Chapter 8 [🦋]

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Maratón 3/3

Alexandra;

Mis manos estaban amarradas a la cabecera de la cama mientras removía mi cuerpo desnudo con fuerza, tratando inútilmente de soltarme. Mi cuerpo solo estaba cubierto por la diminuta tela de las bragas y él; él no hacía más que ver y disfrutar la expresión de pánico en mi rostro con una sonrisa llena de maldad en sus labios, confirmándome una vez más lo que ya intuía.

Él no tendría piedad de mi.

Y yo, nunca debí confiar en alguien así.

Comenzó a acercarse a pasos sigilosos hacia el borde de la cama, aumentando más el miedo en mi interior, y me paralicé cuando sus dedos comenzaron a acariciar mis piernas desnudas.

—N-no... no me toques... —musité cuando sus manos llegaron a tocar mi coño por encima de mis bragas, mientras me removía, tratando de alejarme de su toque— ¡Suéltame, no!

Su fuerte carcajada hizo eco por toda la habitación, haciéndome temblar de terror.

—Ay gatita —sentí repulsión al escuchar ese mote, obviamente ya no causaba ese efecto cariñoso como la primera vez que lo vi, ahora solo me proporcionaba asco. Mis sentidos se pusieron en alerta cuando su cuerpo se posicionó sobre el mío, apresándome entre sus piernas— ¿De verdad piensas que te dejaré ir así tan fácil? No linda, primero lo primero. Voy a enseñarte lo que es un hombre de verdad, vas a ser mía.

Y con esas simples palabras fue suficiente para que el asco mezclado con el miedo que sentía se apoderaran de mi completamente, nublando todo mis sentidos.

—¡Suéltame, maldito enfermo! —forcejeé con más fuerza aún, cuando me hizo sentir la erección que yacía en sus pantalones luego de haberme arrancado las bragas— ¡No me toques!

Fue en vano mis gritos y súplicas, jamás se detuvo. Su mente y cuerpo estaban enfocados en una clara misión; tomarme aunque fuese a la fuerza. No pararía hasta cumplirlo y mi teoría fue confirmada cuando vi como bajaba su bragueta y sacaba su pene, listo para profanarme sin consideración alguna.

—Te va a gustar gatita, lo prometo —habló con esa sonrisa enferma en sus labios.

—¡No, por favor! ¡No!

—No, suéltame... No me toques... ¡No!

Abro mis ojos inmediatamente, despertando de golpe. Doy un respingo en la cama para comenzar a mirar a mi alrededor y confirmar que efectivamente estaba en mi cama y que otra vez había tenido ese mal sueño de mierda.

Hacía un año y medio que no soñaba con nada relacionado a ese día, y ahora los recuerdos se habían convertido en una pesadilla, porque lo que acababa de soñar, no fue más que el día que ese tipo casi me toma a la fuerza.

Paso mis manos por mi cabello desordenado y algo húmedo por la sudoración de mi cuerpo, y es que el susto fue demasiado. A pesar de haber sido una pesadilla, se había sentido muy real. Como si estuviese pasando realmente. Pensé que no volvería a tener ese tipo de pesadillas nuevamente, que nada de eso me afectaría ahora, pero parecía ser que lo que me platicó mi psicóloga en mi última cita con ella era cierto y estaba sucediendo ahora.

Puede ser que ahora sientas que todo está en normalidad y que al estar curada, nada te afectará ya. Pero no será así del todo; en algún momento de tu vida algún hecho o situación te recordará lo sucedido y eso te llevará a enfrentar los recuerdos y traumas de tu mente. Para ese entonces, espero que sepas llevar el control de la situación, tal y como lo hemos platicado, Alexandra. Confío en que así será.

Sus palabras se repetían una tras otra en mi mente. Como si me las estuviese diciendo justo en este momento.

¿Será que ese momento del cual ella hablaba, es este?

¿Me asustaba? Bastante. No me imaginaba enfrentando algo tan fuerte como lo que me sucedió hace dos años. Y tampoco quería que sucediera, mucho menos ahora que había conocido a Jungkook, y que comenzaba a dejar que se acercara a mi. No era justo que me sucedieran estas cosas nuevamente.

Me estiro hacia un costado para tomar mi teléfono que estaba en la mesita de noche, me sorprendo bastante al ver las llamadas perdidas de mi amiga peliplateada y los tantos mensajes en mi barra de notificaciones.

Definitivamente, el chisme es parte de Lalisa Manoban.

No puede vivir sin el.

Decido ignorar por un momento mi teléfono y el hecho de que Lisa debe estar con un tic nervioso solo por estar impaciente de saber como me fue en la cita con Jungkook. Me levanto de la cama con algo de desgano y me encamino hacia el baño para tomar una ducha y comenzar el día de mierda que me esperaba. No todos los días eran vacaciones, ni Jungkook pasaba por ti para llevarte a su casa de la playa, y con esto quiero decir, que debo buscarme otro trabajo y esta vez, uno donde no me vayan a violar a la primera oportunidad que tengan.

Ingreso a la ducha luego de haberme despojado de mi ropa y no pude evitar cerrar mis ojos al sentir la calidez del agua recorrer mi cuerpo, relajándome por completo. Por inercia y como cada vez que ingresaba a ducharme, me hago presa de mis propios pensamientos, mientras que mi mente viaja a ese momento de anoche cuando Jungkook estuvo a tan solo medio milímetro y dos segundos de besarme. Estábamos tan cerca, que pude sentir su refrescante aliento a mentas y la forma ronca en que me habló y me confesó que no contendría las ganas de besarme sino me iba a casa, no hizo más que enviar escalofríos placenteros a todo mi cuerpo. Fueron tantos los momentos de tensión entre nosotros durante la cita que no dudaba que en cualquier momento pasara una locura entre nosotros. El deseo era evidente entre nuestras miradas, pero a pesar de eso y de que yo también me moría porque Jungkook cumpliera cada una de las fantasías que se habían formado en mi mente desde la noche que lo conocí, no me atrevía, tenía miedo de dejarme llevar demasiado rápido y terminar jodida como la última vez.

Decido terminar con mi relajante momento de ducha, y luego de haberme secado y envuelto en una toalla, comienzo a caminar hacia mi armario para escoger mi atuendo de hoy. Tomo el nudo de mi toalla para deshacerme de él, pero justo cuando estaba por desnudarme de nuevo una muy fuerte sensación me ataca, deteniendo mi acción. Quería creer que la mala sensación que me estaba invadiendo era producto de mi paranoia, pero era tan fuerte ese sentimiento de estar siendo observada, que no dudé por un segundo más el ir a asomarme en la ventana. Miré a ambos lados de forma rápida, pero no encontré nada ni a nadie, solo una única y solitaria persona que caminaba tranquilamente por el frente de mi casa.

Ves, Alexandra.

No sucede nada, solo es tu paranoia.

Sí, definitivamente me estaba volviendo cada vez más loca.

Agito mi cabeza, mandando a volar todos esos pensamientos y me dedico esta vez a vestirme. En esta ocasión, opto por una blusa blanca sin tirantes y un short mezclilla color azul de tiro alto, con un par de tenis color negro. Obviamente iría a buscar a trabajo y el outfit que había escogido era bastante práctico para eso y para el calor horrible que hacía. Cartagena era una ciudad calurosa y desde estas horas ya el sol hacía de las suyas. Termino ajustar la agujeta de mis tenis y cuando estoy por sentarme a arreglarme mi cabello, el teléfono suena sobre la mesita, haciendo eco.

Ruedo los ojos cuando veo de quien se trata e inhalo profundamente, preparándome mentalmente para todo lo que se vendrá cuando responda la llamada.

Y no exagero, si mi amiga se lo propone es capaz de tenerme pegada al teléfono más de una hora. Y si a eso le sumamos que me regresé a mi casa sin avisarle, es mucho lo que me va a reclamar.

—¿Cómo está la plateada más bonita que existe? —respondo con tono suave e inocente, tratando de calmar la situación que ni siquiera ha comenzado.

No te atrevas a manipularme Alexandra Stone, es que ni siquiera lo intentes —me responde con un tono evidentemente molesto.

Okay, hablarle en ese tono fue una mala idea. Es evidente que eso no iba a funcionar en este momento.

—Vale, está bien. Ya sé que debí avisarte que me quedaría en casa–

Y que debías contarme lo que sucedió ayer —añade, interrumpiendo mi oración.

—También —afirmo— Pero en mi defensa, sabía que te enfadarías si te decía que volvería a mi casa.

Y lo confirmaba con cada segundo que pasaba y la plateada resoplaba al otro lado de la línea. Tenía que pensar bien mis próximas palabras o explotaría del enojo y sé que era con razón porque no debería haber vuelto aquí después de que mi madre se desquitó su último ataque de ira conmigo.

Sabes perfectamente que no debiste ir ahí —me dice, siseando— Y mucho menos sin avisarme, ¡¿tienes alguna puta idea de la noche que pasé sin saber de ti?! ¡Ni siquiera respondiste el teléfono!

Ven, se los dije.

Separo el teléfono de mi oreja levemente ante el semejante grito que da y respiro antes de comenzar a buscar la vía de que se calme.

—Vale, vale, lo siento —pido, sabiendo que es lo que necesito para amortiguar un poco la rabia que debía de haber estar sintiendo la plateada en este momento— Lo lamento, por no avisarte antes. El día fue algo raro y la noche... e-en fin, sólo tenía deseos de llegar a mi cama y no levantarme más.

Omito el detalle de que Jungkook estuvo a nada de besarme. Eso sería un escándalo para la Manoban y no me apetecía ser molestada tan temprano por mi mejor amiga.

Sí, lo puedo entender —afirma— Imagino que te hayas querido dormir temprano para evitar y olvidar el hecho de que le quisiste comer la boca a Jungkook y no pudiste, ¿me equivoco?

Abro y cierro la boca anonadada ante su respuesta. 

¿Cómo mierda ella sabía eso?

¿Me había visto por cámara de seguridad o que? Cada día me impresionaba más el poder que tenía Lisa sobre mis pensamientos.

Era increíble.

Parece que te has quedado muda Lexa, ¿te encuentras bien cariño? —no la estaba viendo, pero podía sentir muy bien la burla y la malicia en su tono de voz.

—Eso es... ¡Arg, no sabes cuanto odio que me conozcas tan bien! —reprocho, escucho como se ríe— ¡Eres mala Lalisa, te estás vengando de mi porque no te llamé!

—¿Yo? Para nada cariño —escucho su risa traviesa— Pero admítelo, lo querías besar, ¿cierto?

Mis mejillas se tornan de un rojo intenso en segundos, y agradezco mucho que la plateada no esté viendo la vergüenza en mi rostro.

—B-bueno, yo... ¡Mierda! —grito de repente, cortando mi oración de momento.

Me paro rápidamente cuando escucho el estruendo a unos metros de donde estoy.

¿Qué mierdas había sido eso?

Solo había dos opciones para esa incógnita, ¿o se había metido alguien o se trataba de mi madre? Viendo el hecho de que vivíamos solo nosotras dos aquí, pues no dudo que se trate de la segunda opción.

¿Alexandra? ¿Qué sucede?

—Lisa, yo... te llamo luego.

Pero–

Ni siquiera le doy tiempo a responder, solo cuelgo y tiro el teléfono que se yo a dónde y comienzo a correr hacia donde proviene el ruido, llegando a la misma habitación de mi madre. Entro de forma algo sigilosa y abro mis ojos un tanto en sorpresa al ver a mi madre tirada en el suelo con varios vidrios a su alrededor.

Pero como dije, solo fue un tanto la sorpresa.

A este paso ya no debería de sorprenderme nada que venga de ella y menos cuando está en ese estado de embriaguez. Respiro pesadamente antes de acercarme a ella y tomar su brazo para ayudarla a levantar.

—Debes tener más cuidado, madre —pido cuando logro que se mantenga en pie.

Y como si fuera algo automático, al oír mi voz se recompone de una manera increíble y me lanza una mirada de odio, como siempre.

—¿En dónde estuviste? —inquiere en tono de reproche y arrastrando las palabras, gracias a lo tomada que estaba— ¡Habla, mierda!

Su tono seco y amenazante logra sobresaltarme.

—Y-yo... —carraspeo, tratando de no hablar temblorosa— E-estaba trabajando.

Su risa fría y sin ningún tipo de sentimiento me hace helar la piel, haciendo que mi cuerpo tiemble de miedo. Cuando ella se dirige a mi en ese tono es porque nada bueno va a suceder. Un grito ahogado sale de mis labios cuando sus manos se empuñan en mi cabello con violencia, acercando mi rostro al de ella.

—¿Trabajando de qué? —inquiere, gimo del dolor cuando aprieta más si agarre— ¿De zorra? ¿Crees que no vi como andabas de ofrecida con ese hombre? Eres una puta fácil nada más.

Sus palabras me hicieron doler el pecho profundamente. He soportado todo sus maltratos desde que tengo uso de razón; sus golpes, sus insultos, todo.

Pero, ¿cómo mierdas una madre podía llamar puta a su hija?

Esto ya era demasiado y yo también tenía un límite.

—Suéltame... —musité, colocando mis manos sobre las suyas.

—Te las estás dando de puta, en vez de trabajar y hacerte cargo de mi que soy tu madre —gruñe con molestia.

No se de donde había sacado tanta fuerza, pero ya no podía soportar más tanto maltrato.

—¡Ya no más, mamá! —grito luego de haberla empujado, su mirada destilaba puro odio— ¡Estoy harta de toda ésta mierda, de ti!

Después de tantos años soportando abusos, ese momento en donde debía enfrentar a mi madre había llegado, justo como lo había dicho Lisa. Realmente dolía como el demonio hacer esto, pero ya no lo aguantaba, no podía seguir soportando que mi propia madre me explotara de este modo y a su antojo.

Su risa llena de frialdad me atraviesa.

—Te aseguro que el sentimiento es mutuo, cariño —siento como algo se rompe dentro de mi ante sus palabras— Créeme que si no me deshice de ti antes fue por falta de dinero.

La miro desde mi lugar, sintiendo como el dolor por sus palabras se apoderaba de mi, a la vez que un sentimiento que hace años no sentía, remplazaba el poco amor que aún sentía por la mujer que me trajo al mundo; asco. Pero por sobre todas las cosas, sentía rechazo de tener una madre así.

—Eres lo peor que me pudo pasar —digo, reteniendo las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos— ¡Me das asco!

Zas.

El primer golpe que recibía en el día.

Para este momento, la primera lágrima ya estaba cayendo, pero eso no me impedía verla con odio en mis ojos, con asco.

—¿Te crees muy lista, pequeña perra? —inquiere desde su lugar.

—No me vuelvas a tocar —hablo con tono amenazante, luego de haberme incorporado.

Era la primera vez en mis veintiún años de vida que desafiaba de ese modo a mi madre, pero ya ella no se podía considerar más mi progenitora, no luego de todo lo que me ha hecho.

—¿O sino que? —me empuja.

—¡Qué no me toques mierda!

—¡Cállate, puta de mierda!

Volvió a golpear mi rostro con tal fuerza que me lanzó al suelo. Estaba segura de que ya la había hecho llegar a su límite, me estaba golpeando al punto de no darse cuenta de que no estaba midiendo sus impulsos. Sus pies me estaban pateando en el abdomen y otras varias partes del cuerpo con fuerza, dificultándome el respirar y gruño de puro dolor cuando su tacón de aguja se clava en mi vientre.

¡Mierda!

Ya en este punto, llena de golpes y con un dolor agudo en el cuerpo, me sentía débil, aturdida, pero aún seguía clara en que no debía permitir más esto, no quería más maltratos. Miro hacia un costado y el rostro se me ilumina al ver el objeto de madera que yacía a mi lado. Lo más probable es que hubiese caído luego del impacto contra el mueble, y yo no podía estar más agradecida en este momento. Lo tomo en mis manos y no dudo en lanzarlo en dirección a mi madre, quien cae al suelo, quejándose del dolor. Sin perder más la oportunidad, me levanto a como me permite el dolor que siento en el cuerpo y me apresuro a salir de ahí, apretando mi herida en el vientre. Bajo la escalera con sumo cuidado de no caer y cuando llego a abrir la puerta, cierro los ojos al sentir el aire golpear mi rostro. Comienzo a correr con un poco de dificultad por mi herida y sin ningún tipo de orientación, pero todo mi accionar se detiene cuando choco con un cuerpo y unas manos me sujetan de la cintura.

Yo conocía ese perfume tan característico.

—¿Qué te pasó Alexandra? —inquiere con un tono lleno de preocupación— ¡Mírame, Alexandra!

Levanto la mirada y aprieto levemente su camisa cuando veo esos ojos mirarme tan profundamente. Puedo ver angustia en sus orbes.

—J-jungkook... —musito— ¿Q-que haces... aquí?

Me sentía débil, aturdida. Pero más que eso sentía un alivio inmenso al tener a Jungkook aquí. Me sentía a salvo.

—¿Quién te hizo esto, Alexandra? —responde mi pregunta con otra suya, y me quedo algo petrificada al no saber que decirle— Háblame, ¿quién fue?

No podía responder, sólo permanecía ahí, callada y viendo como los orbes del pelinegro escaneaban mi cuerpo golpeado, deteniéndose especialmente en mi herida de la cual salían hilos de sangre. No sabía que hacer y tampoco quería que Jungkook supiera de mis problemas. Me avergonzaba.

Me alertó cuando veo su clara intención de entrar a mi casa. No lo podía permitir, no quería meterlo en más problemas por mi culpa.

—N-no... —hago presión en su pecho con mis manos, deteniéndolo— N-no hagas nada...

Sentí mi cuerpo debilitarse aún más hasta el punto de desplomarse, mientras todo se volvía oscuro a mi alrededor.

—¡Alexandra!

Fue lo último que escuché antes de cerrar los ojos completamente, cayendo en la inconsciencia.

[🦋]

😬

No fue a mi y me ha dolido.

¿Cómo esa vieja se atreve a tanto?😡

¿Alguna teoría para la pesadilla que tuvo Alexandra?

¿Qué creen que pasará ahora?

Perdonen por haber tardado en subir el último capítulo del maratón, pero me sentía demasiado agotada por la universidad y bueno fue ahora que pude terminar el capítulo.

Espero lo disfruten.

Bye💜

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