𝟎𝟎𝟕

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007. ¿dormiremos y a veces amaremos hasta que la luna brille?

─── ── ── ───


EN CUANTO el coche de William aparcó frente al parque donde yo estaba, me levanté de golpe con la boca entreabierta. Estaba allí.

Comencé a andar a la vez que la puerta de William se abría y él salía de ella. Me miró llegando hasta la otra puerta y de repente se quedó paralizado mirándome de arriba a abajo con los ojos muy abiertos.

Me ruboricé al instante, sabiendo que me debía ver demasiado ridícula.

—Joder —dijo con la voz en un hilo.

Yo llegué hasta él formando una mueca y limpié los rastros de lágrimas en mi rostro.

—No digas nada —pedí con voz rota—. Sé que parezco idiota pero ya me lo han hecho saber.

William salió de un especie de trance y me miró a los ojos con intensidad.

—¿Bromeas? Pareces... —me miró de arriba a abajo de nuevo—, joder.

Parecía estar ¿sufriendo? en ese momento. Fruncí el ceño confundida.

—¿Qué? —lo miré ladeando la cabeza.

Tragó saliva.

—Pareces una jodida fantasía ahora mismo.

Entonces me ruboricé de verdad. Sentí que mis ganas de llorar desaparecían y se sustituían por ganas de reír a carcajadas. ¿Una fantasía?

—¿Qué dices? —reí.

Él sonrió un poco.

—He conseguido hacerte reír.

—¿Podemos entrar?

Él asintió rápidamente y me abrió la puerta del coche. Lo miré divertida por esa acción y después entré en el coche. Era de color negro por fuera y bastante chulo por dentro. Debía aprender a conducir ya.

Él entró por la otra puerta y me quedé mirando al frente sin decir nada.

—Gracias por venir a por mi. Sé que estabais en una fiesta. Debo haberte estropeado la noche.

—Ni de coña —William resopló y arrancó el coche—. Cuando me has llamado estaba en el portal fumando. Por eso he ido al coche tan rápido. Me estaba aburriendo demasiado.

—¿Y eso? ¿Tan aburrida era la fiesta? Cuando he llamado a Ben no parecía estar pasándolo mal.

William me miró durante un segundo para no perder la concentración en la carretera, pero su expresión era de ceño fruncido.

—¿Has llamado también a Ben? —sonó ofendido.

—He llamado a toda mi lista de contactos en Nueva York —Me encogí de hombros—. Tú eres el único que me ha contestado y que podía recogerme.

William abrió la boca y puso su mano en el pecho de manera dramática. Reí.

—Y yo que me estaba sintiendo especial porque me hubieras pedido a mi que te recogiera.

Reí un poco de nuevo. Aunque sin mucha ganas. Suspiré ahora algo más triste.

—No quería que me vieras en esta situación.

—¿Cómo? ¿Tan sexy?

Lo miré de reojo a la vez que él me miraba de la misma manera y sentí una punzada en el estómago. Una punzada buena. Miré a la carretera apretando los labios con fuerza.

—Tan humillada.

—Cuéntame lo que ha pasado.

Él conducía con las luces puestas y no tardamos en entrar en el centro de la ciudad. Había bastante tráfico porque era sábado y las calles estaban llenas de gente.

Me encantaba Nueva York, en especial por la noche. Era mágico.

Le conté todo lo que había ocurrido. Desde que Effie y sus amigas me habían invitado a la fiesta, los disfraces con Samuel, cómo acabé yendo sola y finalmente todo lo que me habían hecho en la fiesta. Me aseguré de contar también el puñetazo que le había dado en la cara a Effie.

William se quedó en silencio mirando al semáforo en rojo que teníamos a nuestro lado. Miré sus manos y vi que apretaban el volante con tanta fuerza que algunas venas se le marcaron. Miré su rostro y vi que también estaba tenso, no mucho, pero se notaba.

—¿Will? ¿Vas... a decir algo?

William me miró muy serio.

—Vamos a volver. —dijo decidido.

—No —negué con la cabeza rápidamente—. Por favor, no.

—¡Tienen tu dinero, Brenda!

—¡Ya no hay nada que hacer! Le he pegado. Ya está.

—¡El chico que te estaba tocando, el que te ha tocado el culo, el que te ha robado el dinero! No está, Brenda. Tengo que ir a esa casa.

Velozmente puse mi mano sobre su hombro.

—Will.

Sorprendido porque le hubiese puesto la mano sobre el hombro, William se giró para mirarme y su expresión se adulzó.

—Por favor —negué con la cabeza de nuevo—. No quiero volver allí. Sólo... quiero tranquilidad ahora mismo.

William asintió lentamente y después pasó su lengua por los labios. Me quedé mirándolo hasta que vi que ya estaba más tranquilo. Lo último que quería era verle la cara a todas esas personas.

Tenía que buscar otro tema de conversación hasta llegar a nuestro edificio.

—Y... ¿qué tal el trabajo?

William se dio cuenta de lo que intentaba hacer, así que sonrió un poco y miró a la carretera. Yo, en mi mente, no podía parar de pensar en lo atractivo que se veía conduciendo.

Me quité las ridículas orejas de conejita y las dejé en los asientos traseros. Ahora sólo estaba con el traje y las medias. Los zapatos y mi chaqueta estaban en casa de Effie. Dejé mi móvil y mi cartera —ahora sin dinero— detrás también.

—El trabajo bien —respondió él—. Es... interesante. Ya te lo dijo Ben.

—La verdad es que me da mucha curiosidad ver a qué os dedicáis.

—Es para dar curiosidad. Deberías venir un día. ¿No te pasó Ben la dirección?

—Uh... sí —Reí nerviosamente—. Supongo que un día me pasaré.

William rió. Ese trabajo suyo parecía hacerle mucha gracia.

—Deberías.

Miré la calle y vi que estábamos llegando a nuestra calle, pero cuando pensé que iba a girar, cambió hacia otra calle. Fruncí el ceño.

—Por aquí no se ve a nuestro edificio. —recalqué.

—Lo sé —William me miró—. Pero quiero enseñarte algo, sólo si tú quieres, claro.

La verdad era que ya no tenía nada que perder. Y tampoco tenía que hacer nada en casa salvo lamentarme por la poca suerte que me había tocado vivir.

—Pero te perderás la fiesta. —dije.

William puso los ojos en blanco.

—Como si eso me importara.

—Pensaba que eras fiestero.

—Lo soy —se encogió de hombros—. Al menos hace poco lo era. Últimamente me aburro bastante en nuestras fiestas.

—¿Por qué crees que es eso?

William me miró a los ojos con una expresión que no supe descifrar pero que me puso demasiado nerviosa. Miré a otro lado carraspeando la garganta.

—Tengo mis sospechas sobre qué puede ser—respondió. Pero no me dijo cuáles eran.

Seguimos el camino y William encendió la radio. Sonaba una canción no muy conocida pero que a mi me gustaba mucho y ambos comenzamos a cantarla. Al principio sólo la tarareábamos, pero en seguida sentimos más seguridad y confianza y acabamos cantándola a pleno pulmón.

Era The Wedding List de Kate Bush.

Cuando terminó la canción lo miré con una ceja enarcada.

—¿Conoces esta canción?

—¿No acabo de cantar la letra entera?

Reí echando hacia atrás la cabeza.

—Nunca he conocido a nadie que la conociese.

—Kate Bush es bastante famosa, Brenda. Sobretodo en Inglaterra. Y, no sé si te habrás dado cuenta, pero soy de allí.

—Oh, ¿en serio? —Respondí sarcásticamente—. ¡No me había dado cuenta! No es como si tuvieses un acento cerradísimo.

William rió de manera adorable al escuchar eso. Me encantaban los hoyuelos que se le formaban a ambos lados de las comisuras de su boca.

¿Pero qué estaba pensando? Por Dios. Que alguien me matara.

Llegamos a un rascacielos que imponía muchísimo. Salimos de allí y enseguida noté el frío en todo mi cuerpo. Además de que la gente me miraba raro —no todos, pues en Nueva York se esta acostumbrado a que no te miren raro por la calle por muy tonta que te veas— así que rápidamente me sentí muy pequeña.

Noté que algo se posaba sobre mis hombros. Me giré y vi que William me acababa de poner su chaqueta encima. A mi me llegaba hasta el comienzo del muslo, así que algo era algo.

—Gracias —le sonreí.

Él simplemente me tendió su mano y yo la acepté. Así que los dos entrelazamos nuestros dedos haciéndome sentir en las nubes y anduvimos hasta el interior del rascacielos.

Era bastante moderno pero no había mucha gente.

—¿Qué es este sitio? —Pregunté.

—Es un edificio donde vive gente, pero también hay oficinas de empresas en algunas plantas. Y un restaurante —Me explicó llamando al botón del ascensor sin soltar mi mano—. Yo trabajé de camarero en ese restaurante al comienzo de mi carrera en la universidad.

—¿Y vamos allí a cenar? —Pregunté asustada entrando en el ascensor cuando las puertas se abrieron—. No creo que pueda entrar a un lugar así de esta manera.

William negó con la cabeza.

—No. Te quiero enseñar otra cosa que creo que te gustará más.

Sonreí con el ceño fruncido, sin comprender nada, pero sin querer negarme a nada de lo que él me propusiera.

William le dio al botón más alto. Al ático.

—¿Vamos arriba del todo? —Abrí mucho los ojos—. ¿Tienes un ático en este pedazo de rascacielos?

William negó con la cabeza riendo por lo bajo.

—Ya verás.

Así que, aún agarrando su mano —intentando no sudar—, esperé para ver. Tardó bastante porque había muchos pisos y gente que fue subiendo junto a nosotros y que después se quedaban en otro piso. Cuando nos quedábamos a solas, nos quedábamos en silencio y la tensión se podía palpar en el aire.

Y al final llegamos al ático.

Las puertas se abrieron y salimos aquel piso. Había un par de apartamentos y después unas escaleras que daban a otra puerta gris. William me hizo subir por esas escaleras y abrió la puerta.

Soltó mi mano y me indicó que anduviera hacia allí. Hundí las cejas y comencé a subir para llegar a lo que había detrás de la puerta: un rooftop.

Me quedé maravillada por bastantes cosas.

En especial porque aquel lugar era tan alto al aire libre que te hacía sentir muy pequeña. Se veían los edificios y las luces de Nueva York a la perfección.

Suspiré asombrada, sin parar de mirar a todos lados.

El aire llegaba hasta allí perfectamente al estar tan alto. Si alguien tenía miedo a las alturas y estaba allí se habría quedado paralizado del terror, porque literalmente creía que podría ver todo Nueva York desde allí.

Era precioso.

—Wow —emití.

William se puso a mi lado asintiendo y sonriendo al ver mi reacción positiva.

—Esto... esto es precioso —dije acercándome a la barandilla y apoyándome en ella—. Nunca vería algo así en Oregon. —lo miré riendo—. Lo máximo que podías ver era el mar y nubes grises casi siempre.

—Eso no suena tan mal —se encogió de hombros llegando a la barandilla juntando su brazo al mío—. Yo vengo del condado de Gloucestershire. También soy de un pueblo y allí todo es campo.

—Inglaterra debe ser increíble.

—¿Nunca has ido?

Negué con la cabeza. En realidad nunca había salido del continente. Había viajado sólo a México, Canadá y Argentina.

—Me gustaría ir a Europa algún día —le expliqué con expresión soñadora—. Primero iría a Italia para ver Roma, luego iría a España para visitar su playa y saldría de fiesta en Andalucía. Y después iría a Inglaterra.

—¿Y qué verías en Inglaterra?

—Londres —dije sonriente—. Me llama muchísimo la atención. Aunque... también podría ir a Gloucestershire. ¿No crees?

William rió al escuchar eso. Pero después asintió. Aunque yo bromeaba, claro.

—A Sheepscombe, más exactamente —dijo él.

—¿Vive allí toda tu familia?

Él asintió.

—Allí viven mis padres y mis hermanos.

—¿Cuántos tienes?

—Dos —miró al frente y contempló las vistas—. Yo soy el mayor. La mediana es Daisy y el pequeño es Ben.

—¿Ben? ¿Como tu amigo? —él asintió—. Oh. ¿Y tus padres cómo se llaman?

William me miró divertido al ver que yo hacía tantas preguntas.

—Menudo interrogatorio —bromeó. Yo me ruboricé levemente—. Mi madre se llama Juliette (aunque le llamamos Julie) y mi padre es Peter.

Yo me quedé mirando a las personas de abajo. Desde esa perspectiva parecían como hormigas. Todo parecía pequeño desde allí. Era impresionante.

—¿Y tus padres cómo se llaman? —Me preguntó interesado.

Tragué saliva sin mirarlo. Me quedé mirando un puesto de perritos calientes en la acera de abajo.

—Mi padre se llama Benedict, y... mi madre se llamaba Ophelia.

—¿Se llamaba? —Preguntó con un tono más bajo—. ¿Murió?

Asentí mientras apretaba con fuerza los labios.

—Murió cuando yo tenía cinco años.

—Vaya... Brenda, lo siento mucho —Puso su mano en mi hombro y lo apretó para darme apoyo. Lo miré. Él tenía una expresión de preocupación—. Eso debe ser muy duro.

—La verdad es que lo llevo peor por la situación en casa —ya que me había puesto a hablar contaría todo lo que se me ocurriera. No solía contarle mi vida a todo el mundo pero William me transmitía confianza.

—¿Por qué?

—Porque mi padre tiene una pareja que no soporto. Se llama Frederica y es la mayor arpía que he conocido. Sin contar a Effie, claro.

—Effie merece que le atropelle un camión.

No pude evitar reír un poco al escuchar eso, y William sonrió.

—El caso es que... —suspiré— Frederica ha tenido un hijo con mi padre.

—Hala —dijo sorprendido.

—Sí. Yo dejé Derecho y me han mandado aquí para empezar una carrera nueva y para que yo no sea un problema en casa. No encajo en su nueva familia perfecta.

William me miró con el ceño fruncido.

—Estoy seguro de que no es así. Me cuesta pensar en que alguien te vea como un problema.

—Will —le miré sonriendo—, me acabas de recoger de una fiesta en mitad de la noche vestida de conejita.

—Sigo sin ver el problema.

Reímos a la vez.

—¿Pero no quieres ver a tu hermano? —Me dijo ahora.

—Lo he pensado bastante... Pero no me animo a ir y ser buena con el bebé sabiendo que la madre es ella.

—Pero el padre es también el tuyo. Y ese bebé no tiene la culpa de las acciones de su madre.

Lo miré pensativa. No podía negar lo que decía. Tenía bastante razón.

—Puede que tengas razón —murmuré—. Es sólo que... —de alguna manera los ojos se me aguaron—. Joder, no quiero llorar otra vez.

Suspiré frustrada y pasé mis manos por mi cara intentando evitar que las lágrimas cayesen. Patética.

—Eh, eh —William anduvo hasta a mi con rapidez y agarró mis manos obligándome a mirarle. No las soltó cuando habló—. Llora todo lo que necesites.

Y entonces me abrazó. Me abrazó fuerte acerándome a él.

Yo envolví mis brazos alrededor de él y me permití que algunas lágrimas cayeran. Al menos lloré en silencio. Pero lo necesitaba.

—Siento... siento que nunca seré suficiente para mi padre —admití finalmente lo que llevaba mucho pensando—. Que nunca me querrá como quiero, no lo suficiente.

William comenzó a acariciar mi cabello mientras yo apoyaba mi frente en su pecho. Me resultaba extraño estar así con él, pero lo cierto era que me sentía segura.

—No te atormentes. No por cosas que tú no puedes controlar.

—Haga lo que haga está mal siempre. Siempre preferirá a otras personas antes que a mi.

Ya no podía parar de decir todo lo que sentía. Ahora tenía una necesidad urgente de soltar todo lo que me carcomía por dentro.

—No quiero hacerme la víctima, de veras —sollocé un poco—. Pero es que nunca seré la primera opción en ningún ámbito de mi vida. La gente siempre me decepciona, como esta noche. Nadie me elige de verdad.

William dejó de acariciar mi cabello y se separó un poco de mi sin soltarme. Lo miré a los ojos, aunque yo debía tenerlos rojos de llorar, y él agarró mi rostro con sus manos.

—Eso no es así.

Reí sin gracia haciendo una mueca.

—Sí, claro.

—Es en serio —me dijo muy serio—. Yo te elegiría a ti.

Entonces lo miré a los ojos fijamente mientras sentía que mi piel se ponía de gallina. Fue como una corriente por todo mi cuerpo y tuve que obligarme a calmar mi respiración.

Pasé mi mirada de sus ojos a sus labios. Eran gruesos y llamaban la atención. Además de que tenían un color algo rosado natural.

Él también miró mis labios y me di cuenta de que lentamente se estaba acercando a mi rostro. De repente la tensión en el ambiente aumentó y todas las alarmas en mi cabeza me gritaban que estaba a punto de suceder algo fuerte.

Pero, por primera vez en mi vida, no tenía miedo. Estaba nerviosa pero no me sentía incómoda.

Así que me dejé llevar.

William, agarrando mi rostro, acercó sus labios a los míos y los fundió en un beso. Era un beso dulce y lento que poco a poco aumentó en intensidad.

Subí mis manos hasta su pecho y lo acaricié mientras seguía besándolo. Estaba besando a William.

Y se sentía increíble.

Cuando nos separamos después del mejor beso que me habían dado jamás, nos miramos bastante sorprendidos.

—Llevaba queriendo hacer esto desde hace muchos días.

Sonreí con mis manos aún en su pecho, y él aún con las suyas en mi mandíbula.

—Yo también.

—¿En serio? —asentí—. Entonces será mejor repetirlo.

Y así me besó de nuevo. Era una sensación demasiado perfecta. Así consiguió hacerme olvidar todo lo que me preocupaba y me dejó en una bonita calma en la zona más alta de un rascacielos de Nueva York durante la madrugada.

─── ── ── ───

AHHHHHH. Amo y lo he escrito yo.

Que monos tío. Lloremos :')

¿Qué os ha parecido este capítulo?

Personalmente me ha encantado que hablen de sus vidas, la verdad es que (adelanto) vais a leer bastante sobre sus familias. Porque (¿spoiler?) habrá un viaje a Inglaterra. Je, je, ya lo he dicho.

Así que... ¿preparad@s para el siguiente capítulo?

COMENTAD EH, no quiero lectores fantasma.

Os quiero <3

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