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Jimin mantenía los ojos cerrados mientras sentía los besos en su cuello, había terminado con Agust en su habitación besándose y quitándole parte del uniforme. Agust le desabrochó la camisa para bajar sus besos a su pecho y luego al abdomen del chico.

—Agust. —soltó un suspiro.

—Jimin yo no quiero aprovecharme de esta situación. —le dijo.

—No lo haces. —negó. —Yo no soy experto. —desvío la mirada. —Soy virgen.

Agust no sabía como sentirse en ese momento, si Jimin era virgen él podría ser el primero obviamente y eso era algo que le había gustado mucho. Jimin miraba como el pálido estaba sumergido en sus pensamientos, por lo cual le acarició el brazo y sonrió.

—Sé que llevamos muy poco tiempo. —hablo. —pero realmente me gustas y aunque tenga algo de miedo quiero hacerlo contigo, sé que tú serás cuidadoso conmigo.

—Haré que tu primera vez sea especial. —le dijo Agust.

Jimin sonrió y se volvió a besar con el pálido, Agust se fue quitando la ropa al igual que Jimin con la faltante. Agust besaba cada parte del cuerpo de Jimin, este mantenía los ojos cerrados mientras soltaba algunos gemidos de placer.

—Voy a prepararte con mis dedos. —mencionó Agust y Jimin lo vio.

—Tú eres el experto. —sonrió avergonzado.

Agust asintió y llevó sus dedos a la boca de Jimin y le dijo que los chupara, este lo hizo sin apartar su mirada de Agust, el cual al ver la inocencia en los ojos de Jimin lo estaba poniendo más duro de lo que ya estaba. Cuando los sintió listo los sacó de la boca de Jimin y los llevó a su entrada donde la acarició de manera lenta para luego introducir un dedo escuchando un quejido por parte de Jimin.

—Eso duele. —hablo.

—Tranquilo. —dijo mientras movía su dedo despacio. —debo prepararte bien para no lastimarte cuando entre realmente en ti.

—Está bien Agust. —suspiro confío en ti.

Cuando lo sintió dilatado sacó su dedo y luego fue entrando en Jimin soltando un fuerte gemido al sentirlo muy apretado.

—Duele. —se quejó Jimin. —En verdad duele mucho.

—Ya casi va a pasar el dolor. —le dijo.

Jimin asintió y mantenía los ojos cerrados y al sentirlo ya dentro de él abrió sus ojos dejando salir sus lágrimas, las cuales fueron limpiadas por el pálido.

—¿Ahora qué? —le pregunto.

—Debemos de esperar a que el dolor baje y te acostumbres a mí. —le dijo

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