás de Taehyung y Yihyo, me retraso para saludar a *****. Y entramos charlando.

Una vez allí, antes de sentarnos, unas señoritas nos ofrecen café. Lo acepto
gustoso. Necesito café.

Me tomo tres. Entonces, la distancia con Taehyung y la charla con ***** me comienza a tranquilizar. En ese momento, veo de reojo que Taehyung se gira.

Es sólo un instante, pero sé que me ha mirado. Me ha buscado.

***** y yo seguimos hablando y nos reímos mientras me cuenta cosas de su niña. Es todo un padre y eso me emociona. Diez minutos después, todos pasamos a la sala de reuniones, tomamos posiciones y, como siempre, Taehyung preside la mesa. Yihyo se sienta a su derecha y yo intento
colocarme en un segundo plano. No quiero ni mirarlo.

No me apetece.

-joven Jeon -oigo que me llama mi jefe.

Sin dudarlo, me levanto y me acerco hasta él con profesionalidad.

Su perfume entra por mis fosas nasales y provoca en mí mil sensaciones, mil emociones. Pero
consigo no cambiar mi gesto.

-Siéntese al fondo de la mesa, por favor. Frente a mí.

Lo mato... lo mato y lo mato.

No quiero mirarlo ni que me mire.

Pero dispuesto a ser el perfecto secretario, tomo mi portátil y me siento donde él me indica. Al otro lado de la mesa, frente a él.

La reunión comienza y estoy atento a todo lo que hablan. Ni lo miro ni creo que él tampoco me mire. Tengo el portátil abierto ante mí y temo recibir alguno de sus correos. Por suerte, no llega ninguno. A la una, la reunión se interrumpe. Es hora de comer.

El jefe de la delegación ha reservado mesa en un hotel cercano para comer y ***** me propone ir en su auto.

Acepto.

Sin mirar a mi particular Iceman que está junto a Yihyo, paso junto a él
cuando oigo que me llama.

Le pido a ***** que me dé un segundo y me acerco a mi jefe.

-¿Adónde va, joven Jeon?

-Al restaurante, señor Kim.

Taehyung mira a *****.

-Puede venir en la limusina con nosotros.

Bien. Ahora, el enfadado es él.

¡Que le den!

Yihyo nos mira. No nos entiende.
Hablamos en coreano, cosa que creo que la confunde.

-Gracias, señor Kim, pero si no le importa, iré con *****.

-Me importa -responde.

No hay nadie a nuestro alrededor.

Nadie nos puede escuchar.

-Peor para usted, señor.

Me doy la vuelta y me marcho.

Corea 1-Alemania 0.

Sé que acabo de cometer la mayor imprudencia que un secretario pueda hacer.

Y aún mayor tratándose de Taehyung. Pero lo necesitaba. Necesitaba hacerlo sentir como me siento yo.

Sin importarme las consecuencias, entre ellas el despido seguro, camino hacia ***** y lo agarro del brazo con familiaridad. Nos subimos en su Opel Corsa y nos dirigimos hacia el restaurante mientras comienzo a calcular el paro que me va a quedar.

De ésta me despiden fijo. Cuando llego al establecimiento, corro con **** a tomarme varias Coca-Colas.

¡Oh, Dios!

Cómo me gusta sentir sus burbujitas en mi boca.

Pero hasta las burbujas se deshinchan cuando veo entrar a Taehyung seguido de Yihyo y los jefazos. Mira hacia donde estoy y puedo percibir su enfado. Los directivos entran en el comedor y rápidamente toman posiciones. Taehyung hace ademán de sentarse, pero entonces se excusa de
sus acompañantes y me hace una
señal con la mano.

***** y yo lo vemos y no me puedo negar a ir.

Doy un nuevo trago a mi Coca-Cola, la dejo sobre la barra y me acerco a él.

-Dígame, señor Kim. ¿Qué quiere?

Taehyung baja la voz y, sin cambiar su gesto, pregunta:

-¿Qué estás haciendo, Kook?

Sorprendido, porque vuelvo a ser «Kook» respondo:

-Tomarme una Coca-Cola. Por cierto, Zero, que engorda menos.

-¿Por qué estás haciéndome enfadar todo el rato? -inquiere,
desconcertándome.

Mi contestación lo desespera. Lo sé y eso me gusta.

¡Tendrá poca vergüenza...!

-¡¿Yo?! -le susurro-. Tendrás cara...

Su mirada es tensa. Dura y desafiante.
Sus pupilas se contraen y me hablan pero hoy no quiero entenderlas. Me niego.

-Pasa al comedor -me dice, antes de darse la vuelta-. Vamos a comer.

Cuando ***** y yo llegamos al comedor, nos sentamos a la otra punta de la mesa. Suena mi móvil:

¡mi hermana!

Decido pasar de ella otra vez, no me apetece escuchar sus lamentaciones.
Más tarde la llamaré.

La comida está exquisita y
continúo mi charla con mi amigo.

En un par de ocasiones miro hacia mi jefe y veo que sonríe a Yihyo. Mi enfado vuelve a crecer. Pero cuando sus ojos se cruzan con los míos, ardo.

Me caliento.

Su mirada de Iceman consigue que todas mis terminaciones nerviosas se muevan al mismo tiempo y todo yo me incendie.

A las cuatro y media regresamos a la sede. Yo, por supuesto, vuelvo en el auto de *****. La reunión se reemprende y acaba cerca de las siete de la tarde.

¡Estoy agotado!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro