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           Miradas. Palabras. Momentos. Tres cosas capaces de cambiar cualquier juicio meramente crítico. Robin lo supo desde el primer momento en que ese chico había entrado acompañado de tan sólo una niña asustadiza a su cuidado. "Una niña al cuidado de otro niño". Quizá no literalmente debido a que Ericksson ya era todo un adolescente, pero casi. Decir que sintió curiosidad fue poco, quiso indagar hasta el fondo en la vida de ese muchacho pulcro al instante, pero decidió tomar resistencia de sus impulsos, porque si algo caracterizaba a Robin, era el ser muy impulsiva, y recién se habían conocido. Necesitaba medirlo antes de decidir ir con todo o marcar una línea entre ambos, línea por la que los dos tendrían que poner de su parte para no cruzar a toda costa una vez trazada.

Después del exámen de álgebra su cerebro había quedado tan seco como una pasa y no había podido concentrarse en otra clase, observaba con atención el reloj arriba de la pizarra mientras escuchaba los balbuceos del chico a su lado, quien de la nada había aparecido acompañado de una expresión neutra y con la excusa de: "Necesito decirte algo muy importante" luego de ser animado por sus amigos de dos bancas atrás. Robin pensó, que en realidad no era tan importantísimo como él había recalcado, pues una vez Emil empezó a hablar, ella dejó de prestar atención, dedicándose más a calmar su ansiedad, esa que nunca la dejaba en paz. La hora de salida estaba por llegar y eso la hacía sentir más emocionada que nunca, aún así, los últimos minutos siempre se vuelven eternos cuando tienes prisa.

—Eres muy hermosa y...—son esas palabras las que la obligan a volver en si y gira completamente desconcertada.

«¿Hermosa? ¿Qué está diciendo esté??» se cuestionó después de todo lo que ya se había perdido.

—¿Aún sigues aquí?—le cuestionó al joven que la mira con el nerviosismo a flor de piel.

—S-Si, y como te decía, eres una muy buena persona, una chica hermosa. Y...M-me gustaría mucho que hubiera algo entre nosotros—continuó soltando todo el aire retenido que no hacía más que oprimirle el pecho—Entonces Robin, ¿Qué dices?

—Bueno, a mi también me gustaría que hubiera algo entre nosotros Emil—contestó la chica levantándose del pupitre, colgándose la mochila en uno de sus hombros.

—¡¿De verdad?!—exclamó el muchacho levantándose con la euforia transbordando en su sangre de vena en vena.

—Si, distancia insuperable, una pared, un abismo...algo como eso—soltó dedicándole una media sonrisa y sin más, salió del salón dejando a Emil con un signo de interrogación en la cabeza cuando el timbre se presenció por todo el lugar.

Aún así, ese muchacho no planeaba darse por vencido tan pronto, había reunido todo el coraje para confesarle lo mucho que le gustaba desde años atrás como para que fuera rechazado de esa manera tan...cruel. Así que, tomó su mochila y corrió fuera del aula dispuesto a alcanzar su paso, aún cuando Robin ya le había sacado una distancia favorable.

—¿Por qué no me das una oportunidad?—le escucho decir fastidiándole al instante—¿Qué no te gusta de mi?

—Veamos...

La rubia se detuvo abruptamente para admirarle de pies a cabeza. El joven era buen mozo, alto, carismático, tierno y un romántico pero...

—Nada. Nada me gusta de ti—escupió arisca antes de continuar caminando.

—Eso, eso no puede...

—Oye, eres tierno—admitió Robin ante tal insistencia, llegando a la salida del instituto—De buena familia, si conocieras a mis padres, te aprobarían en un santiamén. Pero, te equivocas tremendamente. Yo...No soy una buena persona—aclaró y su boca se curvó en una sonrisa qué él consideró casi despreciable.

Sin brindar más explicaciones, ella salió apresurando su paso cuando divisó a un joven con una chaqueta de mezclilla y un gorro con líneas de colores quien la esperaba frente a la institución recargado en un árbol, tal y como ella se lo había pedido el día anterior. Con la satisfacción llegando, prácticamente corrió hasta el y se le lanzó encima para atrapar su cabeza entre su brazo, quitar su gorro y revolverle el cabello con diversión.

—Pero miren quien está aquí—expresó la chica separándose—Llegaste temprano. Para serte sincera, no creí que de verdad vendrías.

—Oye, esto no estaba en el contrato—se quejó Jimin volviendo a colocarse su gorro como un niño berrinchudo.

—Bueno, no leíste las letras pequeñas.

—¿Letras pequeñas? Ni siquiera las cláusulas podían apreciarse con claridad porque las escribiste en la servilleta de un sándwich—se quejó quitándole su mochila para llevarla el—¿Nadie te ha dicho que tienes una pésima caligrafía? Sino, yo te lo digo, tienes una horrible caligrafía.

Sin embargo, ella no dijo absolutamente nada, no reclamó, no insulto, ni siquiera se inmutó. La simple acción del contrario sorprendió tanto a la rubia, que se había quedado sin palabras. Nunca antes, nadie, la había dejado enmudecida de tal manera.

—¿Quién es ese chico de la entrada y porque me mira como si quisiera asesinarme?—se preguntó sacando a Robin de sus pensamientos, aterrizándola nuevamente en tierra.

La joven giró encontrándose a Emil casi matando a Park con la mirada. Algo que le hizo gracia, pero que ignoró totalmente.

—Sólo es un chico cuyo ego fue herido. ¿Nos vamos? Hoy empieza tu primera lección y no seré amable contigo.

El trayecto a la academia en realidad fue más corto de lo que Park esperaba. ¿Qué si estaba nervioso por empezar? Claramente lo estaba. Sin embargo, había algo más allá del nerviosismo: ilusión. La ilusión de que algo bueno estaba por entrar a su vida, y eso terminaba por reemplazarlos en su totalidad,
Ericksson nunca se había sentido de tal manera, echando una hojeada a su pasado lo supo. Supo que hubo pequeños destellos en su vida, instantes en donde soñaba como cualquier otro adolescente, claro, pero al final, siempre llegaba ese algo que lo golpeaba con fuerza para dejarle muy en claro que eran sólo eso, vagos e inútiles sueños y después de todo, los sueños desaparecen cuando despiertas y te encuentras con eso llamado: realidad. Y vaya que él conocía muy bien ese término.

—Bien. Es la primera vez que le enseño a alguien a tocar este instrumento desde cero, así que no tienes permitido juzgarme—expresó Robin sentándose en el banquillo frente a un piano color marrón—Todo empieza con una buena canción.

—¿Una buena canción?—indago el rubio tomando nota mental minuciosamente, sentándose a su lado con algo de cuidado.

La chica asintió con una sonrisa deslizándose en su rostro.

—Una buena canción es la mejor motivación que puedes tener a la hora de aprender a tocar el piano—prosiguió—Por supuesto, debes conocer unas pocas reglas básicas antes de empezar, es demasiada teoría, como qué teclas deberás tocar, deberás aprender a leer notas y tener en cuenta la postura que debe tener tu mano, pero todo eso te lo enseñaré en su debido momento. Tampoco debes calentarte la cabeza demasiado en esto o te explotará, sólo basta que le dediques un par de días. Por ahora, elige una canción.

Jimin lo meditó unos segundos buscando con lupa en los archivos olvidados dentro de su cabeza y rápidamente llegó a una conclusión. En realidad no conocía mucho acerca de música, se dejaba llevar por lo que ponían en la discoteca donde trabajaba o por los gustos de las demás personas que iban a embriagarse allí mismo, pero nunca gustos propios.

—¿Es tan difícil elegir una canción?—intervino la rubia—¿No tienes alguna favorita?

—No, no la tengo.

Ella se mostró incrédula en un principio, después la diversión llegó a su rostro y le soltó un golpe en su brazo derecho.

—¡Oye!—se quejó el muchacho sobándose este de inmediato.

—¡No seas mentiroso!—chillo—¿Cómo no vas a tener una canción favorita? Y en caso de que no haya, al menos debes conocer una que te haga emocionar, ya sabes. Esa sensación de querer moverte cuando escuchas tan sólo los primeros segundos. Piensa.

—Estoy pensando.

—Pues piensa más.

—¡Bien!—bramo molesto. Aún con el ceño medio fruncido, colocó sus algo regordetes dedos sobre las teclas blancas y negras, tomó una larga bocanada de aire que exhaló rápidamente. Luego, tocó.

Robin se mantuvo callada, simplemente se dedicó a observar cada movimiento que Park hacía con sus manos. Como si tocar el piano siempre hubiese sido natural para el, entonces pensó: "Él idiota me ha engañado por completo".
Pasados unos minutos, la melodía cesó abruptamente a mitad de una nota, pero el silencio siguió haciendo presencia, más este no duró por mucho.

—Creí que no sabías tocar—señaló gélida.

—No sé tocar.

—¿Me tomas el pelo? No es como si hubieses nacido sabiendo como tocar "Te amo" de RIOPY.

—No sé tocarla—declaro Jimin jadeante, levantando sus manos como si Robin le estuviese apuntando con un arma—Ni siquiera sabía cómo se llamaba esta pieza o que sigue después de lo que recién mostré, pero te escuché tocarla ayer mientras caminaba por el pasillo al llegar y me gustó tanto que no pude evitar memorizarla.

Robin casi dejó caer su boca luego de escuchar tal confesión, en ese momento quiso decirle tantas cosas como: "Eso es prácticamente imposible" remarcando la palabra imposible. O... "No estés de Joda, Park, que terminaras haciéndome enojar". Quizá un: "Dios, eres un puto genio de nacimiento". Pero al final no dijo nada de eso, en su lugar, le cuestionó lo que ya sabía como una tonta.

—¿Estás diciendo que memorizaste la melodía y luego tocaste? ¿Sin haber tomado una clase previa, nada parecido?

—Si.

—¡Mierda! ¡Elton Jonh se queda estúpido al lado tuyo!—espeto tomando su frente con asombro—Muy bien, ahora intenta con esta...

Y la tarde siguió su ritmo.
Y conforme pasaban más tiempo uno al lado del otro, Robin pensó, que definitivamente tenía que saber todo de Jimin.

Y Jimin no dudaría en contárselo, pero tenía miedo, miedo porque sabia que cuando lo hiciese, ella terminaría decepcionada.

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