𝟎𝟎𝟖

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008. perder el miedo

─── ── ── ───

HAROLD llegó a nuestra mesa con los dos cafés que habíamos pedido: su café solo y mi café con leche helado.

Le sonreí cuando me tendió él mío y después se sentó frente a mi. Estábamos en la misma cafetería donde nos habíamos sentado el día que me acompañó a visitar «La Jarra» por primera vez.

Él me dijo de verme para hablar y ver cómo iba. Decía que era como un favor a mi padre.

—Te veo más animada que la última vez que nos vimos. —me dijo sonriendo.

Yo no pude evitar sonreír también. La noche de dos días atrás había tenido cosas muy negativas, pero también muy positivas.

Recordé cómo William y yo habíamos estado una hora entera en aquel edificio a las alturas del resto de rascacielos de Nueva York, cómo me había llevado de vuelta a casa y me besó de nuevo en la puerta de mi casa.

Ni siquiera intentó entrar en mi apartamento. Eso me gustó porque no me gustaba forzar nada. Quería sentirme preparada para hacer algo más. En especial después la experiencia que tenía con aquel tema. Aún me costaba pensar en ello.

—He estado socializando bastante —me encogí de hombros—. Y... No sé, supongo que eso también me anima.

Harold asintió sonriendo levemente con una expresión que me hacía dudar de si leía en mi frente que se trataba de algo amoroso o por el estilo. No debía olvidar que se trataba de un psicólogo muy persuasivo y conocido por ser bueno en su trabajo.

—¿Y en el trabajo cómo vas?

—Bien... La gente que va allí es asquerosa, pero mientras yo consiga dinero y me encuentre bien lo considero un éxito.

—¿Sí? ¿Te llevas bien con los trabajadores?

—Sólo coincido con un chico que se llama Logan y con una mujer mayor que no habla con nosotros. —le di un sorbo a mi café—. Con Logan me llevo bastante bien, es atento y al menos no intenta ligar conmigo como el resto de clientes.

Por alguna razón, Harold pareció cambiar su expresión a una más oscura, pero no dijo nada. Quizá me lo había imaginado.

—Me alegro mucho. Siempre es bueno tener un compañero en el que puedas apoyarte.

—Sí —Suspiré y miré a la televisión de la cafetería. En ese momento las noticias del día estaban retransmitiéndose y se podían ver imágenes impactantes del atentado terrorista del once de septiembre de 2001–. Dios, ¿veinte años ya?

Harold se giró para mirar la imagen también. En el titular avisaban de que ese día hacían veinte años del atentado en Nueva York a las Torres Gemelas. Vi, bastante sorprendida, videos donde se veía un avión estrellándose contra una de las torres y más tardes la segunda torre cayendo al suelo creando una ola de humo y ceniza por toda la zona.

—Tuvo que ser horrible —comenté—. Yo era pequeña pero mi padre siempre me recuerda lo que estaban haciendo mi madre y él cuando se enteraron. —miré a Harold y vi que me estaba escuchando—. Estábamos en California en ese momento y teníamos un vuelo de vuelta a Oregon en una hora. Cerraron los aeropuertos y cancelaron todos los viajes. Así que tuvimos que estar un par de días más en Los Ángeles. Yo no recuerdo nada, sólo tenía unos meses.

—Mejor —Harold le dio un trago a su café humeante—. Yo también recuerdo lo que estaba haciendo entonces. Creo que todos los que teníamos conciencia entonces lo hacemos.

—Y... si no es de mala educación preguntar: ¿qué hacías?

Él miró a la mesa con algo de seriedad y pellizcó su nariz antes de hablar, como tomando fuerzas para hablar de ello.

—Estaba en el mismo World Trade Center. Justo donde ocurrió.

Abrí la boca con sorpresa al escuchar esas palabras.

—¿Qué? —sacudí mi cabeza—. Madre mía. Tuvo que ser terrible.

Harold asintió, aunque sonreía un poco.

—Yo estaba en el piso veinte cuando ocurrió, por lo que me fue más fácil salir. El edificio se sacudió y si mirabas por las ventanas podías ver como... como bolas de fuego cayendo hacia abajo. Cuando comencé a bajar junto con más gente por las escaleras hubo un momento en el que el humo nos alcanzó hasta allí y yo pensé que me moría.

Me quedé en silencio escuchando su relato porque estaba demasiado impactada al descubrir que él había estado presente en el atentado. Había estado en el mismo edificio donde ocurrió. Parpadeé dejándole hablar todo el rato.

—Quería llamar a mi mujer para poder hablar con ella... poder escuchar su voz, y la de mi hijo. Quería hablar con ellos una última vez. Pero no podía porque teníamos que darnos prisa y bajar. Yo pensaba que no lo lograríamos. Ni siquiera sabía todavía qué estaba ocurriendo ni el por qué, pero tenía esa extraña sensación de que eran mis últimos momentos de vida.

—Gracias al cielo no fue así—Sonreí de lado.

—La verdad es que siempre me pregunto qué habría pasado si hubiera subido más pisos. Fue una casualidad porque yo tenía una cita de trabajo en la planta setenta. Creo que si hubiera llegado hasta allí... no estaría aquí ahora mismo.

Era curioso cómo funcionaba la vida. Una simple decisión, una simple acción, podía cambiar tu vida. Incluso no arrebatártela, o simplemente quitártela. Me di cuenta de que Harold era quizá una persona que había sufrido mucho en la vida.

Así que lo pensé bien y —ya que llevaba muchas horas pensando en las ganas que tenía de ver a William— cuando me despedí de Harold más tarde fui directa hacia el trabajo de William. Ben me había escrito que su horario era de cuatro a nueve de lunes a jueves. Eran ya las cuatro y media y yo tenía hasta las seis para llegar a La Jarra a trabajar.

En menos que cantaba un gallo yo había llegado hasta la dirección (un poco agobiada porque no sabía cómo utilizar la aplicación del mapa) y me planté frente a la puerta de la tienda.

Mi sorpresa no fue pequeña cuando vi su nombre.

SEX SHOP

Vaaale —dije abriendo mucho los ojos—. Debo haberme equivocado.

En el escaparte se podían ver maniquíes con disfraces muy reveladores y salvajes, dentro y fuera había luces neón muy luminosas y daba la sensación de estar a punto de entrar en una película porno.

Me iba a ir cuando vi un rostro conocido en el interior. Ben.

Tapé mi boca ahogando la risa que crecía en mi garganta al darme cuenta de que, efectivamente, trabajaban en ese lugar. Ben y William estaban dentro. No se les veía muy bien a través del cristal y con todas las cosas que habían en el escaparate. Pero se les podía ver.

En ese instante los dos hablaban en el mostrador riendo por alguna razón.

Yo hice mis labios una fina línea e intenté no comenzar a reír mientras abría la puerta de la tienda. Entré y enseguida escuché la música que sonaba de fondo en el establecimiento. También escuché las risas y las voces de mis vecinos, que no parecían haberse percatado de que alguien había entrado en la tienda.

Yo me giré hacia una estantería, dándoles la espalda, y miré los productos que estaban en las repisas. En esa zona había muchas cajas de vibradores con las muestras fuera de la caja justo en frente. Sonreí intentando no reír y agarré la caja con el vibrador más grande.

Me giré de nuevo hacia ellos y comencé a andar hacia el mostrador. Entonces Ben y Will parecieron darse cuenta de que yo estaba allí. Sus caras eran un cuadro.

Ben me miraba con una sonrisa deslumbrante, claramente divertido. Y William con los ojos y la boca muy abiertos, sin poder creerse que yo estuviera allí.

Yo simplemente me apoyé en el mostrador y dejé la caja en el cristal. Les sonreí.

—Hola, me gustaría llevarme este vibrador —comencé a decir como si no los conociera—. ¿Me lo recomendáis?

La respuesta de Ben fue soltar una sonora carcajada mientras echaba hacia atrás la cabeza.

—¡Has venido, vecina!

Yo comencé a reír y después miré a William con burla. El rubio no paraba de pasar su mirada entre mi cara y mi vibrador.

—No me puedo creer que trabajéis aquí. —dije sin parar de reír.

—Claro que lo hacemos, y con mucha honra —respondió Ben. Después se acercó y pasó su brazo por mis hombros—. Entonces. ¿Qué os traéis vosotros dos?

Nos miró a William y a mi con ojos pícaros. Yo no pude evitar ponerme un poco roja, pero miré a William a los ojos. Él tampoco sabía qué responder.

—Oh, vamos —Ben puso los ojos en blanco—. Ahora que me has quitado a la chica, rubia —me hizo gracia que llamara así a Will—, creo que deberías ser directo, ¿no crees?

William lo miró de hito en hito y yo pensé que me moriría de la vergüenza ahí mismo.

—¿Quieres el vibrador, entonces? —Preguntó William ignorando a Ben, mirándome de manera traviesa.

Yo sonreí de lado y Ben se separó de mi para después comenzar a silbar fingiendo demencia y dirigirse a una sala tapada por una cortina. Nos dejó solos en cuanto pasó la cortina y desapareció. No había nadie más en la tienda a parte de nosotros.

Miré a William y asentí.

—¿Me recomiendas ese o crees que haya otros que me vendrían mejor?

William simplemente me miró a los ojos con esa pequeña sonrisa y me dijo:

—Creo que te viene mejor algo más... real.

Tragué saliva.

—¿Eh?

—Que un vibrador no es lo que te recomiendo.

Me quedé sorprendida porque me hubiera dicho eso tan directamente. Pero no me sentía incómoda, me sentía nerviosa porque fuera él el que me estaba diciendo aquello.

Me acerqué más a él y le dije:

—¿Y qué sería exactamente eso tan real que dices?

—¿Por qué no vienes a la fiesta que haremos mañana y lo compruebas?

¿Acudir a una fiesta? ¿Podía negarme después de prometerle como cien veces que iría a la próxima? ¿Después de habernos besado?

—¿Me estás invitando a tu fiesta después de no haber hablado contigo por dos días después de...?

Me callé abruptamente al darme cuenta de que había estado a punto de acusarle de no hablarme. Como si tuviésemos algo tan serio que requería esa atención. Como si yo tuviera el derecho de pedirle algo así. Me ruboricé aún más.

—¿Después de qué?

Desvié mi mirada a otra estantería y vi que era de película. Estaba repleta de películas porno antiguas. Las portadas eran totalmente ridículas y los títulos eran un chiste contándose solo. Me acerqué a ellas y escuché a William resoplar por lo bajo por no haberle contestado.

Miré las películas y leí los títulos.

Agarré la que más me había llamado la atención. Era una con la portada imitando a la de Titanic. Pero la mujer vestía lencería que dejaba mucho a la vista y el chico parecía un pervertido. El título... me dejaba sin comentarios.

Tetanic—dije el título en voz alta, con la risa atascada en mi garganta, enseñando la película a William.

Él soltó una gran carcajada y negó con la cabeza, sintiéndose verdaderamente avergonzado por lo que había en la tienda donde él trabajaba. ¿Cómo podían tomarse ese trabajo en serio?

—¿La Guarra de las Galaxias? —Dije frunciendo el ceño—. ¡Venga ya! ¡Harry Potter y la Minga Descomunal! Qué puto asco.

William no podía parar de reír mientras terminaba de tachar algo en el papel que tenía en el mostrador, probablemente algo que tenía que terminar de su puesto de trabajo. Yo seguía leyendo títulos. Aquello era realmente gracioso.

Semental, querido Watson..., Eduardo Manospajeras, Por un puesto de trabajo, por arriba y por abajo...

Por Dios, Brenda —se lamentó William riendo—. ¿Vas a leer todos esos títulos?

Yo simplemente sonreí divertida y dejé las películas en su sitio para después caminar hacia William a la vez que Ben llegaba a la sala con la mano en sus ojos mientras andaba a ciegas, tapando su mirada.

—¿¡Puedo mirar!? ¿O William está metiéndotela contigo sentada en el mostrador?

—¡BEN! —Chillé horrorizada.

William miró a su amigo con extrañeza.

—Eso suena bastante específico, Ben. ¿Te lo estabas imaginando?

Ben se quitó la mano de los ojos y me miró, seguramente esperando verme desnuda o algo así, y su expresión se tornó decepcionada. Yo lo miré enarcando una ceja.

—Qué aburridos. Os he dejado tiempo aposta.

Yo me ponía más roja que un tomate con ese tipo de comentarios, así que miré a otro lado apretando los labios mientras William le lanzaba comentarios cortantes a su amigo, dejándole claro que debía callar su boca.

—Le estaba diciendo a Brenda que debería venir a nuestra fiesta de mañana. —le decía Will a su amigo, sin apartar su mirada de mi.

—¿Vendrás? —los ojos de Ben se iluminaron.

Entonces el móvil en mi bolsillo vibró. Lo agarré y miré las notificaciones para ver de quién se trataba.

Era Samuel.

A buenas horas.

Yo puse los ojos en blanco y los chicos me miraron con confusión al ver que yo reaccionaba así al mirar el móvil.

—¿Todo bien? —se preocupó Will.

—Sí, sí... es sólo que mi amigo me acaba de preguntar por la fiesta dos días después de ser totalmente humillada.

—Dile que ya te recogió tu príncipe azul y que tuviste la noche más salvaje y sensual de tu vida —respondió Ben rápidamente.

—Cállate de una jodida vez —le pidió William.

—¡Ya sé! —exclamó Ben. Los dos lo miramos con confusión—. Pueden venir tus amigos de la uni. ¿No? Así no te sientes tan rara.

—¿En serio? —Hundí las cejas con duda.

—Claro. ¿A que sí, Willy?

William asintió encogiéndose de hombros. Llevaba su cabello rubio despeinado, como siempre. Me gustaba que siempre pareciera desenfadado. Además llevaba una sudadera negra con capucha y unos vaqueros. ¿Por qué me gustaba todo lo que veía en él? Su pelo, su sonrisa, su ropa, su aroma... Todo.

Me quedé mirándolo demasiado tiempo, y quizá Ben se dio cuenta, porque rió por lo bajo. William simplemente me miró con una media sonrisa.

—Diles que vengan —accedió Will—. Pero, por favor, ven a la fiesta.

—Sí, por favor —Ben exageró su tono de voz haciéndolo más dramático—. ¡Hazlo o William Peter Moseley acabará sumido en una horrible depresión porque Brendita no ha ido a la fiesta!

Yo reí al escuchar eso y William le lanzó a Ben una revista Playboy a la cabeza. Ben dejó de chillar y puso su mano en la zona golpeada mientras se quejaba de que había sido doloroso.

Miré a Ben y después a William. Suspiré. No pasaba nada por acudir por fin a una de sus famosas fiestas. Y, sinceramente, no me apetecía ver a William sumido en una horrible depresión. Así que acepté.

—De acuerdo. Iré.

—¡Bien! —exclamó Ben. Y entonces corrió a abrazarme.

William me miró sonriente y me di cuenta de que sus ojos se habían iluminado. Podía ver verdadera felicidad en su expresión. Me dejó abrumada.

—¿Vendrán tus amigos? —Preguntó el moreno—. Cuanta más gente, mejor.

—Se lo diré —asentí—. Me tengo que ir. Trabajo en poco.

—¿Te acompaño? —se ofreció William rápidamente, saliendo del mostrador.

Intenté no sonreír. Ben lo hizo por mi, burlándose de su amigo.

—Tienes que cumplir tu horario. No me quedaré aquí sólo. —Ben sabía cómo joder un plan.

William lo miró con molestia, pero yo le resté importancia.

—Voy yo sola. Vosotros cumplid con vuestro deber. Nos vemos mañana, entonces.

Ben me abrazo de nuevo y yo correspondí al abrazo sin poder evitarlo. Ben era demasiado cariñoso y amable conmigo como para no actuar de la misma manera. Me agradaba alguien que se mostraba tan afectuoso conmigo.

Cuando me puse frente a William, le sonreí tímidamente y después me alcé en mis puntillas para darle un beso en la mejilla.

—Nos vemos, Will.

Me giré de nuevo y llegué a la puerta. Cuando la abrí, el frío del exterior llegó a mi. Eran ya principios de octubre y el clima había cambiado.

—Hasta luego, Brenda.

Salí finalmente de allí con una gran sonrisa, sintiéndome muy contenta, y comencé a andar por la calle como si de un musical alegre se tratara.

El móvil me volvió a sonar y cuando miré la pantalla, esta vez vi que se trataba de una llamada de Sam.

Descolgué y me puse el teléfono en la oreja.

—Qué.

—Uy, ¿y esos humos?

—¿Si te dijera que te tengo que contar mucho, qué me dirías? —espeté con molestia.

—Pues que quiero que me lo cuentes ¡todo!

—Para empezar, tú y los demás estáis invitados a una fiesta mañana en casa de mis vecinos.

—¡Sí! —Exclamó emocionado al otro lado de la línea—. ¡Toma!

—Mañana en mi casa a las seis. ¿Me oyes? Os pondré al día. Tengo ganas de que te sientas mal.

—Me estás dando miedo, Brenda.

—Eso espero.

Dicho esto, colgué con dramatismo y me dirigí a La Jarra. Ese día en especial tenía ganas de que el turno terminara, porque eso significaba que faltaba menos para la noche del día próximo.

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PERDÓN POR LA TARDANZA

Pero es que a veces me enfrasco más en otras novelas y realmente me va por épocas. Pero tranquil@s, que seguiré actualizando.

Espero que os haya gustado.

¿Opiniones hasta ahora?

Nos vemos en el próximo, love you! :)

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