🌹36🌹

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

A la mañana siguiente, cuando bajo a la
cocina, están sentados a la mesa Chung ha,
Taehyung y Eon Jin. Discuten. Cuando yo entro, se callan, y eso me hace sentir fatal.

Sarah, con cariño, me prepara una
taza de café. Con su mirada me pide
tranquilidad. Conoce a Taehyung y sabe que
está furioso, y me conoce a mí. Cuando
me siento a la mesa miro a Taehyung y
pregunto:

—¿Cómo está Yong ho?

Con una mirada dura que no me
gusta, sisea:

—Gracias a ti, dolorido.

Eon jin mira a su hijo y gruñe:

—¡Maldita sea, Taehyung!, no es culpa de
Jungkook. ¿Por qué te empeñas en
culpabilizarlo?

—Porque él sabía que no debía
enseñarle a utilizar el skate. Por eso lo
culpabilizo —responde, furioso.

Me tiemblan las piernas. No sé qué
decir.

—Pero ¿tú eres tonto o te haces?

—interviene Chung ha.

—Chung… —sisea Taehyung.

—¿Qué es eso de que él no debía?
Pero ¿no ves que el niño ha cambiado
gracias a él? ¿No ves que Yong ho ya no es el niño introvertido que era antes de
que él llegara? —Taehyung no responde, y
Chung ha continúa—: Deberías darle las
gracias por ver a Yong ho sonreír y
comportarse como un niño de su edad.
Porque, ¿sabes, hermanito?, los niños se
caen, pero se levantan y aprenden, algo
que por lo visto tú todavía no has aprendido.

No responde. Se levanta y sin
mirarme se marcha de la cocina. Mi
corazón se encoge, pero tras echar una
mirada a las tres mujeres que me
observan, murmuro:

—Tranquilas, hablaré con él.

—Dale un golpe. Es lo que semerece —sisea Chung ha.

Eon jin me mira, toca mi mano y
murmura:

—No te culpabilices de nada, tesoro. Tú no tienes la culpa de nada. Ni siquiera de tener la moto de mi hija y salir con In ho y sus amigos.

—Tenía que habérselo dicho — declaro.

—Sí, claro, ¡como si fuera tan fácil
decirle algo a don Gruñón! —protesta Chungha —. Demasiada paciencia tienes
con él. Mucho le tienes que querer
porque, si no, es incomprensible que lo
soportes. Yo lo quiero, es mi hermano,
pero te aseguro que no lo soporto.

—Chung ha… —susurra Eon jin—, no
seas tan dura con Tae.

Se levanta y se enciende un
cigarrillo. Yo le pido otro. Necesito
fumar.

Cuando salgo de la cocina veinte
minutos después, me acerco hasta la
puerta del despacho de Taehyung. Tomo aire y entro. Al verme, clava sus acusadores
ojos en mí y sisea:

—¿Qué quieres, Jungkook?

Me acerco a él.

—Lo siento. Siento no haberte dicho
lo…

—No me valen tus disculpas. Has
mentido.

—Tienes razón. Te he ocultado
cosas, pero…

—Me has mentido todo este tiempo.
Me has ocultado cosas importantes
cuando tú sabías que no debías hacerlo.
¿Tan ogro soy que no puedes decirme las
cosas?

No respondo. Silencio. Nos miramos
y, finalmente, pregunta:

—¿Qué significado tiene para ti eso
de ahora y siempre? ¿Qué significa para
ti el compromiso de estar juntos?

Sus preguntas me descolocan. No sé
qué responder. Silencio. Al final, él
dice:

—Mira, Jungkook, estoy muy cabreado contigo y conmigo mismo. Mejor sal del
despacho y déjame tranquilo. Quiero
pensar. Necesito relajarme o, tal y como
estoy, voy a hacer o decir algo de lo que
me voy a arrepentir.

Sus palabras me sublevan y, sin
hacerle caso, siseo:

—¿Ya me estás echando de tu vida
como haces siempre que te enfadas?

No responde. Me mira, me mira, me
mira, y yo decido darme la vuelta y salir
de la habitación.

Con lágrimas en los ojos me dirijo
hacia mi cuarto. Entro y cierro la puerta.
Sé que su enfado es justificado. Sé que
yo me lo he buscado, pero él tiene quedarse cuenta de que si no le he dicho nada ha sido porque todos temíamos su reacción. Estoy arrepentido. Muy arrepentido, pero ya nada se puede hacer.

Diez minutos después, Chung ha y Eon jin
pasan a despedirse de mí. Están preocupadas. Yo sonrío y les indico que
se marchen tranquilas. La sangre no
llegará al río.

Cuando se van, me siento en la
mullida alfombra de mi habitación.

Durante horas pienso y me lamento. ¿Por
qué lo he hecho tan mal? De pronto, oigo
que un auto se marcha. Me asomo a la
ventana y me quedo sin palabras al verque quien se va es Taehyung. Salgo de la
habitación, busco a Sarah, y ésta, antes
de que yo pregunte, me explica:

—Ha ido a ver a Yoongi. Ha dicho
que no tardará.

Cierro los ojos y suspiro. Subo a la
habitación de Yong ho, y el pequeño, al
verme, sonríe. Su aspecto es mejor que
el de la noche anterior. Me siento en su
cama y murmuro, tocándole la cabeza.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—¿Te duele el brazo?

El niño asiente y, al sonreír, digo:

—¡Aisss, Dios!, cariño, pero ¡si te has roto también un diente!

La alarma en mi cara es tal que Yong ho
murmura:

—No te preocupes. La abuela Eon Jin
dice que es de leche.

Asiento, y me sorprende con sus
palabras:

—Siento que el tío esté tan
enfadado. No cogeré el skate. Me
advertiste de que nunca lo usara sin
estar tú delante. Pero me aburría y…

—No te preocupes, Yong ho. Estas
cosas pasan. ¿Sabes?, yo cuando era
pequeño me rompí una vez una pierna al
saltar en moto y, años después, un brazo.
Las cosas pasan porque tienen que pasar. De verdad, no le des más vueltas.

—¡No quiero que te vayas, Jungkook!

Eso me descoloca.

—¿Y por qué me voy a marchar? —
pregunto.

No contesta. Me mira, y entonces
murmuro con un hilo de voz:

—¿Te ha dicho tu tío que me voy a
ir?

El niño niega con la cabeza, pero yo
saco mis propias conclusiones.

Dios, no. ¡Otra vez no!

Trago el nudo de emociones que en
mi garganta pugna por salir. Respiro y
susurro:

—Escucha, cielo. Tanto si me voy
como si me quedo, seguiremos siendo
amigos, ¿vale? —Asiente, y yo con el
corazón dolorido cambio de tema—: ¿Te
apetece que juguemos a las cartas?

El niño accede, y yo me trago las
lágrimas. Juego con él mientras mi
cabeza piensa en lo que ha dicho.

¿Querrá Taehyung que me vaya?

Tras la comida, Taehyung regresa. Va
directo a la habitación de su sobrino, y
yo me abstengo de entrar. Durante horas
me tiro en el sillón del salón y veo la
televisión, hasta que no puedo más, y
salgo al exterior con Susto y Calamar.

Me doy una vuelta por la urbanización y
tardo más de la cuenta con la esperanza
de que Taehyung me busque o me llame almóvil. Pero nada de eso ocurre, y
cuando regreso, Sarah sale de su casa
y me indica que el señor ya se ha ido a
dormir.

Miro mi reloj. Las once y media de
la noche.

Confuso porque Taehyung se acueste sin
regresar yo, entro en la casa y, tras dar
de beber a los animales, subo la
escalera con cuidado.

Me asomo al cuarto de Yong ho y el pequeño duerme. Voy hasta él, le doy un beso en la frente y me encamino a mi habitación. Al entrar, miro hacia la cama. La oscuridad no me deja ver con claridad a Taehyung, pero sé que el bulto que vislumbro es él. Ensilencio, me desnudo y me meto en la cama. Tengo los pies congelados.

Quiero abrazarlo y, cuando me acerco a
él, se da la vuelta.

Su desprecio me duele, pero decidido a hablar con él, murmuro:

—Taehyung, lo siento, cariño. Por favor,
perdóname.

Sé que está despierto. Lo sé. Y sin
moverse responde:

—Estás perdonado. Duérmete. Es
tarde.

Con el corazón roto me acurruco en
la cama y, sin tocarlo intento dormirme.

Doy mil vueltas y al final lo consigo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro