ГЛАВА ПЕРВАЯ: «МАЛЕНЬКИЕ ЖЕНЩИНЫ».

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

CAPÍTULO UNO: «MUJERCITAS»

"Todos llevamos cargas,  tenemos   un
camino por  recorrer  y  nuestro  anhelo
de hacer el bien  y  alcanzar  la  felicidad
nos guía para superar los contratiempos
y los errores que nos separan de la paz".



La castaña había dejado Wisconsin ya que el estado donde nació no le podía cumplir lo que ella tanto anhelaba ser: una escritora reconocida. Una tan extraordinaria como lo fue Mary Shelley o su favorita, Louisa May Alcott.

Aquella minúscula ciudad quesera donde vivía, Plymouth, no era más que eso... una pequeña ciudad productora de queso. Todo mundo al que Vervain conocía desde su niñez tenía como propósito de vida producir y vender quesos hasta su último día pisando la tierra. Ella, por supuesto, no tenía intenciones de hacer lo mismo, ella definitivamente tenía más que dar de sí. Ella lo sabía, y era lo único que importaba. Aún cuando aquello significaba tener que sacrificar estar con su familia. De los males, definitivamente el menor.

    La noche anterior, mientras sus padres aún dormían, con los ahorros que tenía de trabajar los últimos años para el señor Serrano, un latino dueño de una tienda, quien estaba sufriendo el repentino enlistamiento de su hijo Enrique por la guerra; compró un boleto en la estación, el dinero había hecho lo suficiente para llevarla hasta el tan deseado Nueva York.

    Llevaba meses que había contactado con un hombre que le rentaría una habitación, no era mucho, pero incluso le mencionó que podría usar la cocina si así lo quería.

En aquel particular instante, con sus maletas a un lado de sus pies y su libro sobre su regazo, la chica podía ver la distinta y ajetreada vida de la gran ciudad. No se parecía en lo absoluto a a Winsconsin, pero era agradable y realmente interesante. Era justamente el contraste que esperaba encontrar.

    Vervain al llegar a Nueva York, había tomado otro autobús dentro de la ciudad para ayudarse a transportarse y sus cosas. El autobús llevaba poco más de veinte minutos avanzando, permitiéndole conocer—a través del cristal—, las calles y actividades del lugar. Todo iba bien hasta que el autobús hizo una parada, que provocó que el motor y las llantas chirriaran. Despegó su mirada de la ventana y se fijó en la persona que entraba.

    —Buenos días, Bob—saludó aquel hombre vestido de militar—. ¿Qué tal va el día?—preguntó de pie junto al hombre después de pagar, aún cuando el autobús retomó su camino.

     —A mi hijo acaban de enlistarlo. Tendrá que dejar a su esposa y a mis nietos solos y ahora tendré que preocuparme porque tengan comida mientras él no está y orar porque no muera en batalla—dijo con evidente preocupación el mayor.

    —No va a morir. No dejaría que eso pasara. Mañana estaré de camino a Inglaterra, si está conmigo lo veré allá y velaré por él.

    —Bueno, solo queda esperar a que entre en tu pelotón para que lo cuides como dices. Anda, Barnes. Ve a tomar asiento no puedes estar aquí parado.

    El hombre saludó a los demás pasajeros con un asentimiento de cabeza y una sonrisa—inclinando el visera a juego con su uniforme con ayuda de su mano derecha—, antes de tomar asiento paralelamente a donde ella estaba sentada. El desconocido retiró aquella visera y la dejó descansar sobre su regazo, después de acomodar su cabello ligeramente con las palmas de ambas manos.

    Inconscientemente Vervain estiró su falda con sus manos para que no se vieran arrugas en ella, moriría de vergüenza si aquel soldado la viera tan desaliñada.

    Durante unos segundos, olvidándose del joven que se sentó en el asiento paralelo, cerró los ojos descansando. Había salido muy temprano durante la mañana y moría de cansancio. Sin poder evitarlo, un bostezo salió de su boca, haciendo que el cristal donde estaba recargada su cabeza, al recibir el calor de su aliento se empañara.

    —¿Mañana cansada?—escuchó después de un rato y sintió el asiento a su lado hundirse. Su expresión de sorpresa fue evidente cuando separó la cabeza de la ventana y vio de quien se trataba.

    —Si, un viaje algo cansado—admitió nuevamente arreglando su falda.

    —¿No eres de por aquí?—la chica negó y en lugar de mirarlo mantuvo su mirada fija al frente—. Mi nombre es James, James Barnes—dijo extendiendo la mano en dirección a la chica.

    —Vervain Jensen—dijo estrechando la mano del hombre mirándolo por fin.

    —Un placer, Vervain Jenswn—sonrió besando el dorso de su mano, la chica no pudo evitar sonreír y sonrojarse ante la acción, volviendo a alejar su mirada de él y centrándola en la nuca del conductor.

—Encantador—susurró riendo provocando que el contrario lo hiciera también.

—¿A dónde vas?—dijo dejando la mano de la chica sobre la copia de «Mujercitas» que tenía en su regazo.

    —No puedo decirle a un extraño a donde voy.

    —No soy un total extraño, soy James. Ya sabes eso. Además estoy enlistado para la guerra. Soy una buena persona 

    —La gente mala también va a la guerra, James. De hecho... ¿no son malos hombres los que empiezan la guerra?—preguntó en tono bajo y el chico a su lado suspiró, tenía razón; no toda la gente que iba a la guerra era buena—¿Por qué la pregunta repentina?—cambio de tema para evitar el momento bochornoso.

    —Te quedaste dormida alrededor de quince minutos.

    —No, eso no puede ser. Solo cerré los ojos un instante y después usted se acercó a hablar conmigo.

    —Ya hemos pasado Brooklyn hace un rato. Estamos dirigiéndonos a Queens.

    —Por un demonio—susurró—. ¿Podría usted...?—hizo un gesto con la mano, el hombre comprendió y se puso de pie para que la chica saliera de su asiento—. Gracias. Ahm... bajaré aquí—dijo con el tono de voz tembloroso y un poco alto para que el conductor, lograra escucharla. Juntó todas sus cosas con las manos, sin percatarse que sobre el sillón había dejado su libro al levantarse con tanta rapidez.

    Nuevamente el autobús con un chirrido de motor y llantas se detuvo por completo, pero en esta ocasión para que Vervain pudiera bajar.

    —Muchas gracias por avisarme, soldado. Muchas gracias—dijo en tono alto para el hombre que conducía y con las maletas en las manos bajó.

    Estaba molesta consigo misma por haberse quedado dormida, ahora tendría que caminar y buscar Brooklyn de nuevo. La ventaja era que tenía un mapa que había comprado desde hace tiempo en Wisconsin en caso de que un accidente como éste ocurriera, lo veía posible. Lo había dejado en el interior de su libro... el cual había dejado en el asiento del autobús. Ella llegó a pensar que llevarlo ahí dentro sería la mejor opción, puesto que nunca soltaba su libro, pero sólo hasta ahora se dio cuenta de la mala decisión que había tomado.

    —Eres increíble, Vervain. Solo tenías una tarea, no dormirte o perderte y lo hiciste. Ahora perdiste el mapa y te perdiste a ti misma por quedarte dormida—suspiró dejando las maletas en el suelo un instante mientras continuaba regañándose mentalmente.

    —Creo que tengo lo que necesitas—dijo la misma voz de hace un rato a sus espaldas; al girarse lo vio, levantando el libro en su mano izquierda. La castaña sonrió acercándose.

    —Usted en realidad es todo un héroe—sonrió extendiendo su mano para que el chico le diera el libro, sus manos se rozaron y no pudo evitar un sonrojo el cual escondió bajando la mirada—. Estaba totalmente perdida pero ahí está lo que necesito para llegar a mi destino. Gracias—dijo abriéndolo una vez que lo tuvo en sus manos sacando el mapa que estaba doblado dentro.

    —¿Necesitas más ayuda para llegar a tu destino? Porque, no hay nadie mejor que un residente de la ciudad—negó un poco apenada—. Tengo bastante tiempo y de todas formas voy para allá a buscar a un amigo.

    —Si no le es una molestia, entonces me parecería agradable un poco de compañía.

    —No es molestia, en lo absoluto—contestó tomando las maletas de la chica.

    —No tiene que llevar mis maletas. Puedo hacer eso yo misma.

    —Lo sé, pero quiero hacerlo—dijo y comenzaron a caminar.

    El principio del recorrido fue silencioso. Vervain abrazaba su libro y miraba a su alrededor procurando recordar lugares de referencia en caso de volver a perderse. Todo iba tranquilo hasta que el soldado habló nuevamente.

    —¿De dónde vienes? Parece que te estás mudando—juzgó por el peso de las maletas.

    —Wisconsin, vengo de Wisconsin. Quiero encontrar trabajo aquí.

    —¿Quieres trabajar aquí? ¿Una fábrica o algo parecido? He escuchado que algunas fábricas están dando trabajo a mujeres. Buena oportunidad.

    —En realidad, quiero ser escritora. Quiero decir, soy una escritora... desempleada. Buscaré que algún periódico me publique o alguna editorial que esté interesada en lo que escribo—sonrió.

    —Una chica de letras... me parece que también puedes buscar trabajo como profesora. En caso de que el periódico no quiera publicarte o una editorial; sería una fuente de ingresos relativamente estable. A los niños les vendría bien estudiar más mientras sus padres están en guerra y sus madres comenzando a trabajar.

    —Si, es una buena opción—guardó silencio y continuó avanzando a su lado. En realidad lo que había dicho no era una mala opción.

    —¿Harás algo está noche?—la repentina pregunta del hombre que hace apenas algunos minutos conoció la hizo sorprenderse.

    —Desempacar—contestó encogiéndose de hombros.

    —Después de eso, por supuesto.

    —Bueno, dado que me ha traído de vuelta mi libro, leer un rato.

    —¿No preferirías salir un rato? para despejarte después de un largo viaje. Hoy habrá una exposición: "La expo Stark". ¿Quieres venir? Será en Queens.

    —Me encantaría...

    —Entonces es un plan—dijo y lo siguiente fue intercambiar la dirección de la chica para dejarla en su nuevo hogar.

El resto de la tarde se había dedicado a sacar de sus maletas sus pertenencias y acomodarlas en los lugares donde sería fácil encontrarlas.

    Hasta aquel punto, no podía creer que lo había hecho y sobre todo a espaldas de sus padres. Pidiendo permiso al dueño de la casa, tomó el teléfono y llamó a sus padres efímeramente, dejándoles saber que estaba bien y segura, así como el resto de su comunicación se daría a base de cartas, ya que no quería generarle alguna clase de gasto extra al hombre que ya le estaba permitiendo vivir en su casa.

    Tras colgar, le preguntó a Arvin, el dueño, a que hora sería la Expo Stark y tras escuchar la hora, regresó a su habitación para cambiarse. Sacó una de sus mejores faldas, una camisa blanca y un suéter rosado, el cual había bordado en una tarde de aburrimiento. Sacando sus zapatos bajos, termino con su atuendo. Arregló su cabello y reviso su maquillaje, no mentiría, estaba emocionada. Un sargento la había invitado a salir, sabía que incluso su madre se emocionaría por ella cuando le contara todo al respecto. Un sargento queriendo cortejarla.

    Con su mapa en la mano, se dirigió a Queens, donde el hombre le había dicho que sería aquella exposición. Había tomado un camión que le ahorrara el camino a pie y una vez estuvo ahí, caminó hacia donde sería la exposición.

    Al llegar se situó junto a una de las enormes estatuas que había en el lugar, junto a una chica que parecía también esperaba a alguien. Se permitió mirar alrededor examinando todo con precaución, definitivamente Nueva York era muy distinto a Wisconsin y de una manera impresionante, que arrebataba el aliento. Que aterraba, pero emocionaba ante lo nuevo y desconocido.

    —¡Hey, Bucky!—escuchó que la chica gritó a su lado y se giró a la dirección a donde esta saludaba. Vervain conocía ese nombre, el sargento se lo había dicho cuando se despidió de ella.

    "—Nos vemos esta noche, soldado".

    "—De hecho, soy sargento—rió".

    "—Oh, lo siento, sargento".

    "—No te preocupes, puedes llamarme
      Bucky mejor".

    "—De acuerdo, Bucky".

Al girarse se encontró que el hombre de aquella misma tarde se acercaba a la chica que había gritado a su lado. Él estaba acompañado de un hombre más bajo de estatura que él y muy delgado. Recordaba que había mencionado a un amigo, incluso se había encargado de hacerle saber un montón de cosas sobre él, cosas buenas por supuesto.

—Connie, Vervain—saludó el hombre que portaba el mismo uniforme de la tarde. Connie saludó emocionada, mientras que Vervain se limitó a saludar con un movimiento de mano demasiado nerviosa para siquiera acercarse un paso más—. Bueno, qué increíble noche para tener una cita doble, ¿no es así?—fue entonces cuando la castaña comprendió lo que estaba pasando. Pasó sus ojos del alto sargento que la había invitado al delgado chico a su lado y suspiró. Por supuesto que no la había invitado a salir a ella—. ¿Listos?—preguntó y los cuatro comenzaron a caminar.

—"Bienvenidos al Pabellón de las Maravillas Modernas y al mundo del Mañana. ¡Un mundo más grande! ¡Un mundo mejor!"—se escuchó por las bocinas del lugar mientras se adentraban entre las personas.

–¡Dios mío! Está comenzando—dijo Connie jalando a Bucky de su mano, dejando tanto a Vervain y al extraño detrás.

—Mi nombre es Steve Rogers—se presentó extendiendo su mano, un poco nervioso por que la chica rechazara su gesto.

—Vervain Jensen—dijo tomando la mano del contrario—. Un placer—dijo amablemente con una sonrisa sincera, el rubio no pudo evitar sonreír de vuelta.

—Imagino que tampoco sabías de esto o creíste que serías la cita de Bucky, ¿no?

—No estaba esperando una cita en su totalidad—mintió—. Pensé que saldríamos nosotros tres. Él te mencionó pero no a Connie—dijo mientras caminaban juntando sus manos frente a ella con el mapa enrollado—. Lo bueno es que eres una compañía agradable, Steve—le sonrió con sinceridad. Era fácil estar alrededor del rubio.

—Bueno, tu no eres mala compañía tampoco—le sonrió y alcanzaron a los otros dos. 

    —¡Damas y caballeros, el señor Howard Stark!—dijo una de las mujeres del escenario y un hombre de traje entró besando a la misma presentadora.

    —Damas y caballeros, ¿Qué si les digo que en unos años un automóvil no tendrá que tocar la tierra nunca?—todos exclamaron en asombro cuando las chicas del escenario le quitaron las llantas al deslumbrante automóvil rojo que estaba en el escenario—. Si, gracias, Mandy. Con la tecnología Stark de Gravedad Inversa va a ser posible—dijo y de un tablero comenzó a mover botones y palancas haciendo que el automóvil comenzara a flotar.

    —Caramba—dijo Bucky mirando cómo se levantaba.

    —Dios mío. Steve, ¿tienes una pluma?—le susurró desenrollando el mapa que aún llevaba en sus manos para tener donde escribir.

    El rubio sin despegar su mirada del auto, del interior del saco que llevaba puesto, sacó una pluma tendiéndosela. La chica la tomó y comenzó a escribir a detalle en el reverso de su mapa lo que había visto, así como el sentimiento en conjunto de la audiencia al ver aquella hazaña. No solo para escribirle a sus padres lo que había visto, sino para usarlo en algún futuro para alguna historia o con mucha suerte para un libro. Firmando el último punto, el automóvil regresó al suelo estrellándose con este.

    —Dije en unos años, ¿no?—dijo el hombre encantadoramente.

    —Me encantaría hablar con ese hombre. Parece un hombre realmente interesante e inteligente. ¿No crees, Steve?—lo miró para regresarle su pluma pero su vista estaba perdida en un punto detrás de ella.

    "Te quiero a ti. Enlístate al ejército", leyó y regresó su mirada al muchacho, lucía triste.

    —¿Te enlistarás como Bucky?

    —Lo intenté. Digamos que no me fue como esperaba.

    —¿Es algo que realmente quieres hacer? ¿O es algo que tienes que hacer?

    —Algo que quiero hacer. Más que nada en el mundo.

    —Entonces te diré algo, Steve. Si es algo que quieres no hay nada ni nadie que te va a detener de alcanzarlo—dijo y con timidez tomó su brazo, entrelazándolo con el propio. Quien quiera que los viera podría jurar que eran una pareja—. He visto un centro de reclutamiento al llegar. Puedo llevarte—dijo con una sonrisa dulce.

    El rubio sonrió y juntos caminaron hacia allá.

    —Hey, tórtolos. Olvidaron que es una cita doble. Connie y yo iremos a bailar. Deberían venir con nosotros—dijo Bucky alcanzándolos en un par de zancadas—. Podríamos incluso intercambiar de parejas. Bailar entre los cuatro.

    —Adelántense, nosotros los alcanzamos después—dijo Steve y Bucky lo jaló un poco de su brazo para que la castaña no escuchara—. ¿Vas a intentar otra vez? ¿En lugar de bailar con ella?—dijo en un tono de voz más bajo, procurando que Vervain no escuchara.

    —Es una feria, probaré mi suerte.

    —¿Qué hay de la suerte que te he traído yo? Vervain es linda, hablé con ella y parece ser inteligente, completamente tu tipo. Además... ¿Ahora vas a ser "Steve de Ohio"? Te pillarán o peor, te enlistarán. Eso ni siquiera es legal.

    —De hecho, sargento...

    —Bucky.

    —Bucky—se corrigió—, será Steve de Wisconsin.

    —No crees que lo pueda lograr. Pues Vervain cree que si puedo hacerlo.

    –No es un callejón. Es una guerra—advirtió.

    —Ya lo sé.

    —Es algo que él desea.

    —¿Pero por qué luchar? Hay empleos.

    —¿Cómo qué? ¿Recoger chatarra en mi carretilla?

    —¿Por qué no?

    —Sargento, ¿y por qué no luchar? Es un motivo y tiene un propósito. Hay hombres en fábricas y usted mismo me dijo que algunas de estas fábricas están tomando mujeres. Él quiere ir a la guerra. Es su decisión.

    —Entiende, Buck. Hay hombres arriesgando sus vidas. No quiero hacer menos que ellos. Eso es lo que no entiendes. Esto no se trata de mi.

    —Seguro, porque no tienes nada que probar.

    —¡Hey, sargento! ¿Vamos a ir a bailar?—Connie gritó desde la distancia.

    —Si, eso haremos—dijo girándose a decirle y después regresó su mirada a la chica y a su mejor amigo—. No hagas nada estúpido hasta que vuelva.

    —¿Cómo podría? Te llevas todo lo estúpido contigo—dijo Steve y Vervain rió por lo bajo.

    —Eres un patán—dijo abrazándolo.

    —Imbécil—correspondió.

    —Debes aprovechar a la chica que está aquí contigo, le importa en lo que crees—le susurró.

    —No soy yo quien le interesa, Buck. Elegiste mal a tu pareja esta noche. Te lo aseguro, pudiste pasar tu última noche con ella—Bucky se separó negando con la cabeza con una sonrisa ladina, en el mismo tono de voz que su amigo—. Bailando—aclaró mientras Bucky caminaba hacia Vervain.

    —Nos veremos después, Vervain—dijo tomando su mano besándola como había hecho en el camión.

    —Nos veremos después, Bucky—sus miradas conectaron un instante, las mejillas de la castaña amenazaron con pintarse carmesí.

    —No ganes la guerra hasta que yo llegue allá—el ojiazul desvió la mirada soltando la mano de la chica con sutileza y esta vez con los ojos sobre su mejor amigo hizo aquella seña militar indicando que había recibido la orden.

    Vervain se dirigió donde el rubio con una sonrisa apenada, cuando Bucky finalmente se fue.

    —También te vas.

    —Se hace tarde y debo regresar a Brooklyn, esperaba que alguien me acompañara de vuelta, pero ambos están ocupados. Ademas después de un viaje de 15 horas, una cama es todo lo que quiero ahora mismo.

    —Debiste decirle a Bucky que te llevará, lo habría hecho.

    —No, no debí. Tal vez se habría ofrecido, pero era su última noche aquí, o eso es lo que escuché en el camión esta mañana. Merece una noche con una linda chica—le sonrió y se acercó besando su mejilla—. Linda noche, Steve. Te deseo la mejor de las suertes—dijo finalmente extendiéndole la pluma que antes le había prestado.

    —por favor, quedártela. Obsequio de despedida si me reclutan.

    —Fue un placer conocerte, Steve Rogers.

    —Lo mismo digo, Vervain Jensen—ella sonrió y tras darle la espalda se alejó a la salida de la feria para dirigirse de vuelta a su nuevo hogar. Lo más probable es que esa noche, después del auto flotante, no podría dormir y se dedicaría escribir un montón de historias acerca de lo que imaginaba sería el futuro.






N/A: Honestamente estoy molesta con Bucky por haber escogido a Connie sobre Vervain hahaha. Sin embargo, gracias a eso Steve y Vervain encontraron un amigo en el otro... ¿o algo más? HAHHAA ¿que creen que encontraron?

¿Cuáles son sus impresiones en Vervain? Sé que es apenas la introducción pero cosas importantes ya ocurrieron y me encantaría conocer sus opiniones al respecto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro