Capítulo uno: Alfa enamorada

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—Bien, Jennie —la beta tomó su celular y desconectó la música que resonaba por los grandes parlantes—. Eso es todo por hoy, Hyun Suk me ha dicho que mañana tienes el día libre, así que descansa y el lunes volvemos con el ensayo.

—¿Qué, por qué? —cuestionó de inmediato—. Ya casi estoy a punto de terminar la coreografía. ¿No puedo quedarme unas horas más?

—Lo lamento, Jennie-ah, pero ya sabes las reglas de todo YG Entertainment —sonrió levemente, cogiendo una botella de agua mineral y lanzándola hacía la castaña—. Nadie aquí va a-

—Pasar por deficiencias que arriesguen su salud e integridad física como en otras agencias —completó la frase, remedando exageradamente la voz del CEO con hastío.

Su profesora de baile, Hirai Momo, rió entretenida ante la actitud adversa.

—No entiendo por qué te fastidia eso, hay muchos idols que desearían tener este tipo de atención.

—No es que me fastidie. Solo es que a veces no lo creo necesario porque mi cuerpo lo soporta y entre más rápido aprenda, se facilitan las cosas. ¿Cierto?

—En cierta parte no, Jennie. Los idols son quienes representan a las agencias. ¿De qué vale que un artista se aprenda la coreografía cuando se encuentra inestable físicamente y no pueda dar todo de sí? —la coreana guardó silencio, tratando de analizar la pregunta—. ¿O que te aprendas rápidamente una canción pero al ensayar tanto tu voz suena mal y desafinada producto de lo irritada que está tu garganta debido al sobreesfuerzo? No es conveniente para nadie. Todos somos un equipo y lo primordial es cuidar de ustedes, jóvenes y obstinadas como tú —bromeó al decir lo último.

—Supongo que tienes la razón —ambas sonrieron genuinamente. Jennie se sentía realmente bien trabajando ahí porque rápidamente se familiarizó con casi todos, el ambiente era tan familiar que la hacía sentir como en su segundo hogar.

—La reina del baile, Hirai Momo, siempre tiene la razón —alardeó la beta, haciendo gestos graciosos y sumando las risas en la sala de prácticas.

La castaña negó con la cabeza y destapó la botella para beber una larga cantidad de agua. Todo estaba comúnmente normal hasta que a sus fosas nasales llegó aquel característico y dulce aroma.

La reconoció, era Lalisa.

Rápidamente tomó sus pertenencias y salió casi corriendo del lugar, no sin antes despedirse de su profesora, quien al darse cuenta del por qué, sonrió con ternura. Se notaba a kilómetros de distancia que Jennie tenía un enamoramiento por la tailandesa

—Lisa —la llamó una vez que estuvo casi cerca.

La omega se detuvo, girándose para encontrarse con el cansado aspecto de la mayor.

—Hola Jen —le sonrió noblemente, haciendo que el corazón de la alfa latiera precipitado—. ¿Acabas de salir del ensayo?

—Uh, sí. Dijeron que era suficiente así que al salir noté que estabas delante de mí y aproveché para saludarte
—respondió tratando de ser natural aunque la verdad fuera que solo estaba mintiendo—. ¿Ya te estás yendo al edificio?

—No quería hacerlo, pero sí —hizo una mueca de disgusto—. Estoy un poco aturdida porque los beats que traigo en mi mente no suenan como quiero en la computadora. Así que ahora me iré a escribir un poco de lo que tengo planeado para otra canción —resopló suavemente—. Ya sabes, si no estoy durmiendo, estoy componiendo.

Jennie sonrío bobamente, descolócala por la forma en la que la gordita nariz de la omega se arruga de manera adorable. Era tan preciosa.

—¿Y tú? Me supongo que irás a descansar. ¿Verdad? No quiero que te andes descuidada con esto del nuevo álbum que saldrá.

—Oh, algo así —carraspeó nerviosa por lo que diría después—. Pero estaba pensando en si querías ver alguna película conmigo, es decir, sería fácil porque compartimos piso y mi apartamento está cerca. Esta vez tú escoges. ¿Qué dice?

—¿Segura? Acabas de terminar un ensayo, debes de estar cansanda y queriendo dormir.

—Mañana tengo el día libre —dijo velozmente—. Así que no te preocupes, podré dormir todo lo que quiera después.

—Está bien, tú ganas —comentó en tono divertido—. De paso compraré algo de comida para ti, apuesto que no has comido nada en varias horas.

Jennie bajó la mirada algo avergonzada. A veces parecía una niña siendo cuidada y era eso exactamente lo que no quería pretender frente a la omega de la quien estaba perdidamente enamorada.

—Una camioneta ya está afuera, vamos —la pelinegra tomó a su unnie del brazo y se dirigieron a la salida de la agencia.

Tienes que cambiar ciertas cosas, se reprochó así misma la alfa. Observando la grande mano de Lisa y deseando tan mal el poder entrelazarla con la suya. Pero claro, solo era un anhelo suyo que guardaba bajo llave debido a sus inseguridades.

El trayecto dentro del vehículo fue cómodo. Ambas hablaban amenamente de diferentes cosas, incluyendo parte de sus trabajos y las noticias que salían sobre la industria del K-pop.

Al bajar, la omega ya no sostenía el brazo de la castaña y eso le entristeció un poco. Caminaron por los pasillos y se detuvieron justo en la puerta respectiva de Kim.

—¿Te parece si nos vemos en media hora? Necesito darme otra ducha para estar más relajada y creo que tú también —le bromeó—. No tardaré mucho. ¿Sí?

—Claro, tampoco quiero andar con el cuerpo sudado y con mi aroma destilándose por todas partes —se rascó la nuca apenada—. Te estaré esperando.

—Volveré —le sonrió efímeramente y se alejó de a poco para dirigirse a su apartamento.

Jennie la siguió con la vista, soltó un largo suspiro y pasó su tarjeta magnética por la cerradura, en cuestión de segundos esta fue abierta y se adentró sintiéndose exhausta. Miró todo a su alrededor y realmente estaba agradecida consigo misma por haber ordenado todo un día antes. Si Lisa observaba todo lo que dejaba por la habitación se daría cuenta que era un tanto irresponsable y ese era otro punto negativo que no quería ganar.

Dejó sus cosas dentro de su habitación, sacó un conjunto suelto que la mantendría fresca y se fue al baño. Tratando de asearse lo más pronto posible para seguir acomodando lo poco que estaba fuera de lugar en la pequeña sala.

Las gruesas y frías gotas de agua caían por su cuerpo mientras que su mente divagaba en las posibilidades en las que algún día aquella omega de piel brillante y ojos grandes podría fijarse en ella.

No supo exactamente cuándo, pero solo sucedió. Lalisa llegó a su vida cuando ella apenas era un trainee y tenía 19 años. Simpatizaron de inmediato, la extranjera siempre pasaba por la sala de prácticas a animarla y poco a poco la confianza se generó a un nivel increíble. Jennie ahora tenía 25 años y el cariño latente que sentía por su menor, se había transformado en algo mucho más grande y profundo. En un sentimiento que no sabía si tendría la dicha de ser correspondido.

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