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Lisa se sentía un poco enamorada, y eso le estaba asustando un poco. Especialmente cuando se distrajo en las clases y, de pronto, Jisoo se inclinó contra ella.

―Oowww, Limario, ¡qué linda! ―le susurró, sobresaltándola.

Haerin bajó la vista y su rostro se puso muy colorada al ver que hizo un corazón en una esquina del cuaderno, con algo escrito dentro. "Lisa de Kim", decía en el centro.

Soltó un chillido por la vergüenza, llamando la atención de la mitad de la clase, y se apresuró en borrar el corazón para que nadie más lo viera. Jisoo se rió, sin poder evitarlo, a pesar de que la vieja urraca que les hacía clase les llamó la atención a ambas. Lisa quería ocultarse bajo la mesa y no salir de allí, especialmente cuando Shuhua se giró a preguntarles que pasó y Jisoo le contó todo.

Para el recreo, sus dos amigas no tardaron en molestarla, provocándole ganas de darles un buen golpe a cada una.

―¡Señora Kim Lalisa! ―se rió Shuhua, saltando.

―¡Cállate, Shuhua de Seo! ―chilló Lisa, provocando que la conejita frente suyo soltara un ruido incrédula.

―¡No estoy saliendo con Soojin!

Lisa estuvo dispuesta a replicar, pero decidió no decir que la vieron saliendo de un armario con la loba. Eso podía resultar un poquito humillante, ¿o no?

―¡Yo sería Park de Jisoo! ―divagó su amiga azabache, ignorando la pelea de las otras dos.

―Suena bonito ―apuntó una voz detrás de ellas, y las tres se giraron a ver a Rosé, sonriendo ampliamente―, hoy es luna llena, Soo, ¿lo recuerdas?

―¡Nuestra cita! ―sin pensarlo dos veces, Jisoo se colgó del cuello de Rosé―. ¡Oh, vienen sus novias, chicas!

El rostro de Shuhua ardió en calor cuando Soojin y Jennie se acercaron, ambas luciendo curiosas al escucha el grito de la Kim mayor. Lisa también quería desaparecer de allí, rogando a sus amigas silenciosamente que no dijeran algo de lo ocurrido en la sala de clases.

―No somos novias ―insistió Shuhua―. ¡Los... los lobos comen conejos!

―Los zorros igual, y somos amigas ―replicó Jisoo.

Shuhua le tiró la oreja.

Mientras eso ocurría, Jennie se le acercó a Lisa, sonriéndole con tranquilidad. La omega sintió los nervios en la boca de su estómago, primero porque su instinto le decía que saliera corriendo de Jennie. Pero también, porque le gustaba cuando estaba cerca de ella y le sonreía, mostrando sus encías. No se veía amenazadora y Lisa quería abrazarla.

Aprovechando que las otras seguían discutiendo algo sobre conejos y lobos, Lisa se inclinó un poco contra Jennie, tratando de agarrar valor para hablar. Venía pensando en algo desde hace mucho, pero al final, siempre se acobardaba por el miedo. Todavía esperaba que Jennie llegara algún día y dijera que todo fue una broma, o una apuesta, o algo así.

―Jennie ―le susurró, para que ninguna de sus amigas escuchara.

―¿Qué pasa, Lis-ah? ―preguntó, conteniéndose de abrazar a Lisa y llenarle las mejillas de besos.

―¿Quieres salir conmigo a una cita? ―dijo la pelinegra con timidez―. El sábado, po-podemos ir a... a algún lugar bonito y...

―Me encantaría ―afirmó Jennie rápidamente, porque la ardillita parecía estar a punto de colapsar―, ¿te parece si vamos a un parque?

Lisa hizo un ruido extraño de ardilla, que la más baja decidió interpretar como una afirmación. No podía caber en su felicidad con el hecho de que la chica se hubiera entusiasmado esta vez para pedirle eso, y le hacía sentir emocionada. Demasiado emocionada.

En cambio, la ardillita comenzó a ponerse nerviosa desde que le preguntó por la cita. Primero, porque fue capaz de pedirle eso a Jennie, ¡una híbrida de pantera y una carnívora! ¿Y si de pronto se la comía?

Pero también, la ansiedad hizo aparición por su cuerpo. A Lisa le costaba mucho verse a sí misma de otra forma que no fuera una chica gorda, y eso provocaba que proyectara sus inseguridades con el resto. Jennie podría tener algo mucho mejor que ella, ¿no es así? Alguien más bonita, más sexy, más delgada.

No, Lisa no pensaría en eso. Jennie jamás le miró con repulsión, asco o desprecio. Siempre, cuando la observaba, ponía esos penetrantes ojos que parecían verle el alma.

***

―... La pantera negra es un cazador solitario, no está acostumbrado a vivir en manadas, y sólo se relaciona con otras panteras cuando llega su época de apareamiento...

―¡Wow, eso es lo que quiere hacer Jennie contigo!

Lisa se sobresaltó al escuchar el grito de Shuhua, y la miró feo. Jisoo, al otro lado, se había quedado dormida a mitad del documental que la ardillita insistió en ver para informarse más de Jennie y sus características animales.

En ese mismo momento, estaban mostrando a dos panteras apareándose. Qué asco.

―No digas eso ―regañó la tailandesa―. ¡Jennie no ha demostrado que me quiere hacer ninguna de esas cochinadas!

Shuhua rodó los ojos.

―... Las panteras son uno de los pocos felinos que rugen, además de que son grandes escaladoras. Si alguna vez buscas huir de una, subir a un árbol no sería la mejor opción, ya que aprenden desde bebés a subir árboles...

―Al menos tienen algo en común ―habló Jisoo, bostezando―, si tienen bebés, no tendrán problemas en subir un árbol.

―¡No vamos a tener bebés!

―No, en realidad, Soojin y Shuhua serán las de los bebés por todos lados.

Shuhua le lanzó la zanahoria que estaba mordisqueando.

―... Tienen grandes mandíbulas que cazan muchos animales, especialmente los de gran tamaño, que suelen ser sus favoritos, pero también pueden comer animales pequeños sin problema alguno. Además, nadan y cazan comida en ríos sin mucha dificultad...

Lisa cubrió sus ojos cuando mostraron a una pantera corriendo tras un venado. Odiaba la sangre, y esta vez no fue la excepción.

―Pero hablando en serio ―dijo de pronto la azabache―, ¿Soojin y tú son algo?

―¡Claro que... que no! ―saltó Shuhua, enrojeciendo―. ¡Ella...!

―¡Soojin y Shuhua son novias! ―declaró Lisa.

Shuhua se echó al suelo para hacer una rabieta.

―... Quizás, una de las características más importantes de una pantera, es la capacidad que posee para cazar. Su visión es privilegiada, y cuando ve a su víctima, se le queda mirando sin pestañear, esperando el momento exacto en el que lanzarse...

Hubo un silencio entre las tres amigas. Incluso Shuhua dejó su rabieta de lado, sentándose en el suelo. Lisa sacó un puñado de palomitas del bol que llevaron, tratando de ignorar las miradas en ella.

―Jennie siempre se te queda mirando fijamente ―habló Jisoo, de pronto.

―No sé de qué hablas ―refunfuñó Lisa.

―¡Sí! Es espeluznante ―Shuhua también sacó más palomitas, llevándoselas a la boca―. A veces, tú no la estás mirando y se relame los labios.

Lisa entró en pánico.

―¡¿Y si quiere comerme?! ―chilló, espantada.

―Yo vengo pensando eso desde hace mucho ―dijo Jisoo―, pero quizás quiere comerte el culo...

La ardillita agarró más palomitas y se las lanzó a la cara.

***

Lisa sintió la tentación de cancelar la cita ante el pánico que le dejó el documental, pero sus amigas insistieran en que fuera valiente. Ella no se consideraba muy valiente, sin embargo, no se veía con el corazón de cancelarle a Jennie a esas alturas.

Esta vez no quiso que sus amigas le ayudaran, aunque buscó alguna prenda bonita en la que meterse. Terminó por escoger un suéter blanco y unos pantalones cargo, con un colorido cinturón. A la chica le gustaban las prendas coloridas, y esperaba que eso a Jennie no le molestara un poco.

También decoró sus uñas y se puso brillo labial. Quería verse muy bonita, a pesar del miedo que sentía.

Ahora le dijo a Jennie que se juntaran cerca del parque, ¡Anong dijo que, si veía a su novia, tendría una charla con ella! Lo que menos quería Lisa era que su hermana mayor pudiera asustarla.

La reconoció enseguida: Jennie andaba con esa chaqueta de cuero que le quedaba demasiado preciosa y una camisa blanca debajo. La pantera le sonrió al verla aparecer.

―Hola, Lis ―saludó Jennie. Parecía a segundos de inclinarse a darle un beso, pero pareció retroceder a último momento. Aun así, le acarició la mejilla―, estás muy hermosa hoy.

―¿De verdad? ―preguntó―. ¡Tu... tú también, unnie! ―añadió, sonrojándose.

La sonrisa de Jennie se volvió más grande. La alfa le tendió su mano y Lisa no dudó en agarrarla. Le gustaba mucho eso, que la pantera tuviera una mano pequeña en comparación a la suya. Le parecía adorable y menos aterrador.

Comenzaron a hablar de las clases y quejarse de sus profesores, caminando en dirección al parque. El lugar, para gusto de ambas, no estaba tan lleno, y Jennie le dijo que fueran a comprar algo para comer. La ardillita se compró un paquete de maní, mientras que la castaña prefirió una brocheta de cordero.

―No te molesta, ¿cierto? ―preguntó Jennie, preocupada.

Lisa recordó el documental.

―¡No, claro! ―soltó una risa nerviosa―. Es... es lo que una pantera debe comer, Jen ―de las nervios, Lisa agarró un puñado de maní y se lo llevó a la boca. Sus mejillas podían llenarse con facilidad gracias a que era una ardilla.

Jennie se le quedó mirando profundamente. Eso hizo que Lisa se pusiera más ansiosa y agarró otro puñado, ambas mejillas rellenas de comida.

¡Que deje de mirarme así, me voy a morir!, pensó Lisa. Incluso sus feromonas se dispararon, y no sabía si era por el miedo o el deseo.

Finalmente, Jennie terminó por mirar hacia otro lado. La ardillita lo aprovechó para tragarse todo el maní, limpiando su boca de los restos de sal.

―Lo siento ―se lamentó Lisa―, ¡sé que... que no es agradable!

―¿Ah? ―Jennie la miró, parpadeando―. ¿Qué cosa, Lis?

―¡Eso de... de llevarme comida a la boca! ―sentía que iba a romper a llorar en cualquier momento―. Me de-debo ver horrible con las mejillas todas gordas y...

―No ―se apresuró en decir la coreana, silenciándola. Se pusieron a caminar por el parque―, no, no te ves mal. Es decir... Es un poco tierno. Es... es adorable ―tragó saliva―, te ves muy...

―¿Mal? ―aventuró Lisa.

―Sexy.

La ardilla se atragantó con su saliva y el rubor cubrió las mejillas de Jennie. La pantera tuvo que golpear suavemente la espalda de la menor, que tosió unos minutos más, tratando de recuperarse.

―Perdón ―se disculpó Kim―, no pretendía...

―¿Piensas que soy sexy? ―preguntó en voz baja, su tono algo agudo.

Jennie le hizo un gesto, y la llevó a sentarse bajo un árbol. Lisa no tardó en seguirla, dejando que el viento fresco le calmara esos nervios locos que atacaban su cuerpo. Permanecieron unos minutos en silencio hasta que la pantera agarró valor para hablar.

―Sí, eres muy sexy para mí ―respondió, rascando su nuca―, y hueles bien. Muy bien. Es como que... Como si tu aroma fuera perfecto para mí.

―¿A qué huelo?

―A almendras y vainilla ―Jennie vaciló un momento―. ¿Puedo olerte el cuello?

El primer impulso de Lisa fue decir que no, que eso era demasiado íntimo, pero otra vez, Jennie le estaba mirando con esas pupilas negras, su mirada luciendo salvaje, aunque también necesitada. Finalmente, la ardilla terminó por inclinarse un poco, echando su cabeza a un lado y revelando la piel de su cuello.

Jennie no dudó en inclinarse, y la omega sintió un escalofrío cuando la nariz de la alfa olisqueó su piel, frotando la punta contra su glándula de feromonas. Tembló sin controlarlo un poco, e incluso hizo un ruido extraño.

La pantera se alejó de golpe, sus pupilas un poco dilatadas.

―Quiero marcarte en mi olor ―admitió, su voz ronca―, eres tan sexy, Lalisa Manoban.

Otra vez el rubor coloreó las mejillas de la chica. A pesar de su instinto gritando en señal de miedo al haber estado tan vulnerable ante un carnívoro, su omega estaba vuelta loca de felicidad. Lisa estaba demasiado feliz, porque era la primera vez que una alfa le decía que la encontraba sexy. Ella no era una persona superficial, sin embargo, siempre se vio a sí misma como alguien poco deseable, y que Jennie se lo dijera... Que Jennie la encontrara sexy, a pesar de todos sus defectos...

Le hizo querer escuchar más de eso.

¿Era posible hacerse adicta a una persona? Lisa estaba un poco asustada de eso.

―No sólo eres sexy ―dijo de pronto Jennie, llamando su atención―, también... también eres muy graciosa, y dulce, y tierna. Eres bonita y quiero protegerte.

―Las panteras son solitarias ―aventuró Haerin.

Jennie sonrió.

―No estuviste viendo malos documentales, ¿cierto? ―preguntó la alfa.

―¡Claro que no! ―mintió.

Jennie rascó su nuca.

―Sí, somos animales solitarios ―confirmó―, pero eso no quita que quiera cuidarte. ¿Me dejas cuidarte?

Lisa vio que Jennie tenía su mano apoyada en el césped, y sin poder evitarlo un poco más, presionó también su mano sobre la de la alfa en un gesto tímido.

―Sólo si prometes no comerme.

La pantera se le quedó mirando otros largos minutos con esa mirada penetrante que tenía. Y Lisa la vio: Jennie se relamió los labios frente a ella.

―Prometo no comerte, en el sentido literal de la palabra ―juró la castaña.

Lisa se rió.

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