Mirando Desde La Distancia (Traducción)

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Desde su creación, Doxa había sido fascinada por el mundo en el que habitaba, y en el que nació para proteger. Desde las Secuoyas más altas, cortando las nubes en el cielo, hasta las margaritas más diminutas, creciendo entre el pasto verde y las piedras, la belleza de la madre naturaleza era impresionante. Cada superficie mohosa, cada pedazo de tierra áspera, cada hoja y hondo colorido, tenía su debido lugar e importancia. Nada era muy alto o pequeño; muy fuerte o débil; todo encajaba a la perfección en el lugar donde yacían o crecían. Hasta los animales, con sus cadenas alimenticias y dinámicas de poder, sabían lo que debían tomar y lo que debían dejar, sobreviviendo apenas con lo que necesitaban, no con lo que querían.

El encanto innato, la elegancia y la complejidad de cada partícula de polvo y montaña era admirable, y sagrada. Si tan solo los mortales pudieran aprender una cosa u otra de la naturaleza. Tal vez no perderían su tiempo buscando por el significado de su vida y por la paz, a través de palabras, rituales y tradiciones sin sentido.

Ella había vivido con esas criaturas llamadas "humanos" por suficiente tiempo. Había estado ahí antes y después de su creación. Había visto lo mejor que podían ofrecer al mundo y lo peor.

Algunas de sus tradiciones eran preciosas. Otras, deplorables. Pero luego de observar tantas generaciones de hombres, mujeres y otros individuos desde la lejanía, había llegado a una conclusión sobre esta gente; todas las respuestas que buscaban, ya estaban a su frente, y ellos no tenían ni la menor idea de que existían.

Las voces de los Dioses que rogaban por escuchar, hablaba más alto en el silecio de las planicies. El significado de la vidad estaba en vivirla, y eso era todo. El infierno era un bosque en llamas. El cielo, la paz que reinaba entre los árboles. El perdón y la madurez era hallado en las semillas de una fruta que cayó de su rama, y esparció sus raíces en el suelo, para luego alzarse a las alturas con fuerza y valor. La amabilidad y la gracia eran encontradas en un perro salvando a un ciervo de un río gélido. La fe era hallada en los osos que hibernaban durante el invierno y esperaban con paciencia la llegada de la primavera.

La naturaleza contenía todas las respuestas. No había necesidad alguna de discutir o de destruirla.

Pero los humanos no estaban de acuerdo. Ellos leían y escribían sobre la empatía, no obstante, engañaban a los de su propia especie, acababan con los recursos que los mantenían vivos. Rompían, arruinaban, mataban y avasallaban, con todo y con todos.

Y mientras sus imperios, civilizaciones, creencias y tecnologías evolucionaban y crecían, también lo hacía su avaricia y hambre de poder. Ya no respetaban a las creaciones de los dioses y, por lo tanto, habían perdido el respeto por los dioses en sí. Estos se convirtieron en mitos, leyendas, en sombras del pasado.

El Hibris los llevó al exilio. El mundo que Doxa conocía como brillante y hermoso, se convirtió en un lugar de guerras interminables, hambrunas, enfermedades y dolor. Los vientos cambiaron de dirección, el hielo se derritió y se juntó al océano, el abrigo blanco de las montañas y el velo verde de los cerros fueron quemados hasta que la piedra estuviera desnuda y desprovista de cualquier dignidad. Ellos le habían robado todo a Gaia.

Considerando todo esto, la ninfa no podía evitar sentir apenas odio por los humanos. Estos mortales que creían ser superiores a las células en sus cuerpos, al cielo sobre sus cabezas, al planeta que les permitía vivir.

Y ella tenía muchos enemigos. Turistas que sabían de la existencia de los basureros y decidían envenenar al suelo en vez de usarlos. Políticos que se negaban en promulgar leyes que protegieran la tierra que ellos deberían cuidar. Hombres de negocios que priorizaban el dinero sobre la moral, el oro dorado sobre el verde de las plantas, y asesinaban a un billón de organismos con una sonrisa malvada en sus rostros.

Y claro, a los cazadores. No aquellos que mataban para comer y sobrevivir, pero aquellos que mataban para probar su dominancia sobre el mundo; para probar su fuerza y su coraje, sin una necesidad clara de hacerlo. Ellos eran los hijos de perra más grandes de la humanidad, en su humilde opinión. Ellos dejaban a cachorros sin sus madres, a los ríos sin sus peces. Los gritos de sus rifles callaban a las hermosas canciones de los pájaros arriba.

Doxa despreciaba por completo a estos imbéciles de mayor grado. Y todas las veces que podía empujarlos fuera de su territorio - un enorme, precioso bosque que cubría los pies de una montaña llamada "White Peak" o "Punta Blanca"- ella lo hacía. Los tiraba al río, los hacía resbalarse en piedras, les enviaba zorros y lobos a su dirección mientras ellos no estaban mirando; sus métodos variaban. Y una vez los celulares y las cameras se hicieron comunes, ella manipulaba la energía de dichos objetos para convencer a los mortales de que estaban siendo "penados" por "espíritus perdidos". Ella se divertía tanto viéndolos correr por sus vidas, que las otras ninfas del área comenzaron a hacerlo lo mismo. Pronto, esto de convirtió en una actividad grupal.

Ellas sabían que algunos humanos eran muy fieles a sus creencias personales y, por alguna razón, se sentían intimidados por las fuerzas de la naturaleza. Sabían que muchos de ellos le tenían un miedo absurdo a las brujas y a la magia. Así que ellas usaron este temor a su favor. Comenzaron a bailar en círculos en las forestas, a manipular a los elementos para asustarlos, y se reían hasta que sus mejillas les doliera ante sus exageradas y variadas reacciones.

Más de uno les había intentado disparar, sin saber que ellas eran personificaciones de la naturaleza; protectoras de la tierra. Una simple bala nos las podía matar, así como sus lanzas, espadas, flechas o cualquier objeto material. Cualquier persona que haya dicho lo contrario, mentía. La única manera en la que una ninfa moría, era al ver destruida su territorio nativo. Al arruinar su tierra de nacimiento, uno también la podía arruinar a ella; ambos eran hechos de la misma energía y estaban conectadas por la misma. Por las ninfas se importaban tanto por su ecosistema; literalmente no podían vivir sin él.

Todo esto dicho, es comprensible porque hasta los mortales más respetuosos dejaban nerviosa a Daxa; eran una amenaza hasta cuando no.

Por ello, cuando ella vio por primera vez a un muchacho gordinflón, de cabello dorado, caminando sobre las piedras que abrazaban al río Azurite, su reacción no fue distinta a la que tenía al ver a cualquier otro humano. Frunció el ceño, afiló su mirada y se acercó al forastero, lista para un ataque sorpresa.

En sus manos, él sostenía un largo y oscuro objeto que ella no logró identificar de primera. Daxa pensó que era un arma, a juzgar por su tamaño, pero se había equivocado; lo que el hombre en realidad sostenía era una camera con unos lentes de zoom bastante gruesos, que usaba para sacarle fotos a paisajes y animales salvajes.

Usando las ramas de los árboles cercanos, ella empujó al fotógrafo al agua y agarró el dispositivo de sus manos. El rubio de cayó con un gritito de terror, sacudiendo sus brazos como si se estuviera esforzando en agarrarse al aire.

Las corrientes no eran muy fuertes, así que él fue capaz de levantarse sin problemas - para la molestia de la ninfa-. Pero, en vez de reclamar por su "accidente", el hombre hizo algo que ninguna otra persona había hecho antes; se rio de su supuesta torpeza e intentó salir del río con una sonrisa en su rostro; agradeciéndole a uno de los árboles por haberle "salvado la camara". Luego, quitó la correa de la rama que sostenía al dispositivo y siguió carcajeando de buen humor mientras se alejaba de ahí.

Confundida por su felicidad y aire casual, ella lo siguió mientras regresaba a su acampamento. Él se cambió de ropa y ella observó su curpo desde la distancia. No era muy distinto en tamaño y forma a cualquier otro hombre que había visto antes. Pero su actitud y personalidad definitivamente sobresalían de los demás. Una vez seco y vestido con nuevas ropas, él agarró su camera otra vez y comenzó a caminar hacia el camino principal del parque. Suspiró al ver el tamaño de los árboles, les sacó fotos a los pájaros, admiró a los hongos, a las nubes, a los rayos de luz cortando por las hojas. No destruyó nada, le robó a la naturaleza algo que no necesitaba. Simplemente registró sus alrededores, le sonrió a los escenarios que vio y le agradeció a los dioses por ellos al ser respetuoso ante sus creaciones.

Por la primera vez en la historia, Daxa sintió algo más que irritación hacia un mortal. Por primera vez, a ella le comenzó a gustar un humano. Así que decidió ayudarlo mientras exploraba el bosque. Habló con las aves y les pidió que posaran para sus lentes. Conversó con los lobos y los convenció a dejarlo a solas. Hasta aplazó la lluvia, para que él pudiera capturar a los dedos de miel del sol, acariciando al follaje en las alturas. Y su sonrisa creció al verlo bajar su camera, para absorber la belleza a su alrededor y la paz presente en el aire.

Los días se pasaron y casi sin notarlo, ella se enamoró del hombre. Él recogió a un polluelo del suelo y lo regresó a su nido. Limpió la basura y la suciedad dejada atrás por un grupo de campistas ignorantes. Dejó que una chinita se subiera a su dedo, caminara por su mano, y la soltó en el pasto. Lanzó un pez volador de vuelta al río. Hizo cosas que la gran mayoría de los humanos no se atrevían a hacer. Le enseñó que no todos ellos eran malos; que aún existía un poco de bondad en el mundo.

Y ella sabía que pronto, él dejaría su tierra y volvería la grisácea ciudad dónde vivía. Sabía que su presencia no duraría para siemple; él tenía una vida a la que atender, en algún otro lado. Entonces, antes de que se marchara de una vez por todas, ella le trajo un regalo final por su buen comportamiento; una Cornucopia, hecha por sus propias manos, llenas de frutas y vegetales. La dejó al lado de su bolsa de equipamento mientras él dormía, en plena madrugada. Y al fin ella aprendió su nombre, el cuál estaba escrito en una etiqueta unida a la correa de su camera.

"Dave Wissen... Fotógrafo de naturaleza."

Ella recordaría ese nombre. Ella recordaría esa cara. Y la próxima vez que él regresara - porque tenía un instinto de que lo haría, en algún momento-, ella estaría sonriéndole detrás de unos arbustos y árboles, mirándolo desde la distancia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro